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Authors: Dorothy L. Sayers

Tags: #Intriga, Policíaco

Veneno Mortal (5 page)

BOOK: Veneno Mortal
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»Ya conocen los resultados del análisis realizado por sir James Lubbock y el señor Stephen Fordyce. Mucho se discutió sobre los métodos de los análisis y la forma de actuar del arsénico en el cuerpo y demás, pero no considero necesario que nos adentremos demasiado en esos delicados detalles. En mi opinión, los principales puntos de las pruebas son los siguientes, y quizá ustedes deseen tomar nota de ellos.

»Los expertos extrajeron ciertos órganos del cuerpo: el estómago, los intestinos, los riñones, el hígado, etcétera; analizaron parte de los mismos y descubrieron que todos contenían arsénico. Lograron pesar la cantidad de esta sustancia encontrada en las diversas partes y calcular la cantidad existente en todo el cuerpo. Después tomaron en cuenta la cantidad de arsénico eliminado por los vómitos y la diarrea y también por los riñones, ya que estos desempeñan un papel muy importante en la eliminación de ese veneno en concreto. Tras descontar todos estos factores, llegaron a la conclusión de que Boyes había ingerido una gran dosis de arsénico, una dosis mortal, tal vez unos cuatro o cinco gránulos, unos tres días antes del fallecimiento.

»No sé si habrán seguido con detalle todos los argumentos técnicos. Intentaré exponer los puntos principales tal y como los he entendido. El arsénico tiene la característica de pasar por el cuerpo con mucha rapidez, sobre todo si se toma con alimentos o inmediatamente después de una comida, porque irrita las paredes de los órganos internos y acelera el proceso de eliminación. La actuación es más rápida si el arsénico se toma en forma líquida en lugar de en polvo. Siempre y cuando se tome con una comida o inmediatamente después, se expele en el transcurso de veinticuatro horas tras la aparición de la enfermedad. De modo que, aunque las cantidades encontradas en el cadáver puedan parecemos muy pequeñas a ustedes y a mí, el simple hecho de que fueran halladas tras tres días de continuos vómitos, diarrea, etcétera, es indicio de que en cierto momento el finado tomó una dosis elevada.

»Mucho se debatió sobre el momento en el que se presentaron los primeros síntomas. La defensa apunta que Philip Boyes podría haber ingerido el arsénico él solo entre el momento de salir de la casa de Harriet Vane y el de parar el taxi en Guildford Street, y ha aportado diversos libros que demuestran que en muchos casos los síntomas se presentan muy poco después de haber ingerido el veneno. Según creo, se dijo que un cuarto de hora es el tiempo mínimo si se toma el arsénico en forma líquida. Según la declaración de la acusada (y no contamos con ningún otro testimonio), Philip Boyes la dejó a las diez de la noche, y diez minutos más tarde estaba en Guildford Street. Ya parecía enfermo entonces. No tardaría mucho en llegar en coche hasta Woburn Square a aquella hora de la noche, y en el momento de su llegada ya sufría fuertes dolores y apenas podía mantenerse en pie. Pero Guildford Street está a muy poca distancia andando desde Doughty Street, unos tres minutos, y, si la declaración de la acusada es veraz, cabría preguntarse lo siguiente: ¿qué hizo el finado durante aquellos diez minutos? ¿Los empleó en ir a un lugar apartado para tomar una dosis de arsénico, en cuyo caso tendría que haberla llevado en previsión de una entrevista desfavorable con la acusada? Y he de recordarles que la defensa no ha presentado prueba alguna de que Philip Boyes comprase arsénico ni que tuviera acceso a tal sustancia. Eso no significa que no pudiera obtenerlo; las compras realizadas por Harriet Vane demuestran que las leyes sobre la venta de sustancias venenosas no son siempre tan eficaces como sería de desear, pero ahí está el hecho: que la defensa no ha podido demostrar que el finado tuviera arsénico en su poder. Y ya que estamos tratando este extremo, he de decir que, curiosamente, los analistas no encontraron restos de carbón o añil con los que supuestamente se mezcla el arsénico de uso comercial. Tanto si fue adquirido por la acusada como por el finado, sería de esperar hallar restos del colorante. Pero quizá piensen que los restos desaparecerían del cuerpo con los vómitos y las evacuaciones.

»Con respecto a la sugerencia de suicidio, tendrán que preguntarse por esos diez minutos, si Boyes tomó una dosis de arsénico o si, algo también posible, se sintió mal y se sentó en alguna parte para recuperarse o si andaba deambulando sin rumbo, como a veces ocurre cuando nos sentimos alterados y desdichados. También podrían pensar que la acusada se equivoca, o que no dice la verdad respecto a la hora en que el finado se marchó de su casa.

»La acusada ha declarado asimismo que, antes de marcharse, Boyes comentó que no se sentía bien. Si piensan que esto guarda relación con el arsénico, entonces podemos eliminar la posibilidad de que ingiriese el veneno después de abandonar la casa.

»Si nos paramos a pensar, resulta que el interrogante sobre la aparición de los síntomas es muy impreciso. Han venido varios médicos y les han hablado de sus propias experiencias y de los casos citados por autoridades médicas en los libros, y habrán observado que no existe certeza alguna sobre el momento en que aparecen los primeros síntomas. A veces es un cuarto de hora o media hora, otras veces dos, e incluso pueden pasar cinco o seis y, según tengo entendido, se dio un caso de siete horas tras haber ingerido el veneno.

En ese momento el fiscal general se puso en pie respetuosamente y dijo:

–Señoría, en ese caso creo que podría asegurar sin temor a equivocarme que el veneno fue ingerido con el estómago vacío.

–Gracias. Le agradezco mucho que lo haya recordado. Fue un caso en el que el veneno fue ingerido con el estómago vacío. Menciono estos casos únicamente para demostrar que nos enfrentamos a un fenómeno muy incierto, y por eso he insistido en recordarles todas las ocasiones en que Philip Boyes ingirió alimento durante ese día, el veinte de junio, ya que cabe la posibilidad de que tengan que tomarlo en cuenta.

–Una bestia, mas una bestia justa –murmuró lord Peter Wimsey.

–Hasta ahora he dejado deliberadamente a un lado otro punto que surgió del análisis, que es la presencia de arsénico en el cabello. El finado tenía el pelo rizado, y lo llevaba bastante largo; una vez estirada la parte de delante, en algunos sitios medía unos dieciocho centímetros. Pues bien; en ese cabello se encontró arsénico, en el extremo más próximo a la cabeza. No llegaba hasta las puntas de los cabellos más largos, pero sí se encontró en las raíces, y según sir James Lubbock, en cantidad mayor de la que podría explicarse como algo natural. De vez en cuando se encuentran restos minúsculos de arsénico en el cabello o la piel de personas normales, pero no en la cuantía descubierta en este caso. Esa es la opinión de sir James.

»Les han explicado, y las declaraciones de todos los médicos coinciden en este punto, que si una persona ingiere arsénico, quedará depositada cierta cantidad en la piel, las uñas y los cabellos. Se deposita en la raíz de estos, y a medida que crecen el arsénico es arrastrado, de modo que al ver la posición del arsénico en el pelo podemos hacernos una idea aproximada del tiempo durante el que se ha estado administrando. Este asunto fue objeto de debate, pero creo que al final todos coincidieron en que si se toma una dosis de arsénico es de esperar que se encuentren restos en el cabello, junto al cuero cabelludo, al cabo de unas diez semanas. El pelo crece a razón de unos quince centímetros al año, y el veneno seguirá ese mismo ritmo hasta llegar a las puntas y desaparecerá cuando se corte el pelo. Estoy seguro de que las damas del jurado comprenderán esto muy bien, pues, según tengo entendido, es lo mismo que ocurre en el caso de la denominada “permanente”. Al crecer el pelo, se alisa junto al cuero cabelludo y hay que volver a ondularlo. Se puede saber por la posición de la onda cuánto tiempo hace que se ha aplicado la permanente. De igual manera, si una uña se magulla, la decoloración irá subiendo poco a poco por la uña hasta llegar al punto en que se puede cortar con unas tijeras.

»Bien, se ha dicho que la presencia de arsénico en las raíces de los cabellos de Philip Boyes y alrededor de ellas es indicio de que debía de haber tomado arsénico al menos tres meses antes de su muerte. Tendrán en cuenta la importancia que se puede atribuir a este hecho en vista del arsénico que adquirió la acusada en abril y mayo y de los accesos que padeció el finado en marzo, abril y mayo. La pelea con la acusada tuvo lugar en febrero; Philip Boyes enfermó en marzo y murió en junio. Transcurren cinco meses entre la pelea y la defunción, y cuatro entre el primer acceso y la muerte. Quizá consideren que estas fechas tienen cierta importancia.

»A continuación pasaremos a las pesquisas de la policía. Cuando se despertaron las sospechas, la policía investigó las actividades de Harriet Vane y posteriormente varios agentes fueron a su casa a tomarle declaración. Cuando le dijeron que se había descubierto que Boyes había muerto por envenenamiento de arsénico, pareció sorprenderse mucho y dijo: “¿Arsénico? ¡Es asombroso!”. Se echó a reír y añadió: “Si precisamente estoy escribiendo un libro sobre envenenamiento por arsénico…”. Le preguntaron sobre el arsénico y otros venenos que había adquirido; ella lo admitió de inmediato y dio la misma explicación que ante el tribunal. Le preguntaron qué había hecho con las sustancias venenosas y contestó que las había quemado porque era peligroso tenerlas por ahí sueltas. Registraron la casa, pero no encontraron veneno de ninguna clase; solo aspirinas y unos cuantos medicamentos por el estilo. Negó de manera categórica haberle administrado a Philip Boyes arsénico u otra sustancia venenosa. También le preguntaron si cabía la posibilidad de que hubiera caído arsénico en el café por accidente, y ella contestó que era totalmente imposible, ya que había destruido todos los venenos antes de finales de mayo.

En aquel momento sir Impey Biggs se interpuso y rogó a su señoría que recordase al jurado el testimonio del señor Challoner.

–Por supuesto, sir Impey, y se lo agradezco. Recordarán ustedes que el señor Challoner es el agente literario de Harriet Vane. Vino aquí a declarar que había hablado con ella el pasado diciembre sobre el tema de su próximo libro, y ella le explicó que iba a tratar de venenos, y seguramente de arsénico. De modo que ustedes podrían pensar que es un punto a favor de la acusada que ya tuviera en mente estudiar la adquisición y administración de arsénico antes de que se produjera la pelea con Philip Boyes. No cabe duda de que pensó a fondo en el asunto, pues en su librería había numerosos libros de medicina forense y toxicología, además de crónicas de varios procesos por envenenamiento, como los casos de Madeleine Smith, Seddon y Armstrong, todos ellos casos de envenenamiento por arsénico.

»Bien, creo que esta es la causa tal y como se presenta ante ustedes. Esta mujer está acusada de haber asesinado a su antiguo amante con arsénico. Es indudable que él ingirió tal sustancia y, si están convencidos de que se lo dio ella con intención de lesionarlo o matarlo y que eso le causó la muerte, es su deber declararla culpable de asesinato.

»En su hábil y elocuente discurso, sir Impey Biggs les ha explicado que la acusada tenía pocos móviles para el crimen, pero tengo la obligación de decirles que en muchas ocasiones se cometen asesinatos por móviles que parecen totalmente insuficientes, si es que algún móvil puede considerarse suficiente para el asesinato. Sobre todo cuando las partes son marido y mujer, o han convivido como marido y mujer, pueden existir sentimientos apasionados que desemboquen en delitos violentos cuando se trata de personas con normas morales inadecuadas y con desequilibrio mental.

»La acusada poseía los medios: el arsénico, los conocimientos necesarios y la oportunidad para administrárselo. La defensa alega que tales circunstancias no son suficientes, que la corona debe seguir investigando para demostrar que el veneno no podía haber sido ingerido de ninguna otra manera, por accidente o con la intención de suicidio. Ustedes deben juzgarlo. Si piensan que existe duda razonable acerca de que la acusada diera deliberadamente el veneno a Philip Boyes, deben declararla inocente. No están obligados a determinar cómo fue administrado el veneno, si no fue ella quien se lo administró. Consideren las circunstancias de la causa como un todo, y expresen la conclusión a la que han llegado.

3

–No creo que tarden mucho –dijo Waffles Newton–. Está más claro que el agua. Mira, chico, yo me voy a por algo. ¿Me contarás lo que pasa?

–Claro, si no te importa pillarme a mí algo de paso –contestó Salcombe Hardy–. No podrías mandarme una copa por teléfono, ¿verdad? Tengo la boca como un estropajo. –Miró su reloj–. Para mí que no llegamos a la edición de las seis y media, a menos que se den prisa. El viejo es muy metódico, pero más lento que la puñeta.

–Aunque sea por disimular, tendrán que hacer como que deliberan –dijo Newton–. Unos veinte minutos. Después querrán echarse un cigarro, como yo. Volveré a menos diez, por si las moscas.

Salió como buenamente pudo. Cuthbert Logan, que trabajaba para un periódico matutino y disponía de más tiempo, se puso a escribir un retrato del juicio. Era una persona flemática y sobria, tan capaz de escribir en los tribunales como en cualquier otro sitio. Le gustaba estar en el lugar de los hechos y observar las miradas, los tonos de voz, las consecuencias del cambio de color y demás. Su artículo siempre resultaba ameno, y en ocasiones incluso elegante.

Freddy Arbuthnot, que al final no se había ido a casa a comer, pensó que ya iba siendo hora. No podía quedarse quieto, y Wimsey lo miró con cara de pocos amigos. La duquesa viuda pasó como pudo entre los bancos para acercarse a lord Peter. Tras haber velado por los intereses de su cliente, sir Impey Biggs desapareció, charlando animadamente con el fiscal general, con los alevines de la jurisprudencia a la zaga. La sala quedó desierta. Los pétalos de las rosas rojas, solitarias en el estrado, empezaban a desprenderse.

Apartándose de un grupo de amigos, el jefe inspector Parker cruzó lentamente por en medio de la multitud y saludó a la duquesa.

–¿Qué te ha parecido, Peter? –añadió, dirigiéndose a Wimsey–. Muy bien montado, ¿eh?

–Charles, no deberían permitirte hacer nada sin mí –replicó Wimsey–. Has cometido un error.

–¿Que he cometido un error?

–No ha sido ella.

–¡Venga, hombre!

–No ha sido ella. Sí, muy convincente e irrebatible, pero no es verdad.

–No lo dirás en serio…

–Completamente.

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