Mephi siguió la carretera con la mirada y vio que el sendero desaparecía en medio de un banco de niebla. Dio un paso decidido en aquella dirección.
—Tienes algo que te dio ella —dijo el búho. Mephi se detuvo.
—Eso es, y pienso devolvérselo. —Sus ojos no se apartaban de la carretera.
—Ése no es el motivo por el que te lo dio. Quería que se lo entregaras a alguien. A alguien que encontrarás en esa dirección. —El búho miró al otro extremo de la carretera. Mephi vio la trémula boca de un puente lunar que conducía al clan del Cielo Nocturno.
—No. Voy a regresar.
—No es propio de ti finalizar un viaje en el punto de partida. De ser así, no habrías encontrado este sitio.
—¿Qué sabrás tú? —espetó Mephi. Se giró para enfrentarse al búho.
—Sé que prefieres recordar antes que volver a visitar.
—Recordaré todo lo que me dé la gana con el tiempo que me quede junto a Buscadora de Luz. —Mephi avanzó medio paso hacia el túmulo del Coyote Pintado.
—Cuando se te acabe el tiempo, ¿quién se acordará de ti? ¿Quién se acordará de Melinda Buscadora de Luz, de Ivar Odiado del Wyrm, de Conrad Pasea por las Piedras y de Cazadora de Lluvia cuando mueras en los brazos de la primera? ¿Te llevarás su recuerdo contigo cuando arrojes tu vida por la borda?
Mephi sabía que el búho estaba en lo cierto. Golpeó el suelo con su cayado, con tanta fuerza que el asfalto onírico se agrietó.
—¡Maldita sea! ¡
Maldita sea
! ¡Acabo de encontrarla! ¿Por qué tengo que volver a abandonarla? ¿Por qué?
—Porque tienes que recordarla. Tienes que acordarte de todos ellos. Tu destino no es sencillo, Mephi Más Veloz que la Muerte, cuando la Batalla Final dé comienzo y la Serpiente despierte de su letargo, deberás acordarte de todos los héroes caídos cuyas historias oyeras alguna vez. Si fracasas, si te olvidas siquiera de uno solo, el Wyrm entraría en tu cuerpo y sería tu mano la que destruyera al mundo.
Mephi rechinó los dientes y volvió a mirar en dirección al túmulo del Coyote Pintado.
—¿Ni siquiera puedo despedirme? Esta vez me gustaría hacer algo bien, por lo menos.
—Lo harás. Todos los días, desde éste hasta el último. Pero no aquí. Ese camino conduce al final de los días. Sólo si continúas adelante permanecerá el futuro siempre enfrente de ti.
Mephi permaneció inmóvil, sin hacer nada más que mirar en dirección al lecho de muerte de Melinda. Si corría una vez más, conseguiría llegar hasta ella antes de que muriese. Era más veloz que la muerte; podría llegar a su lado y asegurarle que no la había abandonado antes de que se adentrara en el otro mundo. Sólo se abandonaría a sí mismo. Pensó en ello durante mucho tiempo, antes de mirar de nuevo la cabeza de cobra que remataba su cayado. Melinda podría morir en paz si lo viese en sus manos por última vez. Se daría cuenta de por qué lo había conservado durante todos aquellos años, aun cuando la había abandonado. Sabría que jamás había dejado de pensar en ella.
—¿De qué serviría? —le preguntó a la serpiente—. De nada, que yo sepa. De nada en absoluto. No son más que ilusiones.
La serpiente guardó silencio. Cuando Mephi se volvió hacia la roca donde había estado posado el búho, descubrió que el espíritu había desaparecido. Mephi se encaminó hacia el clan del Cielo Nocturno. Si se apresuraba, podría entregar la piedra del sendero y coger otro puente lunar de regreso al clan de la Forja del Klaive esa misma noche. Si se apresuraba, quizá llegase a tiempo de prevenir a Mari Cabrah y a Brand Garmson antes de que partieran hacia el sur, rumbo a Serbia, y advertirles de que era probable que se encontraran con una nueva clase de problema esperándolos. Si se apresuraba, todavía podría conseguirlo. Por tanto, a solas con sus recuerdos, Mephi comenzó a correr en dirección al clan del Cielo Nocturno, sin volver la vista atrás.
Tajo Infectado se encontraba solo en el cenagal de la Penumbra a orillas del río Tisza. Su hombro izquierdo permanecía inerte allí donde aquel Fenris bastardo lo había aplastado con su martillo. Sentarse lo había cegado con fuegos artificiales de colorido dolor, y ponerse de pie había estado a punto de sumirlo en un frenesí de agonía estática. Mantenía el equilibrio con dificultad mientras supervisaba el campo de batalla, que le decía que todo el dolor había merecido la pena y que era pasajero. Astillahuesos yacía muerto, con la cabeza girada casi del revés, pero el Fenris bastardo estaba tumbado sin vida encima de él, rodeado por la media docena de Perdiciones que se había llevado consigo a la tumba antes de expirar su último aliento. El Fenris yacía en forma homínida, con la espalda desgarrada y humeante a causa del doble zarpazo que le había propinado Tajo Infectado. Su cuerpo era un amasijo desperdigado por el suelo, y su poderoso martillo cuajado de runas tenía la cabeza hundida en el barro. El que el Fenris hubiera logrado empalar a un vociferante Scrag enfurecido en el mango del martillo antes de sucumbir sólo contribuía a aumentar la risa disimulada de Tajo Infectado.
Sin embargo, lo que lo imbuía de auténtico deleite era el estado del campo de batalla en su conjunto. El nuevo y hermoso espíritu del río Tisza había desaparecido corriente abajo en dirección al Danubio, concluida por fin su misión allí. Donde una brillante hebra de cadenas entrelazadas cruzara antes el río en dirección al túmulo que había sido en su día el hogar de Tajo Infectado, ahora sólo quedaban eslabones fragmentados y diseminados que se enfriaban y humeaban donde habían caído. Mientras se desintegraban, se alzaban nuevas Perdiciones del légamo.
Tajo Infectado no recordaba haber visto antes Perdiciones como aquellas, claro que tampoco era propio de su auspicio estar al corriente de aquellos menesteres. Es más, daba igual la clase de Perdiciones que fuesen. Lo único que importaba era que las cadenas de las que derivaba su substancia se habían roto en el nombre del Padre. Fuera lo que fuese que hubiesen apresado aquellas cadenas, fuera lo que fuese aquel «Hijo Olvidado», como lo había llamado Espina de Alcaudón, ahora se encontraba un paso más cerca de su libertad de lo que había estado desde tiempos inmemoriales.
Tajo Infectado, transportado de gozo, se encaminó hacia el túnel del Wyrm que lo conduciría a casa. Tenía buenas noticias para Arastha y los demás habitantes de la Colmena. Ay de aquellos estúpidos que se dirigieran al sur, donde sin duda la prisión del Hijo Olvidado estaría comenzando a desmoronarse.