Área 7 (52 page)

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Authors: Matthew Reilly

Tags: #Intriga, Policíaco

BOOK: Área 7
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11.13.50

Schofield abrió de una patada la puerta que daba al nivel 6.

—Atención. Un minuto para la autodestrucción de la instalación.

Al instante vio el que sería su vehículo de escape.

El vehículo de mantenimiento de los raíles en equis seguía estacionado j unto a la puerta de la escalera, en la vía que conducía al lago Powell, en el mismo punto donde había estado todo el día.

Schofield recordó lo que Herbie Franklin había dicho acerca del vehículo de mantenimiento. Era más pequeño que los automotores de raíles en equis y también más rápido: una cápsula redonda y cuatro puntales largos, con capacidad para dos personas en su cabina.

—Cuarenta y cinco segundos para la autodestrucción de la instalación.

Schofield abrió la puerta de la cabina, metió a Gant y a continuación subió él.

—Treinta segundos.

Schofield pulsó el botón de arranque dispuesto en la consola de la cabina.

El motor se encendió.

—Veinte segundos… diecinueve… dieciocho…

Miró las vías que tenía ante sí. Estas se extendían entre la oscuridad y el parpadeo de las luces rojas: cuatro vías paralelas que convergían en un punto a cierta distancia.

—¡Vamos! —dijo Gant.

Schofield accionó el acelerador.

—Quince.

El pequeño vehículo de mantenimiento comenzó a avanzar a toda velocidad por la estación subterránea bajo las parpadeantes luces estroboscópicas de color rojo.

—Catorce.

Schofield se cayó al asiento de la velocidad que alcanzó el vehículo.

En esos momentos, ochenta kilómetros por hora.

—Trece.

El vehículo ganaba velocidad rápidamente. Schofield vio que el cuarteto de vías se sucedía vertiginosamente tanto por encima como debajo de ellos.

Ciento sesenta kilómetros por hora.

—Doce… once…

Entonces, de repente, el vehículo de mantenimiento entró en el túnel que daba al lago Powell, dejando el Área 7 tras de sí.

Doscientos cuarenta kilómetros.

—Diez.

Cuatrocientos kilómetros. Cuatrocientos kilómetros por hora equivalían a cien metros por segundo. En diez segundos, estarían a más de kilómetro y medio del Área 7.

—Nueve… ocho…

Schofield confió en que esa distancia fuera suficiente.

—Siete… seis…

Exhortó al vehículo a que fuera más rápido.

—Cinco… cuatro…

Gant gimió de dolor.

—Tres… dos…

El vehículo de mantenimiento seguía atravesando el túnel, alejándose del Área 7, doblando cada curva, moviéndose a gran velocidad.

—Uno.

—Autodestrucción de la instalación activada.

Explosión.

* * *

Fue como el fin del universo.

El rugido colosal de la explosión nuclear en el interior del Área 7 fue absolutamente monstruoso.

Al tratarse de una estructura que había sido diseñada durante la guerra fría para resistir un ataque nuclear directo, contuvo bastante bien la detonación supernuclear.

La cabeza de autodestrucción W-88 estaba situada en el interior de las paredes del nivel 2, más o menos en el centro de la instalación subterránea. Cuando estalló, todo el complejo se iluminó como una bombilla y un latido de energía al rojo vivo atravesó sus suelos y paredes de manera irrefrenable e incontenible.

Todo lo que contenía el complejo quedó borrado en un nanosegundo: aviones, cámaras de pruebas, huecos de elevadores. Incluso el cuerpo ensangrentado y moribundo de César Russell.

Desde el suelo del hangar principal, lo último que vio César fue un destello cegador de luz blanca, seguido del calor más intenso que había sentido en su vida. Y luego nada.

Pero la pared exterior de titanio de más de medio metro de grosor logró en gran medida contener la explosión.

La onda expansiva generada por la explosión, sin embargo, sacudió el terreno más allá de las paredes de titanio de la estructura, haciendo que se sacudiera y estremeciera en varios kilómetros a la redonda del Área 7, en círculos concéntricos, como las ondas de un estanque.

Lo primero que quedó borrado del mapa fue el conducto de la salida de emergencia.

Sus estrechas paredes de hormigón se vieron afectadas por la onda expansiva de energía en menos de un segundo tras la explosión. Se convirtieron en polvo al instante. Si Schofield y Gant hubieran estado dentro, ellos también habrían quedado pulverizados.

Fue entonces, sin embargo, cuando tuvo lugar la imagen más espectacular.

Puesto que el complejo entero se había convertido en una estructura hueca, la pesada capa de granito situada encima de la sección subterránea cedió.

Desde el cielo, fue como si un terremoto perfectamente circular hubiera atacado la instalación.

Sin previo aviso, el círculo de más de setecientos metros alrededor del complejo cedió, quedando reducido a escombros, y los edificios del Área 7 (el hangar principal, la torre de control, los otros hangares…) fueron succionados por la tierra, desapareciendo del campo de visión, hasta que lo único que quedó en el lugar donde había estado el Área 7 fue un gigantesco cráter de ochocientos metros en el desierto.

Desde su posición a bordo del Super Stallion del Cuerpo de Marines (que había llegado al complejo tan solo diez minutos antes), el presidente de Estados Unidos contempló cómo todo se venía abajo.

A su lado, Libro II, Juliet Janson y el niño llamado Kevin observaron sobrecogidos el espectacular final de la base.

En el túnel de raíles en equis, la cosa aún no había acabado.

Cuando la cabeza había detonado, el vehículo de mantenimiento de Schofield y Gant seguía recorriendo el túnel cual bólido.

Entonces oyeron la detonación.

Sintieron que todo a su alrededor se estremecía.

Y entonces Schofield miró por la ventanilla trasera del vehículo.

—Hijo de… —solo acertó a decir.

Las rocas comenzaron a caer y a avanzar por el túnel, ¡hacia ellos!

El techo del túnel estaba cediendo, haciéndose pedazos a medida que la onda se expandía desde el Área 7.

El problema era que iba a alcanzarlos.

El vehículo avanzaba por el túnel a cuatrocientos kilómetros por hora.

Las rocas lo perseguían a una velocidad de cuatrocientos veinte kilómetros.

Trozos enormes de rocas caían por el túnel. Era como si el túnel fuera una criatura viva que estuviera pisándoles los talones.

¡Bang!

Una piedra del tamaño de una pelota de béisbol cayó al techo del vehículo. Schofield alzó la vista al oír el golpe. Y entonces…

¡Bang-bang-bang-bang-bang-bang-bang-bang-bang!

Una tormenta ensordecedora de piedras comenzó a desatarse encima del vehículo.

¡No!
, gritó la mente de Schofield.
¡Ahora no! ¡Estamos tan cerca!

La pared de rocas los había alcanzado.

Bang-bang-bang-bang-bang-bang-bang.

Las piedras impactaron en el parabrisas del vehículo, haciéndolo añicos. Los cristales salieron despedidos por todas partes.

Bang-bang-bang-bang-bang-bang-bang.

Las piedras empezaron a entrar por la cabina y el vehículo comenzó a sacudirse violentamente, como si fuera a descarrilar.

Y entonces, de repente, la lluvia de hormigón amainó y el vehículo logró salir de entre las rocas, que seguían cayendo.

Schofield se giró en su asiento y vio que la cascada de hormigón se alejaba de ellos, replegándose cual monstruo hambriento que renuncia a su presa. La onda expansiva había alcanzado su punto álgido y en esos momentos estaba ya cediendo.

Lo habían logrado.

Por los pelos.

Y, mientras el vehículo de raíles en equis seguía avanzando por el túnel, Shane Schofield se desplomó en el asiento y suspiró con gran alivio.

* * *

Para cuando Schofield y Gant fueron aerotransportados del cañón exterior de la plataforma de carga contigua al lago Powell por un CH-53E del Cuerpo de Marines, ya había una considerable flota de helicópteros del ejército y del Cuerpo de Marines sobrevolando la zona donde otrora había estado el Área 7.

Parecían un enjambre de insectos, puntos negros inmóviles en el cielo despejado del desierto, todos ellos a una distancia prudente para evitar posibles radiaciones persistentes.

El presidente estaba en esos momentos a salvo en su helicóptero, rodeado a su vez por nada más y nada menos que cinco Super Stallion del Cuerpo de Marines. Hasta que le fuera extraído el radiotransmisor del corazón, los marines permanecerían a su lado.

Y, en el mismo momento en que su helicóptero había despegado de la pista de aterrizaje del Área 7, había dado la orden de que todos los aparatos de aviación de la Fuerza Aérea en Estados Unidos permanecieran en tierra hasta próximo aviso.

Schofield y Gant, y su preciada caja negra (que seguía transmitiendo la señal de microondas), se reunieron con el presidente, Libro II, Juliet y Kevin en el Área 8, que había sido asegurada veinte minutos antes de su llegada por dos unidades de reconocimiento de los marines.

Durante el barrido de la base, los marines no habían encontrado a nadie del personal con vida salvo a uno: Nicholas Tate III, el asesor de política nacional del presidente de Estados Unidos. Lo habían encontrado divagando, balbuceando algo acerca de telefonear a su agente de bolsa.

A Gant la tumbaron inmediatamente sobre una camilla para que recibiera atención médica. A Schofield le pusieron un vendaje provisional en las heridas de bala, un cabestrillo en el brazo y le administraron codeína para el dolor.

—Me alegro de que haya logrado salir con vida de esto, capitán —dijo el presidente cuando se acercó a Schofield—. ¿He de suponer que César no ha corrido la misma suerte?

—Me temo que no lo ha logrado, señor —dijo Schofield. Levantó la caja negra, cuya luz transmisora verde seguía parpadeando—. Pero está con nosotros, en espíritu.

El presidente sonrió.

—Los marines que efectuaron el barrido de la base dijeron que habían encontrado algo ahí fuera que quizá le gustaría ver.

Schofield no sabía a qué se refería.

—¿Como qué?

—Como yo, hombretón —gritó Madre mientras salía de detrás del presidente.

Schofield sonrió de oreja a oreja.

—¡Lo lograste!

La última vez que la había visto, Madre se hallaba en el interior de la cucaracha, que estaba dando vueltas de campana.

—Soy jodidamente indestructible, así soy yo —dijo Madre. Cojeaba un poco—. Tan pronto como el misil alcanzó la cucaracha, supe que el vehículo estaba muerto y también me imaginé que César y sus subordinados no me tratarían con demasiada amabilidad cuando me encontraran en su interior. Así que me tiré de él y eché a correr por la pista de aterrizaje, pero me pilló la ráfaga de arena levantada por el helicóptero, así que me cobijé en ella. La cucaracha dio varias vueltas de campana y finalmente se estrelló. Cavé un pequeño agujero en la arena bajo el parachoques delantero, me quité la prótesis de la pierna para añadirle más dramatismo y me hice la muerta hasta que César y sus helicópteros se marcharon.

—Así que te quitaste la pierna protésica para añadirle más dramatismo —dijo Schofield—. Muy bueno.

—Eso me pareció —sonrió Madre. A continuación lo señaló con la barbilla—, ¿Y qué hay de ti? La última vez que te vi, el presidente y tú ibais al espacio. ¿Has vuelto a salvar el día?

—Puede —dijo Schofield.

—Y, bueno, yendo al grano —le susurró con gesto cómplice Madre—. ¿Recuerdas lo que te dije que hicieras con ya sabes quién? —Señaló con poco disimulo a Gant—. ¿Besaste a la chica de una puta vez, Espantapájaros?

Schofield contuvo la risa y miró de reojo a Gant.

—¿Sabes, Madre? A decir verdad, creo que lo hice.

Un poco después, Schofield se sentó a solas con el presidente.

—¿Qué es lo que está ocurriendo en el país? —preguntó—. ¿Han estado pendientes de las transmisiones de César por el sistema de emergencia?

El presidente sonrió.

—Me alegra que me lo pregunte. Antes de que los recogiéramos, estuvimos examinando el registro del complejo y encontramos esto.

Sacó una hoja impresa del registro del suministro eléctrico del Área 7 y señaló una entrada.

El presidente dijo:

—¿Recuerda que dijo que habían volado una caja de conexión en uno de los hangares subterráneos casi al inicio de todo, a eso de las 7.37?

—Sí…

—Bueno, al parecer esa caja de conexión era bastante importante. Entre otras cosas, albergaba los controles para el sistema auxiliar de energía de la base y su radiosfera. También albergaba un sistema llamado RTM. ¿Sabe qué quiere decir?

—No…

—Red de transmisión militar, el nombre que anteriormente recibía el sistema de transmisión de emergencia. Al parecer, el cable de transmisión saliente de la RTM quedó destrozado por la explosión. Y, dado que el protocolo LBJ no llegó a ser iniciado, las transmisiones de César por el sistema de transmisión de emergencia se vieron retrasadas cuarenta y cinco minutos.

—Pero el sistema fue destruido a las 7.37. —dijo Schofield.

El presidente sonrió.

—Así es —dijo—. Lo que quiere decir que cada vez que César ha hablado esta mañana por su cámara digital, no se ha producido ninguna transmisión. No estaba hablando para nadie, salvo para la gente del Área 7.

Schofield pestañeó. Estaba intentando asimilarlo.

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