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Authors: Christian Cameron

Sangre guerrera

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Arimnestos sueña con convertirse en fundidor de bronce, como su padre. Cuando estalla la guerra entre Platea y su poderosa vecina Tebas, luchará por primera vez en la línea de batalla —el muro de bronce—, junto con su padre y su hermano, y tras resultar herido en la refriega, se verá convertido en esclavo. Traicionado por un pariente envidioso y cobarde, Arimnestos pasa a ser propiedad de un acaudalado ciudadano de Éfeso, una ciudad griega gobernada por el Gran Rey persa, y tendrá que afrontar un peligroso camino para recuperar su antigua posición.

En un mundo al borde de una épica confrontación entre griegos y persas, Arimnestos descubre que tiene una cualidad especial: como su héroe Aquiles, él es un «matador de hombres». Pero en esta lucha a vida o muerte entre la tiranía y la democracia, la esclavitud y la libertad, a veces no es fácil distinguir las líneas que separan una y otra.

Christian Cameron

Sangre guerrera

ePUB v1.1

Dermus
12.08.12

Título original:
Killer of Men

© Christian Cameron, 2010

© traducción: Pablo Manzano Bernárdez, 2011

Primera edición: 2011

Editor original: Dermus (v1.0 a v1.1)

Gracias a Dirdam por la portada.

ePub base v2.0

 

Para los Plataeans.

A estos los excitaba Ares, y a los griegos, Atenea, la de ojos centelleantes, y el Terror, la Fuga y la Discordia, insaciables en su furor, hermanas y compañeras de Ares, el matador de hombres.

HOMERO
,
Ilíada
, canto IV, 440

Parte I
 

La hermosa flor de la juventud

Cuando un mortal tiene la hermosa flor de la juventud,

planea con alegría muchas cosas que nunca se cumplirán.

SIMÓNIDES
, fragmento 20

1

Q
uizá te parezca raro,
zugater
[*]
, que solo me has conocido como aristócrata, que yo fuese en otro tiempo joven y pobre. Y, en efecto, cuando los cantores salen a cantar a nuestros antepasados y los hombres dicen que descendemos de Heracles y de Zeus, siempre me río en mi interior, porque, cuando yo era joven, el olor del estiércol de las ovejas era más corriente en nuestra casa que el olor del incienso, y las manos de mi madre estaban rojas y duras, a pesar de su alta cuna y sus constantes quejas.

Pero tú, que tienes unas manos suaves y cuyo único trabajo es el telar, debes saber que aquellos días también fueron unos días dichosos, y que un hombre puede vivir tan feliz en una hacienda de Beocia como en una ciudad de Asia. La vida no es solo agua de rosas y pórfido.

Escucha, pues, y que las musas me ayuden: soy viejo y mi memoria puede perder el surco por el que debería ir el arado. Ofrezco esta libación a Heracles, mi antepasado, que soportó los doce trabajos, y a los dioses celosos, que me dieron esta buena vida, a pesar del hambre y el peligro, y de una larga guerra.

Lo que mejor recuerdo y quizá sea también mi primer recuerdo, es la fragua. Mi padre era herrero; sí, él también era agricultor, porque todos los hombres libres de Beocia basaban su riqueza en la tierra de labranza,
pater
era forjador de bronce, el mejor de nuestro pueblo, el mejor de Platea, y las mujeres decían que el dios lo había tocado, porque tenía una herida de guerra que le hacía cojear del pie izquierdo y porque sus ollas nunca se agujereaban. En Beocia éramos gente sencilla, no chicos extravagantes como los atenienses ni tristes homicidas como los hombres de Esparta: nosotros valorábamos al hombre que hacía una olla que no se agujereara. Cuando
pater
hacía una soldadura, esa soldadura perduraba. Y le gustaba añadir alguna cosa más: siempre fue un hombre que daba más de lo que recibía, de manera que un ama de casa que le pagara diez dracmas ganadas con esfuerzo y un tazón de. conejo cocido podía encontrarse con que
pater
había puesto bajo el borde de la olla un retrato cuidadosamente labrado de Deméter o de Hécate, o grabado su nombre en el asa del caldero o del trípode.

Pater
trabajaba bien y era justo. Es más, por dos veces se había mantenido firme en la tormenta de bronce, de modo que todo el mundo conocía su talla. Y, de todas formas, él siempre estaba dispuesto a compartir una copa de vino, por lo que, en los días despejados, cuando se araba, la fachada de la fragua se convertía en lugar de reunión de todos los hombres de nuestro pequeño pueblo y, a veces, incluso participaba un cantor o un trovador, un rapsoda. La misma fragua era como la antesala del gobernador, donde los hombres planteaban sus disputas a
pater
—todos excepto su puñetera familia— o iban a contarle sus pequeños triunfos.

No es que no fuese como un padre, ni que me pegara más de una docena de veces —todas merecidas—, como aún recuerdo. Una vez utilicé el nombre de mi padre para comprar un cuchillo en la polis, una tontería, pero yo quería aquel cuchillo. Más tarde, me lo rompió en la mano —otra historia, muchacha—, pero no puedo decir que me hiciese daño. Cuando
pater
descubrió que yo había dado su nombre como garantía por un simple cuchillo que había hecho él mismo, me pegó con toda la fuerza de su puño. Lloré durante todo un día por la vergüenza.

El se encargó de criarnos, ya ves. Desde que tengo memoria, mi madre estaba borracha; cuando la oscuridad caía sobre él,
pater
decía que bebía hasta olvidar la fragua. Ella es tu abuela, muchacha; yo no debería hablar mal de ella, y trataré de decirte la verdad, pero no es bonita.

Ella era hija de un señor, un auténtico señor, un
basileus
del valle, en Tespias. Se encontraron en la Gran Daidala en el año de la olimpiada, y el rumor de mi juventud decía que era la más desenfrenada y la más bella de las hijas de Apolo y que
pater
la tomó en sus grandes brazos y se la llevó al modo antiguo y que el
basileus
fulminó una maldición sobre su matrimonio.

Yo respeto a los dioses; los he visto. Pero no soy de los que cree que Hera venga a maldecir el útero de una mujer ni que Ares desvíe una lanza. Los dioses aman a quienes se aman a sí mismos; creo que
mater
decía que, por eso, no era un fracaso total como madre. Pero ella nunca se amó a sí misma y su maldición fueron su belleza y su cuna.

Ella le dio tres hijos a
pater
. Yo era el mediano: mi hermano mayor llegó un año antes y él debería haberse quedado con la fragua y quizá con la tierra de labranza también, pero yo nunca lo culpé por ello. Era pelirrojo y lo llamábamos
Chalkidis
, el chico de cobre. Era grande y valiente y reunía todo lo que un chico querría en un hermano mayor.

También tuve una hermana, que todavía tengo, salvo que Artemisa le lance una de sus flechas. Mi madre le puso el nombre de Penélope y los dioses han debido de escucharla.

No sé nada de aquellos primeros años, cuando
pater
era tan guapo como un dios,
mater
lo amaba y ella cantaba en la fragua. Los hombres dicen que eran como dioses, pero los hombres dicen muchas grandes cosas cuando un acontecimiento está a buen recaudo en el pasado; dicen un montón de mentiras. Yo no dudaré en deciros algunas. Es la prerrogativa del anciano. Deduje que, no obstante, eran felices.

Pero nada terminó como esperaba mi madre. Creo que ella buscaba algo más grande de mi padre, de ella misma o quizá de los dioses. Comenzó a subir a las colinas con las ménades y a andar como una salvaje con otras mujeres, y en la fragua empezaron a decirse cosas. Después llegó el primero de los años tebanos, cuando los hombres de Tebas vinieron contra nosotros.

¿Qué sabes de Tebas? Para ti, es un nombre de leyenda. Para nosotros, fue la maldición de nuestras vidas; pobre Platea, tan lejos de los dioses y tan cerca de Tebas. Tebas era una ciudad que podía congregar a quince mil hoplitas, mientras que nosotros, en una emergencia y liberando y armando a nuestros esclavos más de fiar, podíamos reunir a quinientos hombres. Y esto era antes de que hiciéramos la Gran Alianza con Atenas. Así que éramos una pequeña polis aislada, sin amigos, como un hombre al que se le rompe el arado y ninguno de sus vecinos tiene otro que prestarle.

Llegaron contra nosotros después de la cosecha, y los hombres se fueron a la guerra. Siempre que oigo la
Ilíada
,
Zugater
, lloro cuando dice que al hijo del poderoso Héctor le asustaba el casco brillante de su padre. ¡Qué bien lo recuerdo! Y
pater
allí de pie con su panoplia: la imagen de Ares. Tenía un escudo de bronce y un espléndido casco que se había forjado él mismo de una pieza del metal. El penacho de las crines de su caballo era negro y rojo por el dios de los herreros. Llevaba una coraza de bronce macizo, que también se la había hecho él, y protecciones de muslos y brazos de un tipo que raramente se encontraba…, Sí, eran mejores hombres. Llevaba dos lanzas al modo antiguo y largas grebas cubriendo las piernas y, cuando se puso de pie en el patio con la panoplia completa, relucía como el oro.

Mater
estaba bebida cuando hizo la libación. Puedo verla en mi pensamiento: salió llevando un quitón blanco, como una
koré
yendo al sacrificio, pero el quitón tenía puntos púrpura. Cuando fue a bendecir el escudo de
pater
, tropezó y vertió vino en su pierna y los esclavos murmuraron. Ella lo enjugó y entró rápidamente en la casa.

Pater
se fue a combatir contra Tebas y volvió traído por dos hombres sobre su clámide y sus lanzas; su escudo había desaparecido, Perdimos. Y la pierna izquierda de
pater
quedó inútil en su mayor parte, donde a
mater
se le cayó el vino. Después de aquello, solo hubo silencio entre ellos.

Supongo que yo tenía cinco años. Chalkidis tenía seis; nos tumbábamos en el altillo del granero y él me hablaba en voz baja del papel que había desempeñado
pater
en la batalla y de nuestros cuatro primos, los nietos del hermano del padre de
pater
. Sí,
zugater
, en Beocia esas relaciones familiares son importantes.
Pater
no tenía hermanos —su padre.debió de haber leído a Hesíodo demasiadas veces— y esta pandilla de primos maleducados eran los parientes más cercanos que yo tenía por parte de
pater
. Por parte de
mater
, solo nos permitían un trato muy escaso… hasta más tarde, pero eso es otra historia, aunque más feliz.

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