Perdida en un buen libro (40 page)

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Authors: Jasper Fforde

Tags: #Aventuras, #Humor, #Policíaco

BOOK: Perdida en un buen libro
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Representaciones
iconográficas de instrucciones para lavar —murmuró Havisham mientras yo me ponía los pantalones—. Va a ser complicado. ¿Cuántas etiquetas de lavado crees que hay?

—No estoy segura —respondí—. Seguro que varios miles de millones.

—Eso pensaba. Tenemos que ajustar los parámetros de nuestro salto, niña. No soy experta en el lavado de ropa… ¿Cuál es la prenda menos abundante que pueda tener instrucciones de lavado?

—¿Una bata? —aventuré—. ¿Las faldas de las animadoras? Pero ¿tiene que ser una etiqueta? —Havisham alzó una ceja, por lo que seguí hablando—: En las instrucciones de las lavadoras siempre salen esos iconos, con una explicación de lo que significan.

—Interesante —dijo la señorita Havisham pensativa—. ¿
Tienes
lavadora?

Por suerte, la tenía y, lo que era todavía más afortunado, era uno de los objetos que había sobrevivido al ladeo. Asentí emocionada.

—Bien. Ahora, lo más importante: ¿te sabes el nombre del fabricante y el modelo?

—Hoover Electron 1000… ¡No!
800
Deluxe… creo.

—¿Crees?
¿Crees?
Será mejor que estés segura, niña, ¡o tú y yo no seremos más que nombres grabados en el Boojumento! Bien. ¿Estás
segura?

—Sí —dije con confianza—. Hoover Electron 800 Deluxe.

Asintió, colocó las manos sobre el icono de la bañera y murmuró para sí entre dientes. Le agarré el brazo y, al cabo de un segundo o dos, en los que noté que la señorita Havisham se estremecía por el esfuerzo, habíamos saltado de la etiqueta de lavado a las instrucciones de la Hoover.


No
permita que la manguera de salida se enrosque porque eso podría impedir el vaciado de la lavadora
—dijo un hombrecito vestido con un mono azul de la Hoover situado junto a una lavadora nueva. Nos encontrábamos en un cuarto de lavar resplandeciente de apenas tres metros de lado. No tenía ni ventanas ni puertas… sólo una pila de lavar Belfast, un suelo de losetas, grifos de agua caliente y fría y un único enchufe en la pared. Como mobiliario, una cama en una esquina y, junto a ella, una silla, una mesa y una alacena.

»
Recuerde
que para iniciar un programa debe tirar del botón de control.
Lo lamento —dijo—. En este momento me están leyendo. Estaré con ustedes dentro de un segundo.
Si ha escogido nailon blanco, planchado mínimo, prendas delicadas o…

—¡Thursday! —dijo la señorita Havisham, que de pronto parecía muy débil—. Lo que acabo de hacer me ha exigido…

Logré atraparla cuando se derrumbaba; delicadamente la coloqué en la camita.

—¿Señorita Havisham? ¿Está bien?

Cerró los ojos y respiró muy lentamente. El salto la había agotado.

Le puse una manta por encima, me senté en el borde de la cama baja, me quité la goma del pelo y me froté el cuero cabelludo.

—…
hasta que el tambor empiece a girar. La lavadora se vaciará y girará hasta completar el programa.
¡Hola! —dijo el hombre de mono azul—. Me llamo Cullards. ¡No suelo recibir visitas!

Me presenté y expliqué quién era la señorita Havisham.

—¡Por amor del cielo! —dijo el señor Cullards, rascándose su reluciente calva y sonriendo juguetón—. Jurisficción, ¿eh?
Están
muy lejos de los senderos marcados. El único visitante que he tenido… disculpen…
Ajuste «D»: ropa blanca ahorro, algodón no muy sucio o artículo de hilo con colores sólidos…
fue cuando recibimos un nuevo suplemento sobre lanas… pero eso debió de ser hace seis o siete meses. ¿Adónde se
va
el tiempo? —Parecía un tipo muy alegre. Pensó un momento y luego dijo—: ¿Le gustaría tomar una taza de té?

Le di las gracias y preparó la tetera.

—Bien, ¿cuáles son las noticias? —preguntó el señor Cullards, lavando su única y solitaria taza—. ¿Alguna idea de cuándo saldrán las nuevas lavadoras?

—Lo lamento —dije—, no tengo ni idea…

—Estoy preparado para pasar a algo un poco más moderno —añadió Cullards—. Empecé en las instrucciones de aspiradoras, pero me ascendieron a Hoovermatic T5004, para luego transferirme a Electron 800 tras quedar obsoletos los modelos de dos tambores. Me pidieron que me ocupase de la 1100 Deluxe, pero les dije que prefería esperar a que saliese la Logic 1300.

Miré la pequeña habitación.

—¿No se aburre nunca?

—¡En absoluto! —dijo Cullards, vertiendo el agua caliente en la tetera—. Una vez que cumpla los diez años de servicio podré solicitar trabajar en
todas
las instrucciones de electrodomésticos: robots de cocina, licuadoras, microondas… ¿quién sabe?, si trabajo
realmente
duro podría incluso llegar a televisores o radios.
Ése
es el futuro para un trabajador manual con ambiciones. ¿Leche y azúcar?

—Por favor.

Se inclinó hacia mí.

—Los administradores tienen la idea de que sólo los jovenzuelos deben dedicarse a las instrucciones de Sonido y Visión, pero se equivocan. La mayoría de los chicos de los manuales de vídeo apenas pasan seis meses con los
walkmans
antes de que los trasladen. No es de extrañar que nadie entienda lo que dicen.

—Nunca se me había ocurrido —le confesé.

Charlamos durante media hora. Me dijo que había empezado a tomar clases de francés y alemán para poder pedir trabajo en instrucciones en varios idiomas. Luego me confesó sus sentimientos amorosos por Tabitha Doehooke, que trabajaba para la Kenwood. Precisamente estábamos hablando de las implicaciones sociológicas de los dispositivos para ahorrar tiempo en la cocina y su relación con el movimiento de liberación de la mujer cuando la señorita Havisham despertó, se bebió tres tazas de té, se comió la galleta que el señor Cullards reservaba para su cumpleaños en mayo y anunció que debíamos irnos.

Dijimos adiós y el señor Cullards me hizo prometer que limpiaría el compartimento de detergente de mi lavadora; en un momento había bajado la guardia y se me había escapado que todavía no lo había hecho, a pesar de que la lavadora tenía ya casi tres años.

El corto viaje a la sección de no ficción de la Gran Biblioteca fue un salto fácil para la señorita Havisham, y desde allí, una ventolera nos acompañó a su lúgubre salón de baile en
Grandes esperanzas,
donde nos esperaban el gato de Cheshire y Harris Tweed hablando con Estella. El gato quedó muy aliviado de vernos, pero Harris se limitó a fruncir el ceño.

—¡Estella! —dijo abruptamente la señorita Havisham—. Por favor, no hables con el señor Tweed.

—Sí, señorita Havisham —respondió Estella obediente.

Havisham se cambió las zapatillas por los bastante menos cómodos zapatos de novia.

—Pip está esperando fuera —dijo Estella algo nerviosa—. Si me disculpa que lo mencione… la señora llega un párrafo
tarde.

—Dickens puede enrollarse un poco más —respondió Havisham—. Debo terminar con la señorita Next.

Se volvió hacia mí con expresión ceñuda; se me ocurrió que sería mejor decir algo para tranquilizarla… todavía no había visto a Havisham en erupción «como el Vesubio», como había descrito tan gráficamente la Reina Roja, y no me apetecía demasiado verlo.

—Gracias por rescatarme, señorita —dije rápidamente—. Le estoy muy agradecida.

—¡Tonterías! —respondió la señorita Havisham—. No esperes que te salve cada vez que te metes en un lío, niña. Bien, ¿qué es todo eso de un
bebé?

El gato de Cheshire, presintiendo problemas, se esfumó poniendo como excusa que había que «catalogar», e incluso Tweed murmuró algo sobre comprobar los gramásitos de
Lorna Doone.

—¿Bien? —volvió a preguntar Havisham, mirándome con intensidad.

Havisham ya no me daba tanto miedo como al principio, así que se lo conté todo sobre Landen y por qué había entrado en «El cuervo».

—¿Por amor? ¡Paparruchas! —respondió, haciendo salir a Estella con un gesto de la mano por si la joven aprendía lo que no debía—. ¿Y qué, según tu experiencia trágicamente limitada, es
el amor?

—Creo que usted lo sabe, señorita. Usted también estuvo enamorada, ¿no es así?

—¡Tonterías y estupideces, niña!

—¿El dolor que siente
ahora
no es igual al amor que sentía
entonces?

—¡Estás peligrosamente cerca de violar mi regla número dos, niña!

—Le digo qué es el amor —dije—. ¡Es devoción ciega, abnegación sin dudas, sumisión absoluta, confianza y fe, es entregar todo tu corazón y toda tu alma a aquel que los romperá!

—Eso ha estado bien —dijo Havisham, mirándome con curiosidad—. ¿Puedo usarlo? A Dickens no le importará.

—Claro.

—Creo —dijo la señorita Havisham después de cinco minutos de reflexión silenciosa mientras yo esperaba— que voy a considerar tu compleja situación marital como
viudez,
lo que a mí me conviene mucho. Pensándolo mejor, y posiblemente en contra de mi buen juicio, puedes seguir siendo mi aprendiza. Eso es todo. Te necesitan para ayudar a recuperar el
Cardenio.
¡Ve!

Así que dejé a la señorita Havisham en la oscura habitación con todos los complementos de una boda que nunca fue. En unos pocos días había llegado a conocerla y aprendido a apreciarla mucho, y esperaba que algún día pudiese pagarle su amabilidad y su fortaleza.

30

El
Cardenio
encadenado

LibroHuido:
Nombre que recibe cualquier personaje que está fuera de su libro y se mueve por el trasfondo de una obra (o más raramente por la trama). Puede que esté perdido, de vacaciones, que forme parte del Programa de Intercambio de Personajes o sea un
criminal
dispuesto a causar el mal.
Véase
bowdlerizadores.

Textador:
Nombre que recibe en la jerga un LibroHuido relativamente inofensivo (habitualmente juvenil) que navega de libro en libro por deseo de aventura y raramente aparece en la trama principal pero que, en ocasiones, provoca pequeños cambios en el texto y/o en el argumento.

G
ATO DE
AU
DE
W

La guía de Jurisficción al salto de libros
(glosario)

Harris Tweed y el gato de Cheshire me llevaron a la Biblioteca. Nos sentamos en un banco delante del Boojumento y Harris me miró fijamente mientras el gato, cortés en todo momento, me traía una empanadilla del bar situado junto al almacén del señor Wemmick.

—¿Dónde la encontró?—preguntó Harris. A esas alturas ya estaba acostumbrada a sus modales agresivos. Si me hubiese tenido en tan poca consideración como manifestaba, entonces yo no habría estado allí. El gato metió la cabeza entre nosotros y dijo.

—¿Fría o caliente?

—Caliente, por favor.

—Vale —dijo, y volvió a desaparecer.

Expliqué el salto de Havisham desde el sótano de la Goliath hasta la etiqueta de lavado; Tweed quedó claramente impresionado. Muchos años antes había sido aprendiz del comandante Bradshaw, y la precisión de Bradshaw en el salto de libros era tan poca como mucha era la de Havisham… de ahí el interés del comandante por los mapas.

—Una etiqueta de lavado. Verdaderamente
es
impresionante —murmuró Harris—. No muchos ARP intentarían saltar a ciegas con menos de cien palabras. Havisham se arriesgó mucho con usted, señorita Next. Gato, ¿qué opinas?

—Opino —dijo el gato, pasándome una empanadilla que quemaba— que has olvidado la comida para gatos Mininoliciosa que prometiste, ¿eh?

—Lo siento —respondí—. La próxima vez.

—Vale —dijo el gato.

—Bien —dijo Harris—, vamos a lo que importa. Díganos, ¿quiénes son los principales implicados en el descubrimiento del
Cardenio?

—Bien —empecé a decir—, tenemos a lord Volescamper, un noble… que
dijo
haberlo encontrado en su biblioteca. Un tipo amigable… algo patoso. Luego está Yorrick Kaine, político
whig
que tiene la esperanza de usar la distribución libre de la obra para ganarse el voto Shakespeare en las elecciones de mañana.

—Veré si puedo encontrar de qué libro han salido… si han salido de alguno —dijo el gato, y se fue.

—¿Es eso probable? —pregunté—. Volescamper está ahí desde antes de la guerra, y Kaine lleva al menos cinco años metido en política.

—No significa nada, señorita Next. Mellors tuvo esposa y familia en Slough durante dos décadas y Heathcliff trabajó en Hollywood tres años con el nombre de Buck Stallion. En ninguno de los dos casos nadie sospechó nada.

—Hábleme del
Cardenio
—dije—.
Es
el ejemplar de la Biblioteca, ¿no?

—Sin duda. Su desaparición hace un mes fue muy vergonzosa… a pesar de las complejas medidas de seguridad alguien logró llevárselo bajo los mismos bigotes del gato. Está muy molesto por ese asunto.

—¿Has dicho
Vigo
o
whig?
—preguntó el gato, que había reaparecido.

—He dicho
whig
—respondí—, y me gustaría que dejases de aparecer y desaparecer tan de repente: me mareas un poco.

—Vale —dijo el gato, y en esta ocasión se desvaneció muy despacito, comenzando por la punta de la cola y acabando por la sonrisa.

—No parece
particularmente
molesto —comenté.

—Las apariencias engañan… En el caso del gato, triplemente. La noticia del descubrimiento del
Cardenio
en su mundo casi le provoca una apoplejía a Bellman. Estaba completamente a favor de montar una de sus expediciones alocadas y habitualmente infestadas de boojums. Tan pronto como descubrí que Kaine iba a convertir en propiedad pública el
Cardenio,
supe que debíamos actuar, y rápido.

—Pero una cosa —dije. La
cabeza
me daba vueltas un con tanta información nueva—. ¿Por qué es tan importante que el
Cardenio
siga perdido? Es una obra
brillante.

—No espero que lo comprenda —respondió Tweed—. Una vez que una obra o libro se pierde, perdido está.
Siempre
hay una razón. Además, si el resto del mundo de los libros descubriera que se puede ganar algo llevándose libros de la biblioteca, entonces esto sería un infierno.

Reflexioné un segundo.

—Vale, ¿qué hago aquí?

—Está claro que ésta no es una misión para aprendices, pero, señorita Next, conoce usted la distribución de Vole Towers así como a los sospechosos principales. ¿Sabe dónde guardan el
Cardenio?

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