Read Trilogía de la Flota Negra 3 La Prueba del Tirano Online
Authors: Michael P. Kube-McDowell
Los cuatro wookies eran una visión realmente impresionante, y su presencia en la sala médica atrajo una considerable atención llena de curiosidad.
Luke creyó reconocer al wookie herido como Lumpawarump, y sus suposiciones se vieron confirmadas cuando Chewbacca le convirtió en el siguiente objeto de su nerviosa vigilancia.
Lumpawarump había bajado de la nave moviéndose sin ayuda y por sus propios medios, pero la quemadura de desintegrador de segundo grado de su pantorrilla derecha estaba recubierta de feas ampollas que ya empezaban a rezumar fluidos y también necesitaba ser atendida. Un androide traductor llegó justo a tiempo para ayudar al K-1B en las negociaciones con sus pacientes.
—La piel y las células capilares han sufrido daños bastante serios. Los daños sufridos por el tejido graso y los músculos son limitados —dijo el K-1B—. Todos los daños pueden ser reparados. Prescribo una sesión de inmersión de diez horas de duración.
Tanto Chewbacca como su hijo volvieron la mirada hacia la mesa de preparación en la que Han estaba siendo equipado con su respirador y sus monitores. Chewbacca tensó el labio superior sobre los dientes en una expresión de disgusto, y Lumpawarump meneó la cabeza en una vigorosa negativa mientras gruñía una respuesta.
La traducción del androide fue claramente diplomática.
—El paciente ha expresado una disposición de ánimo básicamente contraria a la idea de la inmersión.
La cabeza de K-1B giró de una manera inconfundiblemente mecánica.
—La efectividad de los tratamientos tópicos es limitada —dijo—. Los injertos no son una solución terapéutica adecuada en especies que están dotadas de abundante pelaje corporal. La probabilidad de que queden cicatrices es considerablemente elevada a menos que se recurra a la inmersión.
Tanto Lumpawarump como Chewbacca respondieron de inmediato con gruñidos cuyos timbres contrastaban de manera muy aguda.
—El paciente dice que las cicatrices le parecen socialmente deseables. El guardián del paciente expresa su temor de que si las lesiones no son tratadas de una manera efectiva, K-1B experimentará serios fallos de funcionamiento y abundantes disrupciones en sus sistemas.
A pesar de la sombra de preocupación que sentía tanto por Han como por el hijo de Chewbacca, Luke no pudo contener una risita ante la obvia paráfrasis del androide. El sonido hizo que Chewbacca alzara la vista hacia Luke, con lo que sus ojos se encontraron por primera vez desde que el
Halcón
había quedado atracado en el hangar. El wookie señaló a Han con visible irritación, y después emitió un gruñido tan seco como cortante. Su significado estaba tan claro que no requirió ninguna traducción. Aquella mirada le estaba preguntando dónde se había metido mientras Han le necesitaba.
—No lo sabía, Chewie —dijo Luke—. No apareció en ninguna de las redes de noticias. El general me ha dicho que el bloqueo informativo fue total. Estaba muy lejos, y nadie me lo dijo..., ni siquiera Leia. —La mirada de Luke atravesó la sala y se posó en Han, que estaba siendo transferido de la mesa de preparación al interior del tanque bacta—. Sencillamente no lo sabía...
Técnicamente hablando, el campamento de Pa'aal, la luna primaria del quinto planeta del sistema de N'zoth, no era una prisión. Los esclavos no son alojados en prisiones.
El campamento era la residencia permanente de los supervivientes de la antigua fuerza de ocupación enviada por el Mando Espada Negra durante el mandato del gobernador Crollick. En su momento de máximo esplendor el campamento había contado con casi trescientos mil habitantes, la mayoría de ellos humanos y procedentes de las tripulaciones de los Destructores Estelares
Intimidador
y
Valeroso
, que habían sido capturados intactos por los incursores yevethanos en el que hubiese debido ser el último día de la ocupación imperial.
Los cautivos habían comprado el derecho a seguir viviendo prestando servicios al virrey, y al comienzo esos servicios habían sido esenciales.
Los imperiales enseñaron a los yevethanos tanto el funcionamiento de un navío de guerra como los secretos más delicados de su construcción.
Sirvieron a bordo de sus naves rebautizadas bajo nuevos capitanes de otra especie, y trabajaron en los astilleros a las órdenes de nuevos capataces de esa misma especie. El conocimiento encerrado en sus cabezas y la experiencia acumulada en sus manos hacían que fuesen lo suficientemente valiosos para que se los mantuviese con vida..., por lo menos hasta que los yevethanos les hubieron arrancado todos sus secretos.
Durante los dos primeros años, sólo los que se negaban a cooperar fueron eliminados de la población de Pa'aal. Pero durante el tercer año, sus guardianes empezaron a reducir diligentemente los contingentes de cautivos. A esas alturas los supervisores ya tenían una idea bastante clara de quiénes poseían capacidades especializadas y quiénes carecían de ellas. Estos últimos podían ser sustituidos por yevethanos, y lo fueron..., y muchos adiestraron a sus sustitutos antes de ser ejecutados.
Los primeros fueron mantenidos con vida para ser utilizados cuando así lo dictara la necesidad, y pasaron a ser considerados como piezas de repuesto para la máquina bélica que estaban construyendo los yevethanos.
La mitad de la población de Pa'aal desapareció durante el tercer año: la mayoría de las bajas fueron causadas por los yevethanos, pero también hubo un número nada despreciable de suicidios. Las condiciones de vida en Pa'aal eran terribles, y la esperanza de ser rescatados se había esfumado a medida que el fríamente calculado proceso de selección iba siguiendo su curso.
Los que sobrevivieron para ver llegar el cuarto año eran, en muchos aspectos, un grupo selecto. Los supervivientes eran inteligentes y enérgicos, y no sólo se habían acostumbrado a las privaciones de su existencia sino que también habían adquirido una sagaz comprensión de los mecanismos políticos de su situación. Y además habían encontrado un sustituto para la esperanza bajo la forma de un líder y un plan.
Durante los largos años transcurridos desde entonces, cada esclavo que era sacado de Pa'aal para prestar un día, una semana o un mes de servicios a los yevethanos había partido sin ofrecer ninguna resistencia y con un propósito y una misión que iban más allá de la mera supervivencia. Los imperiales cautivos necesitaban tener acceso a las naves, los materiales y las herramientas, a un poco de tiempo libre de toda supervisión..., y todo eso sólo podía ser obtenido a través de una colaboración sistemática y sincera con el enemigo.
A pesar de sus esfuerzos, había llegado un momento en el que los yevethanos ya no parecieron necesitarlos para nada, y Pa'aal se había convertido no en un almacén, sino en un vertedero. Un año entero podía transcurrir sin ningún progreso mensurable y sin ninguna promesa de cambio. El suicidio y la falta de interés por cuanto les rodeaba que acompañaban a la depresión profunda iniciaron una nueva erosión del número de habitantes.
Pero siete meses antes los amos habían empezado a volver a Pa'aal. Por primera vez desde el fin del proceso de selección, hubo yevethanos que recorrieron el campamento durante algo más de unas horas y se dedicaron a preguntar y observar. Ese escrutinio adicional quedó más que compensado por la oportunidad adicional que ofrecía, a medida que una parte cada vez más grande de la población iba siendo llamada al servicio y sacada del campamento en un continuo desfile de lanzaderas. Antes de que hubiera transcurrido mucho tiempo, Pa'aal parecía habitada básicamente por fantasmas.
Las razones de aquel cambio fueron llegando poco a poco junto con los que volvían: los yevethanos estaban lanzando nuevas naves, entrenaban nuevas tripulaciones y tenían nuevos problemas con los motores y las armas clonadas. La historia fue recompuesta gradualmente, y por fin llegó un momento en el que los prisioneros de Pa'aal fueron más conscientes de la inminencia de la guerra que los mismos yevethanos.
Y durante todo ese tiempo el trabajo siguió avanzando a un ritmo tan intenso que rozaba lo peligroso.
—Se aproxima un momento de oportunidad que nunca se repetirá en nuestras vidas —le había dicho el mayor Sil Sorannan a su alto mando secreto—. Si no estamos preparados cuando llegue ese momento, todos moriremos en Pa'aal.
Sorannan se acordó de sus palabras mientras contemplaba los cuatro diminutos chips transductores de pulso energético que acababan de serle entregados por un mensajero que había vuelto con un grupo de trabajo.
—El mayor Neff me dijo que debía comunicarle que habían superado todas las pruebas con generosos márgenes de tolerancia —dijo el mensajero—. Está seguro de que cumplirán su función.
Sorannan asintió y llamó con un gesto de la mano al otro hombre presente en la habitación.
—Que traigan los controladores.
Cuatro objetos muy distintos —y aun así de lo más común— fueron recogidos en cuatro partes distintas del recinto y depositados ante Sorannan. Usando una lupa de ingeniero, unas pinzas improvisadas y un microsoldador manual, Sorannan añadió un chip a cada uno de los circuitos disimulados en el interior de cada objeto.
Los chips eran las últimas piezas que les faltaban a los controladores para estar completos, y Sorannan selló irreversiblemente los paneles de acceso y los conductos inteligentes antes de entregar cada objeto a un mensajero.
—Dale esto a Dobattek.
«Ocúpate de que esto llegue a manos de Jaratt, en el
Valeroso
.
»Esto es para el
Harramin
.
»Quiero que esto sea entregado a Eistern a bordo del
Intimidador
. Dile que pronto estaré allí. Dile que haga correr la voz de que ya casi ha llegado el momento.
Mientras Han dormía dentro del baño curativo de la solución bacta, el alto mando analizó los últimos datos remitidos por las sondas de éxtasis escondidas en las profundidades del cúmulo y los wookies prepararon al
Halcón
para la batalla que les esperaba. Luke, que no se hallaba incluido en ninguna de esas actividades, se encontró solo y con mucho tiempo libre.
Fue al camarote de Wialu y Akanah con la intención de volver a abrir el tema de Nashira. Pero Wialu no estaba allí y Akanah no quiso decirle dónde podía encontrarla.
—Tiene que prepararse, y permanecerá sumida en una profunda meditación hasta que llegue el momento —dijo Akanah—. Esto va a ser muy difícil, y Wialu debe ser lo bastante fuerte para mantener la proyección incluso si hay lucha.
—¿La ayudarás?
—No me lo ha pedido.
—¿Crees que puedo...?
—¿Pedirme que la ayude o ayudarla?
—Ayudarla —dijo Luke.
—No. Posees un gran poder, Luke, pero esto no es algo que requiera poder. Cuando los dedos de tu mente tocan la Corriente, el roce todavía es mil veces más intenso de lo que debería ser.
Luke digirió esa información en silencio.
—¿Sabías que hay una fallanassi a bordo del
Orgullo de Yevetha
? Al menos eso es lo que me ha parecido entender después de haber escuchado el relato de Chewbacca. Se llama Enara. —Luke meneó la cabeza—. Tenían que contar con alguna clase de ayuda, desde luego, o de lo contrario jamás habrían logrado salir de allí... Meterse en el cubil del lobo de esa manera fue una auténtica locura por su parte. Sí, fue una magnífica demostración de locura wookie, ese tipo de locura que nace del exceso de valor y la falta de paciencia...
—Lo sé —dijo Akanah.
—¿Crees que Enara podrá ayudar a Wialu?
—No lo creo.
Luke frunció el ceño.
—Tengo la impresión de que desde que llegamos a J't'p'tan te cuesta mucho más hablar conmigo que antes.
—Las circunstancias han cambiado —dijo Akanah, y sus labios se curvaron en una tenue sonrisa llena de melancolía.
—¿Por qué? ¿Porque Wialu está aquí para escuchar y vigilar?
—Hemos perdido algo más que la intimidad —dijo Akanah—. Ya no estamos avanzando en la misma dirección.
—Si sabes eso, entonces sabes bastante más que yo..., porque sigo sin tener muy claro hacia dónde voy —dijo Luke, alargando el brazo para coger una silla y sentándose en ella con el respaldo por delante—. Ahora tengo más preguntas que nunca.
—¿Y no sientes la tentación de tratar de obligar a Wialu a que responda a ellas? —preguntó Akanah.
—La tentación es meramente ocasional, y no me cuesta demasiado resistirla —admitió Luke—. Sé que no obtendría nada con ello.
—Sería un error inconmensurable.
—También lo sé —dijo Luke—. Pero tú podrías responder a algunas de mis preguntas..., como mi maestra.
Akanah bajó la vista y meneó la cabeza.
—No lo creo, Luke.
—¿Por qué? ¿Porque Wialu dijo que no tenías derecho a considerarte como tal? Dijo que no eras más que una niña...
—Y tenía razón —dijo Akanah—. El día en que nos conocimos ya te dije que estaba incompleta..., que había una debilidad, un espacio vacío dentro de mí..., que la pérdida de lo que me habría enseñado mi madre me había impedido alcanzar la plenitud.
—Sí, supongo que me lo dijiste —murmuró Luke—. Pero supongo que en ese momento presté más atención a todo lo que estabas diciendo sobre mí.
—Olvidarme de mí misma no me costó demasiado —dijo Akanah—. Pero el poco tiempo que he pasado al lado de Nori ha bastado para que comprendiera hasta qué punto me he extraviado al carecer de una guía adecuada. Estos días junto a Wialu me han demostrado que deberé recorrer una gran distancia para poder volver al camino correcto.
—Tu madre... Talsava... ¿Está con el Círculo?
—No —dijo Akanah—. Cuando hayamos terminado lo que hemos venido a hacer aquí, le pediré a Norika que sea mi maestra.
Luke cruzó los brazos sobre el respaldo de la silla y apoyó el mentón en ellos.
—Así que tu viaje ha terminado.
Akanah meneó la cabeza.
—Sólo está empezando. Sé que deberé retroceder y olvidar todas las lecciones equivocadas que he aprendido antes de que pueda volver a avanzar. No me envidies demasiado, Luke.
Luke respondió con una sonrisa bastante tensa.
—Sólo ha sido un momento de debilidad —dijo—. Bien, supongo que no puedo pedirte que me ayudes a dominar el arte de hacer desaparecer las cosas.
—Si decides seguir avanzando por este camino y convertirte en un adepto de la Corriente, tendrás que buscar a otra persona para que te enseñe sus misterios —dijo Akanah, tratando de conseguir que sus palabras sonaran lo más persuasivas posible—. Espero que lo harás. Posees una gran fuerza, Luke, pero tu alma busca desesperadamente la luz. Ésa es una parte del don que te ha sido negado.