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Authors: Jack Campbell

Tags: #Ciencia-Ficción

Valiente (44 page)

BOOK: Valiente
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—Es posible que se topen conmigo —dijo Geary—, pero hasta ahora los Mundos Síndicos no han tenido demasiada suerte cuando han intentado detenernos. Además, sabe tan bien como yo que no es necesario que vuelva a casa toda la flota para inclinar la balanza de esta guerra. Solo hace falta que vuelva una nave. La que transporta la llave de la hipernet de los Mundos Síndicos. —El director general Cáfiro no pudo evitar estremecerse—. Y no saben cuál es esa nave. ¿Cómo esperan los Mundos Síndicos impedir que esa nave en particular salte al espacio de la Alianza? Y cuando llegue a casa —dijo Geary resaltando sus palabras, inclinándose ligeramente hacia el síndico—, la Alianza podrá duplicar la llave y los Mundos Síndicos se verán obligados a destruir sus puertas una a una para evitar que la Alianza las utilice. Eso le otorgará una gran ventaja a mi bando, y sabe qué pasa cuando se destruye una puerta hipernética, ¿verdad?

Aquello había sido un palo de ciego, pero Cáfiro torció la mirada, visiblemente incómodo.

—Pensé que habrían informado sobre eso a Effroen.

—¿Effroen?

—La directora general al mando de las fuerzas que quedaron defendiendo Lakota. Tenía órdenes de evitar que utilizase la puerta hipernética costase lo que costase, pero pese a que los que sabíamos algo de lo que había sucedido en Sancere estábamos preocupados por lo que podría pasar si se destruía la puerta hipernética de Lakota, nos ignoraron.

«Parece que está siendo sincero», dijo Íger. «Hay algunos picos de ira cuando se iluminan las áreas de la memoria que concuerdan con recuerdos de sucesos que le hacen disgustarse.»

Geary asintió hacia el síndico.

—Parece que sus superiores están dispuestos a correr muchos riesgos. Riesgos bastante importantes, como el que hizo que esta flota se quedase atrapada en las profundidades del territorio síndico.

—Eso... no fue idea mía.

—¿La emboscada en el sistema nativo de los Mundos Síndicos? ¿El doble traidor que le ofreció a la flota de la Alianza la llave hipernética para que se lanzase de cabeza a la trampa?

—¡Sí! Nunca habría corrido ese riesgo.

Geary sacudió la cabeza.

—Parecía claro que sí. Ustedes lo habrán hecho. Pero les salió el tiro por la culata.

—¡Por su culpa! —gritó Cáfiro, que de repente estaba colorado y visiblemente furioso—. Si no hubiese aparecido... —Se calló súbitamente. El rubor de su cara se fue desvaneciendo a la vez que se ponía pálido de miedo.

—Sí —dijo Geary—. Aparecí. —El director general síndico tragó saliva y lo miró fijamente—. Vamos a pararnos en esto. Alguien, si es que es la palabra correcta para designar a los miembros de una especie no humana inteligente, engañó a los Mundos Síndicos para que empezasen esta guerra. Su Consejo Ejecutivo metió la pata hasta el fondo y se ha negado a admitirlo. Ahora, la Alianza tendrá dentro de poco el medio para neutralizar el sistema hipernético de los Mundos Síndicos porque su Consejo Ejecutivo ha cometido otro error. Empezaron la guerra, y ahora van a perderla. Y usted sigue siéndoles leal pese a que podría estar hablando conmigo de modos de minimizar el daño.

Cáfiro se paró claramente a reflexionar. Sus ojos miraron en varias direcciones antes de volver a hablar.

—¿Está... negociando?

—Simplemente le estoy pidiendo que se plantee alternativas.

—Por el bien de los Mundos Síndicos.

—Exacto. —asintió Geary, con expresión calmada.

—¿Quiere que termine la guerra? —le preguntó Cáfiro.

—Ambos sabemos que la humanidad se enfrenta a otro enemigo. Puede que sea el momento de dejar de matarnos mutuamente, tal y como quieren los que nos han engañado.

Cáfiro volvió a reflexionar, evitando la mirada de Geary durante varios segundos.

—¿Cómo sabemos que mantendrá su palabra?

—La prueba está en todo lo que he hecho en cada uno de los sistemas estelares por los que ha pasado esta flota desde que dejamos el sistema nativo síndico. No haga como que no ha escuchado nada.

El director general Cáfiro apretó ligeramente una palma de la mano contra la otra, y apoyó la punta de los dedos sobre su boca mientras pensaba.

—No es suficiente. No en este momento. Voy a serle sincero; mientras exista la posibilidad de pararlo, nadie hará nada en contra de los miembros actuales del Consejo Ejecutivo.

«Dice la verdad», dijo el teniente Íger, estupefacto.

—¿Y cuando esta flota llegue a casa?

El director general síndico miró a Geary.

—Entonces será un fallo tremendo, su coste incalculable, y las consecuencias demasiado serias como para considerarlas. Sin embargo, incluso entonces, los actuales miembros del Consejo Ejecutivo se negarán a negociar. Es algo que no pueden permitirse, puesto que implicaría cargar con la culpa.

Geary asintió con la cabeza mientras recordaba que Rione le había dicho lo mismo.

—No obstante —añadió Cáfiro, con expresión severa—, después de algo como eso, el resto de los Mundos Síndicos no va a estar dispuesto a sacrificarse para proteger al Consejo Ejecutivo por los errores cometidos.

«Pregúntele si eso implica una rebelión, o nuevos miembros del Consejo», dijo Rione.

Geary asintió con la cabeza como si se dirigiese a Cáfiro, cuando en realidad lo hacía también por las palabras de Rione.

—¿Quiere decir que habrá una revuelta, o que tendremos que tratar con nuevos miembros del Consejo?

Los ojos de Cáfiro miraron en otra dirección.

—No lo sé.

«Miente», dijo Íger.

—Supongamos que hay nuevos miembros —continuó Geary, presionándolo—. ¿Estarían dispuestos a negociar el fin de la guerra?

—¿En estas condiciones? Lo dudo. Dependería de los términos.

«Dice la verdad», afirmó Íger.

—¿Nos ayudarían a enfrentarnos a los alienígenas y dejarían de hacer como que no existen?

—Sí, les... —Cáfiro se puso rojo de repente, claramente enfadado consigo mismo por haber admitido finalmente que sabía lo de los alienígenas.

—Ambos sabíamos ya la verdad —dijo Geary—. Los dos queremos lo mismo. El final de una guerra sin sentido, y unidad para enfrentarnos a algo que amenaza a la humanidad. Esas razones deberían ser suficientes para que trabajemos juntos.

El director general asintió una vez.

«¡Apela a su egoísmo»!, le dijo Rione. «¡Nada de lo mejor para la humanidad o los Mundos Síndicos! ¡Su interés personal! ¡No se ha convertido en director general gracias al autosacrificio!»

Tenía razón. Geary dibujó en su boca una leve sonrisa forzada.

—Claro está, cuando hablo de trabajar juntos, me refiero a alguien que conozcamos. Alguien que entienda la situación.

«Sus centros de recompensa del cerebro se están iluminando», comentó Íger.

Cáfiro volvió a asentir, está vez más firmemente.

—Tal y como ha dicho, tenemos que pensar en el beneficio mutuo.

—Naturalmente —respondió Geary con tranquilidad, pese a que deseaba escupirle. ¿
Por qué no habría hecho aquello directamente Rione
? Aunque era cierto que la habría visto con malos ojos, como a cualquier líder actual de la Alianza, después de todo aquel odio y desconfianza fruto de décadas de guerra. Él, el forastero, incluso en aquel momento, tenía una reputación distinta. No obstante, no sabía cuáles eran las palabras precisas, y Rione no se las estaba diciendo, quizá porque pensaba que, de algún modo, ya las conocía. Y a lo mejor era cierto. Geary desenterró los recuerdos de un oficial superior, cuyo mando había sufrido durante varios años. Era un hombre que prácticamente se había desenvuelto en la flota gracias a los juegos políticos y a los intentos de manipular a la gente que lo rodeaba. Tan solo tenía que recordar el tipo de cosas que decía.

—La Alianza necesita trabajar con las personas adecuadas —afirmó Geary, haciendo bastante hincapié en la palabra «adecuadas».

Cáfiro estuvo a punto de sonreír. Sus ojos brillaron con entusiasmo.

—Sí. Conozco a otros que podrían ayudarme. Ayudarnos. —Cáfiro le dedicó a Geary una sonrisa tensa—. Aunque, claro está, poco puedo hacer como prisionero.

—Veo que nos entendemos. —Más que lo que Geary desearía. Estaba claro que aquel director general síndico había sido ambicioso y se había dejado llevar por las ansias de poder, o no habría sido el segundo al mando de aquella flotilla. Por eso había reaccionado así cuando Geary le insinuó aquel trato. Otros directores generales síndicos, menos egoístas y más leales a lo que no fuesen sus intereses personales, como la directora general encargada del sistema estelar Cávalos, habrían sido unos líderes mejores con los que tratar. No obstante, Geary tenía que echar mano de las armas de las que disponía.

Incluso aunque le disgustasen. Armas con las que el síndico había negociado sobre su libertad, pero de las que no se había ayudado todavía para preguntar sobre el destino de los supervivientes síndicos de la flotilla que acababa de ser destruida. Geary trató de mantener un aspecto sereno pese a que coincidía con Desjani en el deseo de estrangular al director general hasta que se le saliesen los ojos de las órbitas.

—Creo que todos saldremos beneficiados si lo liberamos. —Antes de que decida dejar entrar a Desjani para ahogarlo entre los dos. Al final no pudo evitar tocar el tema de los demás supervivientes síndicos—. No hemos capturado más prisioneros. Algunas de las cápsulas de escape de los navíos de combate síndicos que hemos destruido están dañadas, pero parece que podrán llegar a lugar seguro.

—Ah... sí, claro —dijo Cáfiro después de vacilar durante un instante.

—Los Mundos Síndicos tendrán noticias nuestras, director general Cáfiro. Cuando esta flota llegue a casa. —Geary se levantó para dar por finalizada la conversación y salió de la sala.

—Está nervioso —dijo Íger cuando Geary se unió al grupo—. Sin duda se pregunta si de verdad lo vamos a liberar.

—¿Creen que va a causarle problemas a los síndicos si lo dejamos ir? —les preguntó Geary a Íger y a Rione. Ambos asintieron con la cabeza—. Entonces que abandone la nave, teniente Íger.

—Sí, señor. Lo devolveremos a su cápsula de escape y lo lanzaremos de vuelta al espacio en media hora.

Geary guió a Desjani y a Rione fuera de la zona de Inteligencia.

—Creo que preferiría tener que tratar con los alienígenas —dijo, sin estar seguro de hasta qué punto lo decía de broma.

—Puede que tenga razón —dijo Rione con total sinceridad—. Si nuestras hipótesis están en lo cierto, los alienígenas han actuado contra nosotros y contra los síndicos debido a las experiencias que han tenido con los líderes síndicos. Puede que solo quieran que los dejemos tranquilos, o sentirse seguros. Una vez eliminada la amenaza de las agresiones humanas, esos alienígenas dispondrían de una inmensa cantidad de espacio en el resto de sus fronteras.

Desjani, con la mirada perdida en el corredor, habló como si lo hiciese para sí misma.

—A menos que haya alguna otra cosa en sus fronteras.

Geary frunció el ceño. Luego, de repente, sintió una punzada de preocupación.

—Si ya hay una inteligencia no humana ahí fuera...,

—Podría haber más. De hecho, casi seguro que las hay —murmuró Desjani. Luego miró a Geary—. Tenemos que comprender a ese oponente, y lo que acabo de decir es una posibilidad bastante importante. Puede que se vean presionados entre enemigos potenciales. Es más, puede que estén luchando en una guerra tremendamente diferente a las batallas que estamos teniendo nosotros con los síndicos. Puede que sea por eso por lo que necesitan tenernos controlados, porque tienen que proteger sus flancos. Y a lo mejor, por esa misma razón, tenemos aliados potenciales contra esas criaturas. O incluso unos enemigos también potenciales todavía peores.

Rione tenía el aspecto de haber masticado algo bastante desagradable.

—Es bastante probable que así sea. Aunque no hay manera de que lo comprobemos. Ignoramos demasiadas cosas.

—Ya hemos aprendido mucho. Y aprenderemos más. —Geary deseó que lo que acababa de decir fuese cierto.

Las bolas de restos expandiéndose, conformadas con lo que quedaba de la
Oportuna
, la
Aguerrida
, el crucero pesado Almete y el crucero ligero Cercle estaban ya a bastante distancia de la flota de la Alianza mientras esta avanzaba en dirección al punto de salto de Anahalt o de Dilawa. Geary había ordenado que la velocidad de la flota se mantuviese en cero con cero cuatro c para que a las naves más dañadas, como la
Osada
o la Radiante, les resultase más fácil mantener el ritmo, con la esperanza de que se reparasen pronto sus unidades de propulsión. Por otro lado, no había habido más tentativas de infiltrar gusanos en los sistemas. Geary se preguntó si sería porque los responsables de los intentos anteriores estaban ocupados lidiando con el daño que habían recibido sus naves, intentando encontrar nuevos medios para implantar los gusanos, o replanteándose la táctica en vista de que lo que habían intentado hasta el momento les había salido por la culata y solo habían conseguido ganarse la antipatía de la flota.

Geary seguía sin estar seguro de a qué estrella saltar, aunque en aquel instante tampoco es que le apeteciese pensar en eso. En la última batalla la flota había perdido bastante personal y varias naves. Había pasado un montón de tiempo en la flota en tiempos de paz, hacía ya un siglo, y había luchado en una batalla desesperada antes de entrar en hibernación. Sin embargo, en el siguiente siglo, otros habían luchado en incontables batallas, y se habían acostumbrado cada vez más a perder grandes cantidades de naves, de hombres y de mujeres. Geary había intentado evitar tener que enfrentarse a ello, pero al final se dio cuenta de que no podía seguir así. Tenía que aceptar que las victorias suponían un coste, y consultar los informes del personal, que le contarían el precio que habían tenido que pagar las personas que conocía antes de que Geary se relacionase con ellas. Se lo debía.

Geary entró en los archivos del personal y comenzó a leerlos. Capitana Jaylen Crésida. Planeta natal Madira. Su primera misión fue como oficial de artillería en el destructor Shakujo. Se casó hace cinco años con otro oficial de la flota. Quedó viuda hace tres al morir su marido a bordo del crucero de batalla Invencible cuando la nave fue destruida defendiendo Kana, un sistema estelar de la Alianza, de un ataque síndico. No era la misma Invencible que su flota había perdido en Ilión, sino la anterior nave que había recibido ese nombre.

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