Trilogía de la Flota Negra 1 Antes de la Tormenta (7 page)

BOOK: Trilogía de la Flota Negra 1 Antes de la Tormenta
7.89Mb size Format: txt, pdf, ePub

—Streen dice que no tiene nada que contarnos. Pero tuve la impresión de que estaba protegiendo a Luke.

—¿Protegiendo la intimidad de Luke, tal vez?

—Tal vez —dijo Leia—. Supongo que ahora vas a decirme que debería respetar su intimidad, y dejar de preocuparme por este asunto.

—Es una idea —replicó Han—. Luke es un Maestro Jedi..., y se ha ido en el mejor caza de que disponemos, gracias al almirante Ackbar. Si hay alguien que pueda cuidar de sí mismo, seguro que ese alguien ha de ser mi viejo amigo Luke.

Leia se dejó caer de espaldas sobre la cama.

—Qué curioso... Cada vez que pienso en ese tema, lo que me acaba viniendo a la cabeza es que nadie tiene tanta habilidad para meterse en líos como Luke.

—Ésa es la gran diferencia existente entre un amigo y una hermana.

—Sí, supongo que sí —dijo Leia, y suspiró—. Hablando de hermanas... ¿Ha ocurrido algo más hoy?

—Bueno, veamos —dijo Han, cruzando los brazos encima del pecho y alzando la mirada hacia el techo—. Después del almuerzo, Jaina se hartó de que Jacen volviera a empezar con su viejo numerito de ignorarla y se dedicó a sabotear sus ejercicios Jedi. Acabaron teniendo una discusión tan larga que al final consiguieron que les sentara mal el almuerzo a los dos, y entonces...

Apenas hubo desconectado los motores, Luke pudo oír el aullido del viento que soplaba en el exterior. Las ráfagas hicieron que el ala-E oscilara sobre sus soportes de descenso y rociaron su superficie con la gélida espuma salada arrancada a las crestas de las olas que rompían cerca de la playa.

—No apagues los estabilizadores —le dijo Luke a R7-T1 mientras se quitaba el arnés de seguridad.

El androide astromecánico emitió un trino de respuesta, y las palabras se recomienda usar los sistemas antihielo de las alas aparecieron en el monitor de la carlinga.

—De acuerdo, entonces deja conectados también los sistemas antihielo. R7-T1 respondió con un ronroneo. Ruego confirme respuesta

NEGATIVA A CONTROL DE TRÁFICO DE CORUSCANT.

—Sí, estoy seguro de que no quiero que notifiques nuestra llegada al control de tráfico. No quiero que sueltes ni un pitido..., ni siquiera para comprobar si el cronómetro atrasa, ¿entendido?

Se inclinó hacia adelante para abrir el cierre de la carlinga, y la burbuja se deslizó sobre unas bisagras ocultas hasta quedar en posición vertical con respecto al fuselaje. Un chorro de aire húmedo y muy frío entró en la carlinga junto con el sonido del oleaje.

—Volveré cuando haya encontrado el hangar.

La playa, de apenas treinta metros de anchura, era una pequeña franja arenosa incrustada entre un mar verdoso de aspecto enfurecido y un acantilado rocoso que tendría unos quince metros de altura. Más allá de los rompientes se alzaban varios pináculos retorcidos de la misma roca negro rojiza que sobresalían del agua. Rocas más pequeñas estaban esparcidas por entre las olas y a lo largo de toda la playa, medio enterradas en la gruesa arena marrón. Una espesa capa de nubes grisáceas parecía hervir en las alturas, agitándose bajo la presión incesante del viento.

Luke avanzó lentamente por la playa rocosa, yendo en dirección sur sin prestar atención al viento y el frío. Mantenía una mano extendida delante de él con la palma vuelta hacia abajo y la iba moviendo metódicamente de un lado a otro a través del aire, con lo que casi parecía un ciego que estuviera moviéndose a tientas por una habitación con la que no estuviera familiarizado.

Luke no había ido muy lejos cuando se detuvo y alzó la mirada hacia la cima del acantilado. La estuvo contemplando durante unos momentos, y acabó volviendo la vista hacia dos columnas de roca gemelas. Después bajó el mentón hasta pegarlo al pecho, cerró los ojos y dio dos lentas vueltas completas sobre sí mismo antes de volver a alzar la mirada hacia la cima del acantilado.

—Sí —dijo, y el viento le robó la palabra de los labios—. Sí, es aquí.

Se sentó en la arena, con las piernas cruzadas y la espalda recta, y juntó las manos sobre su regazo, uniendo las yemas de los dedos de cada una con los de la otra. Luke se concentró en una imagen mental y permitió que su consciencia se fuera hundiendo en las profundidades del flujo de la Fuerza que discurría por debajo de él. Con ojos que miraban hacia el interior, encontró lo que buscaba y detectó su presencia, de la misma forma en que habría percibido las pequeñas taras de un cristal casi perfecto. Luke desplegó su voluntad.

La arena se removió a su alrededor. Las rocas temblaron y oscilaron lentamente de un lado a otro, y después empezaron a elevarse sobre el mar y la arena como si estuvieran siendo separadas de ellos por una pantalla invisible. Girando por los aires mientras buscaban su lugar, las piedras fueron adquiriendo la forma de un muro derruido y unos cimientos desmoronados primero, y de un arco, una puerta y una cúpula después, revelando las ruinas de la fortaleza secreta de Darth Vader. La vieja estructura quedó suspendida en el aire por encima de Luke y a su alrededor, de la misma manera que en tiempos lejanos se había alzado sobre el acantilado, coronándolo con la oscura masa de un edificio imponente y amenazador.

No había nada en los archivos de la Ciudad Imperial que pudiera decir si su padre había llegado a ocupar la fortaleza, aunque estaba claro que había sido construida para él de acuerdo con sus instrucciones. Cuando fue destruida por los desintegradores de un ala-B, algunos días después de que la Nueva República reconquistara Coruscant, la fortaleza se hallaba vacía.

¿Era allí donde Darth Vader había planeado sus conquistas mientras servía al Emperador? ¿Era allí adonde iba para rejuvenecerse después de una batalla? ¿Habría acogido aquel lugar sus celebraciones, sus desenfrenados placeres o sus crueldades? Luke aguzó el oído para tratar de captar los ecos de las viejas fuerzas malignas, y no pudo estar seguro. Pero eso no tenía ninguna importancia para sus planes. Tal como había redimido y reclamado a su padre, así redimiría y reclamaría la casa de su padre.

Las piedras volvieron a girar en el aire, y otros peñascos extraídos del mar y arrancados a la cara del acantilado se unieron a ellas. Un borde afilado e irregular se fusionó con otro, y las oscuras superficies de las rocas se fueron volviendo más y más claras a medida que su estructura mineral iba siendo alterada. Los gruesos muros y suelos de piedra se fueron volviendo más delgados y adquirieron una grácil elegancia, como si fueran arcilla bajo las manos de un alfarero. Una torre se fue estirando hacia el cielo, prolongándose esbeltamente hasta que se alzó por encima del final del acantilado.

Cuando hubo terminado —con la última brecha cerrada, la última roca transformada y la estructura que sobresalía de la arena firmemente instalada sobre pilares de piedra que se extendían hacia abajo hasta llegar al lecho rocoso—, Luke levitó el ala-E a lo largo de la playa y lo metió en la cámara que había creado para el caza. Pero lo que usó para cerrar la abertura no era una puerta, sino un grueso muro que impediría el paso no sólo del viento y del frío, sino también de cuanto había en el mundo.

—Desconecta todos los sistemas —le dijo a R7-T1—. No te necesitaré durante algún tiempo, así que cuando hayas terminado puedes pasar a la modalidad de espera.

Lo último que debía hacer era inspeccionar su refugio desde la perspectiva de cualquier visitante traído hasta allí por el azar cuya mirada pudiera posarse sobre él. Todo estaba tal como lo había planeado. Desde el cielo, el refugio parecía formar parte de la playa. Desde el mar, parecía formar parte de los acantilados. Desde la playa, parecía formar parte del cielo.

Desde los acantilados, parecía formar parte del mar. No era un truco de camuflaje, sino una simple cuestión de permitir que las esencias de su sustancia fueran vistas. El refugio formaba parte del mar, de la roca, de la arena y del cielo, y bastaba con permitir que estuviera en armonía con todas esas cosas en vez de imponerles su presencia.

La última prueba fue subir a la torre e inspeccionar el panorama. Pero cuando miró hacia el este, descubrió que las capas de nubes bajas le impedían ver nada. Luke esperó, evitando percibir el transcurso del tiempo con tanta facilidad como evitaba notar el frío. Esperó hasta que el viento acabó llevándose la tormenta y hasta que pudo ver las cimas cubiertas de nieve de las montañas Menarai elevándose majestuosamente sobre la joya del Núcleo, ribeteada contra el cielo por la luz amarillenta que despedía la luna interior.

—Que esta visión me recuerde siempre que las pocas piedras que he erigido acabarán derrumbándose —murmuró—. Y que el recuerdo de Anakin Skywalker me impida olvidar que la rendición es más poderosa que la voluntad.

Después bajó por fin a su refugio, y selló la entrada detrás de él.

Leia despertó de repente y se irguió en la oscuridad.

—Está aquí —dijo.

—¿Eh? —preguntó Han con voz soñolienta.

—Está aquí..., en Coruscant.

—¿Quién está aquí?

—Luke. He sentido cómo su mente rozaba la mía.

—Estupendo. Invítale a cenar —dijo Han con un bostezo.

—No lo entiendes —dijo Leia, empezando a impacientarse—. Estaba dormida, o creía estarlo. Estaba soñando que Luke se inclinaba sobre mí y me miraba. Entonces comprendí que estaba despierta. Nos miramos el uno al otro durante un momento, y después Luke desapareció..., como si hubiera corrido una cortina.

—Eso me suena a estar soñando.

—No —dijo Leia, y meneó la cabeza—. Tenías razón, Han... Luke se está escondiendo. No quiere ser encontrado.

Han se tapó la cabeza con una almohada.

—Pues entonces deja que se esconda —replicó—. Es de noche, y quiero dormir.

—Pero es que yo quiero saber por qué se esconde. No entiendo qué está ocurriendo.

«Y además necesito saber que Luke está ahí en caso de que le necesite», pensó.

—Ya nos lo contará cuando esté preparado —dijo Han, atrayendo a Leia hacia el cálido y reconfortante círculo de sus brazos—. Duerme, princesa mía.

Las mañanas siempre llegan demasiado pronto.

3

Los enormes ventanales curvados de la sala de conferencias, que se encontraba a gran altura en los restos restaurados del Palacio Imperial, daban al más antiguo y concurrido de los tres espaciopuertos que canalizaban el numeroso tráfico de la Ciudad Imperial.

Por razones de seguridad, las coordenadas de los descensos y los despegues siempre eran calculadas de tal manera que ninguna nave tuviera que acercarse al complejo administrativo reconstruido. Pero aun así seguía siendo posible contemplar sus idas y venidas, e identificar —quien tuviera buena vista— modelos familiares e incluso una nave determinada. Leia había ido a la sala de conferencias en más de una ocasión para ver cómo el
Halcón Milenario
partía en alguna misión o para esperar impacientemente su regreso.

Pero el que las actividades del espaciopuerto llegaran a exigir la atención de quienes se hallaban en la sala de conferencias era algo que no ocurría muchas veces. Sólo las naves más grandes, un ocasional descenso de emergencia seguido por una explosión, o la interrupción inesperada de un lanzamiento a plena potencia podían ser oídos a través del transpariacero.

Por eso cuando los paneles empezaron a vibrar en simpatía con las oleadas de sonido que caían sobre ellos desde el exterior, tanto Leia como Ackbar levantaron la vista de su trabajo para averiguar a qué podía deberse.

Vieron cómo una luminosa silueta esférica que tenía tres veces el tamaño de un transporte corriente descendía hacia el espaciopuerto. Tres naves de escolta mucho más pequeñas trazaban círculos en torno a ella, como planetas moviéndose alrededor de una estrella. Las ondas de distorsión atmosférica brotaban de las depresiones que cubrían la parte inferior del casco de la nave esférica.

—Me parece que esa nave está utilizando impulsores de pulso aradianos sin ninguna clase de amortiguación —dijo Ackbar—. Notable, realmente notable... Fíjese en lo lento y estable que es el descenso. Tendré que echarle un vistazo desde más cerca.

—Bien, parece ser que la delegación de Duskhan ha llegado por fin —dijo Leia—. Supongo que los espaciopuertos del Cúmulo de Koornacht estarán bastante alejados de los barrios residenciales.

—¿No va a ir a dar la bienvenida al embajador Spaar?

—El Primer Administrador Engh ya está allí con un androide de protocolo —respondió Leia.

—Ya veo —dijo Ackbar—. ¿Les ha enviado algún mensaje?

—Oh, poca cosa: sólo que deben comprender que «Presidenta» no es un título honorífico —dijo Leia—. Pero eso no quiere decir que obre así porque le tenga manía a Duskhan, desde luego. A partir de ahora, voy a ser bastante grosera con todo el mundo. El problema es que cada semana llegan sencillamente demasiadas delegaciones diplomáticas... Últimamente me pasaba la mitad del día esperando en las salas de llegada. —Leia frunció el rostro en una mueca de irritación—. Especialmente cuando alguien retrasa su llegada tres veces, y siempre en el último momento.

Mientras hablaba, Leia volvió a doblar el triángulo azul de pergamino walallano que un mensajero había colocado delante de ella hacía unos momentos, y lo dejó a un lado.

El acto no le pasó desapercibido a Ackbar, dado que sólo uno de sus ojos estaba dirigido hacia la ventana.

—¿Es la carta del senador Peramis?

Leia asintió.

—¿Y...?

—El tono general es bastante humilde —dijo Leia.

—Excelente.

Leia volvió a asentir.

—Ojalá tuviera ese don tan peculiar que posee Behn-kihl-nahm. Casi nunca deja señales de pulgares en las gargantas de sus vícti..., de las personas a las que persuade.

—Tendrá que averiguar dónde compra sus guantes —dijo Ackbar. El transporte duskhaniano ya se había posado sobre la pista, y las naves de escolta estaban desapareciendo una detrás de otra en un hangar de la parte superior de la esfera—. ¿Tiene programada alguna reunión con Nil Spaar?

—Nos veremos dentro de diez días.

—¿Tanto tiempo? Debería permitir que el Primer Administrador se ocupara de algunos de los mundos menos importantes de su programa de actividades. Y no me refiero meramente a recibir sus delegaciones, sino a todo el proceso de admisión.

—¿Para dejarles claro desde el primer momento que van a ser miembros de segunda clase de la Nueva República? No me parece que sea muy buena idea.

Other books

Return to Sender by Julia Alvarez
The Grey Pilgrim by J.M. Hayes
The Last Romanov by Dora Levy Mossanen
Rest in Pizza by Chris Cavender
Crimson Joy by Robert B. Parker