Pigmeo (12 page)

Read Pigmeo Online

Authors: Chuck Palahniuk

Tags: #Humor, Intriga

BOOK: Pigmeo
7.47Mb size Format: txt, pdf, ePub

Otra delegada lleva tocado rematado con plumas al estilo de bailarinas de cabaret de Las Vegas y está sentada detrás de una placa que dice BRASIL. Otra delegada recorre dando tumbos el pasillo de la cámara de consejos, tropezando con los bajos del burka propio. Otro delegado lleva bastón de caminar coronado con cráneo humano y la cara propia veteada con pinturas de guerra color blanco, negro y amarillo.

Se ven tatuajes tribales americanos corrientes y también múltiples perforaciones de las narices, orejas y labios, lo que pasa es que en el día de hoy parecen normales. Accesorios de los disfraces.

En el estrado, este agente golpea con el mazo, pom-pom, golpea, pom-pom, golpea, pom-pom, para que haya orden en la asamblea general.

El agente Chernok en calidad de delegado de Italia chupa el lóbulo de oreja de la dama delegada de Venezuela. Oleg va ataviado con Lederhosen. El agente Ling manosea las nalgas de la dama delegada de México.

Desde su posición en lo alto del escenario del «Coro juvenil de swing», delante del estrado, el agente-yo solicita en vano con su voz aflautada que haya orden en el congreso mundial.

La agente Magda lleva cubre-cabeza tipo boina negra, transporta larga baguette de pan y se ha trazado una línea negra con lápiz de tinta encima del labio superior para sugerir bigote. Magda se aproxima al escenario, se posiciona a los pies del agente-yo y posa su mirada en este agente.

—Bonjour, camarada, es urgente que tengamos discusión relacionada con tema colosal.

Con los ojos de dicha agente a la altura de las rodillas del agente-yo, Magda inclina el torso para ser capaz de blandir la baguette de pan y aporrear las piernas de este agente. Y aporreando de esa manera, Magda dice:

—Inmediato. —Dice—: Acontecimiento inminente en juego.

Para que conste en acta, en ese mismo momento se acerca la hermana-gata, con las caderas envueltas en un chal rojo anudado a un lado de la cintura, provisto de flecos descendentes, y con una pierna al completo desnuda de manera que casi le queda la entrepierna a la vista. Envolviéndose la coronilla, la hermana-huésped se ha adornado con turbante rojo y lleva aros colgantes de metal dorado en cada lóbulo de oreja. Amontonados encima del turbante: plátano artificial, piña de plástico, uvas de goma, manzanas falsas, elevada corona de fruta no comestible. Meciendo las caderas, meciendo los flecos, con la cobertura de fruta apoyada sobre la cabeza, la hermana-gata llega al pie del escenario y se detiene junto a la agente Magda. La hermana-huésped levanta las dos manos, se sujeta los costados de la fruta para poder levantar la vista hacia el estrado y hacia este agente. Y la hermana-gata dice:

—¡Truco o trato! —Dice—: Adivina de quién voy disfrazada... —Y en el mismo momento, dice—: ¡De
Cuba
!

La cavidad oral del agente Ling está enzarzada con la cavidad oral de Turquía.

Los ojos de Magda emiten agua, un único reguero de gotas que le cae por una mejilla. Que emborrona la línea trazada a lápiz del bigote negro. Y dice:

—Por favor.

Al momento siguiente la piña de plástico de la hermana-gata se pone a emitir vibración. La hermana hurga con los dedos entre los plátanos y extrae un aparato negro de tamaño pequeño. Teléfono personal. Con la vista posada en los botones, dice:

—Es Sri Latke.

Y Magda dice:

—Sri Lanka.

—Lo que sea —dice la hermana-huésped, pulsando botones del teclado con los pulgares—. Sri Lanka dice que Afganistán está coladísima y que se muere por echarle un polvo a Marruecos. —Con la mirada fija en el texto inglés de la pantalla del teléfono, dice—: Y esto es una locura... las islas Malvinas van a romper con Namibia y han oído de una fuente fiable que Namibia tiene unas verrugas en la polla que dan miedo...

Magda dice:

—Perdón, pero solicito que Cuba no disemine cotilleos. —Dice—: Que la camarada Cuba asuma su asiento asignado.

La hermana-gata dice:

—Siéntate tú. —Y sin apartar la vista del teléfono, añade—: Cariño, esto no son simples cotilleos. —Dice—: ¡Esto que ves es política global!

La dama delegada de Zaire juguetea con sus trenzas rubias pegadas al cráneo y desgrana su risa para mostrar dientes saludables y extiende la musculatura larga y suave del cuello.

Proyectando la voz propia en tono muy triste y cargado de arrepentimiento amargo, este agente dice:

—En calidad de representante oficialmente autorizado del pueblo de ciudadanos de Estados Unidos... —Digo—: Como primer deber, estoy obligado a solicitar disculpa delante de este augusto cuerpo de naciones...

Las demás naciones colegas siguen besándose. Las naciones pulsan mensajes instantáneos de teclado. Las naciones tienen música injertada en los dos oídos propios.

El agente-yo se quita el cubre-cabeza de ala ancha de la cabeza, lo agarra con las dos manos, se lo sujeta contra el pecho y dice:

—Esta nación americana se reconoce a sí misma como la malvada fuente tiránica de toda la tristeza del mundo, el super-poder más egoísta e ignorante...

La dama delegada de Rumanía se pone una mano ahuecada detrás de la oreja propia y agita la otra mano para silenciar a su compañero delegado. El caballero delegado de Polonia se quita los injertos musicales de las orejas propias para poder escuchar.

Expandida sónicamente por el micrófono, la voz amplificada del agente-yo dice:

—Estados Unidos consiste en solo el 4,6 por cierto de la población total del mundo y sin embargo consume más del setenta y cinco por ciento de los recursos energéticos globales.

El caballero delegado de la República Checa deja de manosear los cocos de la dama delegada de Haití.

La agente Magda emprende un pequeño desfile para ascender al escenario, se posiciona junto al hombro del agente-yo y emite susurro en el oído de este agente para decir:

—Es completamente crucial que iniciemos diálogo, camarada.

Mientras la cámara de la asamblea queda en silencio, la voz del agente-yo sigue a máximo volumen, con los labios del agente-yo sobresaliendo para establecer contacto con la superficie de malla metálica del micrófono, y con la voz amplificada potentemente, digo:

—Compañeros delegados de capital importancia, solicito que las nalgas de la asamblea ocupen sus ubicaciones apropiadas.

Una voz masculina dice con grito:

—¡Vete a la mierda, Tío Sam!

Posicionado debajo del estrado, un delegado envuelto en pliegues de sábanas de tela para dormir, con dibujos de muchos animales sonrientes, animales humorísticos que agarran globos flotantes, unas sábanas que lo envuelven para formar toga, el delegado posicionado al pie del escenario tiene la cara oculta detrás de una cámara de vídeo. Y procedente de la cara eclipsada por la cámara, la voz masculina amortiguada dice:

—Estoy filmando un vídeo titulado
Las naciones pierden la cabeza
. —El delegado de la toga baja la cámara para desvelar su cara. Queda revelado como el hermano-huésped perro-puerco, con la cabeza coronada por laureles de follaje artificial de color metálico dorado reluciente.

El delegado perro-puerco dice:

—¡Guyana me acaba de enseñar los melones! —Dice—: ¡Para ser una república bananera, está buenísima!

Posicionada a mi lado, Magda me agarra el blusón que dice «Propiedad de Jesús», da un tirón y dice:

—Exijo gran atención, camarada.

Y el delegado perro-puerco dice:

—Pigmeo, pequeñajo, aprueba una declaración que haga que la ropa sea optativa en esta sesión. —Dice—: Tengo que conseguir imágenes de Etiopía. —Dice—: ¡Esa guarrilla está para mojar pan!

En el perímetro lejano de la cámara de asambleas, la delegada guarrilla está intercambiando saliva con el músculo lingual de Palestina. Las dos naciones están tan enzarzadas mutuamente que sus manos están desaparecidas dentro de las blusas y los pantalones del otro.

El caballero delegado de Jamaica distribuye pasteles horneados, ricos en porciones odoríferas de chocolate, con fragmentos de nueces y de hachís.

El delegado de Argelia llega transportando sobre su persona un elaborado narguile de metal de hojalata forjado, con agua estancada chapoteando, del que cuelga una plétora de brazos de pulpo terminados en boquillas de hojalata. Argelia queda instantáneamente rodeado de muchos delegados que se insertan los brazos de pulpo en la boca y se ponen a chupar burbujas a través del agua mientras Argelia enciende el brasero. Las espirales de humo corrupto ascienden del brasero y son expulsadas de los pulmones de los delegados, emitiendo un hedor nauseabundo a
Cannabis sativa
.

La agente Magda llena con su aliento el oído de este agente y dice:

—Prioridad más urgente debe ser comunicarnos... —Apoya en el hombro de este agente sus cocos recientemente expandidos, sus botijos, sus brevas dulces.

Perro-puerco se coloca la cámara delante de la cara propia y dice con voz amortiguada detrás de la lente:

—¡Eh, Canadá! —Ahonda en la profundidad de la multitud, atraído por el foco de la cámara hacia el seno de la mezcla de delegados. Y mientras desaparece, añade—: ¡Menea para mí esos enormes hemisferios norte!

La voz amplificada del agente-yo anuncia por encima del estruendo de los pitidos de los teléfonos, del burbujeo del narguile, del revuelo de voces, del ruido del bofetón del delegado de Sudán al impactar en la mejilla facial del delegado de Jordania, de las erupciones de risas y del estallido de los gritos... este agente anuncia por encima de la niebla del humo del cannabis:

—Presentes este día de hoy para discutir asuntos de importancia global. —Continuo diciendo—: Hay que tratar aumento de temperatura de atmósfera, agujero ampliado de ozono, devastación de selvas amazónicas, hay que detener la extinción del panda gigante, cesar las persecuciones religiosas, la proliferación nuclear, la pandemia de enfermedad sexual.

La delegada ataviada con burka se ha levantado los bajos y por debajo de ellos revela ahora unas piernas con vello corporal de color amarillo-claro. El burka se levanta para mostrar unas botas de combate paramilitares destinadas a operaciones de desierto, talla masculina catorce doble-E, anudadas para ajustarse a las piernas con vello muy denso.

Los compañeros delegados se encaraman igual que bebés de pájaro, con las cabezas echadas hacia atrás del todo y los maxilares abiertos y apuntando al techo, mientras Rusia se dedica a echarles vodka a todos en el gaznate.

De los pies del agente-yo, este agente se extrae una bota de pastor de vacas, la balancea para aporrear el estrado y golpea el atril con el tacón de manera que el micrófono transmita un sonido de gran estruendo. Los altavoces trasmiten un retumbar ensordecedor. Un retumbar que rompe los tímpanos. Los golpes de los tacones de la bota hacen ruido de retumbar, retumbar y más retumbar hasta que desaparece la comunicación entre los delegados de la asamblea general.

La bota retumba hasta que el recinto de la cámara de consejos queda en silencio.

Hasta que Magda retira sus susurros. Y deja de tirar de mi túnica.

Hasta que la voz del agente-yo se queda a solas.

Como representante de gran parte de Estados Unidos, este delegado anuncia su disculpa. Anuncia con gran pesar que la nación americana contiene un mero 3,6 por ciento de la población mundial pero consume el noventa y cinco por ciento de los recursos energéticos totales del mundo. Expresa pena por el hecho de que siete de cada diez ciudadanos americanos sufren obesidad de tipo mórbido, con ceguera y amputación de los brazos y piernas. Descargo pesar porque la riqueza de la economía americana se ha construido encima de espinazos de los esclavos africanos. Por el genocidio de los pueblos nativos. Por la explotación de inmigrantes étnicos. Por el sometimiento de ciudadanas femeninas y el sacrificio de hombres reclutados a la fuerza para las matanzas de la guerra imperialista.

En calidad de portavoz de innumerables ciudadanos americanos, este delegado anuncia moción para sancionar a Estados Unidos. Anuncia que esta nación cesará inmediatamente de exportar cultura americana degenerada. Que desbanda de inmediato los estados constituidos y que a partir de ahora creará cincuenta pequeños feudos resultantes. Nación de Montana. Nación de Arizona. Nación de Florida. Cincuenta reinos como insectos en pugna.

A renglón seguido, anuncio el perdón de toda la deuda extranjera. Adicionalmente, se pagarán sanciones que equivalgan a todo el dinero de oro acumulado en Ford Knox, encaminadas a ganarse el afecto de las estimadas naciones del Tercer Mundo. Además renunciaremos a nuestros amados hijos propios americanos y los mandaremos al extranjero en calidad de esclavos en propiedad de por vida, a modo de gesto de buena voluntad.

El recinto de la asamblea general guarda silencio, con tufo únicamente a vodka y humo de cannabis. Los oídos escuchan.

Expresando mucha virulencia, este delegado proclama que los antiguos Estados Unidos van a ejecutar sumariamente mediante lentas torturas —desangrándolos o bien cocinándolos vivos sobre hogueras— a todos los líderes propios existentes, presentes y pasados, de todos los niveles. Desde el vil y corrupto presidente federal hasta las malvadas guardianas títere de los parquímetros. Todos serán torturados antes de que sus cuerpos sean arrastrados por las calles públicas y sus cabezas instaladas encima de estacas.

Al momento siguiente, jadeando sus declaraciones, el agente-yo requiere un momento de pausa para realizar la siguiente inhalación. Y en ese momento, Magda interviene.

Tal vez el micrófono está ajustado a demasiado volumen. Tal vez la asamblea está completamente callada. La voz de Magda no es más que un susurro, y sin embargo retumba con reverberación por la cámara entera. Y Magda dice:

—Insisto en que me oigas, camarada...

Emitiéndose de forma resonante por entre todos los delegados, la voz de Magda dice:

—Estoy preñada de embarazo...

La delegada de Argentina, el delegado de Japón y el delegado de Birmania retienen el humo del cannabis encerrado en los pulmones y lo expulsan en risotadas escopeteantes. Al momento siguiente, la cámara entera al completo se llena de risotadas. Una inundación de risotadas sobre risotadas, grandes oleadas que golpean el escenario. El aliento hediondo del ridículo erosiona a la agente Magda, las risas consumen al agente-yo.

La asamblea general estalla en un ruido de carcajadas. Una conflagración de risas...

Other books

Down the Great Unknown by Edward Dolnick
The Garden of Dead Dreams by Quillen, Abby
Justice Falling by Audrey Carlan
Bone by Bone by Sanjida Kay
Only the Cat Knows by Marian Babson