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Authors: John Varley

Trueno Rojo (44 page)

BOOK: Trueno Rojo
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—Exacto, Lou. Cuando nosotros aterricemos, ellos deberían de estar todavía realizando sus maniobras de aerofrenado. Por cierto, parece ser que nuestra antena ha sufrido daños durante el lanzamiento, de modo que es posible que no podamos comunicarnos con la Tierra durante todo el viaje. Quiero advertirles, y en especial a nuestras familias, de que una pérdida repentina de señal no significa que hayamos reventado. Corto.

—Estoy seguro de que eso sería una pérdida terrible para sus seres queridos —dijo Lou, pero entonces frunció el ceño—. Pero se me ocurre que una "pérdida de señal" sería un medio muy conveniente de disimular un fallo en su historia, como por ejemplo que estuvieran transmitiendo clandestinamente desde la Tierra, utilizando un repetidor montado en un cohete muy pequeño y rápido que volara en la dirección en la que aseguran estar viajando, corto.

—Muy agudo, Lou. En este momento no puedo desmontar su teoría. Pero...

—No es mí teoría, no soy ningún experto, la idea es de... Oh, lo siento, debería haber esperado... Bueno, nuestro asesor científico se encuentra de camino al estudio y es él quien la ha sugerido para explicar una teoría que a todo el mundo con el que hemos hablado se le antoja sencillamente imposible. Corto.

—Como estaba diciendo, no puedo desmontarla. Pero sabrán la verdad muy pronto. Ahora quisiera presentarles a mi tripulación, empezando por... espere un momento, Lou, estamos viendo una imagen nueva en la pantalla. Dennos un momento.

Lo que estábamos viendo era una imagen del Despegue en la esquina inferior izquierda de la pantalla.

Parecía que mamá había invitado a un equipo de cámaras a entrar en el motel. Allí estaban mamá, María, Sam, Salty, Gracia, Billy... y Caleb, que al parecer ya había regresado tras dejar a Jubal en su escondite. Algunos de los vecinos se encontraban también allí, con aire asombrado y feliz. Todo el mundo se había reunido alrededor del aparato de televisión y parecía como si acabáramos de ganar las Series Mundiales y la Superbowl al mismo tiempo. Se oían risas y lágrimas y todo el mundo estaba brindando con copas de champaña de cuello alto.

Estuve a punto de saludar a la cámara, como un niño de tres años.

—Estamos en vivo en el Motel el Despegue —dijo Lou.

—Gracias, Lou —dio La Shanda Evans—. Nos han invitado a la oficina del Motel para compartir este momento con los amigos y familiares de la tripulación del Trueno Rojo. Vamos a ver si conseguimos alguna declaración. ¡Betty! Señora García, ¿podría hablar un momento con usted? ¿Querría decirle algunas palabras a su hijo?

Mamá hizo un esfuerzo y se tranquilizó. A continuación miró directamente a la cámara.

—Manny, car... solo quería decirte que... estoy tan orgullosa de ti que podría reventar.

Oh, vaya, si alguna vez he deseado que no estuviera enfocándome una cámara, fue esa. Tuve que esforzarme para contener las lágrimas mientras Travis me ofrecía el micrófono.

—Te quiero, mamá —dije—. Y, no te preocupes, vamos a volver, todos nosotros. —Le devolví el micrófono. Cinco segundos más tarde, todo el mundo reaccionó en la salita, con un silencio respetuoso al oír la primera parte y luego con vítores y aplausos.

La cosa no terminó allí. Dak pudo hablar un momento con su padre y Travis presentó a Kelly y Alicia. Por fin, nuestro capitán recobró el micrófono. Hizo una pausa momentánea, con aire muy solemne.

—Tengo una cosa más que decir —empezó— antes de que les llevemos a hacer una visita completa de nuestra nave, el Trueno Rojo.

»He hablado de la tecnología nueva y revolucionaria que hará posible este viaje. Realmente, revolucionará todos los aspectos de nuestras vidas cotidianas. Las cosas buenas que potencialmente pueden derivarse de ellas son demasiado numerosas para contarse. Estoy seguro de que no se me han ocurrido ni una parte minúscula de ellas.

»Pero, como ocurre con cualquier invento importante, contiene también un enorme potencial para el desastre. Este no es momento de entrar en detalles, pero hemos decidido que este descubrimiento es demasiado poderoso para estar en manos de una sola nación, y también es demasiado poderoso para estar en manos de todas las naciones... De modo que, ¿cuál es la solución? ¿Cómo podemos controlar esta nueva tecnología?

»No lo sé. No tengo ni la menor idea. Hemos estado tentados de destruir todo conocimiento sobre esta nueva fuente de energía... pero no creo que eso sirviera de nada. Lo que ha descubierto un hombre, acabará por descubrirlo otro.

»Lo que sí sé con certeza es que es demasiado poder para que lo posea un solo hombre o un grupo pequeño de hombres. Tenemos que encontrar la manera de hacer llegar el milagro de la energía gratuita a la humanidad sin destruirla en el proceso. No quiero esta responsabilidad, ninguno de nosotros la quiere. Y por eso hemos emprendido este viaje, para convertirnos en una voz que la gente escuche.

»En este preciso momento, deben de estar llegando cintas de vídeo a las oficinas del New York Times, del London Times, de la BBC y otras cincuenta agencias de noticias de todo el mundo. En estas cintas se muestran algunas de las cosas que pueden hacerse con esta nueva tecnología... lo que llamamos el "Estrujador" o el motor de "Estrujado". Quiero que los pueblos del mundo estudien con detenimiento esa información. Es vital que lo hagan.

»Siento haberme extendido tanto, Lou. Ahora vamos a empezar la visita. No tengan reparos en hacer todas las preguntas que quieran. Corto.

Por supuesto, ningún periodista del mundo hubiera podido contenerse ante semejante invitación. Lou —al mismo tiempo que, probablemente, estuviera calculando la magnitud del aumento que iba a pedir y saboreara en su mente el Premio Pulitzer— tenía un millar de preguntas.

La visita se realizó simplemente pasando de una cámara a otra mientras nosotros nos desplazábamos entre habitación y habitación. También les enviamos algunas tomas exteriores. La cosa duró cerca de una hora.

A mitad de visita, sonó un teléfono. Nos miramos unos a otros. Kelly palpó el bolsillo de su pantalón y sacó un teléfono móvil. Volvió a sonar.

Se retiró a la escalerilla del camarote inferior. La seguí y la observé mientras lo abría.

—¿Sí...? No puedo creerlo. ¿Es que no puedo librarme de ti en ninguna parte?

Dije en voz baja:

—¿Tu padre? —y ella asintió. Entonces se echó a reír.

—¿Cómo que dé media vuelta? Tienes que haber perdido la cabeza... No, papá, nada de eso, Travis no me ha secuestrado. De hecho, he tenido que colarme para subir a bordo... No vuelvas a mencionarlo, papá, o... Muy bien, tú lo has querido. ¿Estás en tu oficina? Muy bien. Mira en el último cajón de la izquierda, en tu mesa... ¿Lo ves? Eso no es más que una parte de lo que sé de ti. ¿Quieres ver algo de eso en la primera página del Herald? ¿No? Entonces deja de gritar que vas a meter a Travis en la cárcel. ¿Qué...? ¿Que qué quiero que digas? ¿Qué tal un "rezaré por ti"? ¿O qué tal un "ten cuidado"?... No, no lo creo. Muy bien, papá, pero voy a regresar, al margen de lo que pienses.

Apagó el teléfono y, acto seguido, dio media vuelta y se dirigió al baño. Abrió el agujero y tiró el teléfono dentro.

Me sonrió... pero entonces la sonrisa se quebró y se echó a llorar. La estreché entre mis brazos y dejé que se lo sacara de dentro. En aquel momento dejé de lamentarme por no tener un padre vivo. Era mucho peor tener un padre tan odioso como el suyo.

Una hora más tarde, cuando fui a utilizar el baño, todavía se oía el teléfono sonando allí abajo, en el fondo del agujero, entre las bolsas de plástico arrugadas llenas de orines.

Capítulo 27

Por supuesto, no había en el mundo teléfono móvil que pudiera alcanzarnos donde estábamos cuando Kelly recibió su llamada. Se lo contamos a Travis y este supuso que probablemente el señor Strickland tuviera un amigo en la CNN que habría camuflado la señal telefónica en la que la cadena estaba enviándonos.

—Al margen de todo lo demás —dijo Travis—, no se puede negar que el tío tiene recursos.

—Eso ya lo sabía, créeme —dijo Kelly.

Después de la visita a la nave, las cosas se calmaron un poco. Podríamos haber concedido entrevistas sin descanso, puesto que todas las agencias de noticias del planeta habían solicitado una, pero muy pronto habríamos empezado a repetirnos. ¿Cuántas veces puedes responder a, "¿cómo se siente estando en el espacio en un armatoste casero?"? Así que respondimos que estábamos demasiado ocupados y programamos otro informe en directo para doce horas más tarde.

¿Demasiado ocupados? Era mentira.

En todo viaje largo, ya sea en una astronave a Marte o en un tren Amtrak de Nueva York a Los Ángeles, lo principal que experimentas es el aburrimiento. De hecho, el viaje a Marte fue más tedioso. En un tren, por lo menos, cambia el paisaje. Aunque la vista desde los miradores del Trueno Rojo era insuperable, no cambiaba nunca. Una vez que la Tierra se hubo convertido en una estrellita brillante y hasta que Marte no dejase de ser otra estrella brillante, en este caso de color rojizo, el escenario estelar quedó fijo. Costaba creer que estuviéramos moviéndonos, y no digamos a la velocidad más alta alcanzada por humanos en toda la historia.

¿Y qué hacíamos? Jugar al Monopoly y ver la televisión.

Al cabo de poco tiempo, todas las cadenas estaban enviándonos sus señales. Dak se las arregló para que pudiéramos ver una docena de ellas en una misma pantalla, como una especie de colcha de retazos móvil, y cuando detectábamos algo interesante, destacaba la imagen correspondiente en una pantalla grande.

Los dos sistemas más importantes, el de navegación y el de aire, eran controlados de forma automática por el ordenador y nosotros no teníamos que hacer otra cosa que vigilarlos. Técnicamente, Travis estaba de servicio mientras la nave estuviera en movimiento, pero el piloto automático estaba demostrando una fiabilidad total, así que podía dormir con una alarma junto a la cama, que sonaría en caso de que el ordenador perdiera la estrella a la que estaba apuntando. La estrella no se perdió nunca y Travis durmió como un tronco.

Establecimos tumos de cuatro horas en el sistema de aire, pero no interfirieron con las partidas de Monopoly, puesto que la consola del sistema podía manejarse por control remoto desde la cubierta de la sala común. Todas las luces estaban en verde.

La televisión empezó a trabajar sobre nosotros.

Todos lo habíamos visto antes. Una celebridad es asesinada, o acusada de asesinato. Un político poderoso se ve involucrado en un escándalo. Una historia determinada suscita el interés de la audiencia. De repente, gente normal y corriente se ve atrapada bajo el foco de los medios de comunicación. De repente, tu vida entera es objeto de examen bajo el microscopio. Los medios quieren saberlo todo, lo bueno y lo malo, pero especialmente lo malo. Hay pocas personas tan irreprochables como para soportar semejante escrutinio.

Kelly, por medio de nuestro nuevo amigo, el presentador Lou, trató de ponerse en contacto con su madre, pero el teléfono comunicaba. Entonces su madre llegó al Despegue y tuvo que abrirse paso entre cámaras y micrófonos hasta que mamá la dejó pasar al vestíbulo. Las cámaras las captaron por las ventanas mientras se abrazaban. Luego, claro, los medios estaban escuchando cuando Kelly y su madre mantuvieron una conversación de unos segundos. Su madre estaba enferma de preocupación, como no podía ser de otra forma, pero al menos no empezó a desvariar pidiéndole que diera media vuelta a la nave.

El señor Strickland, dotado del sentido mercantil de una barracuda, decidió subirse al tren del Trueno Rojo con ambas manos, ambos pies y su gordo culo. Cuando los periodistas llegaron a Strickland Mercedes-Porsche-Ferrari, había carteles por todas partes: ¡AQUÍ VIVE LA TRIPULANTE DEL TRUENO ROJO KELLY STRICKLAND! Si hubierais visto la entrevista que le hicieron a Strickland, habríais llegado a la conclusión de que había construido el Trueno Rojo él mismo, con las manos desnudas. Hasta logró derramar una lágrima cuando se le preguntó cómo se sentía al pensar que su hija estaba en el espacio con un ex astronauta que posiblemente estuviese un poco loco.

—Tengo la mayor confianza en el capitán Brassard —dijo, y si no lo conociera, habría creído que Travis "Brassard" y él eran amigos íntimos—. Estoy seguro de que traerá a mi preciosa hija de vuelta a casa, sana y salva.

Con una sonrisa que no tenía nada de preciosa, Kelly pidió ponerse en contacto con la firma de abogados que nos representaba, y le explicó a un procurador que tenían razones para creer que Strickland Mercedes-Porsche-Ferrari había violado la ley al hacer exhibición de una marca registrada sin permiso. Había registrado y patentado todo lo que tuviera hasta la más remota conexión con la Corporación Trueno Rojo y en aquel mismo momento estaban preparándose y enviándose demandas y denuncias a las docenas de tiendas de recuerdos y camisetas y al único concesionario que estaban tratando de obtener beneficios a costa de nuestra aventura.

—Tenemos la intención de pedir daños y perjuicios cuando regresemos —le dijo a Lou y la noticia no tardó en transmitirse a una audiencia de unos dos mil millones de personas, en todo el mundo. Un equipo de televisión grabó la retirada forzosa de los carteles del aparcamiento de Strickland MPF. La cámara captó, por un momento, la expresión avinagrada del desprevenido señor Strickland mientras se apresuraba a entrar en su edificio en compañía de Miss Iowa.

Cuando los medios de comunicación están vigilándote todo el tiempo, es muy difícil no ser desenmascarado. La madre de Dak lo fue en el Despegue.

¿Qué mejor espaldarazo podía imaginarse para una carrera de cantante que llevaba casi tanto tiempo dando tumbos como Dak sobre la faz de la Tierra? Fue como si el hermano de un cantante sin talento saliera elegido de pronto Presidente de los Estados Unidos.

No trató de abrirse camino forcejeando entre la muchedumbre, como había hecho la madre de Kelly. Se quedó allí, con su pelo perfecto, su maquillaje perfecto y sus dientes perfectos. Proyectaba preocupación por su querido hijo. Dijo que rezaba por el bienestar de Dak y actuaba todas las noches en el Riviera Romm de Charleston, Carolina del Sur.

Pero para entonces a los periodistas habían empezado a salirles los colmillos. No tuvo respuesta cuando alguien le preguntó por qué llevaba casi doce años sin visitar a su hijo, y buscó refugio en el Despegue. Regresó quince minutos más tarde, mucho menos impaciente por hablar con periodistas. Pero al día siguiente canceló su contrato en el Riv y se trasladó a un club de Atlantic City. No trató de hablar con Dak una sola vez. Supongo que debió de olvidarse... o puede que supiera lo que Dak iba a decirle.

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