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Authors: Lincoln Child

Tags: #Aventuras, Intriga

Tormenta (38 page)

BOOK: Tormenta
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—Si, lo del radio ya lo sabemos —dijo Vanderbilt—. Ya han salido las brigadas de contención.

—Es un boquete de bastante consideración —dijo Crane, dubitativo.

—No hace falta que me lo diga —contestó Stamper—. Bueno, si me permiten tengo que volver con mis hombres.

—Llámeme en un cuarto de hora con el nuevo parte —dijo Vanderbilt.

—¿Le informa a usted? —preguntó Crane.

Vanderbilt asintió con la cabeza.

—¿Y el ejercito?

—Fragmentado. Ahora mismo esta intentando contener la brecha y garantizar la integridad del casco.

Crane volvió a mirar a Stamper, que ya se iba.

—¿Dice que lo saben todo del boquete? ¿Incluida la causa?

—Sabotaje —-dijo Vanderbilt.

Crane lo miró fijamente.

—¿Esta seguro?

—Parece que Roger Corbett se ha encontrado por casualidad a la saboteadora justo cuando estaba poniendo el explosivo.

—¿Saboteadora? ¿Pero es una mujer?

—Michelle Bishopp.

Hui Ping reprimió un grito.

—No —dijo Crane—. No puede ser.

—Corbett consiguió marcar el móvil mientras hablaba con ella y llamar a su residente, Bryce, que oyó como la propia Bishopp lo reconocía.

Habían pasado demasiadas cosas y de forma demasiado precipitada para que Crane pudiera digerir una impresión tan fuerte. Sintió un profundo frio que no tenía nada que ver con la ropa mojada. ¿Michelle Bishopp? Imposible.

—Donde están? —preguntó maquinalmente.

—Ninguno de los dos ha salido del nivel ocho. Creemos que han muerto en la explosión.

Crane se dio cuenta de que no podía pensar en todo aquello. Todavía no. Lo apartó de su cabeza con un enorme esfuerzo y respiro hondo.

—El agujero no es nuestro único problema —dijo—. Es posible que ni siquiera sea el más grave.

—Deduzco que es lo que ha venido a explicarnos.

Crane miró a los científicos.

—¿Cuantos de los aquí presentes tienen acceso restringido?

Se levantaron dos manos, incluida la de Vanderbilt.

A pesar de la conmoción y el agotamiento, Crane se dio cuenta de que estaba a punto de infringir todos los protocolos de seguridad que había firmado. También se dio cuenta de que no le importaba lo más mínimo.

Resumió la situación con rapidez: la autentica naturaleza de la excavación, las sospechas de Asher, el problema médico y su solución, y los mensajes descifrados. Hui intervino unas cuantas veces para aclarar algún punto o añadir alguna observación de su cosecha. Mientras hablaba, Crane miraba las caras de los científicos. Algunos (incluidos los que tenían acceso restringido) asentían de vez en cuando, como si vieran confirmadas sus más intimas sospechas. A los demás se les veía sorprendidos y hasta incrédulos, por no decir un poco escépticos, al menos un par de ellos.

—Korolis ha tomado el mando militar del Complejo —concluyo—. No se que ha hecho con el almirante Spartan, pero ahora mismo Korolis esta en la Canica Tres empeñado en penetrar en el Moho. Por lo que se, podría suceder durante esta misma inmersión, o mejor dicho en cualquier momento.

—¿Entonces? ¿Que propone que hagamos? —preguntó Vanderbilt.

—Tenemos que establecer contacto con la superficie, con AmShale o mejor con el Pentágono; tenemos que avisar a los que mandan, a los que podrían parar esta locura.

—Sera difícil.

Crane miró al oceanógrafo.

—¿Por que?

—No podemos ponernos en contacto con la superficie. Ahora mismo es imposible. Ya lo he intentado.

—¿Que ocurre?

—Los aparatos de comunicaciones Complejo-superficie están en el nivel siete, debajo del agua.

—Maldita sea… —murmuro Crane.

Hubo un momento de silencio general.

—La capsula de salvamento —dijo Ping.

Todas las miradas convergieron en ella.

—¿A que se refiere? —preguntó uno de los científicos.

—Si no podemos ponernos en contacto con la superficie, tendremos que entregar el mensaje personalmente.

—Tiene razón —dijo otro científico—. Aquí no podemos quedarnos, al menos si es verdad lo que dice el doctor Crane.

—También hay otra cuestión —añadió Hui—. Si no consiguen tapar el agujero, seguirá subiendo el nivel del agua.

—El Complejo no esta hecho para resistir la presión a esta profundidad —añadió alguien—. Sufriría una implosión.

—La capsula tiene capacidad para unas cien personas —dijo Vanderbilt—. Debería caber todo el personal de los niveles superiores.

—¿Y el de las aéreas restringidas? —preguntó Crane.

—Otra razón para subir lo antes posible a la superficie —contestó Vanderbilt—. Se han cortado las comunicaciones. Cuanto antes subamos, antes podrán bajar para el rescate y la reparación.

Crane miró al grupo. Varias cabezas asentían.

—Entonces, decidido —dijo Vanderbilt—. Empezaremos a mandar a la gente a la capsula de salvamento. Necesitare voluntarios para registrar los niveles del nueve al once y enviar hacia aquí a los rezagados.

—Yo me ocupo del nueve —dijo Crane—. Es el que mejor conozco.

Vanderbilt asintió.

—Vuelva lo antes que pueda.

Crane se volvió hacia Ping.

—¿Tu ayudaras con el embarque?

Hui asintió.

—Ahora vuelvo.

Crane le apretó un poco la mano para tranquilizarla. Después se giro y salió rápidamente al pasillo, donde se perdió de vista.

57

Dentro de la Canica Tres, donde todo eran estrecheces y olor a sudor, Rafferty movió sus greñas hacia un lado.

Señor…

Korolis miró al ingeniero.

—Los sensores registran una anomalía en la matriz sedimentaria.

—¿Donde?

—Menos de dos metros por debajo del nivel excavado actual.

—¿Que hace la tuneladora?

—Esta un poco rebelde, señor. Ahora mismo solo estamos haciendo sumas de control en uno de cada dos paquetes de datos.

—Reduzca la velocidad a la mitad; no nos interesa que falle.

—A la mitad, señor.

—¿Tenemos datos concretos sobre las lecturas anómalas?

—De momento no, señor. El agua esta demasiado sedimentada. Tenemos que acercarnos más.

—¿Y el ultrasonido?

—Hay una interferencia desconocida que viene de debajo, señor.

Korolis se masajeo las sienes mientras maldecía las limitaciones del instrumental. Cuanto más se acercaban a la anomalía, menos fiables se volvían los aparatos.

Dentro de la Canica hacia calor. Se seco el sudor de la frente antes de aplicar los ojos al marco de goma del visor externo. Activo el foco de debajo de la Canica. La pantalla mostro inmediatamente un perfecto huracán de limo y piedra. Entre la tuneladora, que excavaba el sedimento, y el tubo aspirador que lo chupaba para distribuirlo por el lecho marino, el agua que los rodeaba era completamente opaca. ≪!Maldita sea! Demasiado sedimentada.≫ Apago el foco y se inclino hacia atrás, dando golpecitos de impaciencia con los dedos en las asas del visor.

Fuera se oyó un golpe sordo, como si llegara de muy lejos. El doctor Flyte había instalado otra banda reforzadora.

Se encendió la radio.

≪Canica Tres, aquí Control de Inmersión≫.

Korolis la separo de la base.

—Adelante, Control de Inmersión.

≪Tenemos el parte sobre la explosión, señor≫.

—Le escucho.

≪Parece que se ha producido un agujero en el radio de presión sur≫.

—¿Y el Complejo?

≪El nivel ocho esta inundado, y bajo el agua casi el cincuenta por ciento del nivel siete≫.

—¿El nivel siete? No puede ser. Todos los niveles están diseñados para ser totalmente herméticos.

≪Si, señor, pero la situación del orificio ha hecho que bajara agua por los conductos de ventilación. Según el ultimo parte, la causa de la explosión≫.

—Y las brigadas de reparación? ¿Ya esta todo controlado?

≪Ya están selladas todas las compuertas estancas situadas justo encima y debajo del agujero. Se ha detenido la entrada de agua≫.

—Muy bien hecho.

≪El problema es que esta subiendo el agua dentro del hueco de la cúpula, señor, y si sigue inundándose el nivel siete corremos el peligro de que se resienta la Barrera≫.

Korolis sintió una punzada en el cuero cabelludo.

—Pues entonces hay que reparar el agujero del radio de presión con la mayor celeridad.

≪Señor≫.

—No quiero excusas. Coja a todas las brigadas de reparación que necesite y manos a la obra.

—Comandante… —le murmuro Rafferty al oído.

—Un momento —dijo Korolis por la radio, secamente—.Dígame, doctor Rafferty.

—Los sensores detectan movimiento cada vez más cerca.

—¿De donde viene?

—No estoy seguro. Hace un minuto no había nada. Ha aparecido de golpe.

Korolis parpadeo.

—¿Centinelas?

—No se sabe. En caso afirmativo son mucho mayores que los demás, señor, y se mueven muy deprisa.

Korolis volvió a pegar la cara al visor y encendió la luz externa.

—Apague la tuneladora. Esta tan turbio que no se ve una mierda.

—Señor, si, señor. Tuneladora apagada.

Korolis miró por la pantalla. El remolino de arena y sedimentos se asentó despacio. Aparecieron de golpe, como visiones saliendo de la niebla.

Había dos. Su exterior era tan indescriptible como el de sus hermanos pequeños del Complejo, un caleidoscopio deslumbrante y sobrenatural cuyos colores variaban continuamente: ámbar, escarlata, jacinto… Y otros miles que brillaban con tal fuerza en la negrura de las profundidades que amenazaban con saturar los sensores CCD de la cámara. La diferencia era de tamaño. Aquellos tenían más de un metro de largo y unas colas brillantes como de cristal, que se agitaban por detrás, así como decenas de pequeños tentáculos que flotaban a su alrededor. Se quedaron justo debajo y a los lados de la Canica, lánguidamente, como si esperasen bajo la atenta mirada de Korolis.

El comandante nunca había visto nada tan hermoso. Sintió que su dolor de cabeza, y la desagradable sensación de picor y calor en todo el cuerpo, empezaban a desvanecerse bajo el influjo de su belleza.

—Han salido a recibirnos —susurro.

Volvió a oírse una voz por la radio.

≪Señor≫.

En el momento en que se apartó del visor volvió a dolerle la cabeza tanto o más que antes, con una virulencia que le produjo un ataque de nauseas. Cogió la radio con una punzada de rabia.

—¿Que pasa? —dijo de malos modos.

≪Señor, hemos recibido un informe de los niveles superiores. Parece que se están movilizando algunos de los científicos≫.

—¿Movilizando?

—Si, señor. Están reuniendo al personal y a los trabajadores para llevarlos a la plataforma de la capsula de salvamento. Parece que planean una evacuación en masa.

Al oírlo, Flyte se puso tan contento que soltó una risita.

—Envíales un viento favorable, Atenea de ojos glaucos≫ —recito en voz baja.

Korolis, con el micro muy cerca de la boca, controlo su tono de voz.

—Mientras mande yo, nadie se ira del Complejo. ¿El jefe Woburn no tiene hombres en los niveles superiores ?

≪Si, señor. Están en la escalera de bajada al nivel ocho, colaborando en el control de daños≫.

—Pues ya sabe que hacer. Cambio y corto.

≪Si, señor≫.

La radio enmudeció con un pitido.

Korolis se volvió hacia Rafferty.

—Distancia hasta la anomalía?

—Un metro justo debajo del nivel excavado.

—¿Recibe datos?

—Ahora lo compruebo. —El ingeniero se inclino hacia sus instrumentos—. Parece compuesto de un material extremadamente denso.

—Tamaño?

—Desconocido. Se extiende en todas las direcciones.

—¿Otro estrato?

—No es probable, señor. La superficie parece totalmente regular.

Totalmente regular. Y a un metro en vertical. Al oírlo, el corazón de Korolis se disparó.

Volvió a secarse la frente con un gesto maquinal. Después se humedeció los labios.

—¿Situación del sistema de chorro de aire?

—Operativo al cien por cien.

—Muy bien. Que la tuneladora perfore el apartadero. Después introdúzcala por el túnel, con el Gusanito, y despliegue el brazo estabilizador.

—Si, señor.

Korolis miró a Rafferty, después a Flyte y nuevamente al ingeniero. Acto seguido volvió a concentrarse en el visor, sin decir nada.

58

Crane tardó casi veinte minutos en recorrer todo el nivel nueve, el que no descansaba nunca, pero que ahora presentaba el aspecto de una ciudad fantasma. El teatro era un cementerio de butacas vacías. En la biblioteca no había ni un alma. El economato estaba cerrado, con las ventanas oscuras. Solitarias, las mesas de la terraza del café esperaban en vano a la clientela. Encontró a un operario dormido en un cubículo de la zona multimedia, y a un solo técnico en el centro médico, donde entro a buscar un equipo médico portátil. Les hizo subir al nivel doce.

Entro en la lavandería (ni un alma) y cogió una toalla. Después volvió a Times Square para echar un último vistazo a los escaparates. Tanto silencio era estremecedor. Olía a café tostado, y salía música de la cafetería. También había otro sonido, un ligero crujir en el nivel de abajo, el ocho. Inevitablemente, le recordó su época en los submarinos, y el peculiar crujido, casi siniestro, que hacían los tanques de lastre al llenarse de agua de mar.

Al subir por la escalera pensó otra vez en Michelle Bishopp. No quería creerlo. Sin embargo, en parte sabia que quizá fuera la única explicación de que no hubiera organizado ella a los científicos, ni hubiera cumplido su promesa de volver a llamarlo. Ya analizaría más adelante sus motivos. De momento no tenía tiempo para eso.

Se acordó de su última y breve conversación telefónica. ≪O sea, que Spartan no piensa parar la excavación?≫ Si algo le quedaba claro, por desgracia, era que Bishopp no lo había preguntado por curiosidad.

Al llegar al nivel doce recorrieron rápidamente los pasillos, donde no quedaba nadie. La zona de embarque de la capsula de salvamento era una sala grande adyacente al Complejo de Compresión. Al entrar encontró a dos docenas de personas haciendo cola delante de una escalerilla de metal fijada a la pared. En el techo había una escotilla por donde penetraba la escalera, y de la que bajaba un resplandor azulado que daba un relieve fantasmal a los peldaños.

Vanderbilt estaba supervisando el embarque con Hui Ping al lado. Se acercaron a Crane al verlo entrar.

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