Nacidos para Correr (32 page)

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Authors: Christopher McDougall

BOOK: Nacidos para Correr
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David Smyntek decidió poner a prueba la teoría del impacto por su cuenta con un experimento único. Debido a que era corredor y a la vez fisioterapeuta especializado en rehabilitaciones profundas, Smyntek era consciente de que las personas que le decían que debía comprarse zapatillas nuevas eran normalmente las personas que las vendían.
Runner’s World
y su tienda local de deportes llevaban toda la vida advirtiéndole que tenía que reemplazar sus zapatillas cada trescientas o quinientas millas, pero ¿cómo era posible que Arthur Newton, uno de los más grandes ultramaratonistas de todos los tiempos, no encontrara razones para reemplazar sus viejas zapatillas de suela gastada hasta haber hecho, por lo menos, cuatro mil millas con ellas? Newton no solo había ganado la ultramaratón de Comrades de 55 millas cinco veces en los años treinta, sino que, a la edad de cincuenta y un años, sus piernas todavía conservaban elasticidad suficiente para romper el récord de las 100 millas de la carrera de Bath a Londres.

Así que Smyntek decidió ver si podía superar a Newton en su propio terreno. “¿Qué ocurriría si uso mis zapatillas en el pie erróneo cuando se han gastado de un solo lado? De esta manera empezó el Experimento Pie Loco: cuando sus zapatillas se gastaban del lado exterior, Dave se las cambiaba de pie y seguía corriendo. “Hay que entender a este hombre”, dice Ken Learman, uno de los colegas terapeutas de Dave. “Dave no es un tipo del montón. Es curioso, inteligente, la clase de tipo al que no puedes engañar fácilmente. Dave dirá: ‘Oye, si se supone que es de esta forma, vamos a comprobarlo’ ”.

Durante los diez años siguientes, Dave corrió cinco millas diarias, todos los días. Una vez que descubrió que podía correr con comodidad usando las zapatillas en el pie equivocado, empezó a preguntarse por qué necesitaba usar zapatillas. Si no estaba usándolas de la forma en que habían sido diseñadas, razonó Dave, quizá el diseño en sí no era gran cosa. De ahí en adelante, ya solo compra zapatillas en tiendas de “todo a un dólar”.

“Aquí lo tienen, corriendo más que la mayoría, con los zapatos incorrectos en el pie equivocado y sin ningún problema”, dice Ken Learman. “Ese experimento nos enseñó a todos algo. Nos enseñó que cuando se trata de zapatillas de correr, no todo lo que brilla es oro”.

VERDAD DOLOROSA No. 3: Hasta Alan Webb lo dice: “Los seres humanos están diseñados para correr sin zapatillas”

ANTES DE convertirse en el más grande corredor de la milla en Estados Unidos, Alan Webb era un novato universitario con pies planos. Pero su entrenador de la secundaria vio que tenía potencial y empezó a reconstruir a Alan desde —sin exagerar— la base. “Yo tenía problemas de lesiones al comienzo, así que parecía evidente que mi biomecánica podía causarme problemas”, me dijo Webb. “Por lo que hicimos ejercicios de fortalecimiento y caminatas especiales descalzo”. Poco a poco, Webb vio cómo sus pies se transformaban ante sus ojos. “Yo usaba una talla doce y tenía pies planos, ahora uso una talla nueve o diez. Conforme los músculos de mis pies se fueron fortaleciendo, mi arco fue levantándose”. Gracias a los ejercicios, Webb puso freno a sus lesiones, lo que le permitió enfrentarse al duro entrenamiento que lo llevaría a romper el récord norteamericano para la milla y el tiempo más rápido del mundo en los 1.500 metros de 2007. “Correr descalzo forma parte de mi filosofía de entrenamiento desde hace años”, dice Gerard Hartmann, el doctor en medicina y fisioterapeuta irlandés que hace las veces de Gran y Poderoso Mago de Oz para los mejores corredores de larga distancia del mundo. Paula Radcliffe nunca corre una maratón sin ver antes al doctor Hartmann, y colosos de la talla de Haile Gebrselassie y Khalid Khannouchi han puesto sus pies en sus manos. Durante décadas, el doctor Hartmann ha visto consternado la explosión de plantillas ortopédicas y zapatillas con diseños cada vez más complejos. “La musculatura del pie fuera de forma es el gran tema cuando hablamos de lesiones, y venimos dejando que nuestros pies pierdan forma a lo largo de veinticinco años”, dice el doctor Hartmann. “La pronación se ha convertido en una mala palabra, pero no es más que un movimiento natural del pie. Se supone que el pie debe pronar”.

Para ver la pronación en acción, quítense los zapatos y corran por la entrada de casa. Sobre una superficie dura, sus pies desaprenderán por un momento los hábitos adquiridos en el uso de calzado y se pondrán automáticamente en modo de autodefensa: se encontrarán aterrizando sobre el borde exterior del pie, luego girando el pie suavemente desde el dedo pequeño hasta el dedo gordo, hasta apoyar toda la planta. Eso es pronación, nada más que una torsión leve para absorber el impacto y que permite que el arco se comprima.

Pero allá por los años setenta, la voz más respetada en el mundo de las carreras empezó a expresar ciertas dudas acerca de toda esa torsión del pie. El doctor George Sheehan era un cardiólogo cuyos ensayos sobre la belleza de correr lo habían convertido en el rey filósofo de la escena maratonista, y fue él quien proclamó la idea de que la lesión llamada “rodilla de corredor” podía ser causada por un exceso de pronación. Sheehan tenía razón y a la vez estaba muy, muy equivocado. Hay que aterrizar sobre el talón para pronar en exceso, y solo se puede aterrizar sobre el talón si este tiene amortiguación. Sin embargo, las compañías de calzado respondieron con presteza al llamado a las armas del doctor Sheehan y presentaron una respuesta de proporciones nucleares: crearon zapatillas monstruosamente entalladas y superdiseñadas que prácticamente borraron cualquier atisbo de pronación.

“Pero cuando bloqueas un movimiento natural —dice el doctor Hartmann—, afectas negativamente a los otros. Hemos realizado estudios y comprobado que solo el dos o tres por ciento de la población tiene problemas biomecánicos reales. Entonces, ¿quién está usando todos esos aparatos ortopédicos? Cada vez que colocamos a alguien en un artefacto correctivo, estamos creando problemas nuevos al tratar problemas que no existen”. En 2008 la revista
Runner’s World
realizó una confesión alarmante al admitir que durante años habían inducido accidentalmente a error a sus lectores al recomendar zapatillas ortopédicas a los corredores que padecían fascitis plantar: “Pero estudios recientes han mostrado que las zapatillas de estabilidad difícilmente puedan aliviar la fascitis plantar y en realidad
pueden incluso agravar los síntomas”
(la cursiva es mía).

“Tan sólo fíjate en la arquitectura”, explica el doctor Hartmann. Confecciona un plano de tus pies y te encontrarás con una maravilla que los ingenieros han intentado igualar durante siglos. La pieza central del pie es el arco, el mejor diseño para soportar peso jamás creado. La belleza de cualquier arco radica en la forma en que se hace más fuerte sometido a estrés: mientras más fuerte presionas, más fuerte se acoplan sus partes. A ningún albañil digno de su paleta se le ocurriría colocar algún tipo de soporte debajo de un arco; si se ejerce presión desde abajo, toda la estructura se debilita. El arco del pie está apuntalado por todas partes gracias a un entramado de alta resistencia compuesto por veintiséis huesos, treinta y tres articulaciones, doce tendones elásticos y dieciocho músculos, todos extendiéndose y contrayéndose como un puente colgante que resiste terremotos.

“Poner los pies en una zapatilla es parecido a ponerlos dentro de una férula de yeso”, dice el doctor Hartmann. “Si colocamos tu pierna dentro de una férula de yeso, en seis semanas tendremos una atrofia muscular del cuarenta al sesenta por ciento. Algo similar les ocurre a los pies cuando los encerramos dentro de unas zapatillas”. Cuando las zapatillas hacen su trabajo, los tendones se endurecen y los músculos se debilitan. Los pies están siempre listos para la batalla y crecen bajo presión; déjalos holgazanear y se derrumbarán, como descubrió Alan Webb. Ejercítalos y se elevarán como un arco iris.

“He trabajado con más de cien de los mejores corredores keniatas, y una cosa que tenían en común era la maravillosa elasticidad de sus pies”, continúa el doctor Hartmann. “Eso es el resultado de no haber corrido con zapatillas hasta los diecisiete años”. Hoy en día, el doctor Hartmann cree que el mejor consejo para la prevención de lesiones es el que escuchó de boca de un entrenador que recomendaba “correr descalzo sobre césped húmedo tres veces a la semana”.

No es el único profesional médico predicando la Doctrina Descalza. Según el doctor Paul W. Brand, jefe de rehabilitación del U.S. Public Health Service Hospital en Carville, Louisiana, y profesor de cirugía en la escuela de medicina de la Universidad Louisiana State, podríamos desterrar todas las lesiones comunes del pie en el lapso de una generación si nos deshiciéramos de las zapatillas deportivas. Ya en 1976, el doctor Brand señalaba que casi todas las dolencias de su sala de pacientes —callos, juanetes, dedo en martillo, pies planos y arcos caídos) eran prácticamente inexistentes en los países donde la mayoría de la gente iba descalza.

“Quien camina descalzo recibe un flujo continuo de información sobre el suelo y sobre su propia relación con la superficie —ha dicho el doctor Brand—, mientras que un pie enfundado en una zapatilla duerme dentro de un medioambiente invariable”.

Los tambores de guerra del levantamiento de los descalzos estaban elevándose. Pero en lugar de que los médicos lideraran la ofensiva en defensa de un pie musculoso, el escenario se convirtió en una guerra de clases de podólogos enfrentado a sus propios pacientes. Los defensores de ir descalzo, como los doctores Brand y Hartmann, eran todavía raros, mientras que la opinión tradicional entre los podólogos pasaba todavía por ver a los pies humanos como un Error de la Naturaleza, una obra en progreso siempre posible de ser mejorada con un poco de ayuda de un bisturí o la reconstrucción ortopédica.

Esa idea del diseño defectuoso encontraba su mejor expresión en
The Runners’ Repair Manual
. Este libro, escrito por el doctor Murray Weisenfeld, un destacado podólogo deportivo, es uno de los libros sobre cuidado del pie más vendido de todos los tiempos, y comienza con una declaración funesta: “El pie humano no fue originalmente diseñado para caminar, mucho menos para correr largas distancias”.

¿Entonces para qué, según el
Manual
, ha sido diseñado nuestro pie?

Bueno, primero para nadar (“El pie moderno ha evolucionado a partir de la aleta de algún pez primigenio y esas aletas apuntaban hacia atrás”). Luego para escalar (“El pie asidor permitía a la criatura acomodarse sobre las ramas sin caerse”).

Y luego …?

Y luego, según la historia evolutiva de la podología, nos estancamos. Mientras que el resto de nuestro cuerpo se adaptó bellamente a la tierra firme, de alguna manera la única parte de nuestro cuerpo que en realidad toca esta tierra se quedó atrás. Desarrollamos cerebros y habilidades manuales suficientes para llevar a cabo cirugía intravascular, pero nuestros pies nunca dejaron atrás el Paleolítico. “El pie humano no está todavía adaptado completamente al suelo”, se lamenta el
Manual
. “Solo una parte de la población ha sido dotada con un pie bien adaptado al suelo”.

Entonces, ¿quiénes son los afortunados con un pie correctamente evolucionado? Al parecer, nadie: “La naturaleza aún no ha publicado su plano para el pie perfecto de corredor moderno”, escribe el doctor Weisenfeld. “Hasta que el pie perfecto llegue, la experiencia me ha enseñado que todos tenemos excelentes oportunidades de contraer algún tipo de lesión”. Puede que la naturaleza no haya publicado sus planos, pero eso no evitó que algunos podólogos idearan los suyos. Y fue justo ese exceso de confianza —el creer que cuatro años de instrucción podiatra podrían triunfar sobre dos millones de años de selección natural— lo que llevó a un catastrófico brote de operaciones en los años setenta.

“No hace muchos años, la rodilla de corredor se trataba con cirugía”, reconoce el doctor Weisenfeld. “Eso no funcionó demasiado bien, dado que uno necesita cierta amortiguación para correr”. Cuando los pacientes dejaron la sala de operaciones, descubrieron que ese dolor insistente se había convertido en una mutilación que les cambiaría la vida; sin el cartílago de la rodilla, nunca iban a ser capaces de correr sin dolor. Pese al accidentado historial de intentos de corregir a la naturaleza que posee la podología,
The Runners’ Repair Manual
nunca recomienda fortalecer los pies; todo lo contrario, los tratamientos elegidos siempre pasan por las vendas, aparatos ortopédicos o la cirugía.

Incluso la doctora Irene Davis, cuyas credenciales y apertura de mente son difíciles de superar, no se tomó en serio la idea de correr descalzo hasta el año 2007, y si lo hizo fue porque uno de sus pacientes la desafió abiertamente. El paciente estaba tan frustrado por su fascitis plantar crónica, que quería mandar todo al demonio y correr con unas zapatillas con suela delgada, como las sandalias. La doctora Davis le dijo que estaba loco. Él lo hizo de todas formas.

“Para su sorpresa —como la revista
BioMechanics
contaría después—, los síntomas de la fascitis plantar menguaron y el paciente fue capaz de correr pequeñas distancias con las zapatillas”.

“Así es como a menudo aprendemos cosas nuevas, cuando los pacientes no siguen nuestras indicaciones”, respondió gentilmente la doctora Davis. “Creo que quizá el aumento de los casos de fascitis plantar en este país se debe en parte al hecho de que no permitimos a los músculos de nuestros pies hacer aquello para lo que están diseñados”. Quedó tan impresionada por la recuperación de su paciente rebelde que incluyó los paseos descalza en su propia rutina de ejercicios.

Por supuesto, Nike no gana 17.000 millones de dólares al año dejando que los Ted Descalzos del mundo marquen tendencia. Poco después de que los dos agentes de Nike regresaron de Stanford con la noticia de que la moda de correr descalzo había llegado incluso a las pistas universitarias de élite, la compañía se puso a trabajar para ver de qué manera podía sacar dinero del problema que ella misma había creado.

Hacer responsable a la vieja y mala Nike de la epidemia de lesiones entre corredores parece demasiado fácil, pero es que en buena parte es su culpa. La compañía fue fundada por Phil Knight, un corredor de la Universidad de Oregón capaz de vender cualquier cosa, y Bill Bowerman, un entrenado de la Universidad de Oregón que pensaba que lo sabía todo. Antes de que estos dos hombres se juntaran, la zapatilla de correr moderna no existía. Así como tampoco existían las lesiones modernas que aquejan a los corredores.

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