Para empezar, presenta algunos antecedentes familiares, de un valor inapreciable si se tiene en cuenta lo poco que otros miembros de la familia parecían saber de los demás parientes, incluidos sus nombres: «Soy hijo del inspector de justicia Max Langbehn y de su difunta esposa, Hedwig, Röhl de soltera, nacido el 27 de julio de 1906 en Perleberg, en el distrito de Westprignitz.» Fue la primera indicación que tuvimos del oficio que había ejercido su padre; era obviamente un tipo de magistrado, funcionario u oficial jurídico, y por lo tanto no ajeno a las cuestiones de la ley y el orden. Hedwig, la madre de Bruno, había muerto a principios de los años treinta. Luego empieza a describirse a sí mismo y a su familia inmediata y se apresura a subrayar lo racialmente inmaculados que eran: «Mi mujer y yo somos alemanes de ascendencia aria, protestante, intachable y de sólida herencia; somos ciudadanos del Reich alemán. Tenemos una hija de un año…»
La simple cuestión de la nacionalidad posee una impronta típicamente nazi. La palabra «alemán» no basta. Tenía que ser el tipo correcto de alemán: ario, y además profundamente ario, el producto de generaciones, y
unbescholten
(intachable). No era sólo una casilla que marcar, sino algo que había que alegar: culpable hasta que no se demostrase su inocencia. El igual peso que confiere a su filiación religiosa y el
bathos
de anunciar que tiene una hija de un año sugieren que esta clase de razonamiento se había vuelto completamente normal para él, una fuente de orgullo y no una mera adaptación pasiva.
Son mucho menos enjundiosos los párrafos siguientes, en los que Bruno pasa del colegio a su primer empleo: «Mi historial escolar se completó obteniendo… texto indescifrable. En la escuela Leibniz de enseñanza secundaria, en Charlottenburg. Tras un breve lapso de oficinista empecé mi formación de dentista en el trimestre invernal de 1925-1926. La terminé en el trimestre de verano de 1928. Aprobé el examen práctico con un “bueno” y el dental con un “muy bueno”.»
En la Alemania de preguerra había una distinción importante entre ser
Dentist
y
Zahnarzt
. La última era una plena cualificación médica que exigía un título universitario; un
Dentist
era una cualificación más profesional, su periodo de prácticas era más corto y su orientación más práctica, su estatus inferior. Por falta de dinero o de medios académicos, Bruno había optado por la más baja de las dos vías, la que más adelante le permitiría codearse con colegas menos instruidos pero ambiciosos y de inteligencia práctica. Su tránsito de los estudios al mundo del trabajo parece haber sido relativamente suave: trabajó de aprendiz o ayudante durante los años tumultuosos que culminaron en la elección de Hitler como nuevo canciller alemán. ¿Qué podría haber sido más exaltador para un nazi joven y ambicioso que la idea de que él y el régimen habían alcanzado la madurez juntos?
Hasta este punto, daba la impresión de que estábamos leyendo el currículum de un joven dentista entusiasta en vez del de un aspirante a oficial de las SS: «Al cabo de cuatro años como ayudante aprobé el examen estatal en febrero de 1934 y he ejercido en mi propia consulta desde el 1 de abril de 1934 en Charlottenburg. Estoy autorizado a tratar a pacientes de muchos sistemas de mutuas sanitarias y organizaciones de beneficencia.» Aparte de sus revelaciones raciales (que en todo caso habrían sido obligatorias), hasta aquí no había nada que indicase a quien leyera este documento que lo escribía un nazi acérrimo. Sin embargo, la sección siguiente se vuelve más explícita cuando Bruno describe su historial político: «Durante aproximadamente un mes fui miembro de la Federación Juvenil alemana, pero esto no me llenaba. Más tarde me afilié al Partido de la Libertad alemán, pero hasta 1924, con el Frontbann de Charlottenburg, no sentí realmente que mis expectativas se veían colmadas. Seguí en el Frontbann de Charlottenburg hasta que me afilié al NSDAP
[4]
y las SA el 17 de mayo 1926. Durante el tiempo de lucha [
Kampfzeit
] fui herido gravemente una vez y ligeramente en varias ocasiones. Nunca he sido condenado.»
Es evidente que no era ajeno a la vinculación entre la política y la violencia. En una declaración separada, con fecha de 6 de marzo de 1932, figura una descripción completa de uno de esos incidentes, en que a Bruno le tendieron una trampa tres comunistas que blandían unos palos gruesos y le asestaron un golpe en la cabeza y causaron algunas heridas menores en la parte superior del cuerpo. No parecía que Bruno hubiera permitido que todas estas reyertas interfiriesen en su carrera. Terminó sus estudios y emprendió un aprendizaje de cuatro años, sin descuidar durante este periodo sus actividades en las SA, y combinando ambos ramales de su vida cuando fue ascendido a
Banndentist
o dentista del regimiento. En 1934, cuando ya el partido tenía un control absoluto de Alemania, estaba preparado para el paso siguiente: «El 4 de abril de 1934 el Obergruppenführer Von Jagow de las SA me nombró para la Corte de Honor de las SA [
Ehrengericht
].»
A partir de entonces nada le frenó, como atestigua un torrente de cualificaciones y logros nazis. En primer lugar, obtuvo sus dos distinciones, la de oro y la de plata, los atributos más apreciados de un afiliado temprano: «Estoy en posesión de la insignia de oro del partido, con el número de afiliado 36.931, y de la insignia
Gau
de plata, con el número 33
[5]
.» Los asuntos del partido también ocupaban su tiempo libre; parecía motivado por un deseo de la compañía de otros hombres y también por una convicción personal. «Antes de conquistar el poder, ingresé en la asociación profesional turística del nacionalsocialismo junto con otros camaradas y profesionales del partido.»
Además, el dentista Bruno trabajaba de firme para abrirse camino en todos los organismos estatales y gremiales posibles. Estaba claro que el mundo de la medicina privada era demasiado restrictivo para él. Casi no había una mutualidad sanitaria o departamento de administración dental a la que no le hubieran trasladado. «En febrero de 1935, el jefe de dentistas del Reich, el coronel de las SS y miembro del partido Schäffter, me nombró para la corte de honor de adaptadores del seguro de asistencia social; además, el 1 de octubre del mismo año me nombraron subdirector del servicio regional de la asociación de dentistas del Reich, en la sede central regional, Berlín, pasando a ser miembro honorario de la misma. Asimismo fui destinado a las oficinas siguientes: miembro de la oficina principal de reclamaciones en la sede central de seguros de Berlín; adjunto al director del departamento en el servicio de la seguridad social del Reich; gerente regional del DAF
[6]
; gerente en el departamento de arbitraje de disputas por los pagos en concepto de servicios dentales; consejero en la sede central de la oficina de salud popular de Berlín.»
También a través de su profesión Bruno se estaba integrando cada vez más profundamente en la muy peculiar burocracia del Tercer Reich, con su maraña de títulos cargados de jerga y organizaciones con cabeza de hidra, y no sólo se encontraba perfectamente a gusto en la tesitura de ganarse el favor de patronos profesionales, sino que además era capaz de sacar el mayor provecho de una situación no muy prometedora: en su caso, ser sólo un
Dentist
en lugar de un mucho más respetado
Zahnarzt
.
Abril de 1935 representó otro gran salto adelante cuando Bruno fue finalmente nombrado oficial: teniente, o Sturmführer, al mando de entre veinte y treinta hombres. De no haber sido tan joven quizá le hubieran ascendido antes y más rápidamente, aunque nunca habría alcanzado una graduación militar muy alta. Pero estaba llamando la atención de sus superiores (el general de las SS Dietrich von Jagow, que le designó para la corte de honor de las SA, era una figura de alto rango de las SA en Berlín; debió de ser un verdadero golpe de suerte para Bruno haberse granjeado su apoyo, lo que explica que mencionase su nombre en su
Lebenslauf
). Como resultado, al frisar la treintena Bruno se había establecido en las redes profesionales clave del Tercer Reich de la primera época, dirigiendo una selva de avanzadas nazis a lo largo de una de sus primeras líneas más importantes: donde la medicina se unía con la política en la forja de un nuevo Tercer Reich. Termina completando dos páginas de autopromoción con la vieja historia de todos los currículum, de todas las épocas, de todas las sociedades…, el hecho de que posee un carnet de conducir limpio… «
Ich besitze Führerschein I und III Klasse.
»
Parece que Bruno se tomó con calma las partes más usuales del proceso de investigación. Inteligencia —
«überdurchschnitt
» por encima de la media. Era «vigoroso» y «
zielbewusst
», centrado en sus metas. Su perfil racial también presentaba pocas imperfecciones: «
vorwiegend nordisch
», predominantemente nórdico. Se caracterizaba como «
Offen, ehrlich und auchfrecht
», abierto, sincero y recto, desprovisto de cualquier defecto obvio y objetivo en su «
Lebensauffassung
», su visión de la vida. Estos rasgos, combinados con la amplitud y la firmeza de su compromiso con el movimiento y su falta de «mancha» racial o política, evidenciaban que Bruno era algo más que un «viejo combatiente» sólo de nombre, era un paradigma perfecto del ideal de carácter y corrección de las SS. Como organización para la cual no había mayor virtud que realizar las tareas que encomendaban, por desagradables que fueran, sin duda estaban convencidos de que Bruno poseía la capacidad de cumplir con su trabajo.
No obstante ser sólo un veinteañero, su fecha temprana de afiliación le convirtió en un «
alter Kämpfer
», un luchador veterano, una insignia cargada de prestigio sentimental nazi y que confería una distinción auténtica. Por sí mismo, sin embargo, esto no habría bastado; las SS se vanagloriaban de reclutar a personas claramente útiles para ellos, más que simplemente recompensar un largo servicio. Pero a Bruno no le perjudicó: según uno de los Oberführer que revisaban su primer ascenso, en noviembre de 1939, de segundo a primer teniente (Untersturmführer a Obersturmführer): «Se aprueba el ascenso del segundo teniente Langbehn de las SS considerando sus largos años de participación activa en el movimiento y las tareas realizadas hasta la fecha para el SD…»
Pero la auténtica medida de la aptitud de Bruno para su integración en las SS reside en lo que podía ofrecerles. No le costó convencerles de que era un candidato más fuerte de lo ordinario. Una y otra vez, se alaban sus creencias políticas porque es «
überzeugt
»: un nazi convencido. Con todo, la palabra que destaca aquí no es «ideología» ni tampoco «política». Es algo mucho más grande: «
Weltanschauung
» o visión del mundo, algo más amplio y profundo que un manifiesto político concreto. Trasciende la simple agenda o incluso un repertorio de opiniones; el nacionalsocialismo era una ideología que pretendía abarcar todos los aspectos de la vida alemana, desde sus ideas sobre la humanidad hasta la justificación de su imperio futuro. Sus evaluadores nazis sólo le estaban sondeando en busca de evidencias de fiabilidad política; le sometían a prueba para ver qué aportaba al propósito principal del SD, que era utilizar aquella visión del mundo como modelo con el que construir la nueva Alemania.
Aquella resma de documentos de 1937, ajados y deshilachados, representaba la culminación de un largo y continuado aprendizaje en la política del Tercer Reich, una gran parte de cuyos detalles permanecían en la oscuridad, y de un modo intencionado. La generación siguiente, la de mi madre y sus hermanas, desempeñó el papel que les habían asignado en este proceso de encubrimiento y negación. Se abstenían de hacer preguntas impertinentes y les inculcaron la idea de que no podían comprender lo que había estado en juego. Por lo general, todas lo acataban. Sobre todo por vergüenza. No sólo por lo que él hubiese o no hubiese hecho. Era algo más profundo. Era una reacción contra el hecho más evidente del pasado de Bruno, la repulsa por el hecho de que él y miles como él aparentemente habían adorado ser nazis y parecían disfrutar intensamente de cada una de las cosas que comportaba, incluido el antisemitismo que lo alimentaba. Una vez pregunté a mi madre si pensaba que vivía en una familia importante. Oh, sí, me contestó. Papá era un hombre importante.
El nacionalsocialismo era una política destinada a gratificar anhelos y frustraciones íntimas, y había formado, aguzado y justificado claramente todas y cada una de las opiniones más destacadas de Bruno. Su adhesión al nazismo había sido un proceso largo y complicado que empezó como una respuesta a la catástrofe de la Primera Guerra Mundial y siguió evolucionando hasta 1945. Luchar por esa ideología había sido el mayor privilegio de su carrera. Eso era lo que la familia tan empeñada estaba en que no le recordaran. Tenían razón. Habían dedicado años a desmantelar y desmentir la vida activa de Bruno como nazi. Ahora yo iba a renazificarle, y no sería una experiencia fácil.
Lo único que tenía para seguir adelante era un puñado de papeles, nombres, fechas e impresos, que en conjunto constituían el esqueleto de una carrera nazi. Las dos épocas abarcadas por su currículum —el mundo anterior, prenazi, de los primeros afiliados, y el posterior de las SS, los ejecutores ideológicamente motivados del plan de Hitler— representaban una experiencia nazi tan amplia como era posible imaginar y que afectaba prácticamente a todas las coyunturas e hitos importantes en la historia del Tercer Reich, desde su nacimiento hasta su fin. Apenas había instituciones nazis que Bruno no hubiese conocido en un momento u otro: el propio partido, el Jungbund, el Frontbann, las SA, el SD, el DAF, el mundo de la medicina nazi, la organización recreativa nazi, la administración civil nazi, la Wehrmacht. Desde estos puestos fue introducido en todas las dimensiones de la política nazi, desde la ideología a la asistencia social y a la raza (en especial la «cuestión judía») hasta la guerra, desde los tempranos días embriagadores de las victorias fáciles hasta las batallas desesperadas del derrumbamiento del frente oriental. A lo largo de su trayectoria vistió tres uniformes completamente distintos: el pardo de las SA, el negro de las SS y el gris de la Wehrmacht. En todo aquel tiempo actuó como dentista, soldado, espía, ejecutor de directrices y agitador político, todo ello al servicio del Tercer Reich. Duró también casi el máximo de tiempo posible. Muy pocos de su edad podían exhibir carreras de veintidós años tan activamente comprometidos con el movimiento y en un frente tan amplio. Había sido miembro de las tropas de asalto, camorrista callejero, ideólogo, intelectual de la acción, guerrero biológico, acólito, soldado, soplón, agente de la policía secreta, burócrata, árbitro de la acción social: en suma, un nazi perfecto.