Rito de Cortejo (2 page)

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Authors: Donald Kingsbury

Tags: #Ciencia-Ficción

BOOK: Rito de Cortejo
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En
RITO DE CORTEJO,
se nos narra cómo, en un planeta de escasos recursos y de ecología rigurosa y dura, una célula matrimonial, un «cinco», del clan de los Kaiel debe encontrar su nueva compañera. El matrimonio de cinco, tres «hermanos» y dos mujeres, se ha enamorado colectivamente de una mujer con la que desea desposarse, pero el Primer Profeta de los Kaiel les impone otra elección.

Descendientes de una diáspora humana, los habitantes de Geta dominan la biología y desconocen las ciencias físicas. Manipulan los genes y todavía no han sido capaces de inventar ni siquiera la bicicleta.

En un mundo hostil que sólo dispone de carne humana, el canibalismo es más que un rito, es una obligación religiosa, un medio que garantiza la supervivencia y, también, la mejora de la especie. Los habitantes de Geta se comen ritualmente al bebé con un cociente intelectual bajo, al anciano llegado al fin de sus días, al criminal o al enemigo vencido. Los ritos lo son todo en un Geta escindido en clanes y donde la lucha por el poder pasa por la selección genética.

Problemas amorosos, intrigas políticas, extraños ritos, aventuras y descubrimientos se suceden en una brillante y ambiciosa novela que honra a la mejor ciencia ficción. Donald Kingsbury se muestra como un gran creador de mundos, atento a la ecología, a la antropología y ala psicología de sus personajes.

En
RITO DE CORTEJO
se dan cita, de
forma excepcional, los dos elementos centrales que caracterizan la ciencia ficción: una capacidad especulativa sin par y el asombroso «sentido de lo maravilloso». La sociedad Geta nos sorprende por lo distinta que resulta sin dejar de ser esencialmente humana, lo que certifica la capacidad de Kingsbury para desarrollar una especulación inteligente y coherente en un mundo en el que la antropofagia y los ritos son del todo necesarios.

Como acostumbro a hacer en algunas de estas presentaciones, voy a incluir uno de los comentarios críticos que han suscitado
RITO DE CORTEJO.
Y, como muestra de la universalidad del interés por esta novela, voy a utilizar el comentario de Dominique Warfa en la revista francesa FICTION. (Por cierto, no estoy tan loco como pueda parecer: la edición francesa de
RITO DE CORTEJO,
en la colección
Présence du Futur
de Denoel, fue un gran éxito editorial, como ocurriera también con la edición norteamericana...)

Decía Dominique Warfa, en una de las dos reseñas que de la misma novela aparecieron en el FICTION de diciembre de 1983 (de hecho un proceder muy poco habitual en una revista que suele incluir una única reseña por libro):

Un libro es grande y esencial cuando plantea grandes y esenciales interrogantes. Indiscutiblemente, la bella novela de Donald Kingsbury es uno de estos libros. [...] Ya que se trata, ante todo, de una novela de aventuras como se escriben hoy en día: con una preocupación estilística acompañada de un proyecto filosófico. [...] Reflexión sobre el Poder, pero también sobre el enfrentamiento entre Ortodoxia y Herejía.
Rito de cortejo
está lejos de ser un libro «banal»: uno de los temas que Kingsbury ha elegido, el de la eugenesia, difícilmente puede dejar a alguien indiferente, si uno se toma la molestia de relacionar la creación estética con nuestra realidad histórica. El nazismo nos recuerda que la eugenesia no es una creación teórica. [...] El Poder, la Violencia y lo Sagrado (sobre todo lo Sagrado, sin ninguna duda la clave del libro): grandes palabras, cuya asociación y su explotación nos recuerdan a René Girard, pero también a la antropología de la muerte. La sociedad Kaiel está ritualizada al extremo; es así como logra sobrevivir y contener a herejes y enemigos. Pero es también eso lo que la mantiene en un estadio primitivo.

Otros comentarios, como el de
Publishers Weekly,
adoptaron una formulación más clásica al relacionar
RITO DE CORTEJO
y la obra de Frank Herbert:

Escrita con la atención científica al detalle etológico que caracterizó al
Dune
de Frank Herbert... una obra ambiciosa que, con toda seguridad, va a concitar mucha atención.

Y espero que así sea.
RITO DE CORTEJO
se lo merece.

MIQUEL BARCELÓ

Capítulo 1

En los desiertos de la Lengua Henchida, bajo las Montañas de los Lamentos, vive una especie de insectos que organiza a los otros insectos imitando sus sistemas olfativos de comunicación. El kaiel tiene ocho patas, y sus órganos de los sentidos y del control se hallan en su parte posterior, llamada hontokae, formando un intrincado diseño. Los sacerdotes del clan humano llamado Kaiel se graban una versión estilizada del hontokae en la piel, de modo que todos sepan que ellos se proponen ejercer el dominio.

Harar ram-Ivieth, de su
Siguiendo a Dios

El Primer Profeta Tae ran-Kaiel había muerto hacía mucho, pero vivía en los vientres de su agresiva progenie. Hasta los más jóvenes habían compartido su carne en un Banquete Funerario que todavía se recordaba en los cánticos del clan, recitados alrededor de las bulliciosas mesas de juego en los templos Kaiel.

Un anciano llamado Tae fue desollado, marinado y rellenado con un pan sazonado con insectos, antes de que su cuerpo fuese asado. En la noche del primer día de la semana, llamado Cráneo en el año de la Mantis, cuando las brasas del fogón se tornaron opacas como Getasol en una tormenta de arena, fue trinchado entre monótonos cánticos y servido con una salsa fragante, salada con una cucharada de sangre de cada uno de sus ochenta y tres hijos y setenta hijas. Durante toda la noche, los dolidos Kaiel habían jurado lealtad cantando canciones, pronunciando discursos, regalándose obsequios e incluso, en el apogeo de la celebración, bromeando sobre la dureza de su carne.

Los tres hermanos, Gaet, Hoemei y Joesai estuvieron entre los hijos de Tae ran-Kaiel que celebraron su Funeral. Entonces no eran más que muchachos, verdaderos camaradas, pero habían experimentado algo más que camaradería en torno al fulgor suave del fuego, mientras el cantor, desnudo bajo los tatuajes, trinchaba a su padre y entonaba la canción del Dios Silencioso de los Cielos, que esperaba que los hombres llegasen a ser lo bastante fuertes para unificar Geta.

Esa noche habían tomado los votos del matrimonio, aunque aún eran jóvenes y no conocían mujeres a quienes pudiesen compartir como esposas. Las muchedumbres ebrias, las volutas de humo mezclado con incienso, la osamenta del Primer Profeta que comenzaba a surgir, todo contribuía a enardecer sus almas. Los tres juraron convertirse en esposos formando un equipo que, cumpliendo los deseos de su padre, traería honor a los Kaiel.

Como el ideal getanés era formar un grupo armónico, decidieron que Hoemei comería de su cerebro, Gaet de su corazón y Joesai de sus muslos. De este modo sellaron su matrimonio mientras Dios pasaba sobre ellos, allá en el cielo violáceo.

—Pongo a Dios por testigo —dijo Gaet haciendo el signo de la lealtad.

—Pongo a Dios por testigo —repitió Hoemei, con los ojos fijos en el Dios que avanzaba.

—Pongo a Dios por testigo —añadió Joesai observando cómo su Dios brillante pasaba entre las estrellas.

Un grupo de sacerdotes se desplazaba entre el gentío, exaltando las virtudes de Tae lanzando gritos expresivos, alzando los brazos hacia del cielo para acentuar sus palabras. ¿No era Tae el líder más grande de los Kaiel? ¿No se había ganado el derecho de que sus genes se alojasen en muchos cuerpos? ¿Quién poseía más kalothi que Tae ran-Kaiel?

—Están ebrios —dijo Joemei, fascinado.

—¿Crees que lograríamos acercarnos al tonel de whisky? —murmuró Gaet. Los votos de los hombres siempre se lubricaban con bebida.

—Está prohibido —dijo Hoemei, recordándoles que no eran más que niños.

—Espera hasta que Aesoe comience su discurso de aceptación —Joesai sonreía.

Algunos llamaban a Aesoe «la sombra», porque siempre se encontraba cerca de Tae. Ahora estaba sentado sobre un tonel de whisky y reía con sus amigos. Él sería el nuevo Primer Profeta, no porque hubiese sido el favorito de Tae sino porque las predicciones que había dejado escritas en los Archivos habían probado ser más exactas que las de cualquier otro Kaiel.

Aesoe subió al escenario. Como siempre, le encantaba atrapar a la audiencia con su atronadora oratoria y el movimiento de sus brazos. Joesai lo observaba; en algunos momentos escuchaba sus palabras, y en otros se escurría hacia el tonel.

—Desde la época en que Dios decidió Su Silencio, los sacerdotes se han ido apartando de su gente, y por haber perdido ese contacto resultaron diezmados en las rebeliones de los clanes inferiores. Ahora se ordenan nuevos clanes de sacerdotes, pero ellos también son aniquilados. Tae fue el primero en analizar la verdadera naturaleza de este fenómeno.

Joesai hurtó un jarro vacío a un oyente extasiado, quien sonreía mientras por milésima vez escuchaba las razones que habían llevado a Tae a dictar su ley de Poder Electoral. El nuevo líder del clan aguardó con calma, saboreando el silencio creado por sus palabras antes de romperlo de nuevo.

—Tae decretó las reglas que gobiernan nuestras vidas, y ha sido por ellas que somos fuertes. —Se detuvo—. ¿Somos fuertes?

—¡Todo el poder a los Kaiel! —rugió la multitud con las voces profundas de los hombres, las más agudas de las mujeres y las entusiastas de los niños.

Joesai bebió la última gota de whisky que quedaba en el jarro. Entonces fingió que prestaba atención a lo que ocurría en el escenario. Aesoe estaba enardecido como Getasol en una tormenta.

—Uno: un Kaiel tendrá derecho de voto en los concejos en proporción directa al tamaño de su distrito electoral.

—¡Todo el poder a los Kaiel! —rugió el clan en masa.

—Dos: el distrito electoral de un Kaiel puede consistir sólo en esos amigos leales.

—¡Todo el poder a los Kaiel! —Joesai ya estaba cerca del whisky, e ideaba su táctica. Aun en la oscuridad, había que pensarlo muy bien para robar en medio de una multitud.

—Tres: ningún Kaiel puede pertenecer al distrito electoral de otro Kaiel.

—¡Todo el poder a los Kaiel! —Si lograba tocarla con el codo, la espita comenzaría a gotear.

—Cuatro: ningún no Kaiel puede pertenecer a más de un distrito electoral.

—¡Todo el poder a los Kaiel!

—Cinco: nadie será forzado a pertenecer a determinado distrito electoral, ya sea por miedo o por el domicilio donde reside.

—¡Todo el poder a los Kaiel! —El jarro estaba en el suelo, llenándose gota a gota. Joesai permanecía a su lado con expresión inocente.

—Seis: en cualquier momento, los concejos pueden solicitar a cualquier Kaiel que recite los nombres de los miembros que conforman su distrito electoral, detallando sus respectivas ocupaciones. En caso de que omita a alguna persona, ésta será eliminada de su lista.

—¡Todo el poder a los Kaiel!

Haciendo un gesto, Aesoe pidió una pausa. De un brinco bajó del escenario y asestó un fuerte golpe en la boca de Joesai. Giró la jarra boca abajo y cerró la espita que goteaba. Entonces regresó al escenario y aguardó con una sonrisa mientras se calmaba la conmoción. Al fin, después de unos segundos de silencio, continuó.

—Siete: un Kaiel que no pueda invocar amigos no tendrá derecho de voto, y se le exigirá que permanezca sin hijos o que abandone el clan.

La audiencia había vuelto a concentrarse en él, olvidando a Joesai.

—¡Todo el poder a los Kaiel!

—Te sangra la boca —susurró Gaet.

—Lo tienes merecido —murmuró Hoemei, asustado.

Joesai sonrió con los dientes ensangrentados y extrajo un pequeño frasco de madera, a medio llenar.

Gaet aspiró el fuerte vaho alcohólico y ocultó el frasco bajo su abrigo.

—¿Lo robaste? —preguntó Hoemei con preocupación.

—No pude resistirlo —sonrió Joesai—. El frasco estaba ahí.

Gaet trató de convencer a una de sus hermanas para que diese el primer trago. Ella sólo le sonrió, como diciéndole que era muy valiente y muy tonto. Después de bromear un poco, los tres hermanos se escabulleron hasta unos arbustos y vaciaron el frasco. Luego dedicaron el resto de la velada a fingir que estaban sobrios.

Esa noche de travesuras había pasado hacía mucho. Después de dejar la guardería, se habían casado dos veces, habían ganado dinero y lograron una cierta fama. Aunque Gaet era menos brillante que Hoemei, favorecido por los concejos superiores, y menos terrible que Joesai, favorecido por la Orden de Hontokae, fue Gaet quien se convirtió en el más poderoso de los tres hermanos en los concejos inferiores, donde contaba con un poder electoral de cuarenta y tres votos. Era el más afable, el que más había viajado, el sutil seductor de las damas; sonreía más que sus camaradas y despertaba la simpatía inmediata de cualquier humano que lo servía. En ese momento, después de su encuentro con el envejecido Aesoe, Gaet se sentía perturbado y su ceño fruncido acentuaba las cicatrices que adornaban su rostro.

La mansión de piedra, que habían comprado los tres hermanos con su primera fortuna, se hallaba en la ladera de una colina, desde donde se divisaban las catacumbas sagradas, más conocidas como Tumbas de los Infortunados. Más allá, todavía a medio construir, el Palacio Kaiel se recortaba contra el cielo. Era un grupo de cuerpos ovoides de color rosa, más anchos que altos, como guijarros erosionados por el agua, que se sostenían en delicado equilibrio. Al amanecer, el Palacio brillaba como el hierro fundido mientras el enorme disco ardiente de Getasol se elevaba por el este. A la izquierda, más grande incluso que los ovoides del Palacio, estaba la inconmovible Luna Adusta, tangente al horizonte montañoso, llena en su oscuro sonrojo matutino.

Gaet no prestaba atención a nada de ello; tampoco a las fincas de sus vecinos. Furioso, ni siquiera saludó a un mozo Ivieth que pasaba por allí. Traspuso la verja, atravesó el patio de su casa y rodeó la fuente mientras Teenae, su esposa-dos, lo seguía con sorpresa.

—¿Qué ha perturbado tu alma de ese modo?

—¿Dónde está Hoemei?

—En el Palacio. Joesai está en casa.

—¿Y esposa-uno?

—Noé duerme. ¿Qué ocurre?

—Aesoe nos ha prohibido casarnos con Kathein.

Teenae se detuvo conmocionada, y entonces él se volvió.

—¡Despertaré a Noé para que venga! —Pasó por alto la escalera y saltó para aferrarse a una pértiga que sobresalía del muro. Con un impulso, pasó sobre la baranda y desapareció de la vista.

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