—¿Me estás diciendo que los colectivos no sirven para nada? —pregunta Alicia poniéndose en pie y colocando los brazos en jarras.
—Estoy diciendo que las asociaciones se aprovechan de los voluntarios. Pero cualquier asociación, no sólo las gays. ¿Tú sabes cuánto dinero se ahorra el estado gracias al voluntariado?
—¿Y tú sabes la importante función del voluntariado en el engranaje social? Y ya no digamos en el asociacionismo gay. Si no fuera por los colectivos aún nos estarían metiendo en la cárcel por cogemos de la mano por la calle. Los colectivos gays hacen una importante función de socialización dentro de la comunidad. ¿A dónde iría toda esa gente que nunca ha tenido referentes positivos sobre la homosexualidad cuando se encuentra sintiendo atracción por personas de su mismo sexo?
—Que sí, que vale. Pero tendrás que estar de acuerdo conmigo en que la mayoría de la gente que se acerca a un colectivo lo hace con intención de ligar y conocer el ambiente y una vez conseguido eso, se largan por donde han venido…
—Pero siempre hay gente que se queda y trabaja para conseguir la igualdad… Sin ellas a día de hoy no podríamos estar hablando de matrimonio…
—¿Y qué me dices de toda esa gente que sale el día del orgullo gay en la cabalgata y el resto del año se esconden haciéndose pasar por respetables heteros? La lucha por la igualdad es una batalla diaria. Hay que reivindicar en el entorno de cada uno, en la familia, en el trabajo, con los amigos y muy poca gente tiene el valor suficiente para hacerlo…
—¿En tu trabajo saben que eres lesbiana? —pregunta Alicia exaltada.
—Por supuesto. Todo el mundo lo sabe —respondo airada.
—¡Pues si no hubiera habido colectivos luchando por los derechos de gays y lesbianas nunca habrías podido dar ese paso!
—Error, bonita. Si no hubiera habido gente que hubiese dado ese paso para demostrar a la sociedad que no somos bichos raros no se habrían podido crear colectivos que reivindicaran ningún derecho.
—Sí, ¿qué fue antes? ¿El huevo o la gallina?
—La lucha individual es la que determinó la creación de plataformas que representaran a gays y lesbianas en la sociedad. Si en las revueltas de Stonewall las personas anónimas no hubieran plantado cara a la autoridad nunca se habría creado el Frente de Liberación Gay.
—Y sin asociaciones que sirvieran de puente con los órganos de gobierno nunca se habría avanzado en leyes de igualdad y de no discriminación. Los colectivos cumplen una función fundamental en la lucha.
—Sí, ya lo veo. ¡Para desviar la pasta y construirse un bonito complejo hotelero para maricas en la costa de Panamá!
—Que haya una panda de cabrones que se quieran lucrar gracias a la lucha de la gente no significa que todo el mundo sea así. Somos muchos los que creemos de verdad en las reivindicaciones que se están haciendo y que ponemos todo nuestro esfuerzo y voluntad en que la situación mejore para que podamos dejar de ser ciudadanos de segunda.
—¿Y por qué hay tanta gente que sale de los colectivos escaldada por el trato que ha recibido? Tú misma deberías saberlo, en cuanto sabes hacer algo que les sea de utilidad, tienes que estar disponible las veinticuatro horas del día. Profesionales gratuitos para dedicar la pasta a lo que de verdad les conviene, sus propios intereses. Todavía no he conocido a nadie que haya salido de un colectivo sin despotricar de él…
—¡Que tú estés desencantada no significa que todo el mundo lo esté! ¡Yo conozco a mucha gente que lleva años trabajando en los colectivos y no ha perdido ni un pizca de ilusión!
—¿Ah, sí? Pues, dicho por ti misma, tus madres llevan mucho tiempo sin dejarse caer por ninguna asociación. Y si mal no recuerdo, en los setenta estaban metidas en todos los saraos habidos y por haber…
—¡Porque ya son mayores! ¡También tienen derecho a descansar y a disfrutar de la vida! —me grita Alicia casi desgañitándose.
—Admítelo, Alicia, el voluntariado sólo es para jovencitos ilusos que aún creen que pueden cambiar el mundo con sus ideas. Y para listillos que se buscan la manera de aprovecharse de la situación.
—¿Me estás llamando ilusa? —chilla Alicia acercándose hacia mí con ademanes agresivos.
—¡Sí, bonita, te estoy llamando ilusa! ¡Tienes dieciocho años y crees que formas parte de una revolución! ¡Cuando tengas veinticinco ya hablaremos y no harás más que maldecir al colectivo en el que estuviste perdiendo el tiempo!
—Pero, ¿tú eres imbécil o qué, tía? Entonces, ¿para qué coño vienes al grupo de mujeres?
—Para conocer mujeres, claro —me río—. Como todo el mundo, desengáñate, Alicia…
—¡Como te vuelva a ver por el GYLA te pienso echar a patadas! ¡Si quieres ligar te vas al Escape! —me chilla poniendo su cara a dos palmos de la mía.
—¡Atrévete, niñata! —le contesto.
—¡Chicas! ¡Chicas! ¡Chicas!—grita Pilar poniéndose entre las dos y separándonos.—¡Que son las tres de la mañana! No me parece el mejor momento para ponerse a discutir de política a voz en grito.
—¡Ha empezado ella!—se defiende Alicia señalándome con el dedo—. Siempre tan listilla creyendo que ya lo sabe todo porque es mayor que yo.
—¿Y tú, qué? ¡Si siempre estás dando lecciones de feminismo a quien se te ponga cerca!
—¡Vamos, vamos, Ruth! —me dice Pilar sacándome del despacho a empellones mientras los chicos se miran entre ellos riéndose por lo bajo—. Vamos a la oficina a recoger lo que hay allí, a ver si te tranquilizas.
Nos metemos en la oficina y Pilar me sienta en una de las sillas donde yo me dejo caer con fastidio.
—¿Se puede saber qué coño te pasa, Ruth? Para ser una visita clandestina habéis estado a punto de despertar a todo el vecindario…
—¡Me saca de quicio! —exclamo irritada tirando unos cuadernillos al otro extremo de la mesa para apoyar el brazo. Pilar me mira con una expresión divertida.
—Ruth, cielo, si esto fuera una telecomedia lo definiría como la típica tensión sexual no resuelta… —se echa a reír.
—¡No jodas, Pilar, por Dios!
—No, si yo no jodo, ya lo sabes. Pero esto sólo puede acabar a hostias o en la cama…
—Tírate de la moto, tronca. Que aquí la única que quiere meter a Alicia en su cama eres tú… —le respondo rabiosa levantándome de la silla, dirigiéndome hacia uno de los armarios y empezando a colocarlo.
—Ya, ya… —escucho decir a Pilar a mis espaldas en un tono tan irónico que hace que mi furia crezca aún más.
Una hora después, sin decir palabra, abandonamos la sede del GYLIS. Ya en la calle nos disponemos a despedirnos pero yo, aún exaltada, me mantengo al margen con las manos metidas en los bolsillos traseros mirando a otra parte.
—Mañana podríamos vernos y acabar de planear qué vamos a hacer con todo lo que tenemos. ¿Os parece? —pregunta Alicia. Todos asienten menos yo que hago como si la cosa no fuera conmigo—. ¿Contaremos también contigo, Ruth? —me pregunta mordaz pero más calmada que un rato antes. Yo me encojo de hombros.
—Llamadme. Ya veremos —farfullo mirando la punta de mis zapatillas.
—Pues nada. Mañana hablamos —concluye Alicia antes de darse media vuelta e irse Santa Engracia abajo en compañía de Juanjo.
—Yo me voy a pillar un taxi —me dice Diego—. Cálmate, mujer, que tampoco es para tanto.
Mi única respuesta es un gruñido gutural.
—Bueno, por ahí viene uno. Mañana hablamos. Que descanséis, chicas —se despide antes de alzar la mano para parar el taxi que viene por la calzada.
Miro a Pilar que continua mirándome con la misma jocosa expresión de hace un rato.
—Deja de reírte, tronca —le digo apaciguando mi propia furia con una imperceptible sonrisa—. ¿Qué vas a hacer? ¿Te vas a tu casa? —Pilar se encoge de hombros—. Quédate a dormir en la mía, si quieres.
—Venga, vale. Así te podré convencer de que tengo razón.
—¡A que duermes en el sofá, bonita!
—Pues casi que mejor, cielo, no vaya a ser que en mitad del sueño te pienses que soy Alicia y empieces a meterme mano… —espeta riéndose.
—Anda, tira —le digo dándole un azote en el trasero.
—¿Y cómo es que no te viniste, Juanito? Hubieras flipado al ver lo que encontramos…
—Ya me lo ha contado Diego. Pero si te soy sincero me hubiera gustado más ir por ver cómo Alicia y tú os poníais a discutir. Vamos, que según Diego lo único que os faltó fue una piscina de barro…
—Joder, ya veo que nuestra discusión ha sido lo que ha levantado más pasiones…
—Cariño, es que todo el mundo anda diciendo que lo que os falta es echar un polvo para aliviar las tensiones.
—¡Qué cachondo! Si por todo el mundo te refieres a Pedro y Pilar, pues sí, todo el mundo lo dice… Pero me parece mucho más importante lo que hemos descubierto.
—Ya lo sé, boba. Pero lo otro no deja de tener su interés…
—Parecéis el equipo de Salsa Rosa, Juan. ¿Os parece más interesante una tontería como esa que el hecho de que los dos principales colectivos gays de Madrid estén cometiendo un fraude?
—Que no, tonta. Eso me parece muy fuerte. Pero, ¿cómo es que no habéis ido a la policía todavía?
—¿No te lo ha contado Diego?
—No, apenas hemos hablado del tema… Cada vez que lo hace se le hincha la vena del cuello…
—Alicia quiere investigar algo más en el GYLA. No sé qué coño piensa que va a encontrar ya… Pero vamos, como en un par de días no hayamos ido, pienso hablar con Pedro para denunciarlo yo. Oye, ¿cómo está Diego?
—¿Con todo esto? Si te soy sincero, está inaguantable. No hace más que despotricar todo el santo día. Hoy ha ido a la oficina y me ha dicho que se ha dedicado a preparar su curriculum y a mirar ofertas de trabajo por Internet. Y ahora, en vez de estar haciendo el trabajo de calle, le tengo metido otra vez en Internet buscando ofertas interesantes…
—Ya, como no puede pedir el paro…
—No seas cruel, Ruth. A ver cómo te sentaría a ti que después de cinco años pringando y cobrando un sueldo de mierda, te encontraras con que ni siquiera vas a recibir una compensación…
—Que sí, tío, que era una broma. Si yo fuera él ya habría estrangulado a los culpables con mis propias manos…
—Es que, joder, tía. No hago más que pensar en la que se puede montar, que dentro de nada es el orgullo…
—¿Y qué, Juan? ¡Como si el orgullo dependiera de los colectivos! Mientras haya locales con enormes carrozas y tíos cachas con tangas microscópicos luciendo paquete la gente ni se dará cuenta de que el GYLA y el GYLIS no participan.
—¿No van a participar?
—No lo sé pero si para el orgullo ha salido todo esto a la luz no creo que se atrevan a dejarse ver por allí…
—Ya, se arriesgarían a un linchamiento público…
—Eso como mínimo… Pero a mí lo que más me preocupa es lo que puede pensar la opinión pública.
—¿Y eso?
—Quiero decir que si los heteros ven esto van a pensar que todos somos así. Ya sabes como es la peña, ven un marica con pluma y se piensan que todos sois iguales. Si ahora ven que cuatro maricas han montado un fraude van a llegar a la conclusión de que todos somos unos mafiosos.
—No creo que sea para tanto…
—¡Parece mentira que no conozcas a la gente! Además, seguro que Don Rouco Corleone y sus secuaces estarán a la que salta para que esa imagen sea la que prevalezca y así puedan seguir con su cruzada contra gays y lesbianas. Putos colectivos…
—Putos colectivos, no, putos cabrones que se hicieron con el poder dentro de ellos y han pervertido los objetivos iniciales…
—Oye, Juanito, que ya tuve bastante con la discusión entre Alicia y yo, ni quiero ni necesito volver a tener una batalla dialéctica sobre el tema con nadie…
—¡Eh, nena, tranquila! Si ya sabes que yo estoy de tu parte, con algunas matizaciones pero de tu parte…
—Pero tienes razón, sí que es mala suerte que todo esto vaya a saltar justo antes de la mani…
—O buena suerte, quizá no sea tan malo después de todo…
—¿Tú crees, Juan? Esto va a ser publicidad negativa…
—Pero a partir de ahí la política de los colectivos podría cambiar, buscar una alternancia en el poder. No dejar que nadie sea presidente más de un año, hacer auditorias periódicas, vigilar más estrechamente qué se hace con el dinero… No sé, hacer lo que se pueda para evitar que algo así vuelva a pasar…
—Pues ya veremos qué pasa…
—Con eso y con Alicia, ¿no?
—Que te tires tú también de la moto, Juan. Que antes me presento a presidenta del GYLA…
—Entonces Alicia sería tu consorte…
—¡Puuufff!
Vaya panda de pesados tengo por amigos…
A
licia me despierta zarandeándome totalmente excitada. Yo, con apenas un par de horas de sueño muy mal llevadas, soy momentáneamente incapaz de abrir los ojos a pesar de sus brincos sobre la cama.
—¡Ruth, despierta! ¡Sale en la portada! ¡Lo han sacado en la portada!
Me tapo la cabeza con la almohada y gruño para mis adentros. Por un resquicio veo el radioreloj de la mesilla y compruebo que aún no son ni las diez de la mañana.
—¡Por el amor de Dios, Ali! ¡Déjame dormir!
—¡Pero Ruth! ¡Esto es un bombazo!
Me quito la almohada de la cabeza y me resigno a despertarme. Estar con esta chica es como estar con una versión delgada y estilizada de Cristina Almeida.
Y ahora estoy segura de que antes que preguntarte de qué bombazo me está hablando la niña, te preguntarás qué demonios hace la susodicha niña en mi casa y, para ser más concreta, en mi cama. ¿A que no me equivoco?
Si tengo que ser sincera a mí todavía me sigue chocando. Lo de estar juntas. Y eso que ya vamos a hacer un mes.
Sí, un mes.
Todo empezó tras esa investigación a la que nos dedicamos como si fuéramos la sección rosa del FBI. Y eso que a esas alturas ya me repateaba tanto que hasta me resultaba insoportable pasar más de quince minutos en la misma habitación que ella. Pero ya sabemos que la línea que separa el odio del amor es extremadamente delgada (bueno, amor, amor, lo que se dice amor, pues no, pero vosotras ya me entendéis). Como dijo mi querida Piluca, tanta animadversión hacia ella iba a estar ocultando todo lo contrario. Y sin que sirva de precedente, por una vez mi amiga tenía razón.
Hace un mes Pilar y yo nos dejamos caer un viernes por el GYLA. Por una vez incluso asistimos a la reunión de aquel día y al acabar nos fuimos con las demás a tomar algo por Chueca. Según avanzaba la noche, la mayoría de las chicas que conformaban el grupo fueron cayendo como moscas hasta que tan sólo quedábamos Ali, Pilar, un par de chicas más y yo. Pilar, ya bastante desencantada de la continuada actitud de ignorancia sobre su persona que Alicia mostraba hacia ella, charlaba animadamente con las otras chicas a ver si alguna de las dos caía en sus necesitadas redes. Por su parte Ali y yo, muy a mi pesar, hablábamos —más bien discutíamos— de activismo. No sé muy bien cómo, la conversación derivó a cuestiones más personales. Desde su ruptura con Sandra, a Alicia no se la había vuelto a ver ni remotamente interesada en ninguna otra fémina. La charla adoptó de repente un tono de confesión y Alicia acabó diciéndome que sí que había una chica que le gustaba.