Patriotas (77 page)

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Authors: James Wesley Rawles

Tags: #Ciencia Ficción

BOOK: Patriotas
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—Oí mencionar a Tony Washington que tú solías ser racista pero que ya no lo eres. ¿Qué hay de eso? —preguntó Mike con tono sereno.

—Yo no diría que fuera racista per se. Para mí el ser racista es ser supremacista. Si acaso, yo era un separatista, no un supremacista. Y sí, francamente, era reacio a trabajar con negros. Siempre había guardado las distancias con ellos. Pero pelear junto a los Washington en verdad sirvió para reformarme.

Estuvieron con nosotros en el asalto en kayak de Saint Maries. Tony me salvó la vida dos veces aquel día. Quedé en deuda con él. Y le debía una disculpa.

—Así que, ¿has abandonado el racismo? ¿Ya no sientes ninguna animosidad contra los negros?

—Ninguna en absoluto. Están luchando y sangrando junto a nosotros. Me encantaría que alguien del calibre de Tony se uniera al Equipo Keane sin que importara la raza. No me preocupa si es blanco, negro o verde —dijo sonriendo y añadió—: Somos destructores en igualdad de oportunidades.

Mike le estrechó la mano y mirándole a los ojos, declaró:

—Eres un buen hombre.

Durante un día y medio planearon el gran asalto entre discusiones, análisis detallados de mapas, fotografías y planos de planta. A continuación, se sucedieron los ejercicios de pizarra y un informe realizado por un sargento de suministro federal «convertido» que había vivido anteriormente en los barracones y en el que podían confiar. Coordinar una operación así de grande era complicado. Implicaba diversas unidades con distintas estructuras de mando, organización y procedimientos operativos estándar. Además, los planificadores tenían que ser diplomáticos al tratar con los líderes de las milicias con menos experiencia. Algunos eran principiantes, y muchos tenían egos demasiado inflados.

En vez de escuadras y secciones tradicionales, el Equipo Keane estaba organizado en lo que ellos llamaban Tríadas de Thomas. Se trataban de miniescuadras de tres guerrilleros cada una. La filosofía de las tríadas era que tres hombres es el número mínimo para ser efectivo en combate.

Una guerrilla de tres miembros no resulta fácilmente detectable, excepto en campo muy abierto. Una sola tríada se encargaba de las patrullas de reconocimiento o de sabotaje. De dos a cuatro tríadas se podían combinar para llevar a cabo una emboscada. De tres a doce tríadas podían combinarse para un asalto.

En modo defensivo, o en «punto de
laager»,
un miembro de la tríada está «en guardia», mientras el segundo está en «modo de reposo» y el tercero «de cobertura», encargándose de cocinar, conseguir agua y reunir comestibles. Cada ocho horas hay una rotación de roles. Así, cada tríada se encarga de su propia seguridad y, dependiendo de las circunstancias, de su propio sustento.

La regla aceptada era que si una operación requería la combinación de más de cinco tríadas, se estaban acercando peligrosamente a un modelo de guerra convencional, así que inmediatamente después de la operación había que desplazarse, dispersarse y volver a las tácticas de guerrilla de perfil bajo. Las guerrillas hablaban con terror de «meterse en una convencional». Enfrentarse cara a cara con los federales, que estaban mucho mejor armados, era considerado, y con razón, una imprudencia.

El origen de la organización en Tríadas de Thomas se había olvidado. Keane lo explicaba así: «Nos lo enseñó otro grupo. No sé quién es ese tal "señor Thomas", pero el caso es que funciona. He oído decir que se trata de algún tipo de California. A lo mejor va con los Harry Wu. El resultado es lo que cuenta, y las tríadas dan resultado, así que es la estructura que usamos».

Una semana antes del esperado asalto a los barracones de Moscow, los treinta miembros del Equipo Keane y los cuarenta y ocho de los Maquis de Moscow se reunieron en la cima de una colina al norte de Troya para ultimar la coordinación y para llevar a cabo algunos ensayos. Como sus dos unidades iban a ser la punta de lanza del próximo asalto, los ensayos eran extremadamente importantes. Habían concertado el encuentro a través de dos breves transmisiones de radio de onda corta. Dichas transmisiones duraban menos de treinta segundos y consistían en una lectura en voz alta de un código de grupos de cuatro letras.

A las cuatro de la mañana, tras hacer las presentaciones, llegó una transmisión de la Tríada Oeste a través de la radio Maxon de 500 mW.

—Tenemos movimiento. Se trata sin duda de hombres a pie. Permaneced alerta. Esperad nuevo aviso.

La orden de permanecer alerta fue pasando discreta y rápidamente a través del aro defensivo. Un minuto después, llegó una segunda transmisión.

—Puedo verlos claramente a través de las GVN. La mayoría llevan M16. Todos visten kevlar y ropa de camuflaje de esquema digital. Definitivamente parecen federales, por lo menos se trata de una sección. Con el ruido que están armando, probablemente sea algo mucho mayor.

El oficial del turno de noche envió su respuesta por radio al soldado que estaba de guardia: «Ejecución plan de defensa nocturna Alfa». Su sargento de sección oyó la orden y la repitió entre susurros a las tríadas en cada lado del bunker de mando. Cada tríada a su vez la esparció en todas direcciones verbalmente.

—¿Federales? —dijo el oficial al mando para sí—. Esto se va a poner muy feo. Ya podían ser franceses o italianos. Los federales deben de habernos localizado.

Al oír la orden por radio los equipos del norte y del sur se metieron inmediatamente en el círculo defensivo principal, que se extendía unos setenta y cinco metros a lo largo de la cima de una montaña. La Tríada Este se quedó en su sitio, al igual que hizo la oeste. Los soldados que hacían guardia en el lado oeste no fueron detectados cuando los federales pasaron junto a su nido de araña, que se encontraba perfectamente camuflado bajo un macizo de espinosos arbustos. Acorde al plan Alfa, los guardias no debían abrir fuego a no ser que el enemigo abriera fuego sobre ellos. Su misión consistía en esperar hasta que hubiera contacto con el círculo principal y entonces abrir fuego sobre los atacantes desde la retaguardia para sembrar la confusión. Los guardias generalmente llamaban a eso hacer un MEL (morir en su lugar). Muy pocos esperaban que una tríada aislada sobreviviera a un asalto nocturno llevado a cabo por una gran fuerza enemiga.

Los federales siguieron avanzando directamente hacia el círculo del Equipo Keane. El operario de radio de la avanzadilla oeste recitaba la distancia menguante.

—Quinientos metros... cuatrocientos cincuenta... cuatrocientos metros... se mueven deprisa... trescientos metros...

El oficial al mando cambió la frecuencia de su Maxon y ordenó por radio:

—Encended las luces del lado oeste, ¡ahora!

Una niña de doce años, desde uno de los nidos de araña más hacia el oeste del círculo principal, hizo sonar un cuerno, contó en silencio hasta dos, cerró los ojos y accionó las luces estroboscópicas tres veces, en intervalos de cinco segundos. Las seis luces de fotógrafo estaban montadas en las ramas de unos árboles a doscientos cincuenta metros al frente del círculo principal, y separadas veinte metros entre sí. Estaban programadas para encenderse al unísono. El primer fogonazo bloqueó los tubos intensificadores de los visores Starlight y de las GVN de los federales. Las series de fogonazos también inutilizaron la visión nocturna de las tropas durante varios minutos. Algunos tropezaron y cayeron al suelo. Se oyeron numerosos tacos y gritos de sorpresa.

Gracias al entrenamiento reciente, los defensores reconocieron la señal del cuerno de guerra y esperaron con los ojos cerrados a que se produjesen los tres fogonazos, contando en voz alta. Entonces, con precisión bien ensayada, el Equipo Keane lanzó el contraataque, mientras que los Maquis de Moscow, menos experimentados, mantuvieron su posición. El Equipo Keane corrió colina abajo directamente hacia los federales, en formación de tríada.

El cuerno de guerra sonó de nuevo. Los guerrilleros a la carga sabían que este segundo toque era una treta para hacer que los federales cerraran los ojos durante otros quince segundos. Durante ese tiempo, las seis tríadas de guerrilleros continuaron su descenso directo hacia la sección líder de los federales, mientras disparaban con un cuidado considerable. Tiraban dos veces contra cada soldado; así, segaron la mayor parte de la sección como un cortacésped. Los pocos supervivientes se dieron la vuelta y echaron a correr. Asustados por la magnitud del contraataque, y creyéndolo mucho mayor de lo que era en realidad, la compañía central de los federales también huyó presa del pánico. Todos salieron corriendo a lo largo del sendero.

Las compañías que aún seguían formadas confundieron a las que huían con las guerrillas atacantes, por lo que abrieron largas ráfagas de fuego que mataron a doce miembros de las secciones en retirada y que hirieron a otros catorce. Los que quedaron en pie no frenaron su huida, sino que siguieron hasta más allá de la retaguardia, sin dejar de dar gritos incoherentes. Al ver el estado de pánico de los que huían, oír los gritos de «retirada, retirada» y ver los fogonazos de las armas de las guerrillas que se aproximaban, la compañía central se contagió y trató también de escapar. Todos menos unos pocos miembros de la compañía restante del flanco norte se quedaron firmes y comenzaron a concentrar su potencia de fuego en las guerrillas, de manera que detuvieron el avance de estas. Tres guerrilleros, de dos tríadas diferentes, fueron alcanzados y eliminados.

Antes de retroceder, Matt y Eileen lanzaron granadas de gas lacrimógeno a las posiciones federales contiguas a la colina. El viento era favorable, con lo que las granadas surtieron un gran efecto. Las tríadas se retiraron colina arriba en orden, dándose mutuamente fuego de cobertura y moviéndose de forma acompasada.

Sin esperar el contraataque de los federales, los guerrilleros hicieron recuento y se prepararon para cambiar de posición. Las tríadas se reorganizaron rápidamente para suplir a los que habían muerto. Se cargaron las mochilas y se dirigieron hacia el este, rumbo a las posiciones que tenían preparadas.

Como parte del plan, una tríada de adolescentes se quedó y plantó cuatro minas Claymore. Únicamente les llevó minuto y medio, pues habían practicado con anterioridad en la oscuridad. Tan solo dos minutos después de partir oyeron el gratificante sonido de la explosión consecutiva de las tres minas.

El ataque de los federales a la posición del Equipo Keane y de los Maquis no provocó que el asalto a Moscow se pospusiera. Se decidió que la seguridad operacional no había sido violada. Se dieron cuenta de que su error había sido usar un transmisor-receptor de 5 W, y que habían sido detectados. Dicho error no se repetiría. Se estableció como nuevo procedimiento operativo estándar que cualquier transmisión de más de 500 mW de potencia solo se realizaría después de desplazar el transmisor al menos a dos kilómetros de cada campamento.

Para sus operaciones, el Equipo Keane solía llevar camuflajes ghillie parecidos al de Matt Keane. Los habían fabricado a partir de redes de camuflaje de vehículos capturados y añadiendo después jirones adicionales. Como había muchas milicias implicadas, se decidió que por esta vez cada asaltante llevaría un uniforme de camuflaje estándar con una faja azul de identificación en la cintura. El objetivo era evitar el riesgo de fuego amigo. Por razones de seguridad operativa, el uso de las fajas se mantuvo en secreto hasta justo antes del asalto. El material de identificación se distribuyó durante las inspecciones finales y los ensayos en las colinas al noroeste de Moscow. El equipo de asalto constaba de ciento ochenta y ocho miembros.

Una milicia de tamborileros compuesta por niños de doce años grabó en vídeo el asalto desde una posición oculta a ciento ochenta metros al sur de la puerta principal de los barracones.

Los barracones de Moscow estaban situados en dos antiguas residencias de estudiantes del campus de la Universidad de Illinois. Tres edificios que había junto a las residencias habían sido derribados «por razones de seguridad». Una valla doble de cuatro metros y medio de altura rodeaba los edificios. El amplio terreno que había entre las residencias se usaba como aparcamiento.

El asalto de Moscow se inició con una treta a lo «caballo de Troya» para la que se usó un TBP BTR-70 capturado a los federales hacía más de un año. La resistencia lo había mantenido oculto bajo redes de camuflaje al final de un camino en desuso en lo profundo del bosque nacional de Clearwater. Lo guardaron durante todo ese tiempo listo para un «proyecto especial». Lo habían nutrido con combustible en buen estado y munición adicional para su cañón de 14,5 mm, y se habían hecho esfuerzos especiales para mantener su batería cargada. La resistencia incluso desplazó a un mecánico para asegurarse de que podría circular.

El TBP fue conducido hasta el portón de entrada de los barracones de Moscow AAC (Antes del Amanecer Civil). Los guardas de la entrada abrieron los portones obedientemente y le permitieron el paso. Mientras uno de los guardas tomaba nota cuidadosamente del número de identificación del vehículo se vio sorprendido por el cañón de una escopeta recortada. El hombre que sostenía la escopeta se llevó el dedo índice a los labios y le dijo que guardara silencio. El guarda no hizo ni un solo ruido. Se quedó allí callado, temblando ostensiblemente.

Los cuatro guardas de la entrada fueron rápidamente conducidos al interior de la cabina de entrada y atados y amordazados. El «botón de pánico», del que les habían hablado los desertores federales, fue desactivado con un par de cortaalambres. Uno de los asaltantes se quedó atrás para vigilar a los prisioneros. Empuñaba un M16 con una bayoneta calada.

El TBP maniobró hasta el aparcamiento perfectamente iluminado. El guarda dijo gritando:

—¿Puedes decirle por radio a los imbéciles de los guardias que se han dejado la puerta ab...? —Ocho tiros en la cabeza disparados desde una de las escotillas del TBP con una pistola Ruger Mark II.22 con silenciador hicieron que callase antes de acabar la frase.

Un soldado de la resistencia salió del TBP y corrió hasta la cabina del vigilante. Volvió con una bandeja de madera repleta de llaves numeradas; cada una tenía un número de identificación asignado. A continuación, el mismo soldado recorrió la doble fila de vehículos mientras dejaba caer de tanto en tanto un juego de llaves enrollado en un pañuelo blanco delante de un TBP o de un tanque. Cuando lanzó el llavero de madera al suelo junto a la verja, el TBP de la milicia escupió dieciséis soldados, todos cubiertos por cascos de CVC. Por parejas corrieron hasta seis de los TBP BTR y dos de los tanques M60. En menos de un minuto habían abierto las escotillas de los vehículos y los candados que bloqueaban los paneles de control. Se oyó el sonido de un silbato y casi todos se pusieron en marcha de forma simultánea. Dos de los TBP no arrancaron porque no tenían batería.

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