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Authors: Jane Yolen

Blanca Jenna (2 page)

BOOK: Blanca Jenna
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Skada, cuyo cabello era tan oscuro como claro el de Jenna. Skada, quien hablaba de las cosas que Jenna nunca se había atrevido a mencionar. Skada, que alentaba a Jenna para que realizase las cosas que nunca había osado soñar.

Jenna y Skada intentaron alzar el espejo para llevarlo escaleras abajo y colocarlo en la pira funeraria. Pero al moverlo activaron el mecanismo de una puerta secreta que se abrió junto a los pies de Jenna para dejar al descubierto un pasadizo donde las niñas de la Congregación Nill habían sido ocultadas de los saqueadores.

Pynt también se encontraba allí, todavía postrada y en una condición lamentable, pero estaba con vida.

Jenna, Skada y la joven Petra, quien se entrenaba para el sacerdocio, encendieron la pira funeraria. Luego, con los bebés en brazos de sus hermanas mayores, condujeron al grupo de niñas a lo largo del Mar de Campanas y a través de los bosques hasta llegar a la Congregación Selden.

Al llegar allí, contaron la historia de sus aventuras y Jenna reclamó el título de Diosa Blanca; no porque creyera en ello, sino porque consideraba que sería útil para la causa: las otras Congregaciones debían ser puestas sobre aviso. Por temor a las consecuencias, la sacerdotisa negó a Jenna su título; pero con la ayuda de Petra, que inventó una profecía improvisada, Jenna convenció a las demás de que realmente era la Anna, aquella de quien se había escrito que era el comienzo y el final.

Acompañada por Skada, por Petra y por las hermanas guerreras Catrona y Katri, enemigas de la Madre Alta de Selden, Jenna salió a los caminos.

PROFECÍA

Y el profeta dice que una criatura blanca con ojos negros nacerá de una virgen en el invierno del año. El buey en el campo, el sabueso ante el hogar, el oso en la cueva, el puma en el árbol, todos, se inclinarán frente a ella cantando: “Bendita, bendita, la más bendita de las hermanas, quien es a la vez blanca y negra, sombra y luz, tu venida es el comienzo y es el final.” Tres veces morirá su madre y tres veces quedará huérfana y será apartada para que todos la reconozcan.

LIBRO PRIMERO
MENSAJERAS
EL MITO:

Entonces, Gran Alta posó la mirada sobre sus mensajeras, a quienes había separado de su lado para mantenerlas aún más ligadas a ella. Posó la mirada sobre la hermana blanca y la oscura, la joven y la vieja.

“No os hablaré para que me oigáis. No me presentaré ante vosotras para que me veáis. Porque una niña debe quedar en libertad para ir en busca de su propio destino, incluso aunque este destino sea el que su madre ha vaticinado.”

Y Gran Alta hizo que el camino recto se tornase serpenteante y el serpenteante, recto. Dispuso para ellas trampas y precipicios que las ayudarían a escapar. Así, recordarían su amorosa bondad y se regocijarían con ella.

LA LEYENDA:

Fue en el pueblo de Slipskin, en la actualidad Nuevo Moulting, apenas comenzada la primavera, cuando tres jovencitas, entre las cuales se hallaba Blanca Jenna, llegaron montadas sobre un gran caballo tordo.

Su lomo era ancho como la puerta de un granero y resultaba imposible abarcar su cruz. Cada casco producía fuego en el camino. Donde pisaban sus patas, los caminos serpenteantes se enderezaban, las montañas se aplanaban, se formaban precipicios y las hondonadas se recortaban en las colinas.

Según dicen algunos pobladores de Nuevo Moulting, en realidad no se trataba de un caballo, sino de una bestia enviada por la propia Alta para transportarlas. Aún hay huellas de pisadas junto al viejo camino de Slipskin, talladas en la misma piedra. Y río abajo, en el pueblo de Selden, hay tres grandes costillas del animal colocadas sobre la puerta de la iglesia para que todos puedan verlas.

EL RELATO:

El camino era una cinta gris a la luz de la luna, entretejido entre los árboles. Allí se hallaban detenidas cinco mujeres, escuchando el lamento ululante a sus espaldas.

Dos de ellas, Catrona y Katri, eran de edad madura, como evidenciaban las arrugas que surcaban sus frentes. Tenían el cabello muy corto y llevaban las espadas con una informal autoridad.

La más joven, Petra, se hallaba con la espalda muy erguida en actitud algo desafiante, pero había suavidad en su mirada y se humedecía los labios con nerviosismo.

Jenna era una joven extremadamente alta, aún no una mujer a pesar de que su cabello era blanco como la luz de la luna. Más blanco, ya que no tenía sombras. La otra muchacha, algo más baja y un poco más delgada, era Skada.

—Extrañaré el sonido de sus voces —dijo Jenna.

—Yo no —respondió Skada—. Las voces tienen el poder de una atadura y nosotras debemos mirar hacia delante. Ahora somos mensajeras, no podemos detenernos a recordar.

—Y nos aguarda un largo camino —intervino Catrona—. Con muchas Congregaciones a las que debemos prevenir. —Extrajo un mapa de su faltriquera de cuero y lo extendió en el suelo. Con la ayuda de Katri, alisó el pergamino y señaló un punto negro—. Nos encontramos aquí, en la Congregación Selden. El camino más rápido es éste, a lo largo del río y cruzando el puente hacia el pueblo mismo. Luego seguiremos el río de espaldas a El Viejo Ahorcado, sin perder de vista jamás sus cumbres gemelas.

Señaló las líneas en el mapa.

—El Seno de Alta —exclamó Skada.

—Has aprendido bien tus lecciones —la felicitó Katri.

—Lo que sabe Jenna, lo sé yo.

Catrona continuó deslizando el dedo a lo largo de su itinerario.

—El camino hasta esta Congregación continúa sin bifurcarse. —Su dedo dio dos golpecitos en el mapa y Katri la imitó.

—La Congregación Calla’s Ford —comentó Jenna—. Donde Se-linda y Alna han iniciado su año de misión. Será bueno verlas. Las he extrañado...

—Pero no mucho —murmuró Skada.

—¿Es el mejor lugar para comenzar? —preguntó Jenna—. ¿No deberíamos seguir un poco más y acercarnos a la corte del rey?

Catrona sonrió.

—Las Congregaciones se encuentran formando un gran círculo. Mira aquí. —Mientras señalaba en el mapa, fue diciendo uno tras otro los nombres de las Congregaciones como si se tratase de un largo poema—. Selden, Calla’s Ford, El Cruce de Wilma, Josstown, Calamarie, Carpenter, Krisston, Valle Occidental, Annsville, Crimerci, La Fuente de Lara, Sammiton, James del Este, John del Molino, El Rastro de Carter, Arroyo Norte y Nill. La corte del rey se encuentra en el centro.

—Por lo tanto, nadie se quejará si primero visitamos Calla’s Ford —concluyó Katri posando el dedo, al igual que Catrona, sobre la última Congregación—, ya que es la más cercana.

—Y puesto que las niñas de nuestra propia Congregación se encuentran allí —agregó Catrona.

—Pero debemos apresurarnos —les recordó Jenna.

Catrona y Katri se levantaron simultáneamente y Catrona plegó el antiguo mapa. Volvió a colocarlo en la faltriquera de cuero y se lo entregó a Petra.

—Aquí tienes niña, por si acaso nos separamos.

—Pero yo soy la que menos importa —protestó Petra—. ¿No debería ser Jenna...?

—Ahora que Jenna ha visto el mapa una vez, lo recordará para siempre. Es una guerrera entrenada en el juego del Ojo Mental y ahora mismo podría recitarte los nombres y los lugares. ¿Estoy en lo cierto, Jenna?

Jenna vaciló unos momentos y volvió a ver el mapa tal como había estado extendido bajo las manos de Catrona. Comenzó a recitar lentamente pero con completa confianza, al tiempo que movía el pie sobre el polvo del camino para señalar las distintas Congregaciones.

—Selden, Calla’s Ford, El Cruce de Wilma, Josstown...

—Te creo —la detuvo Petra alzando una mano—. Yo llevaré el mapa.

—Y amarró los cordones de la faltriquera alrededor de su cinturón.

Las cinco comenzaron a andar por el camino con paso firme; cada una, a un brazo de distancia de la otra. Catrona marchaba a la derecha y Jenna a la izquierda, vigilando con atención los lados del camino. Sólo la joven Petra, quien iba en el medio, parecía algo inquieta. En una o dos ocasiones se volvió para mirar atrás, hacia el lugar donde había resonado el lamento largo y profundo con que las despidiera la Congregación Selden.

LA CANCIÓN:

Anna en el recodo

Gris bajo la luna, verde bajo el sol,

Sombra por la noche, luz en el albor,

La extensa pradera se extiende en su largor.

Y Anna en cada recodo.

Dulce en primavera, agria en otoño,

El invierno y la nieve extienden su blanco paño;

En verano es el paso más corto del año,

Y Anna en cada recodo.

Ved las praderas y ved las colinas,

Ved el río con sus aguas cristalinas,

Ved al labriego que sus tierras aún cultiva;

Porque Anna está retornando.

EL RELATO:

Sólo se detuvieron una vez en el bosque y fue para dormir bajo un endrino junto al río. Cada una realizó su turno de guardia y dejaron a Petra el lapso más corto y cercano al amanecer, cuando de todos modos se hubiese despertado. Además, les recordó Catrona, con la luna vigilaban en parejas, mientras que Petra estaba sola.

No hubo nada que perturbase su descanso, excepto el lamento de las aves nocturnas y el murmullo constante del agua. En un momento de la guardia de Jenna y Skada hubo un movimiento entre las malezas.

—Una liebre —susurró Jenna a su hermana sombra, alerta a la espera de otro sonido.

—Una liebre —coincidió Skada.

Ambas se relajaron. Un poco.

Para el atardecer del día siguiente habían atravesado ya las granjas de las afueras de Slipskin, con sus tierras cultivadas por generaciones de labriegos. Cada acre estaba cubierto por un delicado manto verde, y en un campo había veinte caballos pastando.

—Un hombre que vende caballos —observó Catrona—. Probablemente abastece al rey. Podríamos tomar prestados uno o dos y jamás lo notaría.

Petra negó con la cabeza.

—Teníamos caballos y rebaños en nuestra Congregación. Puedes creerme, nuestras pastoras conocían cada animal por su nombre.

Catrona hizo una mueca.

—Ya lo sé, niña, sólo os ponía a prueba.

—Yo no volveré a montar a caballo —afirmó Jenna—. Con una vez ha sido suficiente.

—De todos modos dudo mucho que podamos montarlo las tres —respondió Catrona—. Pero si tuviéramos un animal, una de nosotras podría adelantarse. Necesitamos ganar tiempo a toda costa.

Muy a su pesar, Jenna no tuvo más remedio que asentir.

—Dejad que hable yo —agregó Catrona—. He pasado mucho tiempo entre hombres y sé qué decir.

—Yo no he estado nunca entre ellos —admitió Petra.

Jenna no dijo nada, pero se llevó una mano a los labios. Se alegraba de que aún fuese de día y Skada no estuviese allí para recordarle lo que había dicho —y lo que había callado— cuando Carum la besara. Ella había conocido a dos hombres: a uno lo había besado y al otro lo había matado.

Sabía tan poco como Petra.

—Sí, habla tú —le dijo a Catrona—. Nosotras aguardaremos detrás de ti.

—Pero de todos modos intentad parecer atractivas —les recomendó Catrona.

—¿Atractivas? —preguntó Jenna, verdaderamente confundida.

—A los hombres les gusta eso. —Catrona echó la cabeza hacia atrás y rió con ganas.

Aunque ni Jenna ni Petra sabían bien a qué se había referido Catrona con “atractivas”, ambas sonrieron al labriego cuando abrió la puerta de madera oscura. El hombre las miró unos momentos como inseguro de lo que estaba viendo. Después se volvió hacia el interior de la casa y gritó:

—Martine, Martine, ven rápido.

—¿Qué ocurre? —preguntó una voz desde la habitación a sus espaldas.

El hombre no volvió a hablar hasta que su esposa, una mujer gigantesca y sonrosada que le llevaba una cabeza a su calvo marido, se acercó a él.

—Allí, mujer, mira a la muchacha alta.

Ella observó a su vez.

—Pertenecemos a Alta —comenzó Catrona, pero se detuvo al notar que no le prestaban ninguna atención sino que ambos tenían los ojos fijos en Jenna. Entonces volvió a hablar, esta vez más fuerte—. Mi nombre es Catrona, de la Congregación Selden. Mis hermanas y yo...

—Santo cielo Geo, tienes razón, ¿quién más podría ser? —exclamó la esposa del labriego con las mejillas al rojo vivo—. Con excepción de su cabello, es la imagen viva de mi pobre difunta hermana.

De pronto Catrona comprendió.

—¿Creen que Jenna pertenece a su familia? De todas las casas, justamente hemos tenido que detenernos aquí.

—No, no —negó el labriego sacudiendo la cabeza—. Ella tiene once hermanas y son todas iguales. Hace menos de cincuenta años las laderas hubiesen estado llenas de ellas. Pero ahora las niñas escasean por aquí, así que si desean quedarse yo podría proporcionarles unos buenos esposos. —El hombre volvió a sacudir la cabeza—. Bueno, tal vez a la sobrina y a la pequeña que está allí. Necesitamos reproductoras, ya saben. Por eso todas las hermanas de Martine se han casado muy jóvenes. Buena camada. De este lado de la colina no hay una casa que no albergue a alguna de ellas. “Sería más difícil perder alguna que encontrarla”, como dicen de los mirlos en bandada. Sería...

Martine apartó a su esposo y pasó frente a Catrona para acercarse a Jenna. Viéndolas juntas, el parentesco era evidente.

—Tiene la altura de Dougal y los ojos de Hiat. Recuerda, Geo, cuando me cortejabas decías que yo tenía los ojos oscuros de un manantial. Mi hermana Ardeen tuvo el cabello blanco antes de cumplir los quince, y mi hermana Jarden antes de los veinte. Dale un abrazo a tu tía, niña.

Jenna no se movió. Su mente era un torbellino.

—Su madre la llevaba con nosotras para entregarla en adopción cuando un puma la mató —les contó Catrona—. Mis propias hermanas sepultaron a la suya y pronunciaron algunas palabras en su nombre. Su madre adoptiva a muerto; de no ser así, le hablaría a ella de usted.

—¡Tonterías! —rechazó Martine volviéndose hacia Catrona—. Su madre murió al darle la vida. Quedó allí tendida, desangrándose como un cerdo listo para el mercado mientras la partera se llevaba a la niña. Si su hermana la adoptó, entonces...

—La mujer se detuvo un minuto y contó con los dedos—. Una, mi pobre difunta hermana; dos, la partera; y tres, su hermana. ¡Oh, bendita sea!

—De pronto cayó de rodillas y se cubrió la boca con las manos—. ¡La Blanca, la niña de tres madres! Y una ha sido de mi propia sangre. ¿Quién lo hubiese imaginado?

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