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Authors: Jennifer L. Armentrout

Tags: #Infantil y juvenil, Romántico

Mestiza (13 page)

BOOK: Mestiza
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Nunca llegué a hacer contacto.

Con un certero movimiento del brazo, me tiró a la esterilla. De pie sobre mí, son­rió.

—Buen intento.

Me levanté sobre los codos, arrugando la frente.

—¿Por qué sonríes si me has tirado?

Me ofreció la mano.

—Las cosas pequeñas son las que me hacen feliz.

La acepté y me levantó.

—Bueno es saberlo —me encogí de hombros, pasé a su lado y cogí mi botella de agua—. Así que… ehm, ¿vas a las celebraciones de esta noche?

El Solsticio era algo grande para los puros. Era más de un mes de eventos socia­les que terminaban con la sesión del Consejo de agosto. Esta noche era la fiesta más grande, y si los dioses fuesen a bendecirles con su presencia, sería esta noche. Dudaba que ninguno lo hiciese, pero los puros iban todos vestidos con sus túnicas de colores por si acaso.

También había un montón de fiestas en la isla principal, a las que no estamos invitados ningún mestizo; ninguno. Y como todos los padres de los puros estarían en casa, no habría fiestas en casa de Zarak. Sin embargo, se rumoreaba que habría una fiesta en la playa, preparada por el único e inimitable Jackson. No estaba segura de si iba a aparecer por allí.

—Seguramente —Aiden se estiró, enseñando una tira de piel por encima de sus pantalones—. No me gustan mucho esas cosas, pero tengo que aparecer por alguna de ellas.

Intenté concentrarme en su cara, y fue más difícil de lo que pensaba.

—¿Por qué tienes que hacerlo?

Sonrió.

—Es lo que tenemos que hacer los adultos, Álex.

Puse los ojos en blanco y di un trago.

—Puedes ir y quedar con los amigos. Te divertirás.

Aiden me miró con cara rara.

Bajé la botella.

—No sabes cómo divertirte ¿verdad?

—Claro que sí.

No sé de dónde me vino eso. No creo que Aiden pudiese divertirse. Igual que no podía soportar pensar de verdad, de verdad en lo que le pasó a mamá. Síndrome del superviviente, o al menos creo que así lo llaman.

Aiden se me acercó y me tocó el brazo.

—¿En qué piensas?

Miré hacia arriba, encontrándome con su mirada fja en mí.

—Solo estaba… pensando.

Se fue un poco hacia atrás, se apoyó despreocupado contra la pared y me miró curioso.

—¿Pensando en qué?

—Para ti es difícil… divertirte ¿no? Quiero decir, que nunca te veo haciendo nada. Sólo te veo con Kain o Leon y nunca con chicas. Sólo te he visto una vez con vaqueros… —me callé, poniéndome roja. ¿Qué tendría que ver con nada el verle en calzoncillos? Pero habrían sido unas vistas increíbles—. Da igual, supongo que es difícil después de lo que les pasó a tus padres.

Aiden se apartó de la pared, con la mirada dura de repente.

—Tengo amigos, Álex, y sé cómo divertirme.

Me puse aún más roja. Obviamente había dado con el dedo en la llaga. Uuuups. Me sentí muy estúpida, así que acabé el entrenamiento y me fui corriendo a mi resi­dencia. A veces me preguntaba en qué pensaba cuando abría la boca.

Enfadada conmigo misma, me di una ducha rápida y me puse un par de shorts. Poco después, me fui hacia el centro del campus donde había quedado con Caleb en la cafetería, decidida a olvidar mi torpeza.

Caleb ya estaba allí, enfrascado en una conversación con otro mestizo sobre quién había sacado mejores puntuaciones en sus ejercicios de campo al fnal del último se­mestre. Como yo aún no había participado en ninguno, estaba bastante fuera de la conversación. Me sentía como una perdedora.

—¿Vas a la festa esta noche? —preguntó Caleb.

Miré hacia arriba.

—Supongo. No tengo nada mejor que hacer.

—Simplemente no repitas lo de la última vez.

Le lancé una mirada enfadada.

—No me dejes sola mientras tú te escapas a Myrtle, capullo.

Caleb rió.

—Tenías que haber venido. Lea estuvo echando pestes todo el rato hasta que vio a Jackson sin ti. Casi le fastidia la noche a todo el mundo. Bueno, Cody de hecho le fastidió la noche a todos.

Subí las piernas y me incliné hacia atrás en la silla. Era lo primero que sabía de esto.

—¿Qué pasó?

Hizo una mueca.

—Alguien volvió a sacar la mierda del tema de la Orden de Razas, y Cody se puso como una fera. Empezó a soltar mierda sobre ella. Decía cosas como que los mestizos no pertenecíamos al Consejo.

—Seguro que les sentó bien a todos.

Sonrió.

—Sí, y también dijo algo sobre que las dos razas no se deberían de mezclar y toda esa mierda sobre la pureza de su sangre.

Hizo una pausa, echando un ojo con mucho interés a alguien detrás de mí.

Me di la vuelta, pero sólo pude ver un poco de alguien con piel color caramelo y pelo largo y rizado. Me volví hacia él con una ceja alzada.

—¿Bueno, y qué ocurrió?

—Umm… unos cuantos mestizos se mosquearon. Lo siguiente que se sabe es que Cody y Jackson se estaban peleando. Tío, iban bien en serio.

Los ojos se me abrieron.

—¿Qué? ¿Y Cody ha dado parte sobre Jackson?

—No —dijo Caleb sonriendo—. Zarak convenció a Cody para que no lo hiciera, pero cierto es que le dio una paliza a Cody. Fue bastante alucinante. Claro que los dos idiotas hicieron las paces después. Ahora está todo bien.

Aliviada, volví a acomodarme en la silla. Pegar a un puro —incluso en defensa propia— era una forma fácil de ser expulsado del Covenant. Por matar a un puro en cualquier situación te ejecutarían, aunque te hubiese intentado arrancar la cabeza. Con lo injusto que era, teníamos que tener cuidado al discutir la política del mundo de los pura-sangre. Podíamos pegarnos todo lo que quisiésemos, pero cuando se trataba de los puros, eran intocables en más de un sentido. Y si por alguna casualidad rompíamos una de las reglas… bueno, estábamos a sólo un paso de la servidumbre de por vida —o la muerte.

Me encogí de hombros, pensando acerca de mi precaria posición. Si no lograba ser aceptada para el curso, la servidumbre era todo lo que me esperaba. De ninguna manera iba a aceptarlo. Tendría que huir, pero ¿dónde iría? ¿Qué haría? ¿Vivir en las calles? ¿Intentar buscar un trabajo y fngir de nuevo que soy una mortal?

Apartando los malos pensamientos, me centré en la fiesta de Jackson, a la que al fnal decidí asistir, y unas horas después, me encontré con que estaba allí. La pequeña festa no era realmente pequeña; parecía que todos los mestizos que estaban encerra­dos en el Covenant durante el verano estaban diseminados por toda la playa. Algunos sobre mantas; otros en sillas. Nadie estaba en el agua.

Yo opté por una manta con pinta de cómoda al lado de Luke. Ritter, un mestizo más pequeño con el pelo del color rojo más brillante que nunca había visto, me ofreció un vaso de plástico amarillo, pero lo rechacé. Rit se quedó con nosotros un rato más, hablando de cómo se estaba preparando para viajar a California durante el resto del verano. Le tenía un poco de envidia.

—¿No bebes? —preguntó Luke.

Hasta yo estaba sorprendida de mi decisión, pero me encogí de hombros.

—Esta noche no me apetece.

Se quitó un mechón de pelo de los ojos.

—¿Te metí en algún lío hoy durante el entrenamiento?

—No. Suelo distraerme con facilidad. Así que no fue nada nuevo.

Luke me dio una palmadita, sonriendo.

—Me imagino por lo que estás distraída. Qué pena que sea un puro. Daría mi nalga izquierda por un poquito de eso.

—Le gustan las chicas.

—¿Y? —Luke se rió de la cara que había puesto—. ¿Cómo es? Parece muy callado. Ya sabes, como si fuese bueno en…

—¡Para ya! —reí, dándole con la mano. El movimiento se dejó sentir en los mús­culos doloridos de mi espalda.

Luke echó la cabeza hacia atrás y se rió.

—No digas que nunca lo has pensado.

—Él… él es un puro —dije otra vez, como si eso no lo hiciese sexy.

Luke me echó una mirada de complicidad.

—Vale —suspiré—. De hecho es… muy majo y paciente. La mayor parte del tiem­po… me siento rara hablando de él. ¿Podemos hablar de algún otro tío bueno?

—Oh, sí. Por favor. ¿Podemos hablar de algún otro tío bueno? —Caleb resopló—. Justo de lo que quería hablar. Luke le ignoró, rastreando con la mirada por la playa y fjándola en un grupo de chicos guays.

—¿Qué tal de Jackson?

Me acomodé de espaldas.

—Ni lo nombres.

Rió por lo bajo ante mi patético intento de intentar hacerme invisible.

—Apareció hace un rato
sin
Lea. Y yo me pregunto, ¿dónde narices estará esa pequeña zorrilla?

Preferí no mirar para no atraer la atención de Jackson.

—No tengo ni idea. No la he visto.

—¿Y eso es malo? —preguntó Caleb.

—Oh, Álex, aquí viene tu hombre —anunció Luke.

No podía ir a ninguna parte y miré inútilmente a Caleb y Luke. Ninguno de los dos hizo nada para esconder su diversión.

—Álex ¿dónde estabas? —dijo Jackson arrastrando las palabras—. No te he visto por ahí.

Cerré los ojos y maldije en voz baja.

—He estado ocupada entrenando.

Jackson se movió hacia la derecha, dirigiéndose hacia Caleb, que estaba distraído.

—Aiden debería saber que necesitas salir y divertirte.

Luke se dio la vuelta y me guiñó un ojo antes de levantarse. Yo me puse en pie, pero eso fue a todo lo que llegué. Jackson se metió en el espacio que quedaba y me puso el brazo alrededor, casi atropellándome.

Su aliento era demasiado caliente y olía a cerveza.

—Sabes que estás más que invitada a quedarte por aquí después de la fiesta.

—Oh… no lo sabía.

Jackson sonrió y se acercó más. Normalmente encontraba atractivo a Jackson, pero ahora me estaba dando asco. Algo pasaba conmigo. Tenía que pasarme algo.

—Mañana no vas a entrenar. No después de las fiestas. Incluso Aiden dormirá hasta tarde.

Lo dudaba y me vi preguntándome si Aiden se estaría divirtiendo. ¿Iría a las fiestas y se quedaría? ¿O aparecería, haría acto de presencia y se rajaría? De alguna forma esperaba que se quedase y se lo pasase bien. Le vendría bien después de tener que cargar todo un día conmigo.

—¿Álex?

—¿Sí?

Jackson rió y me pasó la mano por el hombro. Se la cogí y se la puse sobre su re­gazo. Sin darse por vencido, volvió a por mí.

—Me preguntaba si querrías algo de beber. Zarak se volvió loco con las compul­siones y tenemos bastantes para el resto del verano.

Era bueno
saberlo
.

—No. Estoy bien. No tengo sed.

En algún momento, Jackson se aburrió de mi falta de interés y se piró. Agradeci­da, volví hacia Caleb.

—Pégame la próxima vez que piense siquiera en hablarle a un tío. En serio.

Se quedó mirando a su copa, arrugando la frente.

—¿Qué pasó con él? ¿Te echa los trastos demasiado a lo bestia? —un gesto de enfado apareció en su cara y sus ojos se estrecharon mientras lo miraba de espaldas—. ¿Tengo que hacerle daño?

—¡No! —reí—. Sólo es que… no sé —me di la vuelta y le vi al lado de la mestiza que había visto antes. Era una morena guapa, con muchas curvas, y tenía una suave piel color caramelo—. Jackson no me va.

—¿Y quién sí? —su mirada se fjó en la compañera de Jackson.

—¿Quién es esa chica? —pregunté.

Se dio la vuelta y suspiró.

—Es Olivia. Su apellido es uno de esos griegos imposibles de pronunciar. Su pa­dre es un mortal; su madre una pura.

Seguí mirando a la chica. Llevaba un par de pantalones de marca por los que yo habría matado. También estaba todo el rato evitando las manos juguetonas de Jackson.

—¿Cómo es que es la primera vez que la veo?

—Creo que ha estado con su padre —se aclaró la garganta—. La verdad es que es… bastante maja.

Le miré fjamente.

—Te gusta ¿eh?

—¡No! No, claro que no —la voz sonó algo ahogada.

Mi curiosidad creció según los ojos de Caleb parecían volver a Olivia. Un tono rojo tiñó sus mejillas.

—Claro. No te interesa para nada.

Caleb dio un buen trago a su copa.

—Cállate, Álex.

Abrí la boca, pero lo que fuese que iba a decir se cortó cuando Deacon St. Delphi apareció de la nada.

—¿Pero qué narices?

Caleb siguió mi mirada.

—Ahora esto se vuelve interesante.

Ver a Deacon en la playa no era para nada sorprendente, pero verlo la noche del Solsticio cuando todos los puros se reunían juntos era impactante.

Era tan…
impuro
de él.

—Nosotros no podemos disfrutarlo —me fijé en los círculos rojos alrededor de sus ojos—. ¿Acaso tú estás sobrio?

Pareció pensar sobre ello.

—No si puedo evitarlo. Las cosas son… más fáciles así.

Sabía que hablaba de sus padres. No estaba segura de cómo continuar, así que esperé a que continuara él.

—Aiden odia que beba tanto —miró a la petaca—. Tiene razón, ¿sabes?

Jugué con mi pelo, trenzándolo en una gruesa cuerda.

—¿Razón sobre qué?

—Deacon echó la cabeza hacia atrás, mirando hacia las estrellas que cubrían el cielo nocturno.

—Sobre todo, pero especialmente sobre el camino que ha elegido —paró y rió—. Ojalá lo supiese, ¿eh?

—¿No averiguarán que te has marchado, no? —Caleb me cortó.

—¿Y venir aquí y fastidiaros la diversión? —la mirada seria de Deacon desapare­ció—. Por supuesto. Como dentro de una hora, cuando empiecen los cantos rituales y esas mierdas, alguien —seguramente mi hermano— se dará cuenta de que no estoy y vendrá a buscarme.

Me quedé boquiabierta.

—¿Aiden sigue ahí?

—¿Has venido sabiendo que iban a seguirte? —Caleb frunció el ceño.

A Deacon parecían divertirle ambas preguntas.

—Sí contesta a todo.

Se apartó un rizo brillante de la frente.

—¡Mierda! —Caleb empezó a levantarse mientras yo seguía pensando en que Aiden seguía de fiesta—. Álex, tenemos que irnos.

—Sentaos —Deacon levantó una mano—. Tenéis por lo menos una hora. Les daré tiempo sufciente a los chicos de la festa para que desaparezcan. Confad en mí.

Caleb pareció no escucharle. Miró hacia atrás, hacia la costa, donde Olivia y otro mestizo estaban muy, muy juntos. En unos segundos se le endurecieron los rasgos. Me acerqué a él y tiré del borde de su camiseta.

Me mostró una sonrisa amplia.

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