Blanca Jenna

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Authors: Jane Yolen

BOOK: Blanca Jenna
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En el seno de las congregaciones de mujeres adoradoras de la Gran Madre Alta, el Libro de Luz incluye la profecía sobre la Reina Blanca, la Anna, la mujer que, nacida de tres madres, deberá guiar a sus compañeras y sus hermanas de las sombras en la terrible prueba de la Guerra de los Géneros.

Blanca Jenna
narra las aventuras de Jenna y su hermana sombra, Skada, en el mundo entrañable de la cultura de los Valles, en donde se dan cita los mejores elementos de la literatura fantástica de todos los tiempos. Una obra capital de la autora norteamericana de mayor éxito en la narrativa fantástica de su país, una brillante narradora repetidamente galardonada y poseedora del Premio Mundial de Fantasía.

Jane Yolen

Blanca Jenna

Volumen 2

ePUB v1.0

RufusFire
29.08.12

Título original:
White Jenna

Jane Yolen, 1989

Traducción: Paola Tizziano, 1991

Ilustración de portada: Juan Giménez

Editor original: RufusFire (v1.0)

Corrección de erratas: arant

ePub base v2.0

SINOPSIS

Durante años, el nacimiento de una niña en los Valles no había sido causa de gran regocijo. Después de la primera de las Guerras Garunianas, cuando las tribus patriarcales del continente se embarcaron para conquistar las islas y masacrar a sus hombres, había habido un excedente de mujeres en los Valles. Forzadas a la poligamia o a abandonar a las recién nacidas en las colinas, la suerte de las mujeres no era nada envidiable. Sin embargo, desde un principio, algunas de ellas habían comenzado a recorrer las colinas, recogiendo a las criaturas para salvarlas y criarlas en pequeñas comunidades amuralladas llamadas Congregaciones.

Pasaron los siglos y nadie alteró la paz de las Congregaciones. Con el tiempo llegó a haber diecisiete de estas comunidades llenas de mujeres, adoradoras de Gran Alta, la Diosa que otrora había sido la deidad imperante de todos los Valles, antes de ser suplantada por el panteón Garuniano de dioses. Cuando la población recuperó su equilibrio, las Congregaciones se convirtieron en refugios para las mujeres disidentes.

Las Altitas, como se las llamaba, continuaron adoptando a las pocas niñas que les eran entregadas, pero con el fin de que su población no mermase, abandonaban con frecuencia los muros para procrear, dejando a los bebés varones con sus padres y llevándose consigo a las niñas de regreso a la Congregación. Las mujeres de las Congregaciones también salían en calidad de diestras guerreras mercenarias y peleaban algunos años en los ejércitos del rey. De ese modo, pulían su propia pericia y aprendían las novedades en cuestiones de tácticas y de armamentos. Sin embargo y en la medida de lo posible, a las niñas se las mantenía alejadas del exterior hasta que alcanzaban la pubertad y llegaba su año de misión, durante el cual viajaban a otras Congregaciones como parte de su educación.

Lo que ocurría tras los muros de las Congregaciones era un misterio, tanto para el vulgo de los Valles como para sus amos Garunianos. Aunque la gente común todavía hablaba de Alta y la adoraba como consorte de Lord Gres, sombrío dios guerrero de los Garunianos, y como diosa del alumbramiento y de las virtudes hogareñas, el único culto puro de Alta era el de las Congregaciones, hasta el punto de que, por más que los habitantes de los Valles mencionaran a Alta en sus plegarias, ni siquiera sospechaban el secreto con que Ella había dotado a sus mujeres. Entrenadas desde la niñez con ejercicios respiratorios especiales; memorizando las palabras de su Diosa tal como estaban escritas en el Libro de Luz, las Altitas habían aprendido a invocar a sus hermanas sombra, sus almas gemelas, cuando alcanzaban la pubertad. A partir de entonces, estas hermanas sombra aparecían con la luna, o bien a la luz de las velas o de la lumbre y, a la par de sus equivalentes luminosas, caminaban, hablaban, luchaban y hacían el amor.

Había profecías, rumores y mitos persistentes respecto a una niña de cabellos blancos que nacería de tres madres, todas las cuales morirían al darle la vida. Esta Criatura Blanca, como era llamada, se convertiría en una reina guerrera, una diosa, conocida como la Blanca o la Anna, un antiguo término de los Valles que significaba “blanco”. La profecía, con sus típicos errores nómicos, decía que la niña sería a la vez blanca y negra, luz y sombra. Conquistaría al buey, al sabueso, al oso y al puma, y con ello señalaría el final de una vieja era y el nacimiento de una nueva.

Los Garunianos, quienes habían cruzado el mar con una profecía similar, temieron que este fenómeno se convirtiese en una amenaza para su reinado y por ello, para confundir a los lugareños, denominaron a sus tiranos el Toro, el Sabueso, el Oso y el Puma. En forma de canciones, los habitantes de los Valles solían narrar fábulas respecto a la llegada de la Blanca. Y las sacerdotisas de Alta tenían una misión muy clara: criar a la Criatura Blanca y avisar a las otras Congregaciones cuando hubiese nacido.

Así, cuando la esposa de un granjero alumbró a una niña de cabellos blancos, ojos oscuros y aptitudes aparentemente inexplicables, muriendo al dar a luz, se inició la historia de Hermana Luz, Hermana Sombra. Enloquecido por la congoja, el granjero pidió a la comadrona que se llevase a la niña a la Congregación Selden, aquella que se encontraba más cerca de su pueblo. En la travesía, la comadrona misma fue muerta por un puma que, a su vez, encontró la muerte a manos de una pareja de hermanas de la Congregación Selden, quienes habían salido de cacería. Ellas se llevaron a la niña para adoptarla, pero era la primera vez que esta pareja en particular se hacía cargo de una criatura. Se iniciaron las reyertas entre ambas, situación que con el tiempo condujo al exilio de la hermana luz y, luego, a la muerte de pareja. Tres madres, todas muertas, a causa de la extraña niña de cabellos blancos.

Esa niña, Jo-an-enna, llamada Jenna, fue adoptada por toda la Congregación Selden, ya que la sacerdotisa, Madre Alta, sospechaba que la pequeña era la realización de la profecía y deseaba participar en la gloria.

La joven Jenna creció amada por todas las de su comunidad, con excepción de la desconfiada y celosa Madre Alta. En lugar de elegir convertirse en sacerdotisa, Jenna decidió seguir el camino de las cazadoras-guerreras y realizó su entrenamiento junto a Marga, su mejor amiga, a quien todas llamaban Pynt. Se decía que la pequeña Pynt de cabellos negros era la sombra de Jenna; y sin duda ambas eran inseparables.

A los trece años, Jenna no comprendió la hostilidad de la sacerdotisa ni el hecho de que la enviase a una Congregación diferente para iniciar su año de misión. Resentida, furiosa y sola por primera vez en su vida, se vio obligada a emprender un camino distinto y a abandonar a sus amigas. Se dirigió hacia la Congregación Nill, al otro lado del Mar de Campanas, un prado cubierto con lirios del valle.

Pero a pesar de las órdenes recibidas, Pynt abandonó a Selinda y a Alna, las otras dos niñas con quienes debía cumplir su año de misión, y siguió el rastro de Jenna. Las dos se encontraron a mitad de camino de la Congregación Nill, envueltas por la densa niebla que se posaba casi a diario sobre el Mar de Campanas. Alarmadas por un extraño sonido y temiendo que se tratase del Demonio de la Niebla, personaje que habían oído mencionar en los cuentos, permanecieron espalda contra espalda, con las espadas desenvainadas.

Con el extraño sonido apareció ante ellas un joven que resultó ser el tercer hijo del rey. Este muchacho apenas tenía unos años más que ellas y era un estudiante llamado Carum Longbow. Carum imploró merci, utilizando la antigua fórmula. De este modo, ellas se vieron obligadas a protegerlo y, en medio de la niebla, Jenna mató al hombre que le venía persiguiendo, uno de los temibles guerreros del usurpador Lord Kalas, conocido como el Sabueso.

Después de enterrar al Sabueso, con el yelmo sobre el cuerpo, los tres atravesaron el bosque rumbo a la Congregación Nill. Era un extraño trío: Pynt estaba celosa de la forma en que se cortejaban Carum y Jenna, Carum estaba fascinado con la joven alta y de cabellos blancos, y Jenna se sentía aturdida por sus propios sentimientos conflictivos.

Los hombres no tenían permitida la entrada en las Congregaciones, por lo que Carum debió disfrazarse. Como aún carecía de barba y, aunque era alto, sus músculos no estaban muy desarrollados, el disfraz tuvo cierto éxito a pesar de sus protestas. Los tres fueron conducidos escaleras arriba hasta la habitación de la sacerdotisa, una extraña y poderosa Madre Alta que era ciega, lisiada y con seis dedos en cada mano. Ella pudo reconocer a Jenna como la Anna de la profecía, pues ella misma había sido considerada tal prodigio alguna vez. Madre Alta le explicó a Jenna que ya había dado cumplimiento al comienzo de la profecía: tenía el cabello blanco, una compañera morena, había enterrado a tres madres y “doblegado al Sabueso”. Jenna era la única que aún no estaba convencida.

Como las niñas habían prometido llevar a Carum a salvo hasta uno de los refugios amurallados, santuarios que ni siquiera Lord Kalas se atrevía a violar, Jenna, Pynt y Carum abandonaron la Congregación. Pero, cuando aún no se habían alejado de sus muros, sufrieron una emboscada de los hombres de Lord Kalas, quienes habían seguido su rastro desde el sepulcro del Sabueso.

Pynt fue gravemente herida y Carum la condujo de vuelta a la Congregación. Mientras cubría su retirada, Jenna cortó la mano de uno de los hombres de Kalas. Cuando regresó a la Congregación con su espeluznante trofeo, Carum reconoció el anillo de la mano como perteneciente al Toro. Jenna había “doblegado” también al toro-buey. Ahora, sin duda, debía admitir que era la Blanca; pero Jenna no quería saber nada de ello e insistía en que era una muchacha común envuelta en acontecimientos extraordinarios.

Dejó a Pynt bajo los cuidados de la enfermera y, con instrucciones para llegar a la posada siguiendo el río, Jenna y Carum saltaron desde el segundo piso de la Congregación, directamente a las aguas traicioneras que corrían debajo, unidos por una soga.

A punto de ahogarse, lograron llegar hasta la costa y, desde allí, seguir hasta la Posada Bertram. Por ser mujer, Jenna no tenía acceso a la casa y hubo de separarse de Carum frente al portal. Él la besó con dulzura, prometiéndole todo en ese único beso, y Jenna regresó a la Congregación por vía terrestre.

Pero era una Congregación silenciosa. Demasiado silenciosa. Y cuando Jenna estuvo más cerca pudo comprender la razón. Todas las mujeres habían sido asesinadas y muchas de ellas yacían junto a los hombres que ellas mismas habían matado. El patio, las escaleras y los corredores estaban cubiertos de cadáveres. Jenna corrió desesperadamente, tratando de descubrir a alguien con vida y de encontrar a su amiga herida Pynt. Al fin llegó al lugar donde las valerosas mujeres de la Congregación Nill habían presentado su última batalla: la habitación de la sacerdotisa. Todas las mujeres estaban muertas y las niñas, incluyendo a Pynt, habían desaparecido.

Desgarrada por el dolor, Jenna dedicó todo el día a acarrear los cuerpos de las mujeres a la cocina y al Gran Vestíbulo, para tenderlas una junto a otra con espacio suficiente entre ellas para sus hermanas sombra. Regresó después a la habitación de la sacerdotisa para bajar el gran espejo enmarcado en madera. Pero, antes de hacerlo, Jenna se detuvo frente a él y, sin saberlo, recitó parte del ritual de la Hermandad que convocaba a las hermanas sombra. Aunque aún le faltaba un año y todavía no se había ejercitado en los ritos, la urgencia y el fervor de Jenna hicieron que su propia hermana sombra, Skada, abandonara el mundo del espejo para presentarse ante ella.

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