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Authors: Laurell K. Hamilton

Tags: #Fantástico, #Erótico

Cerulean Sins (37 page)

BOOK: Cerulean Sins
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—Anita —dijo Jason con una notable ansiedad en su voz.

Me miró y me di cuenta de que probablemente llevaba tiempo intentando llamar mi atención.

—Lo siento, estaba pensando demasiado.

—Nos están siguiendo. —Levanté las cejas.

—¿Qué quieres decir?

—Cuando frené en seco pude ver a un coche por el retrovisor que estaba muy cerca, casi nos golpea.

—Entonces estábamos en hora punta, es normal que casi nos dieran.

—Sí, pero todo el mundo huyó de nosotros excepto éste que sigue detrás nuestro. —Miré el espejo retrovisor y vi un Jeep de color azul oscuro.

—¿Estás seguro que es el mismo coche?

—No cogí la matricula, pero es la misma marca y color, y hay dos hombre dentro, uno moreno y un rubio con gafas.

Estudié el Jeep y realmente nos estaba siguiendo. Dos hombres, uno oscuro, y uno más claro, aunque podría haber sido coincidencia claro. Por supuesto tal vez no lo era.

—Vamos a ver si realmente nos sigue.

—¿Qué hago? ¿Los pierdo? —preguntó Jason.

—No, atraviesa el tráfico y toma la primera salida, siempre y cuando no nos lleves al circo. No quiero llevarlos a Jean-Claude.

—Casi todos los monstruos de Saint Louis saben que el Maestro de la ciudad está bajo el Circo de los Malditos —dijo Jason, pero cambió de carril, y se puso en el lado derecho.

—Pero los chicos detrás de nosotros no saben que es ahí a donde nos dirigimos.

Se encogió de hombros y cogió la salida. El Jeep azul esperó a que dos coches cogieran la salida para luego seguirnos. Si nos había estado observando, o había un grupo de coches entre nuestro Jeep y el de ellos, no los había visto salir.

—Mierda —dije, pero me sentía más caliente.

No hay nada como la adrenalina para despertar a una persona.

—¿Quiénes son estos tipos? —preguntó Jason en voz alta. Caleb miró hacia atrás.

—¿Por qué nos siguen?

—¿Los reporteros? —Jason hizo de la palabra una pregunta.

—No lo creo —dije. No lo veía del todo pero podía apreciar la parte superior del Jeep flotando por encima de los techos de los otros coches.

—¿Hacia dónde me dirijo? —Había llegado a la parte inferior de la rampa de salida. Sacudí la cabeza.

—No lo sé, elige tú. —¿Quiénes eran? ¿Por qué nos seguían? Normalmente cuando la gente está detrás de mí sé que es por algo. Hoy no tenía ni idea. Ninguno de los casos actuales en los que estaba ayudando en el RPIT era tan importante para que me siguiera alguien. Quería que fueran reporteros, pero no lo creo.

Jason giró a la derecha. Un coche giró a la izquierda, una vuelta a la derecha, y el Jeep se puso detrás. Había banderas en la calle, banderas italianas con las palabras, «la colina», en ellas. A la gente de la colina les gustaba hacerse ver, amaban su herencia italiana. Incluso las bocas de incendios estaban pintadas de verde, rojo y blanco, como las banderas. Nathaniel levantó la cabeza de mi muslo lo suficiente para decir:

—¿Es Belle?

—¿Qué? —pregunté. El Jeep seguía estando en el espejo retrovisor.

—¿Son los ayudantes de día de Belle? —preguntó con voz tranquila.

Pensé en ello. Nunca había conocido a una vampiresa que tuviera más de un agente humano, pero sabía de varios que tenían más de un
Renfield. Renfield
es lo que la mayoría de los vampiros americanos llaman a los seres humanos que no los sirven a través de conexiones místicas, sino como donantes de sangre y que desean ser vampiros en un futuro.

Antes cuando no dormía con uno de ellos los llamaba a todos siervos, ahora sé la diferencia.

—Podrían ser
Renfields
, supongo.

—¿Qué es un Renfield? —preguntó Caleb. Se giró sobre su asiento para mirar el Jeep azul.

—Date la vuelta Caleb, no quiero que el Jeep se entere que sabemos que nos está siguiendo.

Se dio la vuelta de inmediato, sin discusión, raro en Caleb. No estaba de acuerdo con amenazar a la gente para obtener su obediencia, pero hay algunos con los que no tenías más remedio. Tal vez era uno de ellos. Le expliqué lo que es un Renfield.

—Al igual que el ayudante de Drácula que comía insectos —dijo Caleb.

—Exactamente —dije.

—Mola —dijo, y parecía en serio.

Una vez le pregunte a Jean-Claude cómo se llamaba a los
Renfields
antes de la publicación del libro de Drácula. Él me dijo «esclavos». Probablemente había sido una broma aunque nunca me atreví a preguntárselo.

El coche de atrás se detuvo en uno de los estrechos caminos. De pronto pude ver al Jeep azul. Me obligué a no mirar directamente y sólo usar el retrovisor, pero era difícil. Quería darme la vuelta y mirar. Sabiendo que lo hacía más tentador.

No había nada de siniestro en el Jeep, o en los dos hombres. Ambos tenían el pelo corto, limpio y bien arreglado. El Jeep estaba brillante y limpio. Lo único inquietante era el hecho de que aún estaban detrás de nosotros. Entonces… giró hacia el camino estrecho. Así de fácil, no era amenaza.

—Mierda —dije.

—Ídem —dijo Jason, pero vi cómo se relajaban sus hombros, como si la tensión se hubiera disipado con una sola palabra.

—¿Nos estamos volviendo demasiado paranoicos? —pregunté.

—Tal vez —dijo Jason, pero se quedó mirando el retrovisor, como si no se lo pudiera creer.

Tampoco yo me lo creía. Estaba mirando hacia delante esperando a que el Jeep apareciera otra vez. Pero no fue así. Fuimos por la larga calle llena de gente, hasta volver a la calle estrecha para comprobar que el Jeep aún estaba ahí aparcado.

—Parece que solo fue una coincidencia —dijo Jason.

—Eso parece —dije.

Nathaniel frotó su cara contra mi pierna.

—Aún hueles a miedo, como si no te lo creyeras.

—Es que no me lo creo.

—¿Por qué no? —preguntó Caleb inclinándose hacia el asiento delantero. Me giré hacia Caleb aunque realmente no lo estaba mirando, más bien miraba a través de él a la calle vacía.

—Experiencia —dije.

Olí las rosas y un segundo después la cruz empezó a brillar.

—Jesús —susurró Jasón.

Mi corazón latía con tanta fuerza que me dolía el pecho, aunque mi voz estaba normal.

—Ella no me invadirá mientras lleve una cruz.

—¿Estás segura de eso? —preguntó Caleb trasladándose lejos de mí.

—Sí, estoy segura de eso.

—¿Por qué? —preguntó con los ojos muy abiertos.

Parpadeé a través la luz que se filtraba entre los árboles que se hacía cada vez más intensa.

—Porque lo sé —dije con una voz suave y segura, aún con el resplandor a través de mi cuello. Había visto como las cruces estallaban en una luz roja-blanca brillante que casi cegaba, pero eso solo ocurría cuando estaba cara a cara con un vampiro que me quería hacer daño. Belle estaba lejos y el brillo suave lo demostraba. Seguí esperando a que el aroma volviera con más fuerza pero nunca lo hizo. Se mantuvo débil, definitivamente el aroma estaba allí, pero no crecía. Esperé a oír la voz de Belle en la cabeza, pero no llegó. Cada vez que me había hablado directamente a la cabeza el olor se había intensificado. El perfume se quedó débil, y Belle no me hablaba. Apreté la cruz con la mano sintiendo el calor y el poder de la misma, un picor en la piel que subía hasta mi brazo y un latido permanente contra mi mano. Caleb me había preguntado cómo podía creer en Dios. Yo lo que siempre quise preguntarle es como él no podía hacerlo.

Sentí como el aire se calentaba con la rabia de Belle. Llenaba de energía el Jeep, ponía demasiado empeño, pero lo único que pudo hacer fue enviar una imagen de sí misma en frente de un tocador. Su cabello largo y negro, suelto como si fuera un manto alrededor de una bata de color oro y negra. Ella miró al espejo con unos ojos color miel, vacíos como los ojos de los ciegos, salvo por el color de su poder. Susurré en voz alta.

—No puedes tocarme, ahora no. —Miró al espejo como si estuviera de pie detrás de ella y me pudiera ver. Cambió su belleza en algo espantoso, una mera belleza pálida que parecía tan falsa como una máscara de Halloween. Luego se giró y miró más allá de mí, vi una mirada de miedo en su rostro, tan inesperada que me giré, y vi… algo.

Oscuridad. La oscuridad como una ola, levantándose, por encima de mí, sobre nosotras, como una montaña imponente de líquido hacia el cielo. La sala que Belle había construido de sueños y poder se derrumbó, roto como el sueño que era, y lo que se veía en las esquinas de la habitación era la brillante luz de las velas en la oscuridad. La oscuridad absoluta, una oscuridad tan negra que brillaba en lugar de otros colores, como una mancha de aceite, o una ilusión óptica. Como si fuera una oscuridad compuesta de todos los colores que existen, veía todo lo que había visto a lo largo del tiempo, cada suspiro, cada grito, desde el comienzo del tiempo. Había oído hablar de la oscuridad primordial, pero hasta este momento nunca había entendido lo que significaba. Ahora lo entendía, realmente, y me desesperaba.

Me quedé arriba, arriba en un mar de oscuridad que se alzaba por encima de mí como si el cielo y la tierra nunca hubiesen existido. Esto fue antes de la oscuridad o la luz, antes de la palabra de Dios. Era como un soplo de una antigua creación. Pero si esto era la creación, entonces no lo podía entender, no quería entenderlo.

Belle gritó primero. Creo que yo estaba demasiado atemorizada para gritar, o incluso para tener miedo. Miré en el abismo primordial, la oscuridad, en primer lugar, y vi la desesperación, pero no el miedo. Mi mente seguía tratando de encontrar palabras para describir lo que era. Se cernió sobre mí como una montaña, porque no tenía peso y podía sentir claustrofobia de una montaña a punto de venirse abajo, pero no era una montaña. Era más bien como un océano, un océano que se había levantado más alto que la montaña más alta y se paró delante de ti, esperando, desafiando la gravedad y todas las leyes conocidas de la física. Al igual que con un océano, sólo veía la visión ampliada de la costa, sólo podía imaginarme la profundidad y la anchura, brazas de impensable oscuridad que se extendía ante mí.

¿Podía haber extrañas criaturas nadando en ella? ¿Hay cosas dentro de la oscuridad que solo los sueños y pesadillas pueden revelar? Miré el parpadeo del líquido oscuro y sentí cómo el entumecimiento de la desesperación empezaba a desgastarse. Era como si la desesperación hubiera sido un escudo para protegerme, para adormecerme, para que mi mente no se rompiera. Por un momento pensé ¿Qué es? Me quedé parada delante de ella, ella….

Temblaba, mi piel fría y sentí como me absorbía la oscuridad, como se alimentaba de mi calor. En ese momento supe a qué me enfrentaba, a un vampiro. Tal vez el primer vampiro, algo tan antiguo que no podría contenerse en un cuerpo humano o en la misma carne de tanta oscuridad. Ella era la oscuridad primordial hecha realidad. Era la razón por la cual los humanos temían a la oscuridad, no lo que está en la oscuridad, no lo que se esconde allí sino de la oscuridad en sí. Hubo un tiempo que caminaba entre nosotros, alimentándose, y cuando cae la noche en algún lugar de nuestros pensamientos seguimos recordando esa hambre. Ese océano de negrura brillante se extendió hacia mí, y supe que si me tocaba moriría. No podía darme la vuelta y correr, porque no se puede huir de la oscuridad, no en realidad. La luz no dura. Ese último pensamiento no era mío. ¿Sería de Belle?

Me quedé mirando a la oscuridad, ya que comenzó a inclinarse sobre mí, y sabía que mentía. Es la oscuridad la que no dura. Llega el alba y mata a la oscuridad, no a la inversa. Si hubiera encontrado suficiente aire, habría gritado, pero me quede con sólo un susurro. La oscuridad se inclinó hacia mí, y no podía disparar o golpear, y no tenía suficiente poder psíquico para mantenerla a raya. Hice lo único en que podía pensar, rezar.

—Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo… —La oscuridad dudó—. Bendita tú eres entre las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre. —Un escalofrío me recorrió como un líquido oscuro—. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros… —Hubo de repente una luz en la oscuridad. Mi cruz estaba alrededor de mi cuello. El metal brillaba como una estrella en cautividad, brillante y blanco, y al contrario que en la vida real, podía ver más allá de la brillantez de la misma. Vi su pureza, una luz blanca a través de la oscuridad.

De repente fui consciente del asiento del coche, del cinturón de seguridad a través de mi pecho, el cuerpo de Nathaniel envuelto alrededor de mis piernas. La cruz en mi cuello estaba blanca al rojo vivo, incluso a la luz del sol, de modo que tuve que apartar la mirada de ella.

La cruz ya no ardía, como si el peligro hubiese pasado. Esperé a que la Madre de Toda la Oscuridad hiciera su siguiente movimiento.

El aire en el Jeep se volvió suave y dulce, como una noche de primavera, cuando puedes oler cada brizna de hierba, cada hoja, cada flor, como una manta perfumada que te envuelve en el aire más suave que el cachemir, más ligero que la seda, una manta suave de aire.

Mi garganta de repente se sintió más fresca, como si me hubiera tomado un trago de agua fría. Podía sentir un sabor en mi garganta, como el jazmín. Nathaniel hundió el rostro en mi regazo para proteger sus ojos de la luz. Era como usar un sol blanco en el cuello.

—Mierda —dijo Jason—. Estoy teniendo problemas para ver el camino. ¿Podrías bajar el tono?

El mundo estaba lleno de halos de color blanco, y no me atreví a volver la cabeza para mirarle. El aroma de la noche fue todo lo que podía oler, como si todo lo demás hubiese desaparecido. Casi podía sentir el agua perfumada que cubría mi garganta. Tan real, tan abrumadoramente real. Me las arreglé para susurrar:

—No.

Me quedé esperando las palabras en mi cabeza, pero no había nada más que silencio, y el olor de una noche de verano, el sabor de agua fresca, y la creciente sensación de que algo grande se acercaba. Era como estar en las vías del tren, cuando comienzas a sentir esa vibración, y sabes que viene, pero no puedes ver nada. Por lo que se puede ver, las pistas son claras, sólo hay una vibración metálica, como un latido contra los pies, para hacer saber que varias toneladas de acero se están precipitando contra ti.

Muchas personas mueren cada año en las vías del tren, y con frecuencia sus últimas palabras antes de morir son «no vi el tren». Siempre he pensado que los trenes son algo mágico o de otra manera la gente los vería y se saldría de las vías. Podía sentir la vibración corriendo hacia mí, yo con mucho gusto habría bajado de la pista, pero las vías estaban dentro de mi cabeza, clavadas en mi cuerpo, y no sabía cómo huir.

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