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Authors: Kathy Lette

Sexy de la Muerte (28 page)

BOOK: Sexy de la Muerte
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—¿Qué es más grande? ¿Mil millones, un billón tropecientos mil o infinito?

—Hum…

—¿Por qué tengo dos brazos, dos agujeros en nariz, dos piernas y sólo una boca?

—Hum…

—¿Cómo llamas a una mariquita macho? ¿Tiene la reina pasaporte?… Si a las polillas les gusta tanto la luz, ¿por qué no salen de día?

—Hum… hum… hum…

Shelly tardó poco menos de media hora en arrancar.

—No lo sé, ¿vale? No sé por qué los egipcios envolvían a sus muertos en vendas a pesar de que ya era demasiado tarde para que se recuperaran. No sé por qué Adán tiene ombligo cuando Dios lo inventó. No sé cómo un gato puede lamerse a sí mismo para asearse. Y no sé por qué las tablas del suelo sólo crujen cuando está oscuro. A lo mejor tu padre lo sabe. Vamos a preguntárselo, ¿quieres?

Cuando localizaron a Kit, acomodado en una seria conversación con el mánager, Matty estampó una pegatina de un plátano con pijama en la muñeca de Shelly.

—Eso es por ser una buena madre principiante. —Sonrió ampliamente.

Shelly le volvió a coger de la mano.

—¿Yo? Oh no. Me parece que no —dijo llena de pánico—. ¿Qué tal si te llevas a tu chiquitina de vuelta a la fábrica, Kinkade, y consigues una nueva? Quiero decir, es evidente que ésta está defectuosa.

—Sólo dice eso, Matty, porque se ha desenamorado temporalmente de mí.

—Lo siento, Matty. ¡Pero no puedo desenamorarme de tu papá, porque nunca me enamoré!

En ese preciso instante, Dominic, por fin libre de
Kum Ba Yahs
y de
Hokey-Cokeys
, agarró la mano de Shelly efusivamente y ascendió a besos caníbales por su brazo hasta llegar a su boca.

—Creo que tu joven amante parece albergar la idea equivocada de que está presentando un programa de tertulias —comentó Kit de manera irritante.

—Dominic siempre saluda a todo el mundo con besos. Los franceses son muy civilizados en ese sentido —observó.

—Eso no era un beso. Eso era resucitación boca a boca.

—Es un socorrista profesional. No puede evitarlo.

—Es un camelador de mujeres tristes y crédulas en bares de degustación de vinos. Oh, qué orgullosa se sentiría tu madre.

—Para tu información, Dominic sólo está trabajando aquí hasta que se dé a conocer como actor.

Kit se rió a carcajadas. Luego refunfuñó.

—¡Claro, y el mundo está tan necesitado de otro más!

—Tú,
ma chérie
, egues demasiado sensible paga este
con.
Demasiado sensual. Necesitas un hombgue que te deh'e bguillag. Egues demasiado luminosa paga quedagte en su sombga. —El animador fideo con el pelo rubio cuidadosamente despeinado se abrió camino hacia el cuello de Shelly, esta vez, con besos suaves y tiernos.

—¿Ves lo agradable que es? —ronroneó Shelly.

—Sí… le agrada darte la razón en todo. Vamos, Shelly. Ese gusano servil sólo viene a ti para que Gaby lo saque en su horripilante programa de telerrealidad. Si no eres capaz de verlo, fijo que tu madre bebió alcohol durante el embarazo.

—No. ¡Es sólo que dejé mis lóbulos cerebrales básicos como depósito cuando me casé contigo!

Towtruck chapoteó hacia ellos, con la inevitable compañía de Mike el Silencioso.

—¡Por Dios! —bramó, despojándose de capas de ropa empapadas por la lluvia—. ¡Qué tiempo de mierda hace ahí fuera! Estoy chorreando como un pedo húmedo. —Mike el Silencioso soltó una risita con obediente adulación.

—Admítelo —se burló Kit del cámara—. ¡Has vuelto a plagiar a Shakespeare! Eres pura elegancia. Chupando cual sanguijuela de la vida de los demás para explotarlas en tu patético programa.

—Oye, me fijé en que no te sentías tan explotado cuando recibiste los veinticinco mil, cerdo hipócrita. —Gaby, con el pelo desaliñado y las gafas empañadas, entró jadeando detrás de su equipo. Quitándose el impermeable, hizo un gesto a Towtruck para que empezara a filmar a Kit—. Cambia de ángulo —ordenó, haciendo gala de su dominio de la jerga televisiva.

Towtruck, que estaba empapado, tiritando y profundamente desencantado con su suerte, obedeció belicosamente y, poniendo el ojo en el visor de la cámara la encendió y gruñó:

—Rodando.

—Sí, bueno, ahora me siento explotado por tu programa —dijo Kit furioso—. La telerrealidad es como
This Is Your Life
presentado por Satán. Y hablando de dinero, tú me debes otros veinticinco mil, ya lo sabes. Para hoy. Shelly y yo llevamos oficialmente casados una semana entera.

—¿Qué programa? ¡Si no tengo programa! En el diafragma de la novia están creciendo líquenes. ¡Vive en la sombra del Monte Divorcio! ¡Mi programa estaría en lo más profundo de las alcantarillas si no fuera por el ciclón! He conseguido un metraje alucinante. Está completamente devastado ahí fuera —dijo Gaby entusiasmada—. ¡Casas arrancadas! ¡Arboles volando por los aires cual jabalinas! He recibido un mensaje desde la sede de la CNN más cercana en Mauricio… que quiere el vídeo. ¡Si alguien muere, podría conseguir fama mundial! Estamos hablando de beneficios indirectos enormes. Debería hacer una toma del
bunker
, ahora que lo pienso… Mike, ¿lo has pillado con sonido?

Kit parecía estar de repente en un continuo espacio-tiempo distinto.

—¿CNN? —murmuró—. ¿Mundial? —Ya no eran sólo cuarenta personas atrapadas en una habitación, eran una atracción de un parque de atracciones.

Towtruck se aproximó para tomar un primer plano de Matilda, que estaba doblada con seriedad sobre su plato de la cena, escarbando en su sándwich con la absorción de un médico forense, apartando cualquier elemento ofensivo… como una verdura o un trozo de proteína… y tumbándolas fuera sobre su servilleta de papel en una fila acusatoria.

—No vas a filmarme más, ni ninguna otra persona. —Kit se puso en medio de Matilda y la cámara—. ¿Está claro?

—Entonces devuélveme la pasta. Y el billete de avión. Me importa una mierda si tienes que volver a casa a patita. —Los ojos de Gaby se veían amplificados a través de las gafas.

—No tengo el dinero. Lo gasté.

—Basura. La empresa lo ha pagado todo. No tenías nada en que gastarlo. ¡Si no aceptas que te graben hasta que acabe la semana, entonces estarás incumpliendo tu parte del contrato, Kinkade, y te vas a ver bien jodido!

—Pues vale, ajo y agua. Porque me largo de aquí. ¡Ve a decirle eso a la CNN en cuanto los cirujanos extraigan la cámara del colon de tu amigo, que es donde voy a meterla como se atreva a grabarme otra maldita vez!

Conforme Kit se abría paso con los codos hacia el otro extremo del refugio anticiclón, Shelly indicó disimuladamente a Matilda que siguiera a su padre. Cuando la niña estuvo lo bastante lejos como para oír nada, ella suplicó a Gaby que le diera a su marido el siguiente cheque.

—¿Por qué coño debería dárselo?

—Tiene todas las razones del mundo para no querer que le graben más. No ahora que está sacando todo para las noticias internacionales. Eso no estaba en su contrato.

—¿Y a él qué le importa, si puede saberse?

—Tiene muchas cosas en la cabeza, si me perdona la exageración.

La nariz asilvestrada de Gaby se retorció.

—Está pasando algo, ¿verdad?

Shelly se encogió de hombros.

—Mmmm.

—No me haga leer entre sus «mmmms», Green. Vamos, las chicas tenemos que permanecer juntas. ¿Acaso no he luchado siempre en su bando? ¿No evité que Towtruck grabara un metraje desagradable de cuando estaba usted resacosa? ¿Acaso no la protegí de sus insinuaciones sexuales? Los viejos errores pueden volver a por usted, ya sabe, Shelly… sobre todo en vídeo…

—¿Qué quiere decir?

—Si no me dice lo que está pasando, puede que me vea tentada a publicar todas las tomas en las que Towtruck la grabó vomitando, ahogándose y, Dios santo, bailando.

El miedo, el cansancio y la decepción habían afectado a las capacidades críticas de Shelly hasta tal punto que no sólo pensó que Gaby estaba bromeando, sino que en realidad sería una buena idea.

—Tiene que prometerme no contárselo a nadie, ni decir nada…

—Vale, lo prometo. —Gaby estaba constantemente reajustándose las gafas sobre el puente de su nariz larga y fina en estado de agitación.

—No debería decírselo, pero para cuando este documental de la luna de miel salga en antena ya dará igual de todas formas. ¿Ve a esa niña pequeña? ¿La que va detrás de Kit? Es su hija.

—¿Qué?

—Sólo está intentando protegerla. Por eso se la robó a la madre. Y por eso mismo no pueden ustedes grabarle más. Está huyendo de su mujer. —Shelly hizo un
puzle
con los trozos rotos de la foto de Pandora que tenía guardada en el monedero—. Esa es su esposa principal… yo sólo soy su esposa secundaria auxiliar —añadió con tristeza.

—Dios. ¿Me está diciendo que su marido tiene una mujer de más? —Gaby se quitó las gafas y las limpió como loca—. Eso se llama bigamia, ¿no?

—Creo que él lo llamaría monogamia —suspiró Shelly.

—A ver si lo he entendido. ¿Su marido es bígamo? —reiteró Gaby, sin entender—. ¿Y un secuestrador?

—Literalmente. —Ambas mujeres miraron hacia la niña en cuestión—. Yo no apruebo lo que ha hecho, Gaby, pero es imposible imaginar la tremenda miseria y desesperación de un padre al que se le ha negado todo contacto con su hija. («Aunque eso no parecía haber afectado mucho a su propio padre», pensó con amargura) No tengo muy claro lo legítimo que es el matrimonio. Supongo que fue más bien una especie de enredo de boda al estilo Mick Jagger y Jerry Hall. Pero aun así tiene derechos como padre. Cuando salgamos de aquí, le convenceré de que confíe en el sistema legislativo británico. Puede emplear el dinero del premio para luchar por la custodia en los tribunales.

—Hmmmmm —dijo Gaby—. Hmmmmm.

Pero Shelly estaba excesivamente cansada con para leer entre sus «hmmms».

*

El ciclón era una presencia malévola merodeando alrededor de la isla. Esperaron y esperaron a que pasaran los vientos más fuertes. La noche avanzaba con el viento golpeando el
bunker
. Shelly se pasaba las horas observando cómo los mosquitos bombardeaban a víctimas dormidas y las lagartijas se escabullían por las paredes cazando polillas, así como escuchando al editor colaborador decir una y otra vez al magnate de la cerveza «qué extraordinario» y «qué interesante», con una voz de aburrimiento terminal mientras releía con deleite su último artículo publicado en
Vanity Fair.

Y durante todo ese tiempo Kit acunó a Matilda, con furtivas miradas de amor paternal entusiasta cuando pensaba que nadie estaba mirando. La cuidó, hora tras hora, con una sonrisa de triste nostalgia en sus labios. En ese momento, viéndole calmar, acariciar y querer a su hija, Shelly sintió un dolor por dentro… un dolor conmovedor, que le hizo enrollarse alrededor de su cojín.

*

Cuando Shelly se despertó, con la boca agria y las articulaciones crujiéndole, pasó una lengua musgosa por sus dientes. Matilda había trepado a su regazo por la noche y ahí seguía tumbada, un bulto dulce y caliente, agarrando con los dedos la mano de Shelly.

A través del tragaluz de doble ventana con malla, Shelly contempló un amanecer límpido y acuoso. El viento parecía menos asmático y la lluvia menos teatral. Se sintió eufórica de alivio. Lo peor de la tormenta ya había pasado.

El
bunker
emanaba un olor a suspensorio sin lavar. La atmósfera estaba cargada de ronquidos e impregnada de té recocido, galletas dulces y tabaco reseco.

—¿Es mañana, hoy o todavía ayer? —preguntó Matty con voz adormecida—. ¿Ha acabado la tormenta?

—Sí. Ya no puedo oír al mar gimiendo, ¿y tú?

—La marea está bajando… porque todas las esponjas la absorben.

—Oh, ¿es eso cierto? —sonrió Shelly.

—Mi papá me lo enseñó. Me enseña un montón de cosas.

—¿Como cuáles?

—Como que nunca confíes en un perro para que te vigile la comida mientras estás en el baño. Y que en el fondo mi mamá me quiere. Sólo que no sabe cómo demostrarlo. Esas cosas. Los mayores siempre nos están diciendo a los niños que deberíamos crecer más, pero yo creo que ellos necesitan decrecer. Os preocupáis demasiado y sacáis vuestra voz enfadada.

—¿Eso crees?

—Aaham —sonrió el padre de Matilda, moviéndose a su lado—. Desde luego que sí.

Sin embargo, Matilda no sabía cuantísimas razones tenía Shelly para estar preocupada y enfadada. Al igual que tampoco sabía que las preocupaciones de Shelly estaban a punto de alcanzar una magnitud mucho mayor.

Cuando el mánager se levantó y comprobó el tiempo que hacía, dio luz verde. Los huéspedes se reunieron y desperezaron, ya planeando las anécdotas con las que obsequiarían a sus compañeros de cena cuando volvieran a la civilización. Entonces cuarenta personas se abrieron paso por encima de la maraña de dedos de pies y piernas de los otros y del revoltijo de confusión en una lucha por llegar a la puerta. Un alivio palpable había inundado la habitación… hasta que el mánager retiró la barra de la contrapuerta. Empujó la puerta a prueba de ciclones con todas sus fuerzas. Otros hombres se unieron a él. Hicieron presión con los hombros, gruñendo.

—Parece estar atascada —jadeó el mánager, meneando sus ridículas cejas de
Groucho Marx
.

—O quizá cerrada —corrigió el editor colaborador vestido de cachemira color limón conforme trataba de ver por el tragaluz y, a través de éste, fue a dar directamente con el cañón de una
Uzi
.

El tragaluz estaba cercado por hombres con traje de faena, apuntando con rifles. El cristal se hizo añicos cuando la culata de un rifle atravesó el tragaluz y un machete rajó la malla.

Shelly se había comprometido a tomar parte en un pequeño programa de telerrealidad de citas sobre el amor y el matrimonio. No en una película de terror no recomendada para menores de dieciocho años.

—Que nadie se mueva —dijo un joven con un acento criollo cantarín—. Esto es una toma de rehenes.

Shelly sabía que estaban navegando en la Cala de
Merde
. Pero no se había dado cuenta de que no llevaban remos.

Diferencias entre sexos: Magnetismo animal

 

Los hombres se refieren a las mujeres como vacas o focas.

Las mujeres dicen que hay una muy buena razón por la que los hombres no pueden padecer el mal de las vacas locas… Porque son unos cerdos.

17

Bomba trampa

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