Read Aprendiz de Jedi 4 La Marca de la Corona Online
Authors: Jude Watson
La reina Veda está agonizando. Su hijo, el prícipe Beju, conspira para invalidar las elecciones de su planeta y conservar así su poder. Pero él no es el único heredero. Puede que haya otro que lleve "la marca de la corona". Qui-Gon Jinn y el joven Obi-Wan Kenobi son enviados al planeta Gala como Guardianes de la Paz. Y tienen que hacer frente a una batalla a muerte por el poder y la corona. El verdadero heredero tiene que ser encontrado. Los Jedi deben hallarlo. Las enseñanzas de Yoda venían a la mente de Obi-Wan: "Confianza, existir debe. Confianza en la Fuerza. Alcanzarla, tú puedes". Aunque..."siempre más preguntas que respuestas hay".
Jude Watson
La Marca de la Corona
Aprendiz de Jedi 4
ePUB v1.0
LittleAngel31.10.11
Título Original:
Jedi Apprentice: The Mark of the Crown
Año de publicación: 2001
Editorial: Alberto Santos Editor
Traducción: Pilar Pascual Fraile
ISBN: 84-95070-04-9
Tan pronto como Obi-Wan Kenobi y Qui-Gon descendieron de la rampa de salida de su transporte en el planeta Gala, un coche nube ronroneó al detenerse ante sus pies.
La puerta se abrió sin hacer ruido. Una rampa se deslizó hacia abajo. Un conductor vestido de uniforme salió del vehículo y se quedó esperando al lado de la puerta abierta. Obi-Wan pudo entrever un interior lujoso.
—La reina Veda ha mandado su transporte personal para los Jedi —anunció el conductor.
—Agradezca por favor a la Reina su hospitalidad —dijo Qui-Gon haciendo una pequeña reverencia—. Pero hace un día muy bueno. Preferimos ir andando a palacio.
El conductor se sorprendió.
—Pero la Reina me ordenó que...
—Gracias —cortó Qui-Gon y pasó andando delante del conductor.
Obi-Wan siguió a su Maestro. Sabía que el estado del tiempo nada tenía que ver con que Qui-Gon hubiese decidido caminar. La misión de un Jedi comienza en el momento en que sus pies tocan la superficie de un nuevo planeta. Cada uno de sus sentidos tiene que concentrarse en lo que le rodea. Conjuntando la vista, el olfato, el sonido y el tacto se ayuda a que la Fuerza aparezca. Se dice que algunos Maestros Jedi han podido ver la manera de solucionar una misión con sólo dar unos pocos pasos en un mundo nuevo.
Obi-Wan a sus trece años no era un Maestro, ni siquiera un Caballero Jedi todavía. Como aprendiz tenía aún un largo camino que recorrer. Pero incluso un aprendiz podía sentir los temblores oscuros que discurrían debajo de la apacible superficie de Galu, la capital de Gala. Obi-Wan no podía prever el final de la misión, pero sí podía casi sentir que el éxito sería difícil de conseguir y que estaba muy poco asegurado.
Salieron del espaciopuerto y se adentraron en los amplios bulevares de la ciudad. Galu era una urbe construida sobre tres montañas. En la cima de la más alta brillaba un palacio blanco, visible desde cualquier punto de la ciudad.
Gala había sido un planeta próspero, la joya de su sistema. Todavía tenía un grupo de ciudadanos ricos, pero la distancia entre aquellos que tenían riqueza y los que no tenían nada era grande. A la vez que los coches nube casi tan lujosos como el de la Reina pasaban zumbando, los mendigos se humillaban para pedir comida y dinero en las calles de la ciudad.
Obi-Wan había estado en Galu en su última misión. Ya había visto la decadencia en los edificios que antes eran grandiosos. La piedra estaba picada y desgastada y no había sido recompuesta. Los árboles que llenaban antes los amplios bulevares ahora permanecían abandonados, muertos y doblados, erigiéndose sobre el terreno como garras.
—La Reina ha tomado la decisión correcta —señaló Qui-Gon—. Las elecciones puede que estabilicen el planeta. Es el momento de que la democracia llegue a Gala.
—Hace tiempo que ya era el momento, me parece —corroboró Obi-Wan—. ¿Por qué crees que la reina Veda ha tomado la decisión ahora?
—Hay un gran peligro de que estalle una guerra civil aquí —dijo Qui-Gon—. La dinastía Tallah ha estado en el poder mil años. Eso funcionó un tiempo. Pero el poder puede corromper. Después de que muriera el rey Cana, la Reina sabía que el poder de la monarquía estaba decreciendo. Se dejó llevar por los deseos de la gente y convocó elecciones.
—Es por eso que su hijo, el príncipe Beju, puede ser peligroso —añadió Obi-Wan—. ¿Cómo crees que reaccionará cuando nos vea?
Hacía unos días que el Jedi había frustrado el plan del Príncipe de convertirse en un héroe ante la gente de Gala. Beju había motivado la escasez de bacta en Gala. El bacta era una sustancia que se usaba para curar heridas y regenerar tejidos dañados. Sus propiedades milagrosas salvaban vidas. Después de que el Príncipe creó la falsa escasez de bacta, había hecho un acuerdo con el Sindicato, un partido político ilegal del planeta vecino Phindar, para importar bacta a Gala. Obi-Wan había arruinado su plan haciéndose pasar por el Príncipe y ayudando a los ciudadanos de Phindar a echar al Sindicato del poder.
—No creo que me reciba con los brazos abiertos —continuó diciendo Obi-Wan—. Después de todo, yo le
secuestré
.
—Tiene más que perder si se opone a nosotros —señaló Qui-Gon—. Él debería haber ayudado con el plan sobre el bacta, pero estoy casi seguro que no era idea de la reina Veda. Si nos mantenemos en silencio sobre lo que pasó en Phindar, no hay duda de que el Príncipe tampoco hablará de ello.
—Bien —dijo Obi-Wan.
—Aunque él seguirá considerándonos sus enemigos —añadió Qui-Gon.
Obi-Wan tuvo una visión interior. A menudo Qui-Gon le mencionaba noticias contrastadas y luego las contradecía en la siguiente frase. Era su manera de decirle a Obi-Wan que nada estaba asegurado, que las cosas son cambiantes. "No cuentes con nada. Todo cambia", le había dicho Qui-Gon muchas veces. Y siempre había tenido razón.
De repente, Obi-Wan sintió una interferencia en la Fuerza, como una ola oscura.
—Sí —murmuró Qui-Gon.
Se pararon un momento. La calle por la que habían bajado estaba desierta. Y ahora oían unos gritos.
Se movieron juntos, sin hablar, hacia el sonido. Ninguno cogió su sable láser, ni siquiera se llevaron la mano al cinturón. Pero cada nervio de su cuerpo estaba en guardia, alerta.
De repente, una multitud surgió detrás de una esquina avanzando hacia ellos. Portaban unas señales láser intermitentes que mostraban la palabra "Deca".
Obi-Wan se relajó. Se dio cuenta de que era una manifestación política. Deca Brun era uno de los candidatos al gobierno de Gala.
—La democracia ya funciona —observó.
La gente se animaba ante las luces del láser, que una vez eran de color dorado y otras azules.
Qui-Gon todavía permanecía alerta.
—Pasa algo más —murmuró.
Se volvió para mirar atrás.
De una estrecha calle perpendicular detrás de ellos surgió de repente otra multitud que salió al bulevar. Mostraban señales en las que se podía leer "Wila Prammi".
—Wila Prammi, el tercer candidato —remarcó Obi-Wan.
Yoda le había explicado brevemente algunas cosas sobre los dos candidatos que se oponían al príncipe Beju.
La multitud que apoyaba a Deca Brun se echó hacia delante y los simpatizantes de Prammi empezaron a correr hacia ellos. Obi-Wan y Qui-Gon se encontraron atrapados en medio de los dos grupos. De repente, los estandartes empezaron a ser utilizados como porras y los puños y las patadas se sucedieron cuando los dos grupos se encontraron.
Obi-Wan miró a Qui-Gon. No era el momento de utilizar los sables láser. Ninguno de los dos grupos blandía armas. Pero aun así, corrían peligro. Estaban en el medio de una multitud encrespada.
Un fornido habitante de Gala que portaba una señal láser de repente se abalanzó hacia Obi-Wan, levantando en el aire su señal. Obi-Wan se inclinó hacia el lado izquierdo y, bajando su hombro, se encogió sobre sí mismo. Cayó al suelo unos pocos metros lejos del atacante cuando la señal luminosa caía sobre el hombro de otra persona.
Dos simpatizantes de Deca agarraron a Qui-Gon por los brazos mientras que un tercero echaba el puño hacia atrás para golpearle. Qui-Gon utilizó una técnica de huida clásica de los Jedi, retorciendo el cuerpo hacia abajo y luego estirándose, mientras golpeaba con la cabeza hacia arriba. Los dos simpatizantes de Deca acabaron con heridas en sus brazos y en la cabeza. Miraron alrededor buscando a Qui-Gon, pero éste ya se había ido, llevándose a Obi-Wan a uno de los lados de la calle.
—No hacemos nada aquí —le dijo a Obi-Wan—. Vámonos.
Esquivaron a un simpatizante de Wila Prammi que ponía la zancadilla a uno de Deca y que luego le golpeaba en la cabeza.
—El camino hacia la democracia puede ser duro —comentó Qui-Gon, mientras se apresuraban a alejarse de aquel lugar—. Pero en Gala, parece que va a ser más duro que en cualquier otro sitio.
El Gran Palacio de Gala se alzaba ante ellos, un impresionante edificio blanco con dos torres altas. Alrededor de las ventanas y en el interior de los capiteles de las torres había cristales azules de azurita brillantes y gemas en los dibujos de los mosaicos. El techo era de oro.
El techo dorado y los mosaicos brillantes hacían que el palacio reluciera como si no fuese real.
Los Jedi fueron conducidos a través de largos pasillos hasta la sala de visitas, donde les esperaba la reina Veda. Llevaba puesta una túnica de plata brillante que parecía cambiar de color cuando se movía. Sombras azules y verdes se proyectaban al acercarse la Reina a recibirles. Su peinado dorado estaba adornado con cristales verdes y azules.
Qui-Gon apenas se fijó en su elegante atuendo. Estaba impresionado por recibir su Fuerza vital. O más bien por
no
recibirla. Era muy extraño. La Reina era de mediana edad, pero él podía sentir un grave trastorno, como si estuviese gravemente enferma o a punto de morir.
Qui-Gon y Obi-Wan se inclinaron para hacer una reverencia de bienvenida.
—Bienvenidos a Gala, vosotros, Jedi —dijo la Reina.
Su voz todavía sonaba con firme autoridad. Qui-Gon se preguntaba si habría preparado su fortaleza para el encuentro, para causarles buena impresión. Los galacianos eran conocidos por su tono distintivo y pálido de piel, un tono azulado que ellos denominaban "luz de luna". Pero la piel de la Reina no estaba luminosa, sino que presentaba un color poco saludable parecido al de los huesos.
—Hemos traído un cargamento de bacta como regalo —le comunicó Qui-Gon—. Lo hemos dejado en la terminal de carga del espaciopuerto.
—Lo necesitamos desesperadamente —contestó la Reina—. Gracias. Haré que lo distribuyan a los centros médicos.
Qui-Gon observó su cara detenidamente. En sus ojos azul pálido, que tenían el color de las sombras del hielo, sólo pudo leer confianza y gratitud. No mostró ningún síntoma de haber oído una palabra del plan del príncipe Beju.
Todavía intrigado por su estado de salud, Qui-Gon la estudió de la manera que lo hacen los Jedi, sin que se note que están observando. Se sorprendió cuando ella se dio cuenta astutamente de su actitud, como demostraba su inteligente mirada.
—Sí —dijo suavemente—. Tienes razón. Estoy muriéndome.
Qui-Gon sintió la sorpresa de Obi-Wan que estaba a su lado. Sabía que el chico no se había dado cuenta de la enfermedad de la Reina. Obi-Wan tenía instintos excelentes, pero a menudo le fallaba la conexión con la Fuerza vital.