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Authors: Lincoln Child

Tags: #Aventuras, Intriga

Tormenta (28 page)

BOOK: Tormenta
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—No es necesario, jefe Woburn; de ahora en adelante me encargare personalmente de todo y pondré mis averiguaciones en conocimiento del almirante.

—Muy bien, señor.

Woburn hizo un saludo militar de una admirable concisión.

Korolis lo miró un momento. Después le devolvió el saludo y salió de la cámara hiperbarica.

Korolis se alojaba en una parte de la undécima planta reservada a los oficiales. Entro y cerró la puerta con llave antes de ir hacia su mesa. El camarote estaba poco iluminado. Donde otros habrían puesto fotos enmarcadas o libros para pasar el rato, Korolis tenía monitores de seguridad y manuales de alto secreto.

Dejó sobre la mesa el maletín que le había dado Woburn y lo abrió con la llave. Después de abrir la cremallera saco un ordenador portátil que tenia todo un lado chamuscado.

Un olor penetrante a plástico y a componentes electrónicos quemados invadió el camarote.

Korolis se volvió hacia su tablero de control ambiental y puso el filtro depurador al máximo. Después se sentó frente al teclado de su ordenador e introdujo su contraseña, seguida por otra mucho más larga que le daba acceso a una zona reservada de la red militar del Complejo a la que solo el podía acceder. Lo siguiente que hizo fue ejecutar un programa forense de audio de los que se usaban en restauraciones sonoras y para intervenir teléfonos, y abrió una serie de archivos hasta localizar la entrada que buscaba. Una vez cargada en el programa forense, apareció una pantalla muy complicada, dominada por una onda de sonido. Era un archivo de sonido mono grabado por un micrófono diminuto.

Conecto unos auriculares al ordenador y ajusto el filtro espectral del programa para eliminar ruidos de fondo. Después subió el volumen casi al máximo y clico el botón de reproducir.

Los auriculares recogieron la voz de Crane con una nitidez considerable, sobre todo teniendo en cuenta la baja fidelidad del micrófono de vigilancia.

≪Antes de morir, Asher descubrió algo… Lo se por que me lo dijo por teléfono. Dijo que estaba todo en el ordenador portátil. Necesito encontrarlo y averiguar que descubrió, por que cuando estaba a punto de morir, intentó desesperadamente decirme algo…≫.

Después se oyó otra voz, que el analizador de perfiles sonoros del programa identifico como la de Hui Ping. Korolis se quedó muy serio al oírla.

≪El secreto esta en su ordenador≫, dijo Crane.

Con un clic, Korolis detuvo la reproducción. Con otro cerro el archivo y salió del programa.

Se levantó para llevarse el portátil quemado de Asher a un rincón del fondo, donde había una caja gris. Se arrodillo, abrió los cierres y saco algo grande, un desmagnetizador.

Volvió a cerciorarse de que la puerta del camarote estuviera cerrada con llave. Después, pausadamente, y con la precaución de no acercarse en ningún momento a su propio ordenador, sostuvo el desmagnetizador cerca del portátil, pasándolo por encima del disco duro. Incluso si el disco había sobrevivido al fuego, después de aquello seguro que sus datos se convertían en un batiburrillo irreconocible.

Crane y Hui Ping representaban un grave riesgo para la seguridad. Las precauciones siempre eran pocas. Aquel paso era el primero. Korolis sabia perfectamente cual era el siguiente.

38

La Unidad de Almacenamiento en Frio 1-C estaba en el nivel más bajo del Complejo. Era un lugar muy poco acogedor. Su temperatura estaba regulada exactamente en tres grados y medio. El suelo era de pales de madera sobre una lámina de agua fría y sucia de unos tres centímetros de profundidad, como una especie de sentina. La poca luz creaba una penumbra claustrofóbica. Olía a moho y a carne cruda. Solo se oía gotear ligeramente el agua.

El almirante Spartan estaba en el centro de la unidad, mirando fijamente el horrible amasijo que era lo único que quedaba de la Canica Uno. Parecía una bola de papel de aluminio envuelta en gruesas cadenas y colgada del techo con un gancho de aspecto peligroso. La pesada lona azul que acababa de retirar el almirante estaba al lado, en el suelo.

¿Que fallo había provocado la catástrofe? Como oficial del ejercito, Spartan había consagrado su vida a lograr la victoria previendo los fallos (suyos o del enemigo) y evitándolos o aprovechándolos, pero ¿como se podía prever un fallo cuando las normas con las que se trabajaba eran total y absolutamente incomprensibles?

Era cierto que, desde la destrucción de la Canica Uno, la Dos y la Tres habían continuado sin retrasos las operaciones, tras adoptar los cambios aconsejados por Asher y su equipo científico, y que no habían vuelto a surgir problemas. Al contrario, se trabajaba más deprisa de lo previsto, ya que la tercera y última capa de la corteza había resultado estar hecha de un material más blando y casi limoso, que se podía excavar con mayor rapidez. A consecuencia de todo ello, estaban bien encarrilados para llegar en pocos días a la discontinuidad de Moho-rovicie.

Asher… La advertencia del director científico tras la destrucción de la Canica Uno y la muerte de sus tripulantes resonó otra vez en la cabeza de Spartan: ≪Mi consejo es que aplacemos todas las operaciones hasta conocer a fondo las causas del desastre≫.

Ahora Asher también estaba muerto.

Oyó un chirrido metálico a sus espaldas. Era la puerta de la unidad, que al abrirse proyecto una franja de luz amarilla en la oscuridad del interior. El comandante Korolis (que se caracterizaba por una aversión felina al frio y a la humedad) la empujo un poco más y entro.

Spartan lo miró.

—Su informe, comandante.

Korolis se acercó.

—El sistema de aspersores de la cámara hiperbarica estaba manipulado. La sobrecarga del compresor provoco una explosión y un incendio en el interior de la cámara. Esta clarísimo que ha sido un sabotaje.

—Un asesinato —dijo Spartan.

—Así es, señor.

Spartan se volvió de nuevo hacia la Canica destrozada.

—Esta vez parece que el blanco era una sola persona, en vez de todo el Complejo. ¿Por que?

—Esa respuesta todavía no la tengo, señor. Es posible que haya sido un simple golpe de suerte.

Spartan miró otra vez a Korolis.

—Suerte, ¿comandante?

—En cuanto al objetivo. Hemos tenido suerte de que el saboteador no se centrase en un punto más estratégico.

—Ya. ¿Que punto podía ser más estratégico que el doctor Asher?

—La utilidad del doctor Asher para el proyecto empezaba a ser cuestionable. Se había convertido en un pájaro de mal agüero, señor. Sus comentarios catastrofistas y su empeño en cambiar el calendario de las excavaciones no eran buenos para la moral.

—Claro, claro.

Spartan pensó que la falta de sinceridad no formaba parte de los defectos de Korolis.

—En todo caso es mi opinión, señor, y si le soy franco me sorprende que no sea la suya.

Haciendo caso omiso de la indirecta, Spartan señaló los restos de la Canica Uno con la mano.

—¿Y de esto que me dice?

—Hemos analizado escrupulosamente las cintas de las transmisiones, así como la caja negra del Gusanito, y a diferencia de la cámara hiperbarica no hay el menor indicio de manipulación o mala intención. Fue un simple fallo de la maquinaria.

Tras contemplar unos instantes la obscena maraña de metal, Spartan salió de su mutismo.

—¿Algún avance en la identificación del responsable?

—Si, hemos identificado a una persona que estuvo en los dos lugares: la plataforma de recepción y la cámara de terapia hiperbarica justo antes de los sabotajes.

—¿De quien se trata?

Korolis saco un sobre del bolsillo de su pecho sin decir nada y se lo dio a Spartan. El almirante lo abrió, miró un momento su contenido y se lo devolvió.

—¿La doctora Ping? —preguntó.

Korolis asintió.

—Siempre me había parecido un poco sospechoso su origen chino. A usted no le parecía que el saboteador tenia que estar al servicio de un gobierno extranjero, señor?

—Sus antecedentes fueron investigados tan a fondo como los del resto del personal.

—A veces hay cosas que pasan desapercibidas, sobre todo si alguien pone todo su empeño en ello. Lo sabe tan bien como yo, señor.

—¿Que aconseja?

—Que se la retenga en el calabozo hasta que podamos someterla a un interrogatorio a fondo.

Las palabras de Korolis hicieron que Spartan se volviera arqueando las cejas.

—¿No es un poco precipitado?

—Esta en juego la seguridad de todo el Complejo.

Un amargo esbozo de sonrisa hizo temblar los labios de Spartan.

—¿Y su derecho al habeas corpus?

Korolis lo miró con cara de sorpresa.

—Dadas las circunstancias, señor, ni se plantea.

En vista de que Spartan no contestaba, siguió hablando.

—Hay algo más. Se acuerda de lo ultimo que dijo Asher, de lo que le repetía a Crane?

Spartan asintió con la cabeza.

—Wip≫.

—Y si intentaba decir ≪Hui Ping≫?

Los ojos de Spartan se cerraron un poco al mirar a Korolis.

—Exacto, señor. ≪Hui P… Hui P…≫ Suena exactamente igual: ≪ui P≫.

Spartan rompió al fin su silencio.

—De acuerdo, pero lo del calabozo no hace falta. Enciérrela en su camarote hasta que resolvamos todo este asunto.

—Señor, con todos mis respetos, creo que el calabozo…

—Limítese a obedecer, comandante.

Algo se movió por encima del hombro de Korolis. Al levantar la vista, Spartan vio a Peter Crane en la puerta abierta.

—Doctor Crane! —dijo el almirante, un poco más fuerte que hasta entonces—. Entre, no sea ceremonioso.

Korolis se volvió rápidamente, mientras se le cortaba la respiración con un silbido de sorpresa.

Crane se acercó vestido con su bata blanca de médico, que contrastaba con el color oscuro de su pelo corto y de sus ojos. Spartan se preguntó cuanto tiempo llevaba ahí y cuanto había oído.

—¿Que se le ofrece, doctor? —preguntó Spartan.

Los ojos grises de Crane se enfocaron en el almirante, después en Korolis y por ultimo en lo que quedaba de la Canica, antes de volver a Spartan.

—De hecho estaba buscando al comandante Korolis.

—Pues parece que lo ha encontrado.

Crane se volvió hacia Korolis.

—Los hombres que ha dejado vigilando la cámara de terapia hiperbarica me han dicho que hable con usted. Quiero el ordenador portátil de Asher.

Korolis frunció el entrecejo.

—Porqué?

—Creo que descubrió algo justo antes del accidente. Tal vez era el significado de las señales que transmiten los centinelas.

—El portátil quedó muy dañado por el fuego —dijo Korolis.

—Vale la pena intentarlo —respondió Crane—, no le parece?

Spartan asistía con curiosidad a la conversación. Estaba claro que aquellos dos hombres no se tenían mucho afecto.

Korolis miró a Spartan, que asintió de una manera imperceptible.

—De acuerdo —dijo el comandante—. Acompáñeme. Lo guardan en un contenedor de pruebas.

—Gracias.

Crane miró a Spartan, le hizo un gesto con la cabeza y se volvió para salir de la unidad detrás de Korolis.

—Doctor Crane… —dijo Spartan.

Crane volvió la cabeza.

—Si encuentra algo infórmeme enseguida, por favor.

—De acuerdo.

Korolis hizo un saludo militar, y los dos hombres salieron de la unidad. Spartan, sin embargo, se quedó un buen rato en medio del frio, pensativo, viendo como se iban.

39

Crane encontró a Hui Ping en su laboratorio, estudiando unas líneas de absorción impresas y haciendo anotaciones en la hoja de datos verde con un marcador. Al oírlo entrar, Ping alzo la cabeza y sonrió.

—Que bien! —dijo—. Ha conseguido el ordenador.

Su sonrisa se borró al ver la expresión de Crane.

—¿Ocurre algo malo?

Crane dio un paso, miró la cámara de seguridad del techo y se mantuvo cuidadosamente fuera de su alcance visual.

—Tengo que hacerle una pregunta. Ha estado alguna vez en la plataforma de recepción?

—¿El lugar donde llega la Bañera con las nuevas provisiones? —Ping sacudió la cabeza—. Nunca.

—¿Donde estaba más o menos a la hora de la muerte de Asher?

—Aquí, en mi laboratorio. Estaba estudiando las líneas de absorción. Se acuerda de que se lo dije?

—O sea, que no se acercó en ningún momento a la cámara hiperbarica.

—No. —Ping frunció el entrecejo—. ¿Por que? ¿Adonde quiere llegar?

Crane titubeo. Estaba a punto de correr un riesgo calculado, y muy probablemente de infringir todas las normas de los interminables compromisos que había firmado al llegar. Ciertamente no se le ocurría ningún motivo para que Korolis se inventase la implicación de Ping, y ayudar a un sospechoso de sabotaje era un delito de traición, pero tenía la corazonada de que Ping era de fiar.

Además, era la única persona que podía ayudarlo a saber que había descubierto Asher.

Se humedeció los labios.

—Escúcheme bien. Korolis dice que la saboteadora es usted.

Ping abrió mucho los ojos.

—¿Yo? Pero si…

—Escúcheme un momento. Ha convencido a Spartan de que la sometan a arresto domiciliario. Dentro de un instante llegaran unos soldados para llevársela a su camarote.

—No puede ser. —La respiración de Hui se volvió rápida y superficial—. No esta bien.

Crane le hizo señas de que se acercara, saliendo del campo de la cámara.

—Tranquila, no pasa nada. Voy a sacarla de aquí.

—¿Pero adonde?

—Usted relájese. Necesito que piense. Hay algún laboratorio o algún otro lugar donde pueda trabajar con el portátil? Un sitio aislado, donde no pase nadie y sin cámaras de seguridad.

Hui no contestó.

—No pienso dejar que se la lleven, pero tenemos que irnos. Sabe o no sabe si hay algún lugar así?

Ella asintió, haciendo un esfuerzo por calmarse.

—En la sexta planta. El laboratorio de física marina aplicada.

—Muy bien, pero antes tengo que hacer una cosa. Colóquese aquí, donde no la vea la cámara.

Crane metió la mano en el bolsillo de su bata de laboratorio y saco un envoltorio esterilizado. Cuando tuvo cerca a Hui, rasgo el envoltorio, dejando a la vista un escalpelo del numero doce que reflejo la luz artificial.

Al ver el escalpelo, Hui se quedó muy quieta.

—¿Para que es?

—Tengo que extraer los chips RFID que nos implantaron —dijo Crane, mientras sacaba más material médico y lo dejaba encima de la mesa—. Si no, nos encontrarían en cualquier parte.

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