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Authors: Isaac Asimov

Tags: #ciencia ficción

Robots e imperio (52 page)

BOOK: Robots e imperio
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–Amigo Daneel.

Daneel levantó la cabeza.

–¿Sí, amigo Giskard?

–Debo pedirte una explicación por lo que hiciste en la tribuna.

–Amigo Giskard, tú mirabas al público. Yo seguí tu mirada, vi un arma dirigida a nosotros y reaccioné al instante.

–En efecto, amigo Daneel, y dadas ciertas suposiciones, entiendo por qué te lanzaste para protegerme. Empecemos porque el presunto asesino era un robot. En tal caso, por más que se hubiera programado no podía apuntar el arma contra ningún ser humano con la intención de acertar. Tampoco era probable que te apuntara a tí porque pareces lo bastante humano para que se active la primera ley. Incluso si el robot estaba enterado de que un humanoide se encontraba en la tribuna no podía estar seguro de que fueras tú. Por consiguiente, si el robot pretendía destruir a alguien de la tribuna, sólo podía ser a mí, el robot, y actuaste al momento para protegerme.

Empecemos por decir que el asesino era aurorano..., no importa que fuera humano o robot. Es más que probable que el doctor Amadiro ordenara dicho ataque, puesto que es un extremista en su actitud anti-Tierra, y nosotros creemos que está tramando su destrucción. Quizá se halla enterado de mis habilidades especiales por Vasilia, y daría prioridad a mi destrucción, dado que, naturalmente, me teme más que a nadie..., robot o humano. Siguiendo este razonamiento, es lógico que actuaras como lo hiciste para protegerme... Y la verdad, de no haberme derribado, creo que el disparo me habría destruido.

Pero, amigo Daneel, tú no podías saber que el asesino fuera un robot, o que fuera aurorano. Sólo yo había captado la extraña anomalía de un cerebro robótico entre la inmensa masa de emociones humanas, cuando me golpeaste... Fue después, cuando tuve oportunidad de informarte. Sin mi capacidad, sólo podías darte cuenta de que nos apuntaba un arma, que naturalmente supusiste que la sostenía un humano y que éste era de la Tierra. El blanco lógico era, pues, la señora Gladia como, realmente creyeron todos los de la tribuna. ¿Cómo ignoraste a Gladia y en cambio me defendiste a mí?

–Amigo Giskard, ten en cuenta mi forma de pensar. El Secretario General había dicho que un módulo aurorano con dos pasajeros a bordo había llegado a la Tierra. Asumí al instante que el doctor Amadiro y el doctor Mandamus habían venido. Para ello sólo había una razón. El plan que llevan entre manos, sea cual fuere su naturaleza, ya casi está maduro o lo está realmente. Como tú has venido a la Tierra, amigo Giskard, ellos se han precipitado para llevarlo a la práctica antes de que tengas la oportunidad de impedirlo gracias a tus poderes de ajustes mentales. Para estar más seguros, tratarían de destruirte si podían. Por lo tanto, cuando vi un arma apuntando, me lancé para alejarte de la línea de fuego.

–La primera ley debió empujarte a apartar a Gladia de la línea de fuego –dijo Giskard–. Ni razonamientos, ni pensamientos, debieron alterar esto.

–No, amigo Giskard. Tú eres mucho más importante que Gladia. En verdad, en este momento tú eres mucho más importante que cualquier ser humano. Si hay alguien que pueda impedir la destrucción de la Tierra, ése eres tú. Como yo conozco tu servicio potencial a la humanidad, al verme ante la necesidad de elegir, la ley Cero requiere que te proteja por encima de todo y de todos.

–¿Y no te sientes incómodo por haber actuado desafiando la primera ley?

–No, porque actué en obediencia de la suprema ley Cero.

–Pero la ley Cero no te ha sido implantada.

–La acepté como corolario de la primera ley, porque ¿cómo puede protegerse al humano de ser lastimado, sino asegurándose de que la sociedad humana en general está protegida y mantenida en activo?

Giskard pensó.

–Veo lo que estás tratando de decirme, pero si... si al actuar para salvarme y, por tanto, salvando a la humanidad, hubiera resultado que no era a mí a quien apuntaban y Gladia hubiera muerto, ¿cómo te hubieras sentido entonces, amigo Daneel?

–No lo sé, amigo Giskard –musitó– Sin embargo, si hubiera saltado para salvar a Gladia y hubiera ocurrido que ella estaba a salvo dejando que tú fueras destruido y contigo, en mi opinión el futuro de la humanidad, ¿cómo podría sobrevivir a semejante golpe?

Los dos se miraron..., cada uno sumido en sus pensamientos. Por fin, Giskard dijo:

–Puede que así sea, amigo Daneel, pero estarás de acuerdo en que, a veces, es difícil juzgar.

–Estoy de acuerdo, amigo Giskard.

–Ya es difícil elegir cuando se hace rápidamente entre individuos, y decidir cuál de ellos debe sufrir..., o infligir..., el mayor daño. Elegir entre un individuo y la humanidad, cuando no se está seguro de qué aspecto de la humanidad es el que está ante nosotros, es tan difícil que la propia validez de las leyes robóticas parece sospechosa. Tan pronto como nos enfrentamos con la humanidad en sentido abstracto, las leyes robóticas empiezan a confundirse con las leyes de la humanidad..., que a lo mejor ni siquiera existen.

–No te comprendo, amigo Giskard –protestó Daneel.

–No me extraña. No estoy seguro de entenderme yo mismo. Pero piensa... Cuando hablamos de la humanidad que hay que salvar, nos referimos a la gente de la Tierra y a los colonizadores. Son mucho más numerosos que los espaciales, más vigorosos, más expansivos. Muestran más iniciativa porque dependen menos de los robots. Tienen un mayor potencial biológico y evolución social, porque su vida es breve, aunque lo bastante longeva como para contribuir individualmente en cosas grandes.

–Sí –asintió Daniel–, lo has dicho en pocas palabras.

–No obstante, los de este planeta y los colonizadores parecen poseer una confianza mística, incluso irracional, en la santidad e inviolabilidad de la Tierra. ¿No podría ser fatal esa mística para su desarrollo, como lo fueron la mística de los robots y la longevidad que atenazan a los espaciales?

–No lo había pensado –dijo Daneel–. No lo sé.

–Si captaras las mentes como yo, te sería imposible evitar pensarlo. ¿Cómo se elige? –prosiguió, tenso– Piensa en la humanidad dividida en dos especies: los espaciales con una mística aparentemente fatal, y en la Tierra los colonos, con otra mística posiblemente fatal. Tal vez en el futuro habrá otras especies, con propiedades aún menos atractivas. Así que no basta elegir, amigo Daneel. Hay que poder darles forma en una especie deseable y luego protegerla, antes que encontrarnos obligados a seleccionar entre dos o más cosas indeseables. Pero, ¿cómo podemos alcanzar lo deseable a menos que dispongamos de la psicohistoria, la ciencia con la que sueño y no puedo lograr?

–No he apreciado la dificultad, amigo Giskard, de poseer la habilidad de captar e influir en las mentes. ¿Es posible que hayas aprendido demasiado para permitir que las tres leyes de la Robótica funcionen sin tropiezos en tu interior?

–Siempre ha sido posible, amigo Daneel, hasta que los acontecimientos recientes han hecho real esa posibilidad. Sé cuál es el esquema de los circuitos que producen esa captación e influencia de mentes en mi interior. Durante décadas me he estudiado cuidadosamente a fin de estar perfectamente enterado de mi funcionamiento y poder pasártelo para que te programes como yo y seas como yo..., pero en cierto modo me he resistido al impulso. Sería cruel para tí. Es suficiente que yo lleve este peso.

–Sin embargo, amigo Giskard, si alguna vez juzgas que el bien de la humanidad lo requiere, estoy dispuesto a aceptar el peso. En verdad, me vería obligado a hacerlo en nombre de la ley Cero.

–Pero esta discusión es inútil –dijo Giskard–. Parece evidente que la crisis ha llegado... y como no hemos conseguido siquiera averiguar la naturaleza de dicha crisis...

Daneel le interrumpió:

–En eso, por lo menos, estás equivocado, amigo Giskard. Conozco ahora la naturaleza de la crisis.

83

Uno no esperaba que Giskard mostrara sorpresa. Su rostro, naturalmente, era incapaz de expresión. Su voz poseía modulaciones, así que su habla parecía humana y no resultaba ni monótona ni desagradable. Esa modulación, no obstante, jamás se veía alterada de modo patente por alguna emoción.

Por lo tanto, cuando dijo: "¿Estás seguro?", parecía como si expresara cierta duda sobre la observación que Daneel había hecho respecto del tiempo que tendrían al día siguiente. Pero, por el modo de volver la cabeza hacia Daneel, y el modo de alzar una mano, no cabía duda de que estaba sorprendido.

–Lo estoy, amigo Giskard.

–¿Cómo te llegó a tí la información?

–En parte, por lo que me explicó la señora subsecretaría Quintana durante la cena.

–Pero ¿no me dijiste que no habías sacado nada útil de la conversación?, ¿que suponías que no habías formulado las preguntas pertinentes?

–Así parecía en aquel momento. Pero después de reflexionar, me encontré capaz de hacer deducciones útiles de lo que me había dicho. He estado buscando en la enciclopedia central de la Tierra, gracias a los datos computados últimamente...

–¿Y has visto confirmadas tus deducciones?

–Exactamente, no; pero no he encontrado nada que las refutara, lo que es tal vez la mejor alternativa.

–Pero la evidencia negativa basta para la certeza.

–No basta, así que no estoy del todo seguro. Pero voy a exponerte mi razonamiento y si le encuentras fallas, dímelo.

–Adelante, amigo Daneel.

–La energía por fusión, amigo Giskard, fue desarrollada en el planeta Tierra antes de la época de los viajes hiperespaciales, y por ello, mientras los humanos se encontraban solamente en el planeta Tierra. Esto es conocido. Se tardó mucho en desarrollar prácticamente la energía por fusión controlada, después de que esta posibilidad fuera concebida por primera vez y sentada científicamente. La dificultad principal para llevarla a la práctica consistía en lograr una temperatura suficientemente alta en un gas suficientemente denso para un tiempo suficientemente largo que provocara la ignición por fusión.

Sin embargo, varias décadas antes de que se estableciera la energía por fusión controlada, existían las bombas por fusión... representando una reacción por fusión incontrolada. Pero, controlada o no, la fusión no podía tener lugar sin una temperatura extremadamente elevada a millones de grados. Si los humanos no podían producir la temperatura necesaria para lograr la energía por fusión controlada, ¿cómo podían hacerlo para una explosión por fusión incontrolada?

Quintana me explicó que antes de que la fusión existiera en la Tierra, existía otra variedad de reacción nuclear: la fisión nuclear. La energía derivada de la fragmentación o fisión de grandes núcleos, como los del uranio o el torio. Pensé que esto podía ser un medio de obtener temperaturas muy altas.

La enciclopedia que he estado consultando esta noche da muy poca información sobre bombas nucleares de cualquier tipo, y ningún detalle válido. Tengo entendido que es un tema tabú, y así debe de ser en todos los mundos porque nunca he leído sobre tales cosas en Aurora, ni referencias a ellas. Esta es una parte de la historia de la que los seres humanos están avergonzados o atemorizados, o ambas cosas a la vez, y lo encuentro racional. En lo que pude leer sobre bombas de fusión, no encontré nada sobre su ignición que hubiera eliminado la bomba de fisión como mecanismo de encendido; así que sospecho que, basándome en parte en esta evidencia negativa, la bomba de fisión fue el mecanismo de ignición.

Pero, entonces, ¿cómo se encendió la bomba de fisión? Ésta existía antes de la de fusión y si las bombas de fisión requerían una temperatura ultraelevada para la ignición, igual que las de fusión, es qus no existía nada antes de las bombas de fisión que proporcionara una temperatura lo bastante elevada. A partir de eso, llegué a la conclusión de que aun cuando la enciclopedia no contenía información sobre el tema, las bombas de fisión podían encenderse a temperaturas relativamente bajas, tal vez incluso a temperatura corriente. Se presentaron dificultades, porque llevó muchos años de esfuerzo continuado después del descubrimiento de que existía la fisión, pero antes de desarrollar la bomba. Fueran cuales fueren las dificultades, no estaba entre ellas la producción de temperaturas ultraelevadas... ¿Qué piensas de todo eso, amigo Giskard?

Giskard había mantenido los ojos fijos en Daneel a lo largo de toda la explicación, y ahora le dijo:

–Creo que la estructura que has montado, amigo Daneel, contiene puntos gravemente débiles, y por lo tanto no del todo dignos de confianza..., pero incluso si todo fuera perfectamente válido, no tiene nada que ver con la posible e inmediata crisis que nos esforzamos por comprender.

–Te ruego que tengas paciencia, amigo Giskard, y proseguiré. Ocurre que tanto el proceso de fusión, como el de fisión, son expresiones de las interacciones débiles, de una de las cuatro interacciones que controlan todos los elementos del Universo. En consecuencia, ese mismo intensificador nuclear que puede hacer estallar un reactor de fusión, hará también estallar uno de fisión. Sin embargo, hay una diferencia. La fusión tiene lugar solamente a temperaturas ultraelevadas. El intensificador hace que explote la porción ultracaliente del combustible que está sufriendo activamente la fusión, más algo del combustible inmediato que se ha calentado a temperatura de fusión en la explosión inicial... antes de que el material estalle hacia fuera y el calor se disperse a donde el combustible de fusión se ha dispersado, pero mucho o tal vez la mayor parte, no. La explosión es lo bastante potente, a pesar de todo, para destruir el reactor de fusión y cualquier cosa en sus alrededores inmediatos, tal como una nave que transportara el reactor.

Por el contrario, un reactor de fisión puede operar a baja temperatura, quizá poco más que el punto de ebullición del agua, quizás a temperatura normal del ambiente. El efecto del intensificador nuclear será entonces eliminar todo el combustible de fisión. Incluso, en el caso en que el reactor de fisión no funcione activamente, el intensificador lo hará estallar. Aunque, gramo a gramo, el combustible de fisión libera menos energía que el de fusión, el reactor de fisión producirá una mayor explosión porque su combustible explota en mayor cantidad que en el caso del reactor de fusión.

Giskard asintió, moviendo despacio la cabeza y dijo:

–Puede que todo sea asi, amigo Daneel, pero ¿quedan en la Tierra estaciones de energía por fisión?

–No, no las hay... Así me lo dijo la subsecretaría Quintana, y la enciclopedia parece estar de acuerdo. En realidad, aunque hay instalaciones en la Tierra cuya energía procede de pequeños reactores de fusión, no queda nada, absolutamente nada, operado por reactores de fisión, grandes o pequeños.

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