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Authors: Bernard Cornwell

Tags: #Aventuras, #Histórico

Svein, el del caballo blanco

BOOK: Svein, el del caballo blanco
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En un tiempo y un mundo dominado por el fuego, la espada y la traición, el joven Uhtred se enfrenta a un dilema: luchar al lado de los vikingos daneses entre los que se ha educado o hacerlo al lado del rey Alfredo el Grande de Wessex, por quien no siente simplatía alguna, debido a su forma de imponer el cristianismo entre sus seguidores. Habrá que esperar a ver de dónde sopla el viento para conseguir estar al lado del vencedor en la terrible lucha que, a finales ya del siglo IX, está a punto de sacudir lo que queda del último reino inglés.

Entrelazando las historias personales del guerrero pagano Uhtred y el rey cristiano Alfredo con los acontecimientos históricos, Bernard Cornwell relata con brillantez los embates de los vikingos destinados a acabar de una vez por todas con el reino anglo-sajón.

Bernard Cornwell

Svein, el del caballo blanco

Sajones, vikingos y normandos - 02

ePUB v1.2

Roy Batty
28.08.12

Título original:
The Pale Horseman

Bernard Cornwell, 2005

Traductor: Libertad Aguilera

Editor original: Roy Batty (v1.0 a v1.2)

Corrector: Brogor

ePub base v2.0

Svein, El del Caballo Blanco
está dedicado

a George MacDonald Fraser, con toda mi admiración.

Ac her jorp; berad; filgelas singad, gylled grceghama.

Pues aquí empieza la guerra,

cantan las aves carroñeras

y aúllan los lobos grises.

(De
El fragmento de Finnsburh)

T
OPÓNIMOS

La ortografía de los topónimos en la Inglaterra anglosajona era un asunto incierto, incoherente y en el que no hay acuerdo siquiera en el propio nombre. Así, Londres podía aparecer de cualquiera de las siguientes maneras: Lundonia, Lundenberg, Lundenne, Lundene, Lundenwic, Lundenceaster y Lundres. Sin duda, algunos lectores preferirán otras versiones de los nombres enumerados abajo, pero he empleado normalmente la ortografía citada en el
Oxford Dictionary of English Place Names
[Diccionario Oxford de topónimos ingleses] durante los años más cercanos o pertenecientes al reinado de Alfredo el Grande, 871-899 d. de C, pero ni siquiera esa solución es infalible. La isla Hayling, en 956, se escribía tanto Heilincigae como Haeglingaiggae. Ni tampoco yo he sido totalmente coherente; he preferido el moderno Inglaterra a Englaland y he utilizado Northumbria en lugar de Noróhymbralond para evitar sugerir que los límites del antiguo reino coinciden con los del actual condado. Así que esta lista, como la ortografía misma de los nombres, es caprichosa:

Æbbanduna - Abingdon, Berkshire

Æsc, colina de - Ashdown, Berkshire

Badum (se pronuncia Bathum) - Bath, Avon

Basengas - Basing, Hampshire

Beamfleot - Benfleet, Essex

Beardastopol - Barnstable, Devon

Bebbanburg - Bamburgh Castle, Northumbria

Berrocscire - Berkshire

Blaland - Norte de África

Cantucton - Cannington, Somerset

Cetreht - Catterick, Yorkshire

Cippanhamin - Chippenham, Wiltshire

Cirrenceastre - Cirencester, Gloucestershire

Contwaraburg - Canterbury, Kent

Cornwalum - Cornualles

Cridianton - Crediton, Devon

Cynuit - Fortaleza de Cynuit, cerca de Cannington, Somerset

Dalriada - oeste de Escocia

Defnascir - Devonshire

Deoraby - Derby, Derbyshire

Dic - Diss, Norfolk

Dunholm - Durham, condado de Durham

Eoferwic - York (también la danesa Jorvic, que se pronuncia Yorvik)

Exanceaster - Exeter, Devon

Fromtun - Frampton on Severn, Gloucestershire

Gegnesburh - Gainsborough, Lincolnshire

el Gewæsc - el Wash

Gleawecestre - Gloucester, Gloucestershire

Gyruum - Jarrow, condado de Durham

Haithabu - Hedeby, ciudad comercial en el sur de Dinamarca

Hamanfunta - Havant, Hampshire

Heilincigae - isla de Hayling, Hampshire

Hreapandune - Repton, Derbyshire

Kenet - río Kennet

Ledecestre - Leicester, Leicestershire

Lindisfarena - Lindisfarne (isla sagrada), Northumbria

Lundene - Londres

Mereton - Marten, Wiltshire

Meslach - Matlock, Derbyshire

Pedredan - río Parrett

Pictland - este de Escocia

el Poole - bahía de Poole, Dorset

Readingum - Reading, Berkshire

Sæfern - río Severn

Scireburnan - Sherborne, Dorset

Snotengaham - Nottingham, Nottinghamshire

Solente - Solent

Streonshall - Strensall, Yorkshire

Sumorsæte - Somerset

Suth Seaxa - Sussex (sajones del sur)

Synningthwait - Swinithwaite, Yorkshire

Temes - río Támesis

Thornsæta - Dorset

Tine - río Tyne

Trente - río Trent

Tuede - río Tweed

Twyfyrde - Tiverton, Devon

Uisc - río Exe

Werham - Wareham, Dorset

Wiht - isla de Wight

Wiire - río Wear

Wiltun - Wilton, Wiltshire

Wiltunscir - Wiltshire

Winburnan - Wimborne Minster, Dorset

Wintanceaster - Winchester, Hampshire

C
APÍTULO
I

Estos días miro a los jóvenes de veinte años y se me antojan patéticamente imberbes, apenas destetados de los pechos de sus madres. Con todo, cuando yo tenía esa edad me consideraba un hombre hecho y derecho. Había tenido un hijo, luchado en un muro de escudos, y detestaba dejarme aconsejar por nadie. Por no alargarlo, era arrogante, estúpido e indomeñable. Motivo por el cual, tras nuestra victoria en Cynuit, obré equivocadamente.

Habíamos luchado contra los daneses junto al océano, donde desemboca el río procedente del enorme pantano y el mar del Safern lame una orilla fangosa, y allí los habíamos derrotado. Fue una gran matanza, y yo, Uhtred de Bebbanburg, había cumplido con la parte que me correspondía. Incluso fui más allá de lo que me correspondía, pues al final de la batalla, cuando el gran Ubba Lothbrokson, el más temido de los jefes daneses, se abrió paso entre nuestro muro de escudos con su gran hacha de guerra, me enfrenté a él, lo vencí, y lo envié a unirse con los
einherjar,
el ejército de los inertes que festeja y retoza en el salón de los muertos de Odín.

Lo que tendría que haber hecho entonces, lo que Leofric me dijo que hiciera, era dirigirme a toda prisa a Exanceaster, donde Alfredo, rey de los sajones del oeste, asediaba a Guthrum. Tendría que haber llegado en el corazón de la noche, despertado al rey de su sueño, y haber tendido el estandarte de batalla de Ubba con el cuervo negro y su enorme hacha de guerra, aún impregnada de sangre seca, a los pies de Alfredo. Tendría que haberle dado al rey las buenas noticias de que el ejército danés había sido vencido, de que los pocos supervivientes se habían precipitado a sus barcos con cabeza de dragón, de que Wessex estaba a salvo, y de que yo, Uhtred de Bebbanburg, había conseguido todas esas cosas.

Pero lo que hice fue regresar junto a mi mujer y mi hijo.

A los veinte años prefería trabajarme los campos de Mildrith que recoger la recompensa de mi buena fortuna, y eso es lo que hice mal, aunque, en retrospectiva, tengo poco de lo que arrepentirme. El destino es inexorable, y Mildrith, aunque había sido obligado a casarme con ella y acabaría aborreciéndola, era un dulce campo que trabajarse.

De modo que, aquella tardía primavera del año 877, dediqué el sábado a cabalgar hasta Cridianton en lugar de ir a ver a Alfredo. Me llevé veinte hombres conmigo, le prometí a Leofric que estaría en Exanceaster a mediodía del domingo y que me aseguraría de que Alfredo supiera que habíamos ganado su batalla y salvado su reino.

—Odda
el Joven
estará allí ahora —me advirtió Leofric, quien me doblaba casi en edad, un guerrero endurecido por años de lucha contra los daneses—. ¿Me estás escuchando? —me preguntó cuando yo no respondí—. Odda
el Joven
estará ya allí —repitió—, y es un pedazo de mierda de ganso que se va a llevar toda la gloria.

—La verdad no puede ocultarse —repuse con arrogancia.

Leofric se burló de la apreciación. Era un pedazo de bruto con barba que tendría que haber comandado la flota de Alfredo, pero no era de alta cuna y Alfredo me había encomendado de mala gana los doce barcos por ser
ealdorman,
un noble, y lo que correspondía era que un ricohombre comandara la flota de los sajones del oeste, aunque fuera tan raquítica que no sirviera para enfrentarse a la enorme concentración de barcos daneses que había llegado por la costa sur de Wessex.

—Hay ocasiones —rezongó Leofric— en las que eres un auténtico
earsling.
—Un
earsling
era algo que había sido expulsado por los cuartos traseros de alguna criatura, y uno de los insultos preferidos de Leofric. Éramos amigos.

—Veremos a Alfredo mañana —repuse.

—Y Odda
el Joven
—repuso Leofric con paciencia— lo hará esta noche.

Odda
el Joven
era hijo de Odda
el Viejo,
quien había proporcionado cobijo a mi esposa; al hijo no le gustaba yo mucho. No le gustaba porque quería beneficiarse a Mildrith, motivo suficiente para que yo le disgustara. También era, como Leofric había dicho, un pedazo de mierda de ganso, ladino y muy poco de fiar, motivo suficiente para que a mí me disgustara él.

—Veremos a Alfredo mañana —repetí, y a la mañana siguiente cabalgamos todos hasta Exanceaster; mis hombres escoltaban a Mildrith, a nuestro hijo y a su aya, y dimos con Alfredo en la parte norte de la ciudad, donde el estandarte verdiblanco del dragón ondeaba sobre sus tiendas. Otros estandartes se agitaban con virulencia al viento húmedo: un abigarrado despliegue de bestias, cruces, santos y armas que anunciaban que los grandes hombres de Wessex apoyaban a su rey. Uno de aquellos estandartes lucía un venado negro, lo que confirmaba las suposiciones de Leofric: Odda
el Joven
estaba allí, en el sur de Defnascir. Fuera del campamento, entre la linde sur y las murallas de la ciudad, había un gran pabellón de lona y postes sujetos con vientos, lo que me indicó que Alfredo, en lugar de pelear con Guthrum, estaba entablando negociaciones. Había propuesto una tregua, aunque aquel día, dado que era domingo, Alfredo decidió posponer cualquier encuentro. Lo encontré hincado de hinojos en una iglesia provisional, también de lona y postes, con todos sus nobles y jefes dispuestos detrás de él, y algunos de aquellos hombres se dieron la vuelta al oír los cascos de nuestros caballos. Odda
el Joven
era uno de los que se volvió, y en su rostro estrecho detecté temor.

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