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Authors: Julio Sherer García y Carlos Monsiváis

Tags: #Histórico

Parte de Guerra (15 page)

BOOK: Parte de Guerra
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Hay sin embargo una causa un tanto borrosa y a la que se regresa ritualmente: los presos políticos, los rescoldos dramáticos de la insurgencia sindical de 1958. Según el régimen, el más activo y peligroso de los sindicatos, por sus funciones estratégicas, es el ferrocarrilero, dirigido por Demetrio Vallejo, miembro de un grupúsculo, el Partido Obrero Campesino de México (POCM), al que también pertenece un excomunista, Valentín Campa, símbolo de las luchas proletarias de los treinta. Vallejo y los suyos son inflexibles, entre otras cosas porque todavía se proponen ser bolcheviques, y resisten intimidaciones y halagos del gobierno, y campañas de odio en la prensa. Se lanzan a una huelga y en febrero de 1959, el presidente López Mateos decide suprimir el problema de una vez por todas.

Se detiene a la dirección del Sindicato y a diez mil trabajadores ferrocarrileros en un mismo día; se golpea, se tortura, se asesina a un joven militante, Román Guerra Montemayor, y se «decora» el cadáver con afeites para hacerlo pasar por «crimen de homosexuales». La venganza del gobierno es severa y pedagógica: que nadie vuelva a desafiarnos. Para que la farsa judicial se desarrolle sin inconvenientes se exhuman los artículos 145 y 145 bis del Código Penal Federal, artículos implantados al principio de la Segunda Guerra Mundial para contener a los agentes del fascismo y el nazismo, y dejados allí para facilitar los golpes a los comunistas. El texto de los artículos, abstracto y amenazador, permite su uso a conveniencia. Véase el principio del 145: Se aplicará prisión de dos a doce años y multa de mil a diez mil pesos al extranjero o nacional mexicano que en forma hablada o escrita, o por cualquier otro medio, realice propaganda política entre extranjeros o entre nacionales mexicanos
difundiendo ideas,
programas o normas de acción de cualquier gobierno extranjero que perturben el orden público o afecten la soberanía del Estado mexicano.

Se perturbará el orden público cuando los actos determinados en el párrafo anterior tiendan a producir rebelión, sedición, asonada o motín.

Se afecta la soberanía nacional cuando dichos actos puedan poner en peligro la integridad territorial de la República, obstaculicen el funcionamiento de sus instituciones legítimas o propaguen el desacato de parte de los nacionales mexicanos a sus deberes cívicos.

Luego de una parodia de proceso judicial, van a prisión (a Lecumberri primero, y más tarde a Santa Marta Acatitla) los líderes del movimiento ferrocarrilero: Vallejo, Campa, Alberto Lumbreras, Miguel Aroche Parra, Hugo Ponce de León y otros. (La memoria es siempre injusta para otros) Allí, víctimas del «vallejazo», languidecen durante once años y medio, por el único delito de buscar la independencia sindical. En mayo de 1968, Demetrio Vallejo emprende solo una huelga de hambre que moviliza a un puñado de activistas, y prepara el camino para incluir en el primer punto del pliego petitorio del Consejo Nacional de Huelga la libertad a los presos políticos, no una causa popular, pero tampoco una causa inventada sino, por el contrario, súbitamente iluminada por la estupidez y la maldad de la represión.

Los seis puntos del pliego petitorio

La velocidad de los cambios remite a las tesis o hipótesis sobre Lo Inesperado. ¿Cómo en unos días se vino abajo la fachada de la inmutabilidad? ¿De dónde extraen el temperamento radical los indiferentes de horas antes? Lo más fácil pero lo muy sectorial es ubicar el origen del discurso izquierdista: los militantes, que por su experiencia y sus horas-asamblea y sus años-reunión de célula, se apoderan de numerosos Comités de Huelga. La mayoría de esta minoría viene de la Juventud Comunista y del Partido Comunista, otros, con o sin espasmos ideológicos, se etiquetan al instante: maoístas, guevaristas (con estudios de posgrado en
Revolución en la revolución
, de Regis Debray, y la teoría del «foco" insurreccional), espartaquistas. Los unifica la urgencia de intervenir antes de que les arrebaten la palabra, costumbre de círculos de estudios donde se venera a tal punto los libros sagrados que nunca se pasa del cuarto capítulo. "Y aceptad mi profecía: el que llega al final del
AntiDühring, Materialismo y empiriocriticismo y El Capital,
tendrá derecho a encabezar la dictadura del proletariado».

Los militantes creen en el marxismo pero a sus horas, aguardan el advenimiento del socialismo pero sin la fe religiosa de sus antecesores, son dogmáticos porque esa es su herencia, son valientes porque la valentía es el habla anti-autoritaria, y practican la elocuencia circular (lo más arduo de una intervención en asamblea, para estos activistas, es cómo evitar que termine). Al constituirse el Consejo Nacional de Huelga, les toca casi naturalmente la dirección. Se habían preparado para dirigir una causa y para frustrarse por si nunca lo conseguían, así es el capitalismo de monopólico. A ellos también los sorprende la energía del Movimiento, tanto que no se proponen siquiera adjudicarle una ideología, así desde el primer momento sea incontestable el dominio de la izquierda.

Examínense los seis puntos del Pliego Petitorio:

  1. Libertad a los presos políticos.
  2. Destitución de los generales Luis Cueto Ramírez y Raúl Mendiolea, así como también el teniente coronel Armando Frías.
  3. Extinción del Cuerpo de Granaderos, instrumento directo en la represión, y no creación de cuerpos semejantes.
  4. Derogación del artículo 145 y 145 bis del Código Penal Federal (delito de Disolución Social), instrumentos jurídicos de la agresión.
  5. Indemnización a las familias de los muertos y a los heridos que fueron víctimas de la agresión desde el viernes 26 de julio en adelante.
  6. Deslindamiento de responsabilidades de los actos de represión y vandalismo por parte de las autoridades a través de policía, granaderos y ejército.

¿Qué se desprende del Pliego? Las exigencias, por demás legítimas, de los militantes de izquierda (libertad a los presos políticos, eliminación del delito de disolución social), más las demandas muy específicas del 26 de julio y sus secuelas. Pero el elemento unificador es, con otras palabras, la defensa de los derechos humanos y civiles, punto de partida de los procesos democráticos. Si para las muchedumbres estudiantiles la existencia de presos políticos encarcelados en 1959 es asunto más bien nebuloso (no hay información disponible en libros y publicaciones), sí es clara la experiencia muy reciente de los detenidos en las invasiones a las escuelas y en las redadas de comunistas. Estos son presos políticos porque los procesos judiciales son una farsa, y porque si el crimen de los encarcelados por el vallejazo es retar al control sindical, la falta gravísima de los apresados a fines de julio es pertenecer a la Gran Conspiración que se descubre con granaderos y golpes de bazuka.

Derechos humanos y civiles. Los estudiantes descubren todo de golpe: es infame la cárcel por disidencia ideológica, es monstruo so el delito de disolución social, no es concebible la acción militar contra gente desarmada, es inadmisible que continúen en su puesto los represores más ostensibles, se rechaza el salvajismo del Cuerpo de Granaderos, es de elemental justicia la reparación de daños a las víctimas y sus deudos, es impostergable la investigación que delimite los roles represivos. En su pronunciamiento medular, el Consejo Nacional de Huelga no es ni pretende ser radical. Así se le juzga porque es «herejía" o "blasfemia» el mínimo cuestionamiento de la autoridad del Presidente, pero el Pliego Petitorio es en primera y última instancia una reivindicación ética de consecuencias políticas, no a la inversa. Y esto se produce en un Consejo Nacional de Huelga con presencia categórica de la izquierda política.

Personajes del Movimiento: El brigadista (30 de agosto de 1968)

—¿Que cómo le hacemos? Llegamos al mercado, invitamos al pueblo a la gran manifestación, a los que estén se les informa de la represión y la intolerancia de las autoridades y del gran proyecto de educación para el pueblo. La primera vez que fui sentí frío cuando oí el
Órale, te toca…
En eso habíamos quedado, pero era el mercado de Mixcoac y se me fue la voz.
¡Órale, contrólate!
Ni modo. Pensé rápido, voy a contar lo que sé y me consta, no porque lo haya visto todo sino porque esto me consta. Ya animado, que miro a las señoras y los señores y los chavos y los niños, híjole, demasiados rostros, ni modo de verlos uno a uno, y el montonal pues sí intimida… Mis cuates me animaron y me subí al cajón a decir lo que pasaba, ésta es la hora de la justicia y la verdad, y el pueblo hará valer sus derechos constitucionales… No sé por qué pero sólo en ese minuto entendí lo de los derechos constitucionales. Antes me parecían algo remoto, jamás había tenido en mis manos un ejemplar de la famosa Carta Magna y de la Constitución lo único que sabía es el chistecito ese de que la hicieron para violarla.

Así lo hacemos: distribuimos papeles informativos (volanteamos) y apelamos a la generosidad (boteamos), y nos dan dinero, más del esperado, y a la mayoría les caemos bien los estudiantes, nomás uno que otro señor y una que otra señora se ponen paternales y maternales, y nos mandan a estudiar y a dejarnos de alborotos y yo-a-tu-edad y esas pendejadas, y no es porque esté en Psicología, pero en la voz se les nota la bronca que traen con ellos mismos, porque a su edad ya se casaron con la cocina, o se hicieron del empleíto del que no se van a zafar, pero la consigna es no rebatirles, sí señora, sí señor, todos somos libres para opinar, ¿no quiere contribuir?, tiene usted razón, hay que estudiar y por eso seguimos con la huelga… ¿Para qué enojarse? Pobres, si nuestra venganza es verlos tan tiesos y amargos… No entiendo a esa chava de la brigada de Ciencias que se pelea con los regañones y les exige argumentos y los manda muy lejos con sus sermones, porque usted no tiene argumentos, señor, usted puros malos recuerdos de su adolescencia, y la chava se irrita, y se indignan con ella y le gritan que el sitio de la mujer es el hogar y ella los envía al mismísimo carajo, tan lejos o tan cerca como esté. A lo mejor tiene razón, hay cada imbécil, como los de la manifestación del primero de agosto, la del rector Barros Sierra, desde un balcón un grupito nos regañaba y gritaba: «¡Güevones, comunistas!», y algunos les respondían en el mismo tono y los de la comisión de vigilancia localizaron a los del sermoncito y se pusieron enfrente y pedían no contestar a las provocaciones, aunque a veces tragarse el insulto daña el estómago, porque por eso estamos aquí, para no soportar a quienes siempre nos tratan a mentadas y puntapiés.

En el mercado no te enfrentas a enemigos temibles sino a la curiosidad de la gente que es una pinche cárcel. Al meterme a la brigada les previne que no hablaba ni en la regadera, pero ya te conté, ni modo, me tocó el turno y al fin que aquí nadie me conoce, y que alzo la voz, y reclamo el interés de los presentes. Luego ni supe bien lo que dije, las frases se me insurreccionaron, y me di cuenta de que quién sabe qué rollo les lanzaba, algo novedoso incluso para mí no conocía mi facilidad para reproducir discursos que no había oído de modo consciente, y allí me tienes arengando a los compañeros populares, el gobierno reprime y nos mata a los estudiantes por defender los derechos de los humildes que son los tuyos. Pueblo, apóyanos porque tu causa es la nuestra, asiste a la gran manifestación, entérate, difunde nuestro pliego petitorio, marcha al lado de tus hijos… acabé con la boca seca, deprimido y aliviado, sin siquiera preguntar «¿qué tal estuve?» porque convinimos en eliminar esa pregunta, para evitar respuestas sinceras. De acuerdo, no me metí en esto para brillar, sino para cumplir con el Movimiento, salir con la brigada, volantear, treparme a los camiones, meterme a informar en billares y estaciones de autobuses, entrar a los restaurantes burgueses para echarles a perder la digestión a los cabrones, ir a las secundarias a contarles a los chavos lo mucho que los odia el gobierno, vencer el susto, aguantarme el sudor, conocer la ciudad a ritmo de vértigo, salir huyendo de todas partes, sonreírme cuando alguien dice o escribe del «régimen de libertades».

Pero éstas son mis nuevas creencias y mis nuevos olvidos. Nunca supuse el impacto que tendrían en mí esos cuates muy aburridos que me dieron clases en la Prepa, y dizque nos informaban de la economía capitalista en el virreinato. Pues resulta que los tomé en serio y que me andaban rondando muchas de sus pinches frases.

Será lo que sea, pero este cabrón gobierno no se va a salir con la suya.

«¡Despierta pueblo mexicano!» La retórica del Movimiento

En los volantes del Movimiento incorporados al archivo del general García Barragán no hallará nada novedoso un conocedor del lenguaje de la izquierda o de la ultraizquierda. Párrafos interminables, consignas kilométricas, poesía nonata, agudeza ocasional, planteamientos reiterados, candor militante. Sin embargo, el gobierno localiza en este material su obsesión: la declaración de guerra. Así, de seguro, se toma al pie de la letra un gran lugar común:

Estamos dispuestos a morir de pie

antes que someternos de rodillas.

¡Viva México!

A los estudiantes los volantes y los manifiestos, previsiblemente nada les informan porque no suelen leerlos. Su aprovisionamiento ideológico les viene de los discursos, de las conversaciones circulares, de las consignas repetidas en las brigadas o en las marchas.

Pero los encarga dos de la Seguridad Nacional necesitan extraer la conjura en donde sólo hay «escritura automática». Las frases culminantes de la volantería estudiantil enfrentan los mensajes oficiales: «NUESTRO PAÍS NO ESTÁ EN CALMA / Los gorilas analfabetas / Podrido gobierno / Lucha contra la represión». A esto se añaden los seis puntos del pliego petitorio del CNH, las convocatorias a las marchas y las irrupciones de versificadores. En un volante anónimo se habla de un estudiante moribundo: Y proclamó antes de morir

«¡Viva la Constitución! ¡Viva México!»

Su compañero, aún llorando,

y al cielo contemplando,

dijo, no, tú de nosotros no te irás,

porque en el corazón de todos vivirás.

La inocencia literaria se agrega a la espontaneidad política. El material no es ni podría ser subversivo. Es, sí, de confrontación, pero, como casi toda expresión de izquierda, amparado en la Constitución de la República. No se llama a las armas, se insiste en los derechos constitucionales y en la denuncia de la ilegalidad del gobierno. La novedad es la crítica al Ejército, y las referencias a los «gorilas». En los volantes se lee: «¡La violencia está contra las Olimpiadas! ¡No los estudiantes!». Sin tregua, se convoca a estudiantes, obreros, campesinos, empleados, amas de casa, padres de familia y pueblo en general. Es decir, a lo que hoy sería la sociedad civil. El tono es siempre dramático, teatral:

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