Authors: Greg Egan
Klein, F.C. Ni siquiera sé qué significan las iniciales. Linda murmura algo y se vuelve. Me siento asombrosamente impasible ante mis elucubraciones, quizá porque sinceramente no creo que esta teoría alocada pueda ser cierta. Y sin embargo, ¿es más extraña que el hecho simple de mi existencia?
Y si la creyese, ¿cómo me sentiría? ¿Horrorizado de las atrocidades de mi padre contra mí? Sí. ¿Asombrado de semejante milagro de tenacidad humana? Con toda seguridad.
Finalmente consigo llorar, por Klein, F.C., o por mí mismo, no sé. Linda no se despierta, pero guiada por algún sueño o instinto, se vuelve hacia mí y me sostiene. Con el tiempo dejo de estremecerme, y el calor de su cuerpo fluye a mi interior, paz en sí mismo.
Al sentir la llegada del sueño, tomo una decisión: a partir de mañana, empezaré de nuevo. A partir de mañana, por muchos problemas que tenga, por muchos contratiempos que haya, voy a labrarme una vida propia.
Sueño un sueño simple. Sueño que tengo nombre. Un nombre, que no cambia, mío hasta la muerte. No sé cuál
es
mi nombre, pero eso no importa. Basta con saber que lo tengo.
Bajo la vista hacia la polvorienta superficie del banco de luces suspendido del techo de la sala de operaciones. Hay una pegatina ligeramente amarilleada, cuidadosamente escrita, pegada a la superficie gris del metal, la letra empieza a desvanecerse, se está despegando por una esquina. Dice:
EN CASO DE EXPERIENCIA EXTRACORPORAL
LLAME AL 137 4597
Estoy confuso: nunca he visto un número local que empiece por uno, y cuando vuelvo a mirar, queda claro que el dígito en cuestión es realmente un siete. También me había confundido a propósito del "polvo"; no es más que un juego de la luz sobre la superficie ligeramente desigual de la pintura.
Polvo
en una sala estéril con filtrado como ésta, ¿en qué estaba pensando?
Dirijo la atención a mi cuerpo, cubierto de verde excepto un cuadradito abierto sobre la sien izquierda, donde la sonda del macrocirujano sigue la herida de entrada en el cráneo de la bala. El robot zanquilargo dispone de la mesa de operaciones para él solo, aunque hay presentes un par de humanos con mascarillas y cofias, a un lado, mirando lo que supongo que son vistas de rayos X de la sonda acercándose al blanco; desde mi punto de vista, la pantalla aparece achatada y las imágenes son difíciles de descifrar. Los microcirujanos inyectados ya debían haber restañado la hemorragia, reparado cientos de vasos sanguíneos, despedazando cualquier coágulo peligroso. Pero la bala en sí, es demasiado resistente físicamente e inerte químicamente para que un enjambre de diminutos robots pueda romperla y retirarla como una piedra de riñón; no hay más alternativa que meter algo y sacarla, Yo solía leer sobre este tipo de operaciones, y luego me quedaba despierto preguntándome cuándo me llegaría finalmente la hora. A menudo imaginaba este momento, y ahora juraría que cuando lo imaginaba, tenía
exactamente
este aspecto, hasta el último detalle. Pero no sabría decir si se debe a un
déjà vu
normal y corriente o si mi visualización obsesivamente repetida está alimentando la alucinación actual.
Comienzo a interrogarme, con tranquilidad, sobre las implicaciones de mi exótico punto de vista. Las experiencias extracorporales se suponen que sugieren proximidad a la muerte... pero claro, las miles de personas que han hablado de ellas sobrevivieron para contarlo, ¿no? Sin forma de equilibrar esa cifra con la cantidad desconocida de las que murieron, es absurdo interpretar la situación como significativa para mis posibilidades de morir o vivir. Ciertamente el efecto está relacionado con un severo trauma físico, pero es sólo la idea ridícula de que el "alma" ha partido del cuerpo —y está peligrosamente cerca de alejarse flotando por un túnel de luz hasta la otra vida— lo que asocia la experiencia con la
muerte.
Empiezan a regresar vagamente los recuerdos del asalto. La llegada para hablar de la reunión anual de Zeitgeist Entertainment. (Físicamente presente por primera vez en un año: mala decisión, ¿Simplemente por haber vendido Hyper Conference Systems tenía que rechazar la tecnología?). Ese lunático de Murchison montando una escena fuera del Hilton, aullando algo sobre que yo —¡yo!— le había estafado con el contrato de su miniserie. (Como si yo lo hubiese leído, y menos aún hubiese redactado personalmente todas sus páginas. ¿Por qué no fue a cargarse al departamento legal?). La ventanilla automática del Rolls a prueba de balas subiendo para acallar sus ladridos, el vidrio espejado moviéndose lentamente, tranquilizador... y luego atascándose...
Me equivoqué en un detalle: siempre pensé que la bala vendría de un cinéfilo obsesivo, enfurecido por algunas de las continuaciones de Zeitgeist a los Clásicos del Celuloide. Los avatares de software que empleamos como directores siempre son construidos con exquisito cuidado, por parte un comité de psicólogos e historiadores del cine dedicados a recrear las personalidades
reales
de los autores originales... pero algunos puristas nunca están satisfechos, y recibí amenazas de muerte durante más de un año tras
Hannah y sus hermanas II, en 3D.
Lo que no se me ocurrió fue que un hombre que había firmado un contrato de siete cifras por los derechos de la historia de su vida —que había salido en libertad condicional precisamente gracias al generoso adelanto de Zeitgeist— fuese a pegarme un tiro a causa de una tasa de derechos residuales por las transmisiones por satélite dobladas al inuit.
Me doy cuenta de que la pegatina improbable sobre las luces ha desaparecido. ¿Qué presagia? ¿Si mi fantasía se va desmoronando, eso significa que me deterioro o me recupero? ¿Una alucinación inestable es más saludable que una consistente? ¿La realidad está a punto de caer? ¿Qué
debería
estar viendo ahora mismo? Oscuridad total, si realmente me encuentro bajo toda esa cubierta verde con los ojos cerrados y anestesiado. Intento "cerrar los ojos", pero la idea no tiene sentido. Intento perder la consciencia (si ésa es la palabra correcta para lo que estoy experimentando); intento relajarme, como si quisiese dormir, pero luego un ligero zumbido de la sonda del cirujano al cambiar de dirección atrapa mi atención,
Observo —físicamente incapaz de apartar mi mirada nada física— cómo la reluciente aguja plateada de la sonda retrocede lentamente. Parece una eternidad, y rebusco en mi cerebro para estimar si se trata de una muestra masoquista de teatralidad onírica o un toque de autenticidad, pero no puedo decidirme.
Al fin, —y lo
sé
un momento antes de que suceda (pero la verdad es que me he sentido así continuamente)— la punta de la aguja aparece, unida estrafalariamente por nada más esotérico que un poco de
pegamento
de gran resistencia (o eso leí una vez) a la bala gris y ligeramente retorcida.
Veo que la tela verde que me cubre el pecho se eleva y cae en un suspiro empático de alivio. Dudo que sea muy plausible en un hombre anestesiado conectado a un respirador artificial; luego de pronto, totalmente agotado por intentar imaginar el mundo, dejo que la visión se desintegre primero en estática psicodélica y luego en la oscuridad.
Una voz familiar pero que no puedo situar dice:
—Ésta es de Asesinos en Serie por la Responsabilidad Social. "Profundamente afectados... una tragedia para la industria... rezamos por la pronta recuperación del señor Lowe". Luego niegan conocer a Randolph Murehison; dicen que independientemente de lo que hiciese o no en el pasado a los autoestopistas, el intento de asesinato de celebridades es una patología completamente diferente y cualquier comentario irresponsable que las confunda tendrá como resultado una demanda...".
Abro los ojos y digo:
—¿Alguien puede decirme por qué hay un espejo en el techo sobre mi cama? ¿Estamos en un hospital o en un puto burdel?
Se hace el silencio en la habitación. Miró al vidrio fijamente, incapaz de encontrar los bordes, esperando una explicación para este elemento decorativo tan fuera de lugar. Luego se me ocurre una posibilidad: ¿
Estoy paralizado
? ¿
Es ésta la única forma de mostrarme lo que me rodea
? Lucho contra la sensación de pánico: incluso de ser cierto, no tiene que ser necesariamente permanente. Se pueden hacer crecer los nervios, los daños se pueden reparar. He
sobrevivido
, eso es lo importante, el resto no es más que cuestión de rehabilitación. ¿
Y no es esto lo que siempre esperé
? ¿
Una bala en el cerebro
? ¿
Un roce con la muerte
? ¿
Renacer completamente desamparado
?
En el espejo veo a cuatro personas alrededor de la cama, y las reconozco con facilidad, a pesar del punto de vista inconveniente: James Long, mi asistente personal, que me despertó con su voz. Andre Stuart, la vicepresidenta primera de Zeitgeist. Mi ex esposa Jessica (
sabía que vendría).
Y mi hijo, Alex, que debió dejarlo todo y tomar el primer vuelo desde Moscú.
Y en la cama, casi enterrado bajo una confusión de tubos y cables, conectado a una docena de monitores y sondas, una figura demacrada, pálida y vendada que supongo soy yo.
James mira al techo, vuelve a bajar la vista y dice tranquilamente.
—Señor Lowe, no hay ningún espejo. ¿Debo comunicar a los doctores que está despierto?
Frunzo el ceño, intento mover la cabeza y fracaso.
—¿Estás ciego? Lo estoy mirando
directamente.
Y si no estoy conectado a maquinaria suficiente para indicarles que ya estoy despierto...
James me ofrece una tos embarazosa, un código que emplea en las reuniones cuando empiezo a alejarme de los hechos. Vuelvo a intentar girarme para mirarle a los ojos y esta vez...
Esta vez, tengo éxito. O al menos
,
veo a la figura de la cama girar la cabeza...
...y
toda mi sensación del entorno se
invierte
, como una ilusión óptica que me rodease por completo y hubiese quedado de pronto expuesta, El suelo se convierte en techo y el techo en suelo, sin que nada se mueva ni un milímetro. Siento deseos de aullar con todas mis fuerzas, pero sólo puedo emitir un gruñido de sorpresa...y después de unos segundo o dos, es difícil imaginar que haya podido engañarme, siendo tan evidente la realidad.
No hay espejo. Lo estoy observando todo desde el techo, de la misma forma que presencié la extracción de la bala.
Todavía sigo allá arriba. No he bajado.
Cierro los ojos... y la habitación se
desvanece
, requiriendo dos o tres segundos para desaparecer por completo.
Abro los ojos. La visión regresa, sin cambios.
Digo:
—¿Estoy soñando? ¿Tengo los ojos abiertos de verdad? ¿Jessica? Dime qué está pasando. ¿Tengo el rostro vendado? ¿Estoy ciego?
James dice:
—Su esposa no se encuentra aquí, señor Lovve. Todavía no hemos podido contactar con ella —vacila, luego añade —: No tiene vendado el rostro.
Río indignado.
—¿De qué hablas? ¿Quién está junto a ti?
—No hay nadie junto a mí. La señora Stuart y yo somos las dos únicas personas con usted en este momento.
Andrea se aclara la garganta y dice:
—Es cierto, Philip. Por favor, intenta tranquilizarte. Acabas de pasar por cirugía mayor... vas a recuperarte, pero tienes que tomártelo con calma.
¿Cómo ha llegado hasta
allí...
cerca del pie de la cama? La figura de abajo se gira para mirarla, pasando la mirada por el espacio intermedio —y tan fácilmente como el
uno
inverosímil se transformó en un
siete
, tan fácilmente como dejó de existir la ridícula pegatina— mi esposa y mi hijo desaparecen de mi visión de la habitación.
—Me estoy volviendo loco —digo; pero no es cierto: me siento confuso y claramente mareado, pero estoy lejos de trastornarme. Me doy cuenta de que mi voz, muy razonablemente, parece surgir de mi propia y única boca, la boca de la figura que hay debajo de mí, en lugar del puntó en el espacio vacío donde se encontraría mi boca, donde yo literalmente, corpóreamente, floto cerca del techo.
Siento
la vibración de mi laringe, el movimiento de mis labios y lengua,
allá abajo...
pero aun así la sensación de que
yo
estoy arriba, mirando hacia abajo, sigue siendo tan convincente como siempre. Es como si... todo mi cuerpo se hubiese vuelto tan periférico como un pie o un dedo... conectado y controlado, todavía una parte de mí, pero ciertamente sin ocupar el centro de mi ser. Muevo mi lengua en mi boca, toco la punta de mi incisivo izquierdo, trago algo de saliva; las sensaciones son inteligibles, consistentes, familiares. Pero no me siento correr para "ocupar" el lugar donde suceden esas cosas... de la misma forma que jamás sentí que mi sensación de yo ocupase el dedo gordo del pie al doblarlo contra la suela del zapato.
James dice:
—Llamaré a los médicos —intento encontrar cualquier rastro de inconsistencia en la dirección de su
voz...
pero no me encuentro con fuerzas para la tarea de diseccionar el recuerdo de sus palabras entre las intensidades relativas del oído izquierdo y el derecho, y luego enfrentarme a la paradoja de que alguien realmente allá arriba, mirando hacia abajo, lo oiría todo de forma diferente. Lo único que sé es que las palabras
parecen
haber surgido de sus labios, de la forma habitual.
Andrea vuelve a aclararse la garganta y dice:
—¿Philip? ¿Te importa si hago una llamada? Tokio abre en menos de una hora y cuando sepan que te han disparado...
La corto.
—No llames... ve allí en persona. Toma el próximo suborbital... sabes que eso siempre impresiona a los mercados. Mira, me alegra que estuvieses aquí cuando desperté —me alegra que, al menos,
tu
presencia resultase ser algo más que una fantasía— pero el mayor favor que me puedes hacer ahora mismo es asegurarte, maldición, que Zeitgeist pasa por esto sin sufrir daño —intento mirarla a los ojos al decirlo, pero no sé si lo consigo o no. Han pasado veinte años desde que fuimos amantes, pero sigue siendo mi mejor amiga. Ni siquiera estoy seguro por qué intento deshacerme de ella con tanta desesperación... pero no puedo evitar sentirme
expuesto
allá arriba... como si ella pudiese levantar la vista de pronto y
verme...
ver una parte de mí que la carne siempre ocultó.