Pigmeo (14 page)

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Authors: Chuck Palahniuk

Tags: #Humor, Intriga

BOOK: Pigmeo
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Al momento siguiente, el líder del escuadrón camina con prudencia por entre las filas y los renglones de agentes paralizados. El hábil líder del escuadrón llega para agarrar el pescuezo del ciudadano masculino, lo pellizca y lo aprieta hasta que el individuo se desploma. Luego repite el mismo efecto sobre la hembra loca. Los dos ciudadanos trastornados caen hechos un ovillo sobre el pavimento, y el líder del escuadrón transmite orden a Oleg:

—¡Ateeen-ción!

»Agentes —dice el líder del escuadrón, levantando la voz como una trompeta para que lo oiga el desfile entero—. Contemplad a dos unidades celulares enfermas del Estado —dice—. Presenciad a dos cuerpos infecciosos.

Los individuos locos son amenazas como el cáncer, contagiosos para el Estado, transmiten patologías peligrosas que pueden destruir todo. Hay que extirparlos. Curar al Estado. Purgar la infección.

La mirada de ojos azules del agente Oleg se limita a permanecer posada sobre el oso falso de peluche. Sobre los ojos hechos de botones negros y la boca de costuras, caídos sobre las losas del pavimento al lado de la hembra trastornada.

El sabio líder del escuadrón dice:

—Presente armas.

El hombre y la mujer locos obsesivos están refrenando a toda la falange anhelante y en ebullición de la maquinaria militar del Estado. Esos ciudadanos insensatamente trastornados por el afecto están asfixiando la justa resolución de todo el enorme poder del aparato estatal.

El líder del escuadrón, con la cara llena de rubor de sangre, repite:

—Presente armas.

El agente Oleg se abre el cierre de la pistolera y extrae la Beretta cargada con cargador reversible de quince balas, con velocidad de salida de 2.130,3 pies por segundo. Los ojos azules de Oleg están tan vacíos como el cielo azul. El azul helado de la ausencia de nubes.

—Rechace a los organismos dañados y peligrosos —dice el líder del escuadrón.

La hembra loca levanta el hombro propio y se apoya en los codos para posar la mirada en el agente Oleg. La estructura entera de la hembra adelanta su cara trastornada para acercarla más. La misma boca. La misma mirada. La boca irracional se abre y dice:

—Cariño...

Palabras idiotas.

En el mismo momento presente, el cañón del arma suelta un destello. Fuerte estampido. Hedor de humo de pólvora.

Cara demolida. Peligrosas palabras eliminadas. Todo el contagio expulsado por el orificio de salida situado detrás del cráneo, donde la sangre idiota satura el oso de peluche artificial. La piel de imitación se infla como esponja con la sangre evadida. Empapada. El bulto peludo con botones por ojos y costuras por boca se llena de rojo por el tinte de la sangre.

Los ojos del astuto líder del escuadrón observan el cadáver de la hembra loca, a continuación el líder se pone en cuclillas para agarrar el tobillo del cadáver y lo arrastra hasta que el cadáver reside cuan largo es sobre la alcantarilla del bulevar. La bota del líder del escuadrón mete al cadáver a patadas en la alcantarilla, y el astuto líder dice, citando al grandioso líder, al magnífico cacique Benito Mussolini:

—«La guerra es al hombre lo que la maternidad es a la mujer».

Al momento siguiente, el loco masculino retrocede dando un traspié, se pone de pie de un salto y huye. El ciudadano con enfermedad mental escarba un túnel por entre la gente con los codos, intentando escapar con la velocidad de sus rodillas a fin de poder extender su locura infecciosa.

El agente Oleg se agacha para adoptar las cuclillas del francotirador, extiende un brazo a modo de apoyo y equilibra la mano que empuña la Beretta no reluciente con acabado en negro mate para poner en el punto de mira al objetivo enfermo que se aleja. El objetivo cada vez más lejano se abre paso por entre la multitud del público. El punto de mira del arma está firme. Rastreando al objetivo.

Al momento siguiente, el cañón emite un destello. Fuerte estampido. Humo. El cerebro defectuoso del lunático masculino, el pelo que es un reflejo del pelo de Oleg, ese pelo amarillo, explota, y una cascada de pastel de carne gris y caliente rodea a los ciudadanos.

La multitud estalla en vítores ensordecedores. El aclamado líder del escuadrón hace una señal y blande la batuta para indicar que se reanude el ritmo del desfile. Con pasos de treinta pulgadas. La velocidad se acelera hasta seis por cinco, cubriendo cinco metros con cada seis pasos. Avanzando más deprisa hacia la victoria final. Abandonando con mayor velocidad los tristes fracasos de la historia pasada. Avanzando mejor por tramos de treinta pulgadas, treinta pulgadas, treinta pulgadas, llevándonos a un nuevo futuro resplandeciente.

Durante el desfile, la mirada del agente-yo se posa en una mujer desconocida que tiene una nariz igual que la nariz de este agente. Detrás del cordón de soga, la boca de la desconocida refleja la boca del agente-yo. El nombre del agente-yo queda estrangulado dentro de la garganta de la hembra desconocida. Este agente posa la mirada en los ojos idénticos. Dentro de su cabeza, la voz del agente-yo dice, en secreto: «Por favor... —Dice—: No debes emprender intento de rescate».

El agente-yo transmite una advertencia con la mirada a la mujer desconocida que anhela acercarse y que muestra unas orejas idénticas. Transmite advertencia a otro desconocido masculino que agita la mano para atrapar la atención de este agente. El hombre desconocido exhibe la misma cara que el agente-yo, la misma nariz y los mismos ojos, la misma boca exacta y el mismo color de pelo. Para proteger a la posible fuente reproductiva, este agente aparta la mirada. Pone un fruncimiento en el ceño y proyecta la mirada en la dirección opuesta.

Al momento siguiente, al momento siguiente, al momento siguiente, diez mil botas marchan. Pisotean la cara del oso de peluche. Hilera tras hilera de agentes pisotean con sus botas la cara con sus dos botones negros cosidos que hacen de ojos y saturada de sangre de la loca muerta. Cada pisotón exprime la sangre del relleno y aplasta más y más el pellejo. Con cada hilera de soldados, el oso queda más chafado y reseco. Apisonado bajo las orugas de los tanques de batalla, molido sobre las losas del pavimento hasta vomitar su relleno, una y otra vez, hasta desangrarse y vaciarse a pisotones. Sus partículas se vuelven más y más pequeñas, hasta que el osito deja de existir. Borrado.

Planeando para controlar el cielo, un caza a reacción Rafale C originado en Francia. Renglones paralelos de muchos cazas a reacción JAS-39 originados en Suecia. Embarazados con gloriosos misiles AIM-9 Sidewinder.

Las botas de los miembros del desfile dejan huellas rojas, un rastro de impresiones rojas por el bulevar.

Las botas orgullosas pisan la materia gris, pisotean el relleno de peluche, hasta borrar de la existencia la historia del pasado reciente y la del pasado lejano.

Cita: «La guerra es al hombre lo que la maternidad es a la mujer».

La bota del agente-yo, la generación entera al completo de este agente, desfilan en dirección al horizonte lejano, con paso de marcha, paso de marcha, desfilando cinco metros con cada seis pasos hasta el lejano punto de fuga.

COMUNICADO DECIMOQUINTO

Empieza aquí el informe decimoquinto del agente-yo, número 67, sentado en la cámara subterránea diseñada con el fin de que la familia Cedar observe el aparato de visionado de televisión. Residencias comunitarias subdivididas en el borde del área metropolitana de XXXXX. Fecha XXXXX. Acostado a bordo del enorme banco tapizado y atiborrado de muchos cojines, acompaño al hermano-huésped-perro-puerco para analizar el vídeo documental registrado durante la resolución de las Naciones Unidas en Miniatura. Evadiendo numerosos contactos telefónicos del programa XXXXX de cadena de televisión americana.

Para que conste en acta, los chacales babeantes de los medios informativos americanos recorren ahora mismo con sus pasos el perímetro exterior de esta residencia. En el exterior pulula un enjambre de muchas hienas periodistas, equipadas con cámaras, capaces de implacables retransmisiones por satélite. Buitres parásitos al acecho. Manada paciente e implacable de águilas ratoneras.

El hermano perro-puerco revisa una variedad de imágenes que están siendo emitidas en el momento actual. Despliega consecutivamente distintas emisoras afiliadas a cadenas nacionales malignas, y todas muestran a ciudadanos llorando después de las Naciones Unidas en Miniatura. Muestran el cadáver de la delegada muerta de Brasil, cubierta de tela blanca y con la tela manchada de rojo. La razón exclusiva de que se perciba que es Brasil es que por un extremo del sudario blanco sobresale el alto tocado fabricado con plumas de loro de los colores del arcoíris.

Dentro de la cabeza del agente-yo, cito al profeta iluminado, al regio mártir Richard Nixon, que dijo: «Cuando se trata de las noticias, en la prensa no existen los amigos: son todos enemigos».

Para que conste en acta, también reside a bordo del banco con cojines la enorme vaca jadeante, el padre-huésped. También el pollo nervioso, la madre-huésped. El dúo de padres-huéspedes están despatarrados e inconscientes, con los brazos y piernas extendidos, los músculos del cuello dejando colgar las cabezas hasta que estas descansan apoyadas en los hombros propios, los labios inertes y dejando escapar largos regueros de saliva translúcida. Inconscientes, emitiendo prolongadas inhalaciones líquidas y estridentes exhalaciones borboteantes.

El hermano-huésped le da un fuerte codazo al padre dormido y lo aparta con malos modos para que los cojines permitan acomodar al hermano y a este agente. El hermano perro-puerco pulsa los botones del teclado que hay en la capa superficial de una cajita de color plateado. Apunta con el extremo de la cajita en dirección al aparato de televisión y continúa tecleando. No ocurre nada. El rostro de cristal del aparato de visionado de televisión está oscuro y no emite imágenes. Y continúa oscuro.

El hermano-huésped invierte la cajita plateada y abre con el dedo una portezuela diminuta para dejar al descubierto unos cilindros pequeños de color dorado. Extrae los cilindros y dice:

—Gracias, mamá...

Con los pequeños cilindros cogidos entre el pulgar y el dedo índice, el hermano los agita muy cerca de los ojos cerrados de la madre-huésped, casi tocándolos. Agitando los cilindros delante de las narices de la madre-pollo dormida, el hermano-huésped dice:

—Gracias por dejarnos tus pilas gastadas.

Al momento siguiente emprende un pequeño desfile hasta llegar a la cámara de dormir donde, en una jornada normal, el padre-huésped duerme encima de la madre. El hermano perro-puerco dobla las rodillas para poder extender los brazos por debajo del colchón de los padres-huéspedes. Durante el arrodillamiento, sus dos brazos penetran en las profundidades de debajo del colchón y extraen una caja plana y ancha. Una caja de plástico moldeado de color azul intenso, con imágenes estampadas de color rojo intenso, amarillo intenso y también de color naranja. Una imagen de tigres de rayas que saltan para pasar volando por un infierno en forma de aro. Otra imagen de un hombre ataviado con ropa formal occidental decadente, chaqueta de cola y sombrero alto, haciendo restallar su látigo sin nada delante. Otras imágenes representan esa figura cómica clásica que tiene pintura blanca en la cara, una nariz roja cómica y un atuendo ridículamente grande. Las figuras cómicas se dedican a lanzar hacia arriba esferas que se quedan suspendidas formando un círculo.

El hermano-huésped coloca media sonrisa en su cara, golpea la cajita con el dedo índice y dice:

—Esta era
mi caja de juguetes
.

Las manos del hermano manipulan el cierre y lo levantan de manera que la tapa superior se abre sobre unos goznes y revela un interior atiborrado de numerosos misiles de pequeño tamaño, una plétora de bombas diminutas. A juzgar por su apariencia suave, y los colores rosa, amarillo y blanco, es probable que sean de plástico moldeado o de látex. Algunos misiles tienen muchas pequeñas estrías como flautas. Otros están rodeados de bandas con muchos bultos. Hay una bomba corta de mortero que tiene un amplio cinturón. Otra bomba es muy larga y esbelta como una carabina. Las manos del hermano-huésped seleccionan un misil largo, un obús de artillería, lo agarran por los dos extremos, el hocico y la cola, y se ponen a retorcer ese misil en dos direcciones opuestas. El perro-puerco lo retuerce hasta que la juntura invisible que hay en el punto medio del misil se hace visible y se ensancha para revelar una rosca. Las dos mitades encajadas del misil giran hasta separarse. El hermano agita una mitad hasta que las baterías cilíndricas emergen del misil.

Para que conste en acta, las manos del agente-yo eligen un misil tan pulimentado que el plástico rosa resulta resbaladizo al tacto. Un poco adhesivo bajo los dedos, la superficie del misil se nota sutilmente pegajosa, como si tuviera un historial de humedad posteriormente secada. Al examinar el misil, este agente manipula el dial rotatorio de la base. Y en ese momento mismo, el misil cobra vida con un salto. Una enorme agitación de temblores diminutos interminables, tan repentina que la mano del agente-yo suelta el misil tembloroso y lo deja caer sobre la colección de armas y municiones. Los pies de este agente se baten en retirada antes de que el total completo de todos los misiles pueda detonar.

—Buen trabajo, Pigmeo —dice el hermano-huésped—. Has encontrado una pila que funciona. —El hermano levanta el misil tembloroso y lo retuerce hasta que se abre la juntura y sale escupida una batería. El temblor se detiene.

Sin dejar de sostener el misil, el hermano dice:

—Este es el regalo que le hice la pasada Navidad a mi madre.

Usa el misil para señalar otra ojiva antitanque que hay en la caja y dice:

—Ese se lo regaló mi hermana.

Señala otro misil, uno enorme, del mismo tamaño que el mortero ligero modelo 99 Antos originado en la República Checa, y dice:

—Ese se lo compramos poniendo dinero entre los dos para el Día de la Madre del año anterior.

Todas las municiones de mortero y todos los cartuchos emiten un fuerte olor a partes pudendas femeninas.

El hermano ensambla el misil partido y se excreta la batería cilíndrica en el interior de los pantalones. Cerrando la caja de plástico azul intenso, dice:

—A mi padre le compramos una suscripción Premium de un año a la página web de Latinas Ninfómanas Cuasi-Menores de Edad. —Empujando la caja para volver a meterla debajo del colchón, añade—: Por lo menos de esta manera sabemos que están en casa... y no se meten en líos.

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