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Authors: Libertad Morán

Tags: #Romantico, Drama

A por todas (21 page)

BOOK: A por todas
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—Qué le dices tú, bonita. Tú la has metido en esto y tú la tendrás que sacar.

—¿Y si se lo contamos? —sugiere con inocencia.

—¿Contárselo? ¿Es que ya has perdido tu última neurona?

—¿Por qué no? Ella está muy metida en el GYLA. Quizá pueda ayudarnos —se defiende, reticente a abandonar a su presa tan pronto, le cueste lo que le cueste.

—Pilar, tienes que vigilar tus hormonas, te están haciendo perder el poco sentido común que te queda… —le digo entre dientes viendo que Alicia ya vuelve con nosotras.

—Bueno, chicas, ya estoy aquí. ¿Qué planes tenéis para esta noche? —nos pregunta expectante con las manos en los bolsillos traseros de los vaqueros.

—¿Qué vais a hacer qué? —nos pregunta alzando exageradamente la voz cuando salimos del Nike.

Sí, Pilar ha ganado. Nos ha convencido de que quizá Alicia nos sirva de ayuda.

—Tranquila, Alicia —le digo yo con voz conciliadora—. Todo tiene su explicación. Diego y Juanjo han descubierto que el GYLA no ha dado de alta en la Seguridad Social a los trabajadores y creen que tiene que haber algo más…

—Creemos que están desviando dinero —se apresura a añadir Juanjo.

Alicia nos mira a unos y a otros visiblemente alarmada. Nosotros, rodeándola, la miramos a ella y, de reojo, a los que tenemos a izquierda y derecha.

—Bueno, ¿y a qué esperamos? ¡Vamos para allá! —exclama echando a andar.

Nuestro temor se convierte en sorpresa ante la reacción de Alicia. Ella se da cuenta y se detiene a los pocos pasos.

—¡Pero no os quedéis ahí! ¡Venga, vamos! —nos grita.

En un par de apresuradas zancadas le damos alcance. Me pongo a su lado y le pregunto que a qué viene ese repentino interés.

—¡Porque a mí también me tienen hasta los ovarios! Estamos sacando unos mil euros limpios por cada fiesta que hacemos y, con suerte, vemos la mitad que, como comprenderéis, nos da muy poco margen para preparar la siguiente. Si están haciendo chanchullos con la pasta, soy la primera interesada en saberlo.

Nos reímos divertidos a la vez que aliviados por el cariz que ha tomado la inclusión de Alicia en nuestras clandestinas intenciones.

—Así que no es algo que afecte sólo a los trabajadores… —murmura pensativo Juanjo, dejando la frase en el aire.

El primer tramo de Augusto Figueroa está extrañamente desierto cuando los seis nos detenemos frente al portal donde está la sede del GYLA. Diego, Juanjo y Alicia sacan de sus bolsillos un manojo de llaves y los tres se disponen a abrir. Se quedan mirándose entre ellos y se echan a reír.

—¿Todos tenéis llaves? —les pregunto.

—Aquí tiene llaves hasta el Tato —ironiza Alicia siendo la que finalmente abre el portal—. Colectivo de día, picadero de noche, pensé que ya lo sabías —añade penetrando en el interior del portal a oscuras.

—Veo que siguen sin aprender de los errores del pasado… —digo riéndome y entrando también seguida de los demás.

Tras cerrar el portón de madera encendemos la luz de las escaleras para que guíe nuestros pasos hasta el primer piso. Alicia es también quien se encarga de abrir la puerta que da paso a la sede del GYLA. Cuando estamos todos dentro vuelve a echar los cerrojos.

—Por si alguien tiene algún apretón y decide darse una vuelta por aquí. Así le oiremos a tiempo sin que sospeche que no está solo.

Miro a Alicia alzando una ceja.

—¿Vienes a menudo aquí cuando te da el «apretón»? —le pregunto mordaz haciendo comillas con los dedos—. Parece que lo tienes todo muy controlado…

—Luego, si quieres, hablamos de mi vida privada. Ahora, a lo que estamos.

—!Sí, señora! —exclamo cuadrándome y haciéndole el saludo militar.

—Diego, Juanjo, id encendiendo las luces hasta el despacho, yo iré detrás apagándolas —ordena haciendo caso omiso de mi broma.

En fila india vamos recorriendo las distintas estancias y salones del GYLA hasta que llegamos a la oficina. Alicia entra la última y cierra la puerta tras ella.

—Bueno —nos mira—. ¿Qué buscamos exactamente?

—Buena pregunta —digo mirando a Diego que, a su vez, mira a Juanjo y este a Alicia, que pone los ojos en blanco y suspira con exasperación.

—¡Pues vaya panda de investigadores estáis hechos! —hace una pausa quedándose pensativa—. A ver, Ruth, tú y yo vamos a mirar subvenciones, memorias, justificaciones, proyectos y todo lo que encontremos. Juanjo, tú que conoces el programa de contabilidad, saca listados de las cuentas de ingresos y gastos y del inmovilizado. Diego, enciende el resto de ordenadores y busca archivos sospechosos. Juan, tú quédate cerca de la puerta y vigila que no venga nadie… —y dicho esto abre un armario y comienza a sacar cajas de archivo.

—¿Y yo? —pregunta una voz desvalida que pertenece a Pilar.

Alicia gira la cabeza y la mira un momento.

—¿Tú? —piensa un instante—. Tú ya has hecho bastante invitándome a que os organice el asalto. Siéntate y descansa —dice ya sin mirarla.

Pilar me lanza una mirada indefensa y ofendida. Yo me encojo de hombros pero no me da tiempo a decir nada porque Alicia ya me está dando cajas para que las revise.

A las tres de la mañana el despacho del GYLA ofrece el mismo aspecto que si un tornado hubiera pasado por su reducido espacio. Hasta ahora no hemos encontrado gran cosa. Memorias y más memorias de subvenciones, todas aparentemente en regla. Cansada de revisar papeles, me levanto para estirar las piernas. Deambulo distraída por el despacho hasta que me fijo en un armario que aún no hemos abierto. Intento hacerlo pero está cerrado con llave.

—¿Qué hay en este armario? —pregunto a nadie en particular.

Juanjo levanta la vista de los listados y me mira.

—¿Ahí? Es el armario del equipo de cine pero ahora están de vacaciones y el único que lo abre es el Teletubby…

—¿Y dónde está la llave? —pregunta Ali dejando a un lado la carpeta en la que estaba enfrascada y levantándose como si tuviera un muelle en el culo.

Juanjo hace memoria. Luego vacía un cubilete de bolígrafos entre los cuales también aparecen un par de llaves engarzadas por un arete. Con ellas abre la cajonera que tiene a su derecha y del fondo del primer cajón saca otra pareja de llaves que me lanza.

—Ahí las tienes —me dice volviendo a bucear en el programa de contabilidad.

Cojo las llaves al vuelo y abro el armario. En su interior Alicia y yo encontramos un montón de cintas de vídeo colocadas ordenadamente, dossieres de prensa de películas, más cajas de archivo y algunas bolsas de plástico cuyo contenido es inclasificable a primera vista. Alicia suspira.

—Me parece que esta noche no vamos a dormir mucho.

—¡Chicas! —nos llama Diego—. Venid, mirad esto.

Los cinco nos congregamos alrededor de él.

—¿Qué has encontrado? —le pregunta Alicia.

—Mirando en el historial de Internet hay una web de un banco de las Islas Barbados que se ha mirado por última vez hoy mismo. Bueno, y ayer…

—¿Y eso? —pregunta Alicia extrañada—. ¿Quién se suele sentar ahí?

—El Teletubby.

—Pues él no tiene pinta de ser un millonario excéntrico que trabaje en un colectivo por el bien de la comunidad…

—No, más bien es un tocapelotas muerto de hambre que vive a costa de su novio… —murmura Diego—. También se ha visitado la página web del banco en el que el GYLA tiene las cuentas.

—¿Tú manejas las cuentas por Internet? —le pregunta Alicia a Juanjo, él niega con la cabeza.

—No, cuando me toca hacer gestiones, hago la mosca aplastada que tiene el presidente por firma y me bajo al banco a tramitarlas —explica Juanjo con cierta angustia—. Que como un día me pillen se me va a caer el poco pelo que me queda…

—Haz pantallazos de esas páginas, Diego —me mira a mí—. Nosotras vamos a ver qué esconde el armario del séptimo arte —dice mirando su interior con aprensión.

En una primera inspección de lo más reveladora, nos empezamos a encontrar con toda la miga de esta historia: el certificado del IFI adjudicando la famosa subvención, formularios tramitados por el banco concediéndoles el crédito a cuenta de la misma, justificaciones y memorias de subvenciones que ya habíamos visto en los otros armarios pero que nada tienen que ver con ellas. Estas subvenciones son por completo ficticias, en ellas figuran facturas de equipos informáticos, audiovisuales y mobiliario que no constan en la cuenta de inmovilizado, resguardos de seguros sociales con sellos del banco más que dudosos y nóminas de trabajadores con sueldos bastante elevados rubricados con firmas que ni Diego ni Juanjo reconocen como suyas.

—¡Serán cabrones! ¡Si a mí no me pagan ni la mitad de lo que pone aquí! —exclama Diego irritado.

—Pues una de dos —declara Alicia—. O son unos chapuzas o están muy confiados en que nadie va a meter la nariz en este armario.

—Yo creo que las dos cosas y unas pocas más —opina Juanjo aún cotejando listados de lo que parecen ser las verdaderas subvenciones presentadas a los ministerios de los que dependen.

—Y digo yo, Juanjo —pregunto—. Tú, siendo el administrativo del GYLA, ¿nunca echaste en falta los seguros sociales? Quiero decir que si te encargas de llevar la contabilidad y tramitar los papeles oficiales deberías estar al tanto de los pagos, ¿no?

—Bueno, la contabilidad que se lleva en la oficina es muy de andar por casa. De lo gordo se encarga la gestoría… —explica—. Aunque yo también le estoy dando vueltas al asunto… Verás, para solicitar cualquier subvención hay que presentar, además de un proyecto, certificados de estar al corriente de pagos con Hacienda y con la Seguridad Social y yo estoy pidiendo esos certificados cada dos por tres… —Menea la cabeza—. No lo entiendo. Se supone que los sueldos de los trabajadores salen de las subvenciones y cuando toca presentar las justificaciones hay que adjuntar nóminas y resguardos de los seguros sociales.

—Pero ya ves lo que hay. Han falsificado vuestras firmas y el sello del banco para los seguros sociales. —Alzo uno de los mamotretos encuadernados que tengo cerca—. Estas deben ser las memorias que realmente se presentan al Ministerio. Y me juego el cuello a que los sellos que aparecen en las que hemos revisado antes son tan falsas como las firmas que hay en estas astronómicas nóminas —hago una pausa—. Yo pensaba que era el administrativo el que se encargaba de presentar las justificaciones.

—Y así era —explica Diego—. Hasta que llegó Luis. El anterior administrativo, Jorge, sí que lo hacía.

—¡Pero si de eso hará como unos cinco años! —exclamo yo sorprendida—. Si a Jorge le conocía yo cuando aún estaba metida en el GYLA…

—Pues eso nos puede dar una idea de hace cuánto tiempo que están haciendo chanchullos —dice Diego encogiéndose de hombros—. ¿O no recuerdas que fue a partir de entonces cuando el colectivo empezó a cacarear sus problemas de liquidez y la falta de subvenciones para mantenerlo?

Asiento con la cabeza. Todo empieza a tomar forma en mi cabeza.

—¡Eh!—grita Alicia interrumpiendo mis cavilaciones—. ¿No decían que el festival tenía pérdidas? —pregunta revisando una carpeta con facturas—. Pues según la taquilla del cine, la recaudación supera tranquilamente el importe de la subvención. Si a eso le sumamos el dinero ingresado por la publicidad, todo se traduce en ganancias… —explica alzando un papel y mirándonos—. ¡Me cago en la leche! Si supierais la mala hostia que me está entrando… —farfulla entre dientes visiblemente cabreada.

—Ya te vemos, ya —río para mis adentros—. Míralo por el lado bueno. A ti el desencanto con las ONG's te va a llegar al poco de haber entrado, no como a los demás que nos llegó después de años haciendo el canelo…

Alicia me lanza una mirada homicida.

—Ruth, porque ahora estoy bastante ocupada pero recuérdame que un día de estos tengamos una conversación sobre activismo, ¿vale?

—Vale, vale —accedo condescendiente—. Pero yo ya sé que el tiempo siempre me acaba dando la razón…

—Sigue buscando y cállate —ordena volviendo a sumergirse en su carpeta de facturas.

Me agacho frente al armario y reviso la parte de abajo, repleta de bolsas de todos los tamaños y colores. Unas contienen camisetas con el logo del festival, otras pases de prensa y de organización o telas de varios colores cuyo uso no acabo de determinar… Las voy sacando una a una tras revisar su contenido, más por aburrimiento y curiosidad que por el convencimiento de que vayamos a encontrar algo más revelador.

Cuando voy a sacar la última bolsa me percato de que lo que contiene no es nada liviano sino duro y pesado. Saco su contenido y me encuentro con una pequeña caja fuerte de forma rectangular.

—¡Chicos y chicas! ¡Acabamos de encontrar la caja de Pandora! —les anuncio.

Alicia abre los ojos de par en par. Las pupilas casi le hacen chiribitas al ver la caja.

—Sí, vale —dice Juanjo abatido—. Pero sin combinación de poco nos sirve. Y tampoco podemos llevárnosla…

—¿Me dejas un momento? —me pregunta Alicia haciéndome señas de que le pase la caja.

Se la doy por no discutir. Joder, qué empeño tiene esta cría en ser siempre el centro de atención… La coge, la pone frente a ella y se queda mirándola. El resto la miramos a ella a falta de algo mejor que hacer. Se nos nota cansados, son casi las cinco de la mañana.

Alicia sigue ensimismada unos segundos más. Luego, decidida, comienza a dar vueltas a la rueda. Y nuestra sorpresa es mayúscula cuando, tras la última vuelta, un sonoro
click
se hace distinguible por encima de nuestra respiración contenida. Alicia abre la caja con una sonrisa triunfal.

—Pero, ¿cómo…? —comienza Juanjo confundido sin acabar de dar crédito a lo que ha visto.

—Dos, ocho, seis, seis, nueve —recita como si fuera algo obvio para cualquiera—. Veintiocho de junio del sesenta y nueve, día de la revuelta de Stonewall e inicio del movimiento gay moderno —añade con pedantería—. ¡Por Dios! Todo el mundo sabe que el presidente del GYLA es un nostálgico.

—¿Y cómo sabes que esa caja es del presidente? —pregunta Pilar ganándose una nueva mirada de desprecio por parte de Alicia.

—¿Y de quién si no? El presidente es el único que tiene acceso a todo…

—¡Eso ha sido un golpe de suerte! ¡No jodas, era demasiado fácil! —exclamo molesta.

—Por eso la puso. Cualquier listillo la descartaría por resultarle demasiado evidente —declara mirándome y esbozando una media sonrisa repleta de chulería—. Ahora veamos qué hay… —empieza a sacar papeles—. Ruth, me parece que tenías razón con lo de la caja de Pandora —me dice comenzando a pasarme documentos.

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