Monroy exhibió una nueva sonrisa y asintió. Quizá fuera la primera vez que miraba de forma sinceramente amable al comisario.
—Los cogiste, ¿verdad?
—No. Los cogiste tú. Si no llega a ser por ti, yo no me hubiera enterado de nada. Pero lo negaré ante todo el mundo. No pienso dejar que me quites el trabajo.
—Quedará entre nosotros.
—El gilipollas de Arana se había preparado el viaje a Paraguay y la cirugía estética. Pero el juez se olió algo y lo tenía vigilado. Aparte había un abogado, un tal Bolaño. Están investigando quién más en la empresa estaba pringado. Ahora está saliendo un montón de basura. Ya está metida hasta Interpol, porque la trama llega lejos. Por lo que sé, parece que hay tanto fármaco falsificado de fabricación india que algunos países ya le han cerrado el grifo a las importaciones de allá. Así que el cabrón éste se había montado un chiringuito importando productos desde Bombay y cambiando las etiquetas para luego volver a vender en África. Al venir desde Europa era más fácil introducirlos. Parece que tenían proyectados chanchullos con un par de cosas más: medicamentos contra la meningitis, además de la vacuna, retrovirales del SIDA A veces eran simplemente productos de baja calidad. Otras, falsificaciones, directamente.
—Hijos de puta.
—A éstos los trincamos. Pero, te digo yo que a los de la India no los trincan ni de coña.
—Y si los cogen, ya habrá otros.
Déniz asintió repetidamente.
—Lo que me pregunto es cómo puede haber canallas que hagan algo así.
—Porque los dejamos. Participamos en el mismo sistema que los hace crecer. Ya nada es blanco o negro. Hay una enorme nada gris en la que todo es una mierda y sólo importan los beneficios. Y si un par de miles de personas salen jodidas a nadie le importa, porque no son más que unos negritos que viven en el culo del mundo, ¿no es verdad? Pero en realidad están aquí al lado, Déniz. Son personas con nombre y apellido y las pasan putas mientras cuatro cabrones se hacen ricos a costa de ellos.
—Eso, a la gente, le da igual. Esto mismo, ahora está en los papeles. Pero dentro de una semana ya nadie se va a acordar. Y, como tú dices, ya otros volverán a abrir el negocio. A la gente, mientras les des Liga de Champiñones y cotilleos del corazón, les suda todo la polla. Yo me estoy haciendo viejo para estas cosas, Eladio.
—Joder, Déniz —se burló Monroy, algo sorprendido—. Te estás volviendo comunista. Ya hablas como Manolo.
—¿Comunista? —Dijo el otro, mosqueado—. ¿Manolo? ¿Quién es Manolo?
Monroy se rió.
—Ya te he dado suficientes chivatazos este mes.
Déniz lo miró con complicidad, sabiendo que lo que iba a decirle le gustaría.
—¿Sabes cómo se llamó la operación? Operación Caja de Pandora.
—Muy apropiado.
—En mi opinión, eres un héroe, Eladio. Anónimo, pero héroe. Lo que pasa es que yo no quiero tener por amigo a un héroe muerto. No vuelvas a hacer algo así nunca más. ¿De acuerdo?
—Descuida. No me apetece en absoluto. Además, que me llegara a enfrentar con éstos fue sólo una casualidad. Un error de cálculo. Oye, dime, ¿qué fue de aquellos dos?
—¿De esos dos hijos de puta? Al flaco, el tal Diego Fárez, lo interrogué yo personalmente. Y te aseguro que me lo pasé de puta madre haciéndolo. Casi no puede hablar. Le rompiste la mandíbula. Era el jefe de seguridad de la empresa. Acabó cantándolo casi todo. Falta lo de la directiva, esa chica, Esther Aunque los de Madrid están revisando el caso y reuniendo indicios. Vamos a ver en qué para. De todos modos, entre lo de Molina, lo de Fuentes y lo que intentó contigo, tiene un buen marrón.
—¿Y el otro?
Déniz guardó silencio.
—¿Qué pasó con el otro?
—Tú no podías hacer otra cosa, Eladio. Era él o tú.
Monroy miró con tristeza a la pared de enfrente. Déniz continuó hablando, para animarle.
—Por suerte, el juez instructor es el mismo. Cuando le conté cómo había sido la cosa, habló con el fiscal. De todos modos, es un caso clarísimo de legítima defensa. Cuando estés mejor, te tomamos declaración y punto y pelota.
* * *
El penúltimo día de su estancia en el hospital, cuando ya le habían quitado la mitad de los puntos y casi podía valerse solo, Monroy recibió una visita inesperada. Estaba junto a la ventana, después de haber leído un rato, mirando los edificios de Buenavista recortándose contra el cielo al otro lado del barranco, cuando escuchó a una voz conocida preguntar si se podía entrar. Miró hacia allá y vio a Nico, con una bolsa de una tienda de regalos en la mano. El hombrecillo fue hasta donde él se encontraba y se estrecharon la mano.
—¿Cómo te encuentras, Eladio?
—Ahora mejor —dijo Monroy, volviendo a mirar por la ventana.
Nico fue sacando y poniendo sobre la cama el contenido de la bolsa: una caja de bombones, un juego de seis vasos de cristal de roca y la camiseta de Canarias Jazz and Más Festival 2004, lavada, planchada y doblada como nunca antes lo había estado.
—Te debo una disculpa, Eladio. La última vez que nos vimos no fui muy.
—No hay nada que disculpar. Era lógico que pensaras eso. Yo no sabía nada. Nunca pensé que.
—Ya lo supuse —le apostrofó el cocinero—. Pero entiendo que te engañaron, como a ese detective, Molina. Cuando me contaron lo suyo, empecé a atar cabos.
—Pues debes de haber sido el único. Y me gustaría que todo siguiera así.
—Así será. Ese policía amigo tuyo me contó todo. Me dijo que si no es por ti, todavía soy sospechoso. Y te lo agradezco. Pero más te agradezco lo otro.
—¿Qué otro?
—Que le hicieras justicia a Héctor. Él pensó muchas veces en denunciarlo, pero tenía miedo.
—Normal. Yo tampoco lo hubiera hecho, de estar en su pellejo.
—Era un hombre justo, Eladio. No era como yo. O como tú. Él tenía ideales. Creía en ciertas cosas. Hiciste lo que él no pudo hacer.
—Bueno, corta ya. No nos vayamos a poner sentimentales. Acompáñame a dar un paseo, que hay una enfermera en la otra ala que me pone como una moto.
Monroy se apoyó en el hombro de Nico y avanzaron hacia la puerta.
—Joder, ¿me vas a hacer recorrer el pasillo para ver a una tía?
—Hombre, también suele haber un celador jovencito que igual te hace gracia.
—¿Está cachas?
—Un musculitos.
El hombrecillo rubio y el ex marinero de la letra K tatuada en el antebrazo salieron de la habitación al paso lento que los dolores de éste último marcaban. El juego de vasos había quedado encima del ejemplar de Monroy de
Dejemos hablar al viento
, cuyo lomo presentaba la mancha de dos o tres salpicaduras, casi imperceptibles, de sangre.
Las Palmas de Gran Canaria, 16 de febrero de 2006-11 de septiembre de 2008.
Todos los hechos, personajes, empresas y entidades que aparecen en
Sólo los muertos
son, por supuesto, una mera ficción, fruto de la imaginación del autor y cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia, etc. Sin embargo, la trama de esta ficción surge de algunos datos reales, por ejemplo, los tres siguientes:
Primer dato. La meningitis meningocócica es considerada una endemia que afecta a los países del llamado «cinturón de la meningitis» (desde la costa occidental africana hasta el Cuerno de África) y causa graves lesiones cerebrales o la muerte, sobre todo entre la población infantil. En 2002 tras una reunión celebrada en Burkina Faso, los expertos reunidos allí por la OMS coincidieron en que lo más importante en la lucha contra esta terrible enfermedad (que en esos momentos atacaba bajo la forma de su cepa W135) era utilizar una vacuna para prevenir todos los brotes de la misma en África. La vacuna debería ser eficaz contra las tres cepas habituales, A, B y C, además de la cepa W135. Ya existe y se utiliza sistemáticamente en los países desarrollados una vacuna con las tres cepas, pero su precio actual en el mercado (que oscila entre 4 y 50 dólares USA por dosis) es mucho más alto que el que pueden pagar los países africanos. Los expertos coincidieron en que, si esta vacuna «tetravalente» tuviese un precio de, aproximadamente, 1 dólar por dosis, sería muy útil utilizarla en situaciones epidémicas en África, por lo que se debería hacer todo lo posible para reducir los precios y aumentar al mismo tiempo la producción.
Segundo dato. Según la Organización Mundial de la Salud, hasta el 25% de los medicamentos utilizados en los países en vías de desarrollo son falsificados o incumplen las normativas.
Tercer y último dato. Durante la epidemia de meningitis en Níger en 1995, se administraron vacunas falsificadas a más de 50.000 personas. La inmunización con esa vacuna de inferior calidad produjo 2.500 muertes.
The rest is silence
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