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Authors: Agatha Christie

Tags: #Intriga, #Policiaco

Un puñado de centeno (20 page)

BOOK: Un puñado de centeno
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—Su hermano parece haber estado siempre muy... bueno, ¿cómo diría yo?... muy sujeto a su padre.

—¿Quiere decir? —Lance parecía meditar aquel punto—. ¿Quiere decir? Sí, esa debía ser la impresión que daba. Pero no estoy seguro de que fuera así en realidad. Es asombroso observar, mirando hacia atrás, el modo con que Percy se ha salido siempre con la suya, sin causar nunca esa impresión.

Sí, pensó Neele. Revolvió entre los papeles que tenía delante y cogiendo una carta se la tendió a Lance.

—Esta es la carta que usted escribió en agosto pasado, ¿verdad, señor Fortescue?

Lance la miró antes de devolvérsela.

—Sí. La escribí después que regresé a Kenya el verano pasado. ¿La guardó papá? ¿Dónde estaba... aquí en la oficina?

—No, señor Fortescue. En Villa del Tejo, entre los papeles de su padre.

El inspector la estuvo observando calculadoramente mientras la depositaba sobre el escritorio. Era una misiva breve:

Querido papá:

He hablado de todo con Pat, y acepto tu proposición. Tardaré algún tiempo en arreglar las cosas aquí, digamos hasta finales de octubre o primeros de noviembre. Ya te avisaré cuando sepa la fecha exacta. Espero que nos llevemos mejor que antes. De todas formas haré lo que pueda. No puedo decirte más. Cuídate mucho. Tuyo,

Lance.

—¿A dónde dirigió esta carta, señor Fortescue? ¿A la oficina o a la Villa del Tejo?

Lance frunció el ceño en su esfuerzo por concentrarse.

—Es difícil de precisar. No lo recuerdo. Compréndalo, hace casi tres meses. Creo que a la oficina. Sí, estoy casi seguro. Aquí, a su despacho. —Hizo una pausa antes de preguntar con franca curiosidad—: ¿Por qué?

—Me gustaría saber... —dijo el inspector Neele—. Su padre no la archivó aquí con sus papeles, sino que la llevó consigo a Villa de Tejo, y yo la encontré en su escritorio. Quisiera saber por qué lo haría...

Lance rió.

—Supongo que para que no la viera Percival.

—Sí —repuso Neele—, eso parece. Entonces, ¿su hermano podía andar en sus papeles cuando quería?

—Pues —Lance vacilaba, con el ceño fruncido—, exactamente no. Quiero decir que pudo haberlos mirado en cualquier momento, pero era de suponer que...

El inspector Neele le ayudó a terminar la frase:

—... era de suponer que no lo haría. Lance sonrió ampliamente.

—Exacto. Con franqueza, se hubiera considerado una indiscreción. Pero me imagino que Percy siempre habrá metido las narices en todas partes.

El inspector Neele asintió. También él le consideraba capaz de una cosa así. Y esta opinión fue a unirse a lo que el inspector iba conociendo de su carácter.

—Y hablando del diablo... —murmuró Lance al abrirse la puerta en aquel momento dando paso a Percival Fortescue. Y el inspector, que estaba a punto de decir algo, se contuvo frunciendo el ceño.

—Hola —saludó Percival—. ¿Tú aquí? No me habías dicho que pensabas venir hoy.

—Me he sentido invadido por la fiebre del trabajo —dijo Lance—, de modo que estoy dispuesto a mostrarme útil en lo que sea. ¿Qué es lo que quieres que haga?

—Nada, de momento —dijo Percival—. Nada, en absoluto. Tendremos que llegar a una especie de acuerdo para ver de qué aspecto del negocio vas a ocuparte. Tendremos que prepararte un despacho.

Lance le preguntó sonriente:

—A propósito, ¿por qué has despedido a la hermosa Grosvenor y la has reemplazado por esa cara de caballo que está ahí fuera?

—La verdad. Lance... —protestó Percival.

—Definitivamente has salido perdiendo en el cambio —dijo Lance—. Yo esperaba conocer a esa preciosidad. ¿Por qué la despediste? ¿Pensaste que sabía demasiado?

—Claro que no. ¡Vaya una ocurrencia! —Percy habló irritado y un ligero rubor coloreó su pálido rostro. Se volvió al inspector—. No haga caso a mi hermano —dijo con frialdad—. Tiene un extraño sentido del humor. —Y agregó—: Nunca tuve muy buena opinión de la inteligencia de la señorita Grosvenor. La señora Hardcastle tiene informes inmejorables, es muy servicial y además muy moderada en sus términos.

—Muy moderada en sus términos —murmuró Lance, alzando los ojos al techo—. Percy, la verdad, no apruebo tu modo de tratar al personal de la oficina. A propósito, considerando la lealtad que han demostrado permaneciendo junto a nosotros durante estas tres semanas trágicas, ¿no te parece que debieras aumentarles el sueldo?

—Desde luego que no —exclamó Percival—. Me parece innecesario.

El inspector Neele observó el brillo malicioso de los ojos de Lance. Percival, sin embargo, estaba demasiado nervioso para notarlo.

—A ti siempre te se ocurren las ideas más extravagantes —gritó—. En el estado en que se halla la firma, nuestra única esperanza es la economía.

El inspector Neele carraspeó recordándole su presencia.

—Esa es una de las cosas de que quería hablar con usted, señor Fortescue —dijo a Percival.

—¿De veras, inspector? —Percival dirigió su atención a Neele.

—Quisiera exponerle algunas sugerencias, señor Fortescue. Tengo entendido que durante estos últimos seis meses o quizá más tiempo, tal vez un año, el comportamiento y conducta de su padre en general, fueron causa de intranquilidad para usted.

—No estaba bien —dijo Percival—. Desde luego, no estaba nada bien.

—Usted quiso inducirle a que viera a un doctor, pero fracasó. ¿Se negó categóricamente?

—Eso es.

—¿Puedo preguntarle si sospechaba que su padre sufría lo que se llama familiarmente neurastenia... con síntomas de megalomanía e irritabilidad que termina más pronto o más tarde en locura irremisible?

Percival demostró sorpresa.

—Es usted muy astuto, inspector. Eso es precisamente lo que yo temía. Por eso tenía tanto interés en que mi padre se sometiera a tratamiento médico.

Neele continuó:

—Entre tanto, hasta que usted lograra convencerle para que lo hiciera, ¿era capaz de causar graves perjuicios en el negocio?

—Desde luego —convino Percival.

—Un desgraciado estado de cosas —dijo el inspector.

—Terrible. Nadie sabe los días de ansiedad que he vivido.

—Desde el punto de vista de los negocios, el que su padre haya muerto ha sido una circunstancia afortunada —dijo Neele en tono amable.

—No esperará que yo considere la muerte de mi padre bajo ese punto de vista, inspector —dijo Percival irritado.

—No se trata de como usted lo considere, señor Fortescue. Estoy simplemente exponiendo un hecho. Su padre murió antes de que sus negocios sufrieran la completa bancarrota.

Percival dijo impaciente:

—Sí, sí. Como hecho cierto, sí, tiene usted razón.

—Fue una circunstancia afortunada para toda su familia, puesto que todos ustedes dependen de este negocio.

—Sí, pero la verdad, inspector, no sé a dónde quiere usted ir a parar.

—¡Oh!, no quiero llegar a ninguna parte, señor Fortescue. Sólo ordeno los hechos. Ahora, otra cosa más. Tengo entendido que usted dijo que no había tenido comunicación de ninguna clase con su hermano desde que éste abandonó Inglaterra hace muchos años.

—Cierto —dijo Percival.

—Sí, pero no es del todo exacto, ¿verdad, señor Fortescue? Quiero decir que la primavera pasada, cuando se encontraba tan preocupado por la salud de su padre, usted escribió a su hermano, que se encontraba en África, para comunicarle su inquietud por el comportamiento de su padre. Creo que su deseo era que Lance colaborara para conseguir que su padre fuera examinado por un médico y, de ser necesario, internado en un sanatorio.

—Yo... yo... la verdad... no comprendo... —Percival había sido cogido por sorpresa.

—¿Es así o no, señor Fortescue?

—Pues, la verdad, creí que debía hacerlo. Al fin y al cabo. Lancelot
era
socio de la firma.

El inspector Neele dirigió su mirada a Lance, que sonreía.

—¿Recibió usted esa carta? —le preguntó.

Lance Fortescue asintió con la cabeza.

—¿Y qué contestó?

Lance amplió su sonrisa.

—Le dije a Percy que se fuera a freír espárragos y que dejase tranquilo al viejo, que probablemente sabía muy bien lo que estaba haciendo.

El inspector Neele volvió a mirar a Percival.

—¿Fueron esos los términos de su respuesta?

—Yo... yo... bueno, supongo que su significado era ese, poco más o menos, aunque más groseramente redactado.

—Pensé que el inspector prefería una versión algo más pulcra —dijo Lance—, francamente, inspector Neele, esa es una de las razones por las cuales, cuando recibí la carta de mi padre, fui a casa para comprobar lo que imaginaba. Durante la breve entrevista que tuve con mi padre, no pude ver en el nada anormal. Estaba ligeramente irritable, nada más. Me pareció perfectamente capaz de dirigir sus propios asuntos. De todas formas, después que regresé a África y discutí este asunto con Pat, decidí volver a casa y... como digo yo... ver el juego limpio.

Al decir esto sus ojos se posaron en Percival.

—Protesto —dijo Percival Fortescue—. Protesto enérgicamente de lo que estas insinuando. Yo no pretendía estafar a mi padre, solamente estaba preocupado por... —se detuvo.

Lance apresuróse a terminar la frase.

—Estabas preocupado por tu bolsillo, ¿no es eso? Por el dinerito del pobre Percy. —Se puso en pie y de pronto sus modales cambiaron—. Esta bien, Percy, me doy por vencido. Estaba dispuesto a hacerte sufrir un poco haciéndote creer que iba a trabajar aquí. No quería dejar que hicieras tu gusto, como de costumbre; pero que me ahorquen si voy a seguir la farsa. Con franqueza, me enferma permanecer en la misma habitación que tú. Siempre has sido un cerdo, y un vulgar rata. Espiando, mintiendo y buscando complicaciones. Voy a decirte otra cosa. No puedo probarlo, pero siempre he creído que fuiste tú quien falsificó aquel cheque causante de todo, y que me arrojó de aquí. En primer lugar fue una falsificación pésima. Pero mis antecedentes eran demasiado malos para que pudiera protestar y que se me escuchara. A menudo, no obstante, me he preguntado cómo el viejo no se dio cuenta de que si
yo
hubiera falsificado su firma lo hubiese hecho mucho mejor.

Lance siguió hablando, cada vez en tono más alto.

—Bien, Percy. No voy a continuar este juego tonto. Estoy harto de este país y de la ciudad. Estoy harto de los hombrecillos como tú, con sus pantalones a rayas, sus chaquetas negras, sus voces afectadas y sus transacciones financieras mezquinas y engañosas. Nos separaremos, como tú deseas, y yo volveré con Pat a un país distinto... un país donde haya espacio para respirar y moverse. Puedes hacer el reparto de los valores. Guárdate los cantos dorados, y el dos, el tres y el tres y medio por ciento seguro, y déjame a mí las últimas especulaciones inverosímiles de papá, como tú las llamas. La mayoría de ellas probablemente serán granadas que todavía no han hecho— explosión. Pero apuesto a que algunas se pagarán mejor al final que todos sus seguros tres por ciento Papá era un viejo muy astuto. Se aventuró muchas veces, muchísimas, pero algunas le llegaron a dar hasta el cinco, seis y siete por ciento. Yo respaldaré su juicio y su suerte. Y en cuanto a ti, gusanillo... —Lance avanzó en dirección a su hermano, que fue retrocediendo hasta situarse tras el escritorio, junto al inspector Neele—. Está bien —dijo Lance—. No voy a tocarte. Tú querías echarme de aquí, y ya me voy. Debieras estar satisfecho. —Agregó al dirigirse hacia la puerta—: Puedes incluir la concesión de la vieja mina del Mirlo, si te place. Si es que los Mackenzies nos han de perseguir, yo les llevaré hasta África.

—Y ya en la puerta se volvió a decir—: Venganza... al cabo de tantos años... parece increíble. Pero el inspector Neele parece haberlo tomado en serio, ¿no es verdad, inspector?

—Tonterías —replicó Percival—. ¡Eso es imposible!

—Pregúntale a él —dijo Lance—. Pregúntale por qué anda haciendo todas esas averiguaciones acerca de los mirlos y el centeno que encontraron en el bolsillo de papá.

—¿Recuerda usted los mirlos del pasado verano, señor Fortescue? Es una buena fuente para investigar— dijo el inspector en tono amable.

—Tonterías —repitió Percival—. Nadie ha oído hablar de los Mackenzie desde hace años.

—Y no obstante —dijo Lance—, casi me atrevería a jurar que hay un Mackenzie entre nosotros. Y casi aseguraría que el inspector piensa lo mismo.

2

El inspector Neele alcanzó a Lancelot Fortescue cuando éste llegaba a la calle.

Al verle, el joven sonrió algo avergonzado.

—No tenía intención de hacerlo —le dijo—, pero de pronto perdí los estribos. ¡Oh!, bueno... hubiera hecho lo mismo más pronto o más tarde. Voy a reunirme con Pat, en el Savoy... ¿Es ese su camino, inspector?

—No, yo vuelvo a Baydon Heath. Pero hay una cosa que quisiera preguntarle, señor Fortescue.

—Diga usted.

—Cuando entró usted en el despacho principal y me encontró allí, se sorprendió ¿Por qué?

—Porque no esperaba verle, me imagino Creí encontrar a Percy.

—¿No le dijeron que había salido?

Lance le miraba con curiosidad.

—No. Dijeron que estaba en su despacho.

—Ya comprendo. . Nadie sabía que había salido. En el despacho no hay más que una entrada... pero en la antesala hay una puerta que da directamente al pasillo. Supongo que su hermano saldría por ahí... pero me extraña que la señora Hardcastle no se lo dijera.

Lance rió.

—Habría ido a recoger su taza de té, probablemente.

—Sí... sí... desde luego.

Lance le miraba.

—¿Qué es lo que piensa, inspector?

—Sólo en algunas cosillas. . nada más, señor Fortescue...

Capítulo XXIV
1

Durante el viaje de regreso en tren a Bayton Heath, el inspector Neele tuvo muy poco éxito al tratar de resolver el crucigrama del
Times
, ya que su mente estaba distraída en otras cosas. Del mismo modo sólo leyó a medias las noticias... Un terremoto en Japón, el descubrimiento de uranio en Tanganika, la aparición del cadáver de un marino mercante cerca de Southampton, y la inminente huelga portuaria... y una nueva droga con la que se obtenían maravillas en casos de tuberculosis muy avanzada.

Todos aquellos temas formaron un extraño conjunto en su subconsciente. Volvió a su crucigrama y pudo agregar tres palabras con bastante rapidez.

Cuando llegó a Villa del Tejo había tomado una decisión y le dijo al sargento Hay:

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