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Authors: Javier Casado

Rumbo al cosmos (60 page)

BOOK: Rumbo al cosmos
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Aprendiendo de los fracasos

En tierra, el equipo de biólogos de Nechitailo seguía dando palos de ciego en busca de una solución a estos problemas. ¿Era la ausencia de gravedad una situación intolerable para la vida vegetal? ¿Serían acaso las radiaciones cósmicas las responsables de los problemas? ¿O se trataba tan sólo de fallos de diseño de los invernaderos, que impedían a las plantas absorber los nutrientes con normalidad? Aún no podía saberse, y sólo quedaba mejorar la tecnología del sistema y seguir investigando.

La siguiente estación soviética, Salyut 5, fue de índole militar, por lo que habría que esperar hasta 1977 para continuar los estudios en el marco de la Salyut 6. Esta nueva estación, que incorporaba importantes avances técnicos y operativos con respecto a las anteriores, portaba en su interior una panoplia mucho mayor de material de experimentación botánica. El Oasis había sido reformado, con un sofisticado suelo artificial capaz de dirigir el crecimiento de las raíces hacia abajo, y dedicado principalmente al cultivo de trigo y guisantes; pero además se había añadido otro nuevo invernadero más pequeño, llamado Fiton, dedicado al cultivo de la arabidopsis, una hierba silvestre elegida por su rápido ciclo vegetativo: de la semilla inicial a la producción de nuevas semillas en sólo 40 días. En el Fiton se prescindía del suelo artificial a favor del cultivo hidropónico, en el que sumergen las raíces de las plantas directamente en una solución de nutrientes. De esta forma se esperaba poder asegurar su correcta alimentación, pues con el Oasis aún se tenían dudas de si el agua aportada fluía correctamente hasta las raíces a través del suelo artificial en condiciones de microgravedad. El nuevo invernadero incluía además una atmósfera cerrada, con un sistema de ventilación sellado que incorporaba filtros antibacterias; se pretendía así evitar que una posible contaminación por agentes nocivos presentes en la atmósfera de la estación pudiera ser la causa de al menos parte de los fracasos en el cultivo espacial.

La estación incluía también un nuevo dispositivo, denominado Biogravistat, diseñado para el estudio del crecimiento vegetal en condiciones de gravedad artificial. Dispuestos de forma radial sobre una especie de rueda de 30 cm de diámetro, unos pequeños receptáculos alojaban plantas de pepino y lechuga, en un intento de comprobar si la presencia de gravedad era lo que marcaba la diferencia con las plantas crecidas en los otros invernaderos. Por último, se habían incorporado también unos dispositivos denominados Vazon ("florero", en ruso) para el crecimiento de bulbos de cebolla y tulipán. El significativo aumento de los experimentos de agricultura espacial a bordo de la Salyut 6 indicaba el interés con el que era contemplada esta investigación en la Unión Soviética.

Pero ni siquiera con estas mejoras tecnológicas se consiguieron avances importantes en el cultivo espacial de plantas. Como en ocasiones anteriores, las plantas iniciaron su crecimiento de forma más o menos correcta para después marchitarse, ralentizando su crecimiento o muriendo. Los tulipanes crecieron hasta un gran tamaño, pero en cuanto salió la flor, perdió sus pétalos
[1]
[5]
. Ni siquiera los ejemplares del Biogravistat corrieron mejor suerte. Parecía que el espacio era claramente un medio hostil para la vida vegetal.

Las tripulaciones de la Salyut 6 devolvieron a la Tierra muestras de trigo, guisantes, cebollas y pepinos crecidos en el espacio. Pero además de ser raquíticos, su análisis demostró que sus semillas eran estériles. Curiosamente, los tulipanes sin flor devueltos a la tierra desarrollaron una nueva flor casi de inmediato, como si estuvieran esperando la vuelta a su medio natural para comportarse normalmente. Por otra parte, a pesar de todas las mejoras tecnológicas introducidas, Nechitailo y su equipo comprobaron que a las plantas les resultaba todavía difícil absorber los nutrientes del riego; se hacían necesarias más modificaciones en el sistema
[1]
.

A pesar de los fracasos, la investigación se prestaba también a las bromas entre las tripulaciones y los científicos de Tierra. Así, por ejemplo, una de las tripulaciones que debía volver a la Salyut 6 tras permanecer ésta ocho meses desocupada, decidieron llevarse unos pepinos en los bolsillos de sus trajes. Luego colocaron uno de ellos en el invernadero, entre los tallos marchitos de las plantas abandonadas allí tras la última misión; en una retransmisión televisiva, informaron de cuán sorprendidos se habían quedado al entrar en la estación y encontrarse ese pepino en el invernadero, el cual debía haber crecido por sí solo a lo largo de esos ocho meses abandonado en el espacio. La misma tripulación gastaría otra broma a Nechitailo algunos meses más tarde, al describirle cómo se había conseguido obtener la primera flor a bordo de la estación; tremendamente excitada por el acontecimiento, la bióloga les instruyó sobre cómo empaquetar cuidadosamente la flor para devolverla a la Tierra con el retorno de una tripulación visitante que debía volver en pocos días. La misma Nechitailo acudió en persona al lugar de aterrizaje en Kazajstán para recibir la flor: cuando desenvolvió el paquete, encontró una flor primorosamente fabricada... en papel. Con buen sentido del humor, Nechitailo se echó a reír y pidió a los cosmonautas que se esforzaran por crear otra flor, pero esta vez de verdad.

Entre tanto, las investigaciones continuarían sin pausa a bordo de la Salyut 6. Las especies cultivadas se multiplicarían con el tiempo, extendiendo las variedades a ajos, rábanos, perejil, eneldo, tomates, algodón... Pero los resultados eran siempre los mismos. En una de las últimas misiones a bordo de la estación, los cosmonautas consiguieron por primera vez que una planta de arabidopsis echara brotes, punto de partida de nuevas semillas. Por primera vez se cerraba un ciclo vegetativo en el espacio. Pero cuando las plantas llegaron a la Tierra, los científicos se sintieron decepcionados: su análisis demostró que eran estériles. Y seguía sin saberse cuál era la verdadera causa de los fracasos. Corría el año 1980
[1]
.

Primer éxito… y parón

El 19 de abril de 1982 era lanzada la última y más sofisticada de las estaciones Salyut, la Salyut 7. En su interior, entre otros muchos experimentos, se mantenía a un nivel prominente la investigación botánica. Se incluían de nuevo los invernaderos tipo Oasis, Fiton, Biogravistat y Vazon que habían volado a bordo de la anterior estación, añadiéndose además uno nuevo: el Svetoblok. Y es que, a pesar de los continuos fracasos, los biólogos rusos no se daban por vencidos. De hecho, cada vez cobraba más fuerza entre ellos el convencimiento de que los problemas se debían a fallos de diseño de los invernaderos o a procedimientos de cultivo erróneos, más que a causas intrínsecas al vuelo espacial. Así, además de incorporar cada vez nuevas mejoras técnicas, como mejores sistemas de riego o ventilación, se iban probando nuevas formas de actuación, como aumentar progresivamente las horas diarias de iluminación. Incidiendo en este último aspecto, Galina Nechitailo decidió pasar de las 14 horas diarias experimentadas en la Salyut 6 a una iluminación ininterrumpida a bordo de la Salyut 7
[1]
. Pero las limitaciones en la disponibilidad de energía eléctrica a bordo de la estación impedirían finalmente llevarlo a cabo.

Imagen: Estación espacial Salyut 7, última de la primera generación de estaciones espaciales rusas. En ellas dio comienzo la investigación con plantas en el entorno espacial. (
Foto: RKK Energiya
)

Con las nuevas técnicas y equipamiento, los resultados parecieron mejorar ligeramente, aunque las plantas aún crecían con lentitud y parecían extremadamente frágiles. Pero el 4 de agosto de 1982, el cosmonauta Lebedev se encontraría con algo sorprendente: las arabidopsis del Fiton habían generado vainas con semillas en su interior. Diez días más tarde, la primera vaina reventaba, liberando las semillas ya maduras. Lebedev las recogería una a una como si fueran pepitas de oro, reservándolas cuidadosamente para su envío a la Tierra tan pronto como fuera posible. Unas 200 semillas en total fueron enviadas al laboratorio de Nechitailo para su análisis. De ellas, aproximadamente la mitad resultaron ser viables, sembrándose y obteniendo nuevas plantas de arabidopsis a partir de ellas
[1]
. Por primera vez se había cerrado un ciclo vegetativo completo en el espacio. Los rusos se hallaban en el buen camino.

Una parte de las semillas de arabidopsis traídas a la Tierra desde la estación fueron reenviadas a la Salyut 7 a bordo de la misión Soyuz-T8. Se quería comprobar cómo se desarrollaría una segunda generación de plantas en microgravedad. Lamentablemente, esta misión Soyuz fue incapaz de acoplarse con la estación por problemas técnicos, y a su vuelta a la Tierra todas las semillas tuvieron que ser abandonadas a bordo del módulo orbital de la nave, destinado a desintegrarse durante la reentrada. Se trataba de una de las últimas misiones a la última de las estaciones Salyut, y con ella terminaba por el momento el programa ruso de investigación botánica espacial. La continuación del mismo debería esperar a que la nueva estación espacial Mir estuviese operativa.

Paradójicamente, ahora que la investigación parecía obtenía sus primeros éxitos, era justamente cuando el programa de experimentación botánica ruso sufriría un parón. Aunque los primeros módulos de la Mir fueron enviados al espacio en 1986, habría que esperar a que llegasen los módulos laboratorio especializados para reanudar las investigaciones. Pero, mientras los biólogos de Energiya ponían a punto nuevos invernaderos con grandes avances tecnológicos frente a los utilizados en las Salyut, la evolución de los acontecimientos en los últimos años de la Unión Soviética y los compromisos políticos internacionales se confabularían para dar al traste con las grandes esperanzas puestas en la nueva estación por Nechitailo y su equipo.

Primero fueron los retrasos. Las reformas introducidas por Gorbachev, aunque finalmente conducirían al fin del comunismo y a la caída de la Unión Soviética, provocaron inicialmente una grave crisis económica que también afectó, como no podía ser de otra manera, al programa espacial. En el caso de la Mir, la ampliación con los nuevos módulos fue demorándose año tras año, retrasando la reanudación de múltiples programas de experimentación en el espacio, entre ellos el de la agricultura espacial, que además había sido reducido significativamente también por cuestiones presupuestarias. El módulo Kristall, que debía alojar los experimentos con plantas, no sería lanzado hasta 1990. Por otra parte, compromisos políticos con países de la esfera soviética también interferirían con el programa de experimentación. Así, por ejemplo, el equipo de Nechitailo contemplaría impotente cómo se desechaban sus invernaderos de última generación en favor de un invernadero de desarrollo búlgaro, el Svet, con una tecnología similar al Oasis original de hacía 20 años
[5]
. En estas condiciones, pocos avances podían esperarse del nuevo programa de experimentación a bordo de la Mir. Finalmente, el programa fue formalmente suspendido en 1991, tras sólo 4 meses de experimentación el año anterior.

Estados Unidos se une a la investigación

¿Y, entre tanto, qué habían hecho los norteamericanos en la materia en todos estos años? Sin una estación espacial en la que trabajar, su campo de actuación estaba lógicamente muy limitado. Para suplir en parte esta carencia fue desarrollado por parte de la Agencia Espacial Europea el módulo laboratorio Spacelab, diseñado para ser transportado en la bodega del transbordador espacial. En su interior podrían desarrollarse programas de experimentación en microgravedad de forma similar a como se haría en una estación espacial, aunque con un serio hándicap: la limitada duración de las misiones del transbordador.

Con el Spacelab los norteamericanos tuvieron su primer contacto con los problemas del desarrollo vegetal en el espacio, experimentando las mismas dificultades que habían sufrido sus colegas soviéticos en las primeras Salyut. Pero habría que esperar hasta el comienzo de la colaboración ruso-norteamericana en torno a la Mir para que el programa de investigación botánica espacial se reanudase de nuevo en serio, esta vez desde el lado americano.

Sería en 1996, en el transcurso de la segunda misión conjunta Shuttle-Mir, cuando la astronauta norteamericana Shannon Lucid daría comienzo a una nueva campaña de investigación botánica a bordo de la estación espacial rusa. El equipo utilizado sería el invernadero ruso-búlgaro Svet, mejorado con unos sensores de humedad de fabricación norteamericana para garantizar el correcto aporte de riego a las raíces de las plantas
[7]
.

Imagen: La investigación norteamericana en botánica espacial comenzó en misiones cortas a bordo del Space Shuttle, pero habría que esperar a la colaboración con los rusos en la estación espacial Mir para poder llevarla a cabo en más profundidad. En la imagen, el transbordador espacial Atlantis acoplado a la Mir en 1995. (
Foto: NASA
)

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