Read La caza de Hackers. Ley y desorden en la frontera electrónica Online
Authors: Bruce Sterling
Tags: #policiaco, #Histórico
El fallo de sistema comenzó un lunes por la tarde en una centralita de Manhattan. Pero a diferencia de cualquier simple daño físico, se extendió y extendió. Centralitas de toda América, se colapsaron una tras otra en una reacción en cadena, hasta que la mitad de la red de AT&T se estropeó. Mientras, la otra mitad tenía dificultades para hacerse con la sobrecarga.
Después de nueve horas, los ingenieros de
software
de AT&T comprendieron más o menos qué había producido el fallo. Reproducir el problema exactamente, estudiando minuciosamente el
software
línea a línea, les llevó un par de semanas. Pero como era difícil de entender técnicamente, toda la verdad del asunto y sus implicaciones no fueron amplia y detalladamente explicadas. La causa principal del fallo, se mantuvo en la oscuridad, rodeada de rumores y de temor.
El fallo, fue una gran vergüenza para la compañía. El
culpable
, era un error en el propio
software
de AT&T, algo que no era de la clase de culpas que el gigante de las telecomunicaciones quería reconocer, especialmente al tener que enfrentarse a una competencia cada vez mayor. Al menos
se dijo
la verdad, en los desconcertantes términos técnicos, que era necesario emplear para explicarlo.
De alguna manera, la explicación no convenció a las agencias de seguridad del Estado americanas, e incluso, tampoco al personal de seguridad de las empresas de telefonía. Estas personas no eran expertos técnicos o grandes programadores y habían elaborado sus propias sospechas acerca de la causa del desastre.
La policía y los departamentos de seguridad de telecomunicaciones, tenían importantes fuentes de información, que eran denegadas a simples ingenieros de
software
. Tenían informadores en el
underground
informático y años de experiencia en tratar con cierto gamberrismo de alta tecnología, que parecía hacerse cada vez más sofisticado. Durante años habían estado esperando un ataque directo y salvaje contra el sistema telefónico americano. Y con la
caída del sistema
del 15 de enero —la primera de una nueva década de alta tecnología— sus predicciones, miedos y sospechas, parecían haber entrado en el mundo real. Un mundo, en el que el sistema telefónico no había fallado por sí solo, sino que
había sido
atacado por
hackers
.
El fallo, creó una nube oscura de sospechas, que determinaría las suposiciones y acciones de cierta gente durante meses. El hecho, de que tuviera lugar en el área de
software
era sospechoso. El hecho de que ocurriera el Día de Martin Luther King, aún hoy la fiesta americana con más carga política, hizo todo, todavía más sospechoso.
La
caída del sistema del 15
de enero, propició que se considerara urgente y necesaria
La Caza de Hackers
. Hizo que gente, gente poderosa en puestos de autoridad, deseara creer lo peor. Y fatalmente, ayudó para que los investigadores desearan tomar medidas extremas y preservaran un casi total secretismo.
Un oscuro fallo de
software
en un anticuado sistema de centralitas de Nueva York, iba a provocar una reacción en cadena de problemas constitucionales y legales en todo el país.
Al igual que el fallo en el sistema telefónico, esta reacción en cadena estaba esperando la primera ocasión para ocurrir. Durante los 80, el sistema legal americano fue ampliamente
parcheado
para enfrentarse a los nuevos asuntos que traía consigo el delito informático. Estaba, por ejemplo, el «Acta de Privacidad de las Comunicaciones Electrónicas de 1986» —elocuentemente descrita, como
una cosa apestosa
por un oficial de policía—. Y también estaba la draconiana «Acta de Fraudes y Delitos Informáticos de 1986», aprobada unánimemente por el Senado de los Estados Unidos, que después demostraría tener un gran número de defectos. Se habían hecho grandes y bienintencionados esfuerzos para mantener al día el sistema legal. Pero en el día a día del mundo real, incluso el
software
más elegante, tiende a derrumbarse y mostrar repentinamente sus fallos ocultos.
Si el sistema telefónico
lo parecía
, el sistema legal americano no estaba en ruinas por un fallo temporal; pero para aquéllos que fueron aplastados por el peso del sistema en colapso, la vida se convirtió en una serie de desvanecimientos y anomalías.
Para entender por qué ocurrieron estos extraños sucesos, en el mundo de la tecnología y en el de las leyes, no basta con entender los simples problemas técnicos. Llegaremos a entenderlos; pero para empezar, debemos intentar entender cómo funciona el teléfono, el negocio de la telefonía y la comunidad de seres humanos que los teléfonos han creado.
La tecnología tiene ciclos vitales, al igual que las ciudades, las instituciones, las leyes o los gobiernos. El primer estadio de un invento es el Interrogante, también conocido por el estadio de «Prototipo Imaginario». En esta temprana etapa, el invento es sólo un fantasma, un simple reflejo en el ojo del inventor. Uno de dichos inventores fue un profesor de fisiología vocal y electricista aficionado, llamado Alexander Graham Bell.
Los primeros inventos de Bell, aunque ingeniosos, no movieron el mundo. En 1863, siendo Bell un adolescente, fabricó, junto a su hermano Melville, un mecanismo artificial de habla, hecho de madera, caucho, gutapercha y hojalata. Este extraño dispositivo tenía una
lengua
cubierta de caucho, hecha de segmentos móviles de madera y
cuerdas
vocales
,
labios
y
mejillas
, de caucho. Mientras Melville accionaba un fuelle dentro de un tubo de hojalata, imitando a los pulmones, el joven Alec Bell manipulaba los
labios
, los
dientes
y la
lengua
, haciendo que aquella cosa emitiera un galimatías de sonidos en un falsete muy agudo.
Otro aspirante a gran avance técnico fue el «fonoautógrafo» de Bell de 1874, hecho con el oído completo de un cadáver. Colocado en un trípode, este espeluznante artilugio dibujaba ondas de sonido en un cristal ahumado utilizando una plumilla pegada a los huesecillos del oído.
La mayoría de los «Prototipos Imaginarios» no van a ninguna parte. Pero el segundo estadio de un invento es la «Estrella Naciente» o el estadio de «Prototipo Tonto». El teléfono, el artilugio más ambicioso de Bell, alcanzó esta fase el 10 de marzo de 1876. Aquel gran día, Alexander Graham Bell se convirtió en la primera persona que logró transmitir eléctricamente voz humana comprensible. Lo que ocurrió fue que el joven Profesor Bell, trabajando intensamente en su laboratorio de Boston, se echó ácido accidentalmente en los pantalones. Su ayudante, el Sr. Watson, oyó sus gritos de ayuda a través del audio-telégrafo experimental de Bell. Era un hecho sin precedentes.
Los inventos en su estadio de «Prototipo Tonto» rara vez funcionan muy bien. Son experimentales y por tanto, están a medio hacer y bastante hechos polvo. El prototipo puede ser atrayente, original y dar la impresión de ser bueno de una manera u otra. Pero nadie, incluyendo al inventor, está muy seguro de por qué es así. Los inventores y los entendidos pueden tener ideas muy firmes sobre su uso potencial, pero con frecuencia estas ideas están equivocadas.
El hábitat natural del «Prototipo Tonto» son las ferias comerciales y la prensa. Los inventos recién nacidos necesitan publicidad e inversiones al igual que un ternero necesita leche. Esto era muy cierto hablando de la máquina de Bell. Para conseguir dinero, Bell hizo un
tour
con su dispositivo como una atracción de feria.
Los artículos de prensa de la época dicen, que el debut del teléfono provocó un asombro alegre, mezclado con mucho miedo. El teléfono que Bell usaba en sus demostraciones era una gran caja de madera con una rudimentaria boquilla, teniendo el aparato un tamaño algo mayor que el de una cámara Brownie. Su vibrante altavoz de acero, con potentes electroimanes, era lo suficientemente potente como para oírse en todo un auditorio. Watson, el ayudante de Bell, hábil intérprete de órgano, tocaba junto a un teléfono desde habitaciones a cierta distancia y más tarde, tocó desde otras ciudades. Esto fue considerado maravilloso, pero también inquietante.
El concepto original que Bell tenía sobre el teléfono, una idea que defendió durante un par de años, era el de convertirlo en un medio de masas. Hoy podemos ver que la idea original de Bell se aproxima al moderno
hilo musical
. Desde una central, los teléfonos transmitirían música, sermones dominicales e importantes discursos a una red de abonados.
En aquel momento, la mayoría de la gente pensaba que este concepto sonaba bien. De hecho, la idea de Bell era factible. En Hungría, esta utilización del teléfono fue llevada a la práctica diaria con éxito. En Budapest, durante décadas, desde 1893 hasta después de la Primera Guerra Mundial, había un servicio de información perteneciente al gobierno llamado «Telefon Hirmondo½». «Hirmondo½» fue una fuente centralizada de noticias, entretenimiento y cultura, incluyendo información bursátil, obras de teatro, conciertos y lecturas de novelas. A determinadas horas del día, el teléfono sonaba, conectabas un altavoz para que lo oyera toda la familia y «Telefon Hirmondo½» estaba en antena, o mejor dicho, en el teléfono.
Hirmondo½ es una tecnología muerta hoy en día, pero «Hirmondo½» podría ser considerado el ancestro espiritual de los modernos servicios informáticos de datos a los que se accede por línea telefónica, como Compuserve, Genie o Prodigy. El principio que subyace bajo la idea de «Hirmondo½» tampoco está muy lejos de las BBS, que aparecieron a finales de los años 70 y se extendieron rápidamente por América, éstas aparecerán con frecuencia en este libro.
Estamos acostumbrados a usar los teléfonos para conversaciones individuales porque estamos acostumbrados al sistema de Bell. Pero ésta podría ser sólo una posibilidad entre muchas. Las redes de comunicación son muy flexibles y potentes, especialmente cuando su
hardware
es suficientemente avanzado. Pueden utilizarse para todo tipo de cosas. Así ha sido y así seguirá siendo.
El teléfono de Bell había sido elegido para la gloria, pero esto se debió a una combinación de decisiones políticas, astutas batallas judiciales, inspirados liderazgos en la industria, actitudes locales muy receptivas y pura buena suerte. Mucho de esto es hoy también válido para los sistemas de comunicaciones actuales.
Bell y sus patrocinadores, al luchar para instalar su moderno sistema en el mundo real de la Nueva Inglaterra del siglo XIX, tuvieron que enfrentarse al escepticismo y la competencia de otras industrias. Ya había entonces una fuerte red eléctrica de comunicaciones en América: el telégrafo. El presidente del sistema telegráfico de Western Union despreció el prototipo de Bell, llamándolo
juguete eléctrico
y rehusó comprar los derechos de patente de Bell. El teléfono, al parecer, podía estar bien como entretenimiento de salón, pero no para negocios serios.
Los telegramas, a diferencia de los teléfonos, dejaban un registro físico permanente de sus mensajes. Los telegramas, a diferencia de los teléfonos, podían contestarse cuando más le conviniera al destinatario. Y el telegrama tenía un mayor alcance que el primer teléfono de Bell. Estos factores hacían que la telegrafía pareciera una tecnología más fuerte y rentable —al menos a algunos.
El sistema telegráfico era enorme y estaba muy consolidado. En 1876 los Estados Unidos tenían 214.000 millas de cable telegráfico y 8500 oficinas de telégrafo. Había telégrafos especiales para negocios, para comerciantes de ganado, para el gobierno, la policía y los bomberos. Y el
juguete
de Bell era más conocido como un dispositivo musical de barraca de feria.
El tercer estadio de un invento es el estadio de «La Vaca Rentable». En esta etapa, un invento encuentra su lugar en el mundo, madura y se convierte en algo asentado y productivo. Después de casi un año, Alexander Graham Bell y sus patrocinadores concluyeron que una música extraña procedente del
ciberespacio
del siglo XIX, no era lo que iba a vender su invento. En su lugar, el teléfono iba a encontrar su lugar con la voz —voz personal e individual, la voz humana, conversación humana e interacción humana—. El teléfono no iba a ser gestionado desde un punto de difusión centralizado. Iba a ser una tecnología personal e íntima.