Authors: VV.AA.
Partidos y coaliciones acuden a las convocatorias electorales con programas que incluyen todo tipo de promesas, que luego, cuando acceden al poder, no cumplen. Además la práctica que mantienen no suele coincidir con las palabras que emiten en público. En general toleran en su interior los defectos que dicen combatir. Su opacidad y las luchas internas de sus miembros, las peleas por ser los primeros en las listas electorales, su falta de conexión con la calle, todo ello ofrece hoy un triste espectáculo. No es de extrañar, lamentablemente, que muchas personas sientan hoy un gran hartazgo.
Necesitamos, sí, muchas cosas, también una regeneración política, porque el desprecio a la democracia, por limitada que ésta sea, es un arma de dominación.
El miedo
Podemos decir que no hay día que no nos despertemos con un sobresalto: la economía se hunde, vivimos demasiado bien y no podemos mantener este nivel de vida, los salarios tienen que bajar, los puestos de trabajo no se pueden mantener, los bancos no pueden dar créditos... Palabras que casi siempre proceden de personas o instituciones cuyas ganancias son muy superiores a las del resto de la población y que en absoluto están dispuestas a reducir lo más mínimo sus sueldos o los beneficios que reciben.
Lo importante es provocar el miedo, asustar, que no se pueda pensar y que todo el mundo trate de agarrarse a lo que sea, que esté dispuesto a saltar por encima del compañero, si es necesario, para salvarse.
En un debate celebrado en Madrid en 2010 dentro de la cumbre de movimientos sociales reunida en el Encuentro Enlazando Alternativas, una trabajadora de una maquiladora mexicana contó la experiencia de la lucha que un grupo de mujeres que nunca se había atrevido a alzar la voz había mantenido en la fábrica donde trabajaba. Cuando se unieron para hacer una huelga, los patronos se asustaron: «Nos temieron cuando dejamos de tener miedo», resumió. Es la gran lección que esta mujer y sus compañeras aprendieron.
El miedo fomenta la xenofobia, el odio y la envidia. Es necesario vencerlo porque es el mejor instrumento para que la población permanezca callada, dividida y enfrentada.
El individualismo
En 1987 Margaret Thatcher afirmó en unas declaraciones realizadas a la revista
Woman’s Own
[14]
: «[...] and who is society? There’s no such a thing as society» («¿Quién es la sociedad? Tal cosa no existe»).
Está claro adónde nos lleva esta forma de pensar. Es estremecedor y muy significativo el artículo publicado en
La Vanguardia
[15]
sobre la cárcel como último refugio de ancianos japoneses: «El último informe anual sobre delincuencia de la policía japonesa ha sembrado la inquietud. Las estadísticas muestran que uno de cada cuatro japoneses detenidos por robar en 2010 era mayor de 65 años. En 1986, cuando se empezó a confeccionar este tipo de estadísticas, sólo uno de cada veinte japoneses detenido por hurto era mayor de 65. Para los responsables policiales el envejecimiento de la población del país no lo explica todo. Atribuyen este fenómeno a los cambios registrados en la sociedad nipona, mucho más individualista y dura que antes».
Efectivamente, si las grandes fortunas, los bancos y las grandes empresas dejan de pagar sus impuestos beneficiándose de políticas fiscales muy conservadoras y llevan su dinero a los paraísos fiscales, no quedarán recursos para, por ejemplo, la protección y la asistencia de los ancianos: eso no da beneficios; por tanto, no importa cómo acaben sus días: «Se ha roto la tradición ancestral nipona de reunir bajo un mismo techo a tres generaciones de una misma familia. Una situación que garantizaba a los abuelos que en la etapa final de su vida estarían bajo el cuidado de sus familiares más próximos. Este panorama ha dejado prácticamente de existir. En los tiempos actuales los más jóvenes abandonan el hogar familiar antes y a menudo se trasladan a otra ciudad en busca de un trabajo. Una coyuntura que provoca que las personas de la tercera edad se encuentren solas, desorientadas, aisladas de la sociedad que las rodea. [...] Y para huir de su soledad y del abandono de sus familiares, muchos de ellos han llegado a la conclusión de que el mejor sitio donde pueden estar es en la cárcel. Allí tienen un techo, comida caliente y compañía». Por desgracia esta situación, la soledad y el desamparo, recuerda bastante a la que sufren en España muchos ancianos.
La atomización del trabajo y la precariedad laboral instauradas en las últimas décadas han provocado el aislamiento y la incomunicación entre los trabajadores. Se fomenta que cada uno vaya a lo suyo y salte por encima del compañero, si es necesario, para salvaguardar su inseguro puesto de trabajo.
La solidaridad ha dado paso al egoísmo, a la indiferencia y al desamparo, y ha conducido a la sociedad a una bancarrota moral.
El dinero
El brillo del dinero deslumbra tanto... que ciega. Y no deja ver lo importante. Se promueve la ambición de acumular riqueza, no para tener las necesidades cubiertas y poder vivir la vida con dignidad, sino para alcanzar un signo distintivo, porque la riqueza nos hace diferentes de los demás. Es cierto que nadie quiere ser pobre y ningún movimiento emancipador ha luchado nunca por llevar la pobreza a la población. Todo lo contrario: lo que se pretende es un reparto equitativo de la riqueza. Pero se ha despertado la ilusión de que todos vamos a ser ricos y de que lo único que importa es ganar cuanto más dinero mejor. El dinero es como un virus que incita a acaparar, acumular más: una insaciable adicción.
En una reunión de vecinos de un barrio de Madrid, donde el gobierno de la Comunidad estaba privatizando un parque público y amenazaba con eliminar un colegio público para edificar pisos y aparcamientos privados sobre su solar, una mujer con tres hijos pequeños exclamó; «¡Qué bien, así el piso que estamos comprando se revalorizará!». Otra vecina respondió: «¿Para qué quieres que tu piso valga más [en el caso de que aumente su valor, algo cuya falsedad ha puesto claramente de manifiesto la crisis inmobiliaria en España] si tus hijos se quedan sin colegio y sin parque donde jugar?».
Ser ricos no es la aspiración emancipadora de la humanidad.
R
EACCIONA
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ODEMOS CAMBIAR LAS COSAS
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S POSIBLE
Frente a un mundo en el que las personas tienen limitada su libertad para moverse de un lugar a otro y huyen de la miseria en que viven, que se ven obligadas a emigrar en las condiciones más penosas a países donde esperan encontrar una vida más digna; en el que las mujeres —que somos más de la mitad de la población aunque sigamos siendo consideradas minoría— son objeto de violencia, desigualdad y discriminación; en el que son saqueados los recursos naturales y se fomenta la industria armamentista, las guerras y las ocupaciones militares; en el que ha crecido la desigualdad social y donde el futuro se presenta lleno de nubes... es necesario reaccionar.
Reaccionar: «Oponerse a algo que se cree inadmisible» (DRAE). Porque de nada vale permanecer indiferentes. Es difícil, pero es posible. No estamos solos.
Hemos empezado hablando del Primer Foro Social Mundial, que se celebró en 2001. El último se ha llevado a cabo en febrero de 2011. En el primero hubo 12.000 participantes, en este último acudieron más de 90.000 personas, procedentes de todas las partes del mundo: mujeres y hombres, jóvenes y mayores, trabajadores del campo y de la ciudad, que denunciaron el actual sistema que rige el mundo y manifestaron su voluntad de luchar por la soberanía de los pueblos, la libre circulación de los seres humanos, la cancelación de la deuda pública de todos los países del Sur, la soberanía alimenticia y por los derechos de la Madre Tierra, los de los campesinos que viven y trabajan la tierra, los de las mujeres, y por la diversidad sexual, por una comunicación veraz e independiente, y por la paz y la soberanía de los pueblos
[16]
.
Es necesario cambiar la lógica del máximo beneficio individual, recuperar el valor de sentirse parte de una colectividad. La atomización del trabajo y la precariedad de las condiciones laborales nos conducen al aislamiento, al enfrentamiento y a la indiferencia. Los problemas sociales no se solucionan por medio de opciones individuales. Hay que recuperar la comunicación directa con los demás, vernos, hablar y actuar unidos. Crear núcleos, trabajar con otros, cambiar desde dentro los —si los hay— renglones torcidos, insistir una y otra vez. Aporta grandes satisfacciones: ver crecer una idea y comprobar que fructifica en beneficio de alguien, más allá de uno mismo. Ensanchar cada vez más el círculo. El interés de todos debe estar por encima del provecho individual. No es posible que el miedo, la desesperanza y la manipulación acaben con nuestra capacidad de reacción.
Un camino lo marcan las muchas personas que se han unido en movimientos independientes de los poderes públicos para defender los derechos de las mujeres, de los emigrantes, de los trabajadores, de los animales; contra la dictadura de los mercados y por llevar la democracia a la ciudadanía; por salvar el planeta y sus recursos naturales..., personas que no tienen ambiciones de poder sino de construir otro mundo más justo. Porque es posible hacerlo. Podemos recuperar la facultad de soñar, la esperanza y la ilusión.
Se trata en definitiva de defender la dignidad humana. Porque para un ser un humano nada hay más importante que su dignidad. Y no hay nada más digno que luchar por lo que es justo.
[1]
Baltasar Garzón, prólogo a
Breve historia de la corrupción,
de Carlo Alberto Brioschi, Taurus, Madrid, 2010, pág. 16.
[2]
Ibídem, pág. 17.
[3]
Baltasar Garzón,
La fuerza de la razón,
Debate, Barcelona, 2011.
[4]
Naomi Klein,
La doctrina del shock
, Paidós, Barcelona, 2007.
[5]
http://webs2002.uab.es/Jverges/pdf%20GEP&R/GEPyR%207,%20Privatizacion%20de%20EP%20y%20Liberalizacion.pdf
[6]
The Vancouver Sun,
2007.
[7]
http://www.observatoriorsc.org/images/stories/audio/Proyectos/Informe_MemoriasRSC_2009_completo.pdf
[8]
Las Sociedades de Inversión de Capital Variable (SICAV) están reservadas a los grandes capitales y disfrutan de importantes ventajas fiscales. Una de las más apetecibles es que sólo tributan al 1 por ciento en el impuesto de sociedades, igual que los fondos de inversión comunes.
[9]
Émile Zola,
L’Argent
, 1891.
[10]
Theodore Dreiser,
The Financier,
1912.
[11]
Anthony Trollope,
The Way We Live Now,
1875.
[12]
Hervé Kempf,
Para salvar el planeta. Salir del capitalismo,
Capital Intelectual, 2010, pág. 27.
[13]
Para una mayor información sobre los paraísos fiscales, véanse los libros de Juan Hernández Vigueras
Los paraísos fiscales,
Akal, 2005, y
La Europa opaca de las finanzas y sus paraísos fiscales offshore,
Icaria, 2008.
[15]
Isidre Ambrós,
La Vanguardia,
29 de enero de 2011.
[16]
La declaración de la Asamblea de los Movimientos Sociales en el Foro Social Mundial de Dakar (Senegal) está disponible en
http://www.attacmadrid.org/?p=3822-
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=122209-
http://www.cadtm.org/FSM-Declaracion-de-la-Asamblea-de
© De los textos: José Luis Sampedro, Federico Mayor Zaragoza, Baltasar Garzón, Juan Torres López, Àngels Martínez i Castells, Rosa María Artal, Ignacio Escolar, Carlos Martínez Alonso, Javier López Facal, Javier Pérez de Albéniz, Lourdes Lucía
© Del prólogo: Stéphane Hessel
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