Axiomático (26 page)

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Authors: Greg Egan

BOOK: Axiomático
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Por la tarde, como siempre, examiné las obras de aspirantes a exhibirse. Terminé de ver la pieza de Kreyszig que habían interrumpido el día antes, y luego comencé a cribar una pila enorme de propuestas menores. El proceso de decidir qué seria y que no sería aceptable para mis clientes corporativos no exigía esfuerzo físico o intelectual; después de dos décadas en el negocio, se había convertido en un acto puramente mecánico, tan falto de interés la mayor parte del tiempo, como estar de pie frente a una cinta transportadora separando tuercas de tornillos. Mi juicio artístico no estaba despuntado —en todo caso, se había afinado aún más— pero sólo la obra más excepcional conseguía extraerme algo más que una —muy astuta y totalmente precisa— valoración sobre sus posibilidades comerciales.

Cuando la imagen del "secuestrador" volvió a aparecer en pantalla, no me sorprendí; en cuanto sucedió, me di cuenta de que llevaba esperándolo toda la tarde, Y aunque me puse tenso anticipando el desagrado que vendría a continuación, al mismo tiempo, sinceramente agradecía la oportunidad de descubrir más sobre los verdaderos motivos del comunicante. No podían engañarme por segunda vez, por tanto, ¿qué podía temer? Sabiendo que Loraine estaba a salvo, podía mirar con distanciamiento e intentando extraer alguna pista sobre lo que pasaba.

La máscara dijo:

—Tenemos a su esposa / Transfiera medio millón de dólares / A esta cuenta / Si no quiere que / sufra.

La imagen sintética de Loraine volvió a aparecer. Me reí incómodo. ¿
Qué esperaban que creyese
? Examiné la imagen con frialdad. Por lo que podía ver de la "habitación" sombría detrás de "ella", le hacía falta una buena capa de pintura: otro laborioso toque de "realismo" para que contrastase con el fondo de la otra máscara. En esta ocasión, "ella" no parecía haberse estado resistiendo, y no había señales de que a "ella" la hubiesen tratado físicamente mal (incluso parecía que "ella" había tenido oportunidad de asearse), pero había incertidumbre en "su" expresión, un rastro de pánico subyacente en "su" rostro, que no había estado presente antes.

Luego miró directamente a la cámara y dijo:

—¿David? No me dejan verte... pero sé que estás ahí. Y sé que debes estar haciendo todo lo posible por sacarme de esta situación... pero por favor, date prisa. Por favor, paga el dinero lo antes que puedas.

Mi superficie de objetividad se rompió.
Sabía
que no era más que una muestra compleja de animación por ordenador, pero escucharla "rogarme" de esa forma fue casi tan desagradable como la llamada que creía real. Tenía el aspecto de Loraine, sonaba como Loraine, todas las palabras y gestos eran verdaderos. No podía darle a un interruptor en el interior de mi cabeza y desactivar mi respuesta ante la visión de alguien a quien amaba, rogando por su vida.

Me tapé la cara y grité:

—Malditos
cabrones...
¿es así como os corréis? ¿Creéis que voy a
pagaros
para detener estas llamadas? Haré que arreglen el teléfono para que no podáis entrar... entonces tendréis que volver a ver películas snuff interactivas y a follaros vuestro propio cadáver.

No hubo respuesta, y cuando miré a la pantalla, la llamada había terminado.

Esperé hasta haber dejado de temblar —en su mayor parte de furia— y luego llamé al detective Nicholson, por si servía de algo. Le di una copia de la llamada para su archivo; me dio las gracias. Me dijo, con optimismo: con el análisis informático del
modus operandi
, todas las pruebas tienen valor; si el mismo comunicante le hace lo mismo a otra gente, la información recogida podría al fin conformar un perfil que le incrimine. Era incluso posible que algún día pudiesen pillar a esos psicópatas de mierda.

Luego llamé a la compañía que había suministrado el software de la oficina y expliqué lo que había estado pasando, dejando de lado los detalles centrales de las llamadas molestas.

El técnico me pidió que autorizase un enlace de diagnóstico; lo hice. Desapareció durante un minuto o dos. Pensé: será algo simple, y fácil de arreglar, algún error trivial en la configuración de seguridad.

La mujer apareció en pantalla, con aspecto cansado.

—El software parece estar bien... no hay señales de manipulación. Ni señales de acceso no autorizado. ¿Cuánto hace desde el último cambio de contraseña?

—Vaya, no lo he hecho. No he cambiado nada desde que se instaló el software.

—Entonces, ¿es la misma desde hace cinco años? No es buena costumbre.

Asentí arrepentido, pero dije:

—No veo cómo podrían haberla descubierto. Incluso si hubiesen probado con mil palabras aleatorias...

—Usted habría recibido una notificación al cuarto intento fallido. Y había una comprobación de voz. Normalmente roban las claves por escucha.

—Bien, la otra persona que la conoce es mi esposa... y no creo que la haya usado nunca.

—Hay dos comprobaciones de voz en el registro. ¿De quién es la otra?

—Mía. En caso de que tuviese que llamar al sistema de administración de la oficina desde casa. Pero jamás lo he hecho... así que dudo que la clave se haya pronunciado en voz alta desde el día en que instalamos el software.

—Bien, hay un registro de las dos llamadas de avance...

—Eso no sirve de nada. Registro todas mis llamadas. Ya he entregado copias a la policía.

—No, hablo de otra cosa. Por razones de seguridad, la parte inicial de la llamada... cuando se pronuncia la clave... se almacena por separado, cifrada. Si desea verla, le diré cómo hacerlo... pero usted tendrá que pronunciar la clave, para autorizar la decodificación.

Me explicó el procedimiento y luego cortó. No parecía para nada feliz. Evidentemente, ella no sabía que el comunicante había estado imitando a Loraine; probablemente pensaba que estaba a punto de "descubrir" que las llamadas amenazadoras eran de mi mujer.

Se equivocaba, claro... pero yo también.

Cinco años es demasiado tiempo para recordar algo tan trivial. Tuve que probar tres veces antes de acertar con la clave.

Me preparé para mirar una vez más a la falsa Loraine, pero la pantalla siguió en blanco, y la voz que dijo "Benvenuto" era la mía.

Cuando llegué a casa, Loraine seguía trabajando, así que no la molesté. Fui a mi estudio y comprobé si había correo en mi terminal. No había nada nuevo, pero repasé la lista de elementos anteriores, hasta llegar a la vídeopostal más reciente de mi madre, que había llegado como un mes antes. Debido a la diferencia temporal, hablar cara a cara era un proceso arduo, así que nos manteníamos en contacto enviándonos esos monólogos grabados.

Le dije al terminal que la reprodujese. Había recordado algo del final, algo que deseaba volver a oír.

Mi madre había estado rejuveneciendo lentamente su aspecto desde su resurrección en Coney Island; ahora tenía aspecto de unos treinta años. También había estado trabajando en su casa, que había mutado gradualmente y se había expandido a partir de un modelo casi perfecto de su última casa real hasta convertirse en una especie de mansión francesa del siglo dieciocho, con puertas talladas, sillas Luís XV, complejos cortinajes en las paredes y candelabros.

Preguntó respetuosamente por mi salud y la de Loraine, la galería, los dibujos de Loraine. Realizó algunos comentarios desabridos sobre la situación política actual, tanto dentro como fuera de Coney Island. Su apariencia juvenil, su entorno suntuoso, no eran actos de autoengaño; ya
no
era una anciana,
no
vivía en un apartamento de cuatro habitaciones. Fingir que no tenía más elección que imitar los últimos años de su vida orgánica hubiese sido absurdo. Sabía
exactamente
quién era y dónde estaba, y tenía intención de sacarle todo el partido.

Había planeado pasar rápido por esa parte, pero no lo hice. Me quedé sentado prestando atención a todas las palabras, paralizado por la imagen de este rostro de mujer inexistente, intentando dar sentido a lo que sentía por ella, intentando desenredar las raíces de mi empatía, mi lealtad, mi amor... por ese patrón de información copiado de un cuerpo que se había consumido hacía tiempo.

Al final, dijo:

—Me preguntas continuamente si soy feliz. Si alguna vez me siento sola. Si he
encontrado a alguien
—vaciló, luego negó con la cabeza—. No estoy sola. Sabes que tu padre murió antes de que se perfeccionase esta tecnología. Y sabes lo mucho que le amaba. Bien, le sigo amando; sí, le amo. No se ha ido, no más que yo. Vive en mis recuerdos... y eso es suficiente. Aquí, más que en ningún otro lugar,
eso es suficiente.

La primera vez que oí esas palabras, pensé que ella hablaba en frases hechas muy poco propias de su personalidad. Ahora, creía comprender la insinuación apenas deliberada tras esas palabras tranquilizadoras, y sentí un estremecimiento.

Vive en mis recuerdos.

Aquí, más que en ningún otro lugar, eso es suficiente.

Evidentemente, lo habrían mantenido en secreto; el mundo orgánico no estaba preparado para oírlo, y las Copias podían permitirse ser pacientes.

Era por eso que yo todavía no había oído nada del compañero de mi madre. Él podía permitirse esperar las décadas que fuesen necesarias para que yo fuese a Island "en persona", y sería entonces cuando él me "volvería" a ver.

Mientras el carrito de servicio descargaba la cena en la mesa del comedor, Loraine me preguntó:

—¿Alguna llamada obscena de alta tecnología hoy?

Negué lentamente con la cabeza, demasiado rotundamente, sintiéndome como un adúltero, o algo peor. Por dentro, me ahogaba, pero si algo se manifestó, Loraine no dio señales de haberse dado cuenta.

—Bien, no es un truco que puedas probar dos veces con la misma víctima, ¿no? —dijo.

—No.

En la cama, miré fijamente a la oscuridad sofocante, intentando decidir qué iba a hacer... aunque sin duda los secuestradores ya conocían la respuesta a esa pregunta, y no habrían seguido con el plan si no hubiesen creído que al final les pagaría.

Ahora todo tenía sentido. Demasiado sentido. Loraine no tenía escán, pero habían robado el mío. ¿Con qué propósito? ¿De qué vale el alma de un hombre? Bien, no hay necesidad de hacer suposiciones, te lo dirá todo. Extraer la clave de la oficina hubiese sido lo más simple; debieron ejecutar mi Copia en unos centenares de escenarios virtuales y seleccionaron el que tuviese más probabilidades de producir los mayores beneficios en relación a la inversión.

Algunos cientos de resurrecciones, algunos cientos de fantasías de extorsión diferentes, algunos cientos de muertes. No me importaba —la idea era demasiado extraña, demasiado alienígena para afectarme— probablemente la razón por la que no se había producido una petición de rescate muy diferente:

—Tenemos su Copia...

Y en cuanto a la Loraine falsa, ni siquiera una Copia de la mujer real, sino una construcción basada por completo en mi conocimiento de ella, mis recuerdos, mis imágenes mentales; ¿qué empatía, qué lealtad, qué amor le debía yo a
ella
?

Puede que los secuestradores no hubiesen reproducido completamente la técnica de Resurrección por Memoria inventada en Island. No sabía qué habían creado en realidad, a qué habían "dotado de vida", si lo habían hecho. ¿Cómo de complejo era el modelo informático tras "sus" palabras, "sus" expresiones faciales, "sus" gestos? ¿Era lo suficientemente complejo para
experimentar
las emociones que manifestaba... como una Copia? ¿Era simplemente lo suficientemente complejo como para influir en
mis emociones...
lo suficientemente complejo para manipularme, sin sentir nada?

¿Cómo podría saber si era de una forma u otra... cómo podría distinguirlo? Daba por supuesta la "humanidad" de mi madre... y quizá ella a su vez hacía lo mismo por la de mi padre resucitado que murió sin escán, extraído del cerebro virtual de ella... pero, ¿qué haría falta para convencerme de que
ese
patrón de información era alguien de quien debería preocuparme, alguien que necesitaba desesperadamente mi ayuda?

Me quedé tendido en la oscuridad, junto a la Loraine de carne y hueso, e intenté imaginar lo que la simulación informática de mi imagen mental de ella estaría diciendo dentro de un mes.

LORAINE IMITADA: ¿David? Me dicen que estás ahí, que puedes oírme. Si eso es cierto... no comprendo nada. ¿Por qué no has pagado? ¿Algo va mal? ¿La policía te dice que no pagues? (Silencio). Estoy bien, aguanto... pero no comprendo qué pasa. (Un silencio largo). No me tratan muy mal. Estoy aburrida de la comida, pero sobreviviré. Me han dado papel para dibujar y he hecho algunos bosquejos...

Incluso si nunca me convenciese, si nunca tuviese la seguridad, siempre estaría preguntándome
:¿
Y si me equivoco
?¿
Y si después de todo es consciente
?¿
Y si es tan humana como lo seré yo cuando resucite... y la he traicionado, la he abandonado
?

No podía vivir con esa carga. La posibilidad y la apariencia serían suficientes para destrozarme.

Y ellos lo sabían.

Mi programa de administración financiera trabajó toda la noche para liberar el dinero de las inversiones. A las nueve en punto de la mañana siguiente, transferí medio millón de dólares a la cuenta especificada, y luego me quedé sentado en mi oficina, esperando a ver qué pasaría. Consideré cambiar la clave de entrada al viejo "Benvenuto"... pero luego decidí que si realmente tenían mi escán a su disposición, no tendrían problemas para deducir mi nueva elección.

A la nueve y diez, la máscara del secuestrador apareció en la pantalla gigante, y dijo a bocajarro, sin pretensiones poéticas:

—Lo mismo, dentro de dos años.

Asentí.

—Sí —podía ganarlo para entonces, sin que Loraine lo supiese. Tiempo justo.

—Mientras siga pagando, la mantendremos congelada. Sin tiempo, sin experiencias.., sin angustia.

—Gracias —vacilé y luego me obligué a hablar—. Pero al final, cuando yo...

—¿Qué?

—Cuando me resuciten... ¿la dejarán unirse a mí?

La máscara sonrió magnánima.

—Por supuesto.

No sé cómo empezaré a explicárselo todo a la imitación de Loraine, o qué hará cuando comprenda su propia naturaleza. La resurrección en Island podría ser su idea del Infierno, pero, ¿qué opción tengo? ¿Dejarla pudrirse mientras los secuestradores crean que su sufrimiento pueda conmoverme? ¿O comprar su libertad...
y no ejecutarla jamás
!

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