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Authors: Friedrich Nietzsche

Así habló Zaratustra (14 page)

BOOK: Así habló Zaratustra
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Como una llaga es la acción malvada: escuece e irrita y re­vienta, habla sinceramente.

«Mira, yo soy enfermedad», así habla la acción malvada; ésa es su sinceridad.

Mas el pensamiento mezquino es igual que el hongo: se arrastra y se agacha y no quiere estar en ninguna parte, has­ta que el cuerpo entero queda podrido y mustio por los pe­queños hongos.

A quien, sin embargo, está poseído por el diablo yo le digo al oído esta frase: «¡Es mejor que cebes a tu diablo! ¡También para ti sigue habiendo un camino de grandeza!»

¡Ay, hermanos míos! ¡Se sabe de cada uno algo de más! Y muchos se nos vuelven transparentes, mas aun así estamos muy lejos todavía de poder penetrar a través de ellos.

Es difícil vivir con hombres, porque callar es muy difícil.
{159}

Y con quien más inicuos somos no es con aquel que nos re­pugna, sino con quien nada en absoluto nos importa.

Si tú tienes, sin embargo, un amigo que sufre, sé para su su­frimiento un lugar de descanso, mas, por así decirlo, un lecho duro, un lecho de campaña: así es como más útil le serás.

Y si un amigo te hace mal, di: «Te perdono lo que me has hecho a mí; pero el que te hayas hecho eso a ti ¡cómo podría yo perdonarlo!»

Así habla todo amor grande: él supera incluso el perdón y la compasión.

Debemos sujetar nuestro corazón; pues si lo dejamos ir, ¡qué pronto se nos va entonces la cabeza!

Ay, ¿en qué lugar del mundo se han cometido tonterías mayores que entre los compasivos? ¿Y qué cosa en el mundo ha provocado más sufrimiento que las tonterías de los com­pasivos?

¡Ay de todos aquellos que aman y que no tienen todavía una altura que esté por encima de su compasión!

Así me dijo el demonio una vez: «También Dios tiene su in­fierno: es su amor a los hombres.»

Y hace poco le oí decir esta frase: «Dios ha muerto; a causa de su compasión por los hombres ha muerto Dios».
{160}

Por ello, estad prevenidos contra la compasión: ¡de ella continúa viniendo a los hombres una nube! ¡En verdad, yo entiendo de señales del tiempo!

Mas recordad también esta frase: todo gran amor está por encima incluso de toda su compasión, pues él quiere además, ¡crear lo amado!

«De mí mismo hago ofrecimiento a mi amor, y de mi próji­mo igual que de mí» éste es el lenguaje de todos los creado­res.

Mas todos los creadores son duros.

Así habló Zaratustra.

* * *

De los sacerdotes

Y una vez Zaratustra hizo una señal a sus discípulos y les dijo estas palabras:

«Ahí hay sacerdotes, y aunque son mis enemigos, ¡pasad a su lado en silencio y con la espada dormida!
{161}

También entre ellos hay héroes; muchos de ellos han sufri­do demasiado; por esto quieren hacer sufrir a otros.

Son enemigos malvados; nada es más vengativo que su hu­mildad. Y fácilmente se ensucia quien los ataca.

Pero mi sangre está emparentada con la suya; y yo quiero que mi sangre sea honrada incluso en la de ellos».

Y cuando hubieron pasado a su lado le acometió a Zaratus­tra el dolor; y no había luchado mucho tiempo con el dolor cuando empezó a hablar así:

Me da pena de estos sacerdotes. También repugnan a mi gus­to; mas esto es para mí lo de menos desde que estoy entre hom­bres.

Pero yo sufro y he sufrido con ellos; prisioneros son para mí, y marcados. Aquel a quien ellos llaman redentor los arro­jó en cadenas.

¡En cadenas de falsos valores y de palabras ilusas! ¡Ay, si al­guien los redimiese de su redentor!
{162}

En una isla creyeron desembarcar en otro tiempo, cuando el mar los arrastró lejos; pero mira, ¡era un monstruo dormi­do!
{163}

Falsos valores y palabras ilusas: ésos son los peores mons­truos para los mortales, largo tiempo duerme y aguarda en ellos la fatalidad.

Mas al fin ésta llega y vigila y devora y se traga aquello que construyó tiendas para sí encima de ella.

¡Oh, contemplad esas tiendas que esos sacerdotes se han construido! Iglesias llaman ellos a sus cavernas de dulzona fragancia.

¡Oh, esa luz falsa, ese aire que huele a moho! ¡Aquí donde al alma no le es lícito elevarse volando hacia su altura!

Su fe, por el contrario, ordena esto: «¡De rodillas subid la escalera, pecadores!»
{164}

¡En verdad, prefiero ver incluso al hombre carente de pudor que los torcidos ojos de su pudor y devoción!

¿Quién creó para sí tales cavernas y escaleras de penitencia? ¿No fueron aquellos que querían esconderse y se avergonza­ban del cielo puro?

Y sólo cuando el cielo puro vuelva a mirar a través de te­chos derruidos y llegue hasta la hierba y la roja amapola cre­cidas junto a muros derruidos,
{165}
sólo entonces quiero yo volver a dirigir mi corazón hacia los lugares de ese Dios.

Ellos llamaron Dios a lo que les contradecía y causaba do­lor; y en verdad, ¡mucho heroísmo había en su adoración! ¡Y no supieron amar a su Dios de otro modo que clavando al hombre en la cruz!

Como cadáveres pensaron vivir, de negro vistieron su ca­dáver; también en sus discursos huelo yo todavía el desagra­dable aroma de cámaras mortuorias.

Y quien vive cerca de ellos, cerca de negros estanques vive, desde los cuales canta el sapo su canción con dulce melancolía.

Mejores canciones tendrían que cantarme para que yo aprendiese a creer en su redentor: ¡más redimidos tendrían que parecerme los discípulos de ese redentor!

Desnudos quisiera verlos, pues únicamente la belleza de­biera predicar penitencia. ¡Mas a quién persuade esa tribula­ción embozada!
{166}

¡En verdad, sus mismos redentores no vinieron de la liber­tad y del séptimo cielo de la libertad! ¡En verdad, ellos mis­mos no caminaron nunca sobre las alfombras del conoci­miento!

De huecos se componía el espíritu de esos redentores; mas en cada hueco habían colocado su ilusión, su tapahuecos, al que ellos llamaban Dios.

En su compasión se había ahogado su espíritu, y cuando se hinchaban y desbordaban de compasión, siempre nadaba en la superficie una gran tontería.

Celosamente y a gritos conducían su rebaño por su vereda: ¡como si hacia el futuro no hubiera más que una sola vereda! ¡En verdad, también estos pastores continuaban formando parte de las ovejasl.
{167}

Espíritus pequeños y almas voluminosas tenían estos pas­tores: pero, hermanos míos, ¡qué comarcas tan pequeñas han sido hasta ahora incluso las almas más voluminosas!

Signos de sangre escribieron en el camino que ellos reco­rrieron, y su tontería enseñaba que con sangre se demuestra la verdad.
{168}

Mas la sangre es el peor testigo de la verdad; la sangre enve­nena incluso la doctrina más pura, convirtiéndola en ilusión y odio de los corazones.

Y si alguien atraviesa una hoguera por defender su doctri­na, ¡qué demuestra eso! ¡Mayor cosa es, en verdad, que del propio incendio salga la propia doctrina!

Corazón tórrido y cabeza fría; cuando estas cosas coinci­den surge el viento impetuoso, el «redentor».

¡Ha habido, en verdad, hombres más grandes y de nacimiento más elevado que aquellos a quienes el pueblo llama re­dentores, esos arrebatadores vientos impetuosos!

¡Y vosotros, hermanos míos, tenéis que ser redimidos por hombres aún más grandes que todos los redentores, si queréis encontrar el camino que lleva a la libertad!

Nunca ha habido todavía un superhombre. Desnudos he visto yo a ambos, al hombre más grande y al más pequeño.

Demasiado semejantes son todavía entre sí. En verdad, también al más grande lo he encontrado ¡demasiado huma­no!

Así habló Zaratustra.

* * *

De los virtuosos

Con truenos y con celestes fuegos artificiales hay que ha­blar a los sentidos flojos y dormidos.

Pero la voz de la belleza habla quedo: sólo se desliza en las almas más despiertas.

Suavemente vibró y rió hoy mi escudo; éste es el sagrado reír y vibrar de la belleza.

De vosotros, virtuosos, se rió hoy mi belleza. Y así llegó la voz de ésta hasta mí: «¡Ellos quieren además - ser paga­dos!»

¡Vosotros queréis ser pagados además, virtuosos! ¿Queréis tener una recompensa a cambio de la virtud, y el cielo a cam­bio de la tierra, y la eternidad a cambio de vuestro hoy?

¿Y os irritáis conmigo porque enseño que no existe ni re­munerador ni pagador? Y en verdad, ni siquiera enseño que la virtud sea su propia recompensa.

Ay, esto es lo que me aflige: mentirosamente se ha situado en el fondo de las cosas recompensa y castigo - ¡y ahora tam­bién en el fondo de vuestras almas, virtuosos!

Mas, semejante al hocico del jabalí, mi palabra debe desgarrar el fondo de vuestras almas; reja de arado
{169}
quiero ser para vosotros.

Todos los secretos de vuestro fondo deben salir a luz; y cuando vosotros yazgáis al sol hozados y destrozados, enton­ces también vuestra mentira estará separada de vuestra ver­dad.

Pues ésta es vuestra verdad: sois demasiado limpios para la suciedad de estas palabras: venganza, castigo, recompensa, retribución.

Vosotros amáis vuestra virtud como la madre a su hijo; pero ¿cuándo se ha oído decir que una madre quisiera ser pa­gada por su amor?

Vuestro sí-mismo más querido es vuestra virtud. Sed de anillo hay en vosotros: para volver a alcanzarse a sí mismo lu­cha y gira todo anillo.

Y semejante a la estrella que se extingue es toda obra de vuestra virtud: su luz continúa estando siempre en camino y en marcha. ¿Y cuándo dejará de estar en camino?

Así la luz de vuestra virtud continúa estando en camino aunque ya la obra esté hecha. Ésta puede estar olvidada y muerta: su rayo de luz vive todavía y camina.

Que vuestra virtud sea vuestro sí-mismo, y no algo extra­ño, una piel, un manto: ¡ésa es la verdad que brota del fondo de vuestra alma, virtuosos!

Mas recientemente hay algunos para quienes la virtud sig­nifica convulsiones bajo un látigo: ¡y, para mí, vosotros habéis escuchado demasiado los gritos de ellos!

Y hay otros que llaman virtud al hecho de que sus vicios se vuelvan perezosos; y cuando su odio y sus celos estiran algu­na vez los miembros, entonces su «justicia» se despabila y se restriega los adormilados ojos.

Y hay otros que son arrastrados hacia abajo: sus demonios los arrastran. Pero cuanto más se hunden, tanto más ardien­tes relucen sus ojos y el ansia de su Dios.

Ay, también los gritos de éstos llegaron hasta vuestros oí­dos, virtuosos: «lo que yo no soy, ¡eso, eso son para mí Dios y virtud!

Y hay otros que llevan mucho peso y por ello rechinan, igual que carros que conducen piedras cuesta abajo: hablan mucho de dignidad y de virtud - ¡a su freno llámanlo virtud!

Y hay otros que son semejantes a relojes a los que se les ha dado cuerda; producen su tic-tac, y quieren que al tic-tac - se lo llame virtud.

En verdad, con éstos me divierto: cuando yo encuentre ta­les relojes les daré cuerda con mi mofa; ¡y ellos deberán enci­ma ronronear!
{170}

Y otros están orgullosos de su puñado de justicia y a causa de ella cometen crímenes contra todas las cosas: de tal mane­ra que el mundo se ahoga en su injusticia.

¡Ay, qué desagradablemente les sale de la boca la palabra «virtud»! Y cuando dicen: «Yo soy justo», esto suena siempre igual que: «¡yo estoy vengado!
{171}
»

Con su virtud quieren sacar los ojos a sus enemigos; y se elevan tan sólo para humillar a otros
{172}
.

Y también hay quienes se sientan en su charca y hablan así desde el cañaveral: «Virtud - es sentarse en silencio en la charca.

Nosotros no mordemos a nadie y nos apartamos del cami­no de quien quiere morder; y en todo tenemos la opinión que se nos da.»

Y también hay quienes aman los gestos y piensan: la virtud es una especie de gesto.

Sus rodillas adoran siempre, y sus manos son alabanzas de la virtud, pero su corazón nada sabe de ello.

Y también hay quienes consideran virtud el decir: «La vir­tud es necesaria»; pero en el fondo creen únicamente que la policía es necesaria.

Y muchos que son incapaces de ver lo elevado en los hom­bres llaman virtud a ver ellos muy de cerca su bajeza: así lla­man virtud a su malvada mirada
{173}
.

Y algunos quieren ser edificados y elevados, y llaman a eso virtud; y otros quieren ser derribados - y también lo llaman virtud.

Y de este modo casi todos creen participar de la virtud; y al menos quiere cada uno ser experto en «bien» y «mal»
{174}
.

Mas Zaratustra no ha venido para decir a todos estos men­tirosos y necios: «¡Qué sabéis vosotros de virtud! ¡Qué po­dríais vosotros saber de virtud!»

Sino para que vosotros, amigos míos, os canséis de las vie­jas palabras que habéis aprendido de los necios y mentirosos: Os canséis de las palabras «recompensa», «retribución», «castigo», «venganza en la justicia»

Os canséis de decir: «Una acción es buena si es desinteresa­da».

¡Ay, amigos míos! Que vuestro sí-mismo esté en la acción como la madre está en el hijo: ¡sea ésa vuestra palabra acerca de la virtud!

En verdad, os he quitado sin duda cien palabras y los jugue­tes más queridos a vuestra virtud; y ahora os enfadáis conmi­go como se enfadan los niños.

Estaban ellos jugando a orillas del mar, entonces vino la ola y arrastró su juguete al fondo: ahora lloran.

¡Pero la misma ola debe traerles nuevos juguetes y arrojar ante ellos nuevas conchas multicolores!

Así serán consolados; e igual que ellos, también vosotros, amigos míos, tendréis vuestros consuelos - ¡y nuevas conchas multicolores!

Así habló Zaratustra.

* * *

De la chusma

La vida es un manantial de placer; pero donde la chusma va a beber con los demás, allí todos los pozos quedan envene­nados.

Por todo lo limpio siento inclinación; pero no soporto ver los hocicos de mofa y la sed de los impuros.

Han lanzado sus ojos al fondo del pozo: ahora me sube del pozo el reflejo de su repugnante sonrisa.

El agua santa la han envenenado con su lascivia; y como lla­maron placer a sus sucios sueños, han envenenado incluso las palabras.

Se enfada la llama cuando ellos ponen al fuego sus húme­dos corazones; también el espíritu borbotea y humea cuando la chusma se acerca al fuego.

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