Piratas de Venus (24 page)

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Authors: Edgar Rice Burroughs

BOOK: Piratas de Venus
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Aún se hallaban a cierta distancia cuando el Sofal cambió de rumbo y viró hacia la costa. Habían descubierto nuestras señales y nuestros camaradas acudían para investigar su origen. ¿Llegarían a tiempo? Era aquél un momento crucial para nosotros. Se había levantado el viento de nuevo y el mar tornó a moverse. Pregunté al angan si conseguiría vencer la resistencia de la galerna, pues estaba decidido a que transportara a Duare si me contestaba que sí.

—Yendo yo solo, podría volar —repuso—. Pero dudo conseguirlo llevando a otra persona.

Vimos cómo el Sofal se hundía y alzaba siguiendo los movimientos de las olas, mientras hacía esfuerzos para acercarse, y con idéntica certeza se aproximaba el grupo de individuos. Ahora ya no me cabía duda alguna acerca de quién llegaría antes. Mi única esperanza era que el Sofal se aproximara lo suficiente para que el angan se sintiera capaz de intentar el traslado de Duare.

El grupo había remontado ya la cumbre opuesta y desde allí sus componentes nos contemplaban, con la actitud de quien trata de adoptar una decisión.

—¡Vilor está con ellos! —exclamó Duare de pronto.

—¡Y Moosko! —añadí—. Ahora veo perfectamente a los dos.

—No lo conseguirán —prometí.

Aquellos hombres descendían por la falda de la garganta. Los vimos cruzar a nado el río y avanzar hasta la ladera que conducía al lugar en que nos encontrábamos. El Sofal progresaba lentamente hacia la costa. Me aproximé al borde del peñascal y miré hacia abajo para divisar mejor al grupo que se acercaba. Estaban a mitad de camino. Me volví hacia Duare y el angan.

—Ya no podemos esperar más —le dije al angan—. Coge a la janjong y levanta el vuelo con ella. El barco está cerca. Puedes hacerlo... Debes hacerlo...

Se dispuso a obedecer, pero entonces Duare se apartó de él.

—No me iré —dijo con tono tranquilo—. No quiero dejarte solo.

Por escuchar aquellas palabras hubiera dado yo alegremente la vida. De nuevo surgía ante mí una Duare distinta. Todo lo hubiera esperado menos aquello, pues nunca la creí capaz de un rasgo de lealtad semejante. Una mujer sólo es capaz de semejante sacrificio cuando ama a un hombre. Materialmente me tambaleé, pero sólo un instante. El enemigo, si realmente lo era, debía de estar a punto de llegar a la cúspide donde nos hallábamos. Al cabo de unos instantes, caería sobre nosotros. Aún no había acabado de pensarlo cuando vi a uno de aquellos individuos corriendo hacia nosotros.

—¡Llévatela! —grité al angan—. ¡No hay tiempo que perder!

El angan avanzó hacia ella, pero Duare se defendió tratando de eludirle. Entonces la cogí entre mis brazos y al sentir el contacto de su cuerpo, se desvanecieron todos mis buenos propósitos y la estreché fuertemente, la besé y se la confié al angan.

—¡Deprisa! —grité—. ¡Ya vienen!

Desplegando sus poderosas alas, el angan emprendió el vuelo, mientras Duare me tendía las manos, a la vez que me gritaba:

—¡No permitas que me separen de ti, Carson! ¡No me alejes de tu lado...! ¡Te amo...!

Pero ya era demasiado tarde. Tampoco la hubiera hecho volver aunque hubiese podido hacerlo. Los individuos armados se arrojaron sobre mí.

De este modo caí cautivo en el país de Noobol, aventura que realmente forma capítulo aparte en esta historia. Partí a cumplir mi destino con la certeza de que la mujer que yo amaba me correspondía, y ello me hacía feliz.

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