Uno percibe aquí cierto aire de familia con las palabras de Tarfón; ninguno de los dos rabinos habría concordado con Jesús en que quien mire a una mujer con lujuria en el corazón ya ha cometido adulterio. Pero los matices que diferencian a Akiba de Tarfón son sutiles e importantes. Mientras que en Tarfón el rabino nunca reemplazó del todo al sacerdote, en Akiba la nostalgia del Templo se ha rendido a la Mishná o Ley Oral. Por lo tanto Akiba invoca la primacía de la voluntad e insiste en que somos lo que queremos ser. Tarfón, que nunca olvida la disciplina del Segundo Templo, da la voluntad por sentada. Se nos juzga por la suma de bondad que hemos practicado, dice Akiba, e inventivamente añade que «todo es según la cantidad de trabajo». Para Tarfón, con todo, el día es breve, el trabajo interminable y nosotros tendemos a ser peones lerdos. El Yahveh del Templo es exigente, porque los salarios de su Alianza son altos: la bendición de más vida en un tiempo sin límites. Si Tarfón fuera siempre tan feroz, yo también preferiría a Akiba, pero Tarfón también dice:
No es necesario que acabéis el trabajo, pero ninguno de vosotros es libre de abandonarlo.
Sea uno normativo o herético, judío o cristiano, secularista o escéptico, la sabiduría de Tarfón nunca pierde su utilidad. Continúo enseñando, como llevo haciendo desde hace cuarenta y cinco años, y no dejo de volver a la máxima de Tarfón. Si fuera necesario que cada cual acabara el trabajo muchos nos hundiríamos en la desesperación, porque el trabajo no puede acabarse nunca. Es imposible redimir el Templo y las pruebas de la realidad no pueden sino terminar con la primacía absoluta del hecho, que es la muerte de cada individuo. Pero si no se puede acabar el trabajo, ¿por qué no somos libres de abandonarlo?
La respuesta no es sencilla, sobre todo desde que el más grande escritor, Shakespeare, abandonó su maravillosa tarea de reinventar a un tiempo la lengua inglesa y la personalidad humana. Fascina y entristece que, tras haber colaborado con Fletcher en
Los dos nobles parientes
, en 1613, Shakespeare dejara de escribir. Tenía cuarenta y nueve años y vivió tres más, mayormente retirado en Stratford on Avon. Puede que la enfermedad lo hubiera menoscabado, pero los pasajes shakesperianos de
Los dos nobles parientes
dan muestras de una conciencia y un estilo nuevos que habrían debido desarrollarse. En el resto de este epílogo, quiero contrastar el abandono del trabajo por parte de Shakespeare con la insistencia de Tarfón en que no somos libres de desistir.
Shakespeare había estado releyendo «El cuento del Caballero», de los
Cuentos de Canterbury
de Chaucer, con el fin de abrevar libremente para su argumento. El Caballero resume la ética irónica de Chaucer en un sombrío pareado:
Bueno es que el hombre se mantenga imparcial pues topa de continuo con hombres al azar
Mi viejo amigo, el ya fallecido chauceriano Talbot Donald — son, hizo de estos versos una soberbia paráfrasis:
Conviene que nos conduzcamos con ecuanimidad, porque constantemente estamos acudiendo a citas que no hemos hecho.
El Caballero Estoico de Chaucer es un universo de discurso muy alejado del de Akiba y Tarfón, pero no los contradice tanto; antes bien ofrece una alternativa secular. Condúcete con ecuanimidad, porque te espera una vida en la cual te encontrarás constantemente cumpliendo con citas que no has hecho. ¿Importa si se nos exige o no que completemos el trabajo o si somos o no libres de abandonarlo, cuando debemos acudir a una cita final que ciertamente no hemos fijado? ¿Basta con mantener un talante ecuánime? ¿Es la compostura o uniformidad estoica respuesta suficiente? Shakespeare, que desistió de su trabajo con las líneas finales de
Los dos nobles parientes
, suaviza a Chaucer pero también parece ver que con la ecuanimidad tiene que bastar, a menos que podamos ser de nuevo como niños o, más felizmente, nunca hayamos dejado de serlo.
¡Ah, encantadores celestiales, hay que ver
lo que hacéis de nosotros! De lo que nos falta
nos reímos; lo que tenemos nos apena; todavía
en cierto modo somos niños. Demos gracias
por lo que es, y dejemos las disputas por cuestiones
que están por encima de nosotros. Partamos
ya y comportémonos como el tiempo.
Estos versos enigmáticos, última poesía seria que escribió Shakespeare, están muy lejos del rabí Tarfón, o para el caso, de Jesús. Se supone que los «encantadores celestiales» son los planetas Venus y Marte y la lunar Diana, pero Shakespeare, en el momento de abandonar el trabajo, se expresa con algo más de misterio. Aprended a reír por lo que os falta, nos dice, y apenaos de lo que tenéis, pero que tanto la risa como la pena sean ligeras como las de los niños. El silencio puede ser un cerco que defiende la Escritura y la ecuanimidad ayudarnos a cumplir con citas que no habíamos previsto, pero comportarse como el tiempo, me parece, significa: tomar el tiempo que queda tal como venga.
La tradición normativa —judaica, cristiana, islámica, secular— nos dirá, como nos dice Tarfón, que no debemos abandonar la obra de Yahveh aunque no podamos acabarla. Shakespeare, la escritura secular, dice que nos conduzcamos como el Tiempo, o bien que llega un tiempo en que uno abandona la obra. A los sesenta y nueve años yo no sé quién está en lo cierto, si Tarfón o Shakespeare. Con todo, aunque la decisión moral no pueda tomarse mediante la simple buena lectura, acaso las cuestiones de cómo leer y por qué sean más esenciales que nunca para ayudarnos a decidir el trabajo de quién vamos a hacer.
HAROLD BLOOM
Considerado uno de los más importantes críticos literarios de la actualidad, Harold Bloom nació en Nueva York en 1930 y actualmente ejerce como catedrático de Humanidades en Yale y de Literatura inglesa en la Universidad de Nueva York. Entre las numerosas distinciones que jalonan su reconocida aportación a la cultura literaria, cabe destacar el prestigioso McArthur Fellow Prize. Su vasta obra incluye más de una veintena de libros y centenares de trabajos sobre autores de todas las épocas, entre los que sobresalen su monumental
Tetralogía de la influencia
(1973-1976) y su popular y, a la vez polémico,
Canon occidental
(1994). Otras obras destacadas que conforman su producción son
Shelley’s Mythmaking
,
Yeats
(1970),
A Map of Misreading
(1980) y
Ruin the Sacred Truths
(1989). Colaborador habitual en diversas publicaciones, Bloom dirige además desde 1985 un proyecto de publicación de 800 antologías de crítica literaria.
[1]
El término inglés acuñado por Bloom es
misreading
, que también puede traducirse como lectura desviada.
(N. del T.)
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[2]
Alegría Esperanzada.
(N. del T.)
<<
[3]
Varonil Puntero.
(N. del T.)
<<
[4]
Savage
quiere decir «salvaje».
(N. del T.)
<<
[5]
Bedlam era el manicomio de Londres durante la Edad Media y la Moderna. A los aislados menos peligrosos, que vivían en la sala de Abraham, se les dejaba salir a pedir limosna, y se les llamaba «hombres de Abraham». Paralelamente, numerosos vividores pedían también limosna haciéndose pasar por locos, los cuales eran conocidos como «Tom O’Bedlam».
(N. del T.)
<<
[6]
Alusión al tambor que tocaba en el valle Tofet, al sur de Jerusalén, cuando se inmolaban niños a Moloch, en el período idolátrico del reino de Judá, a fin de aallar sus gritos.
(N. del T.)
<<
[7]
La traducción de los fragmentos que ilustran este apartado es de Jorge Luis Borges.
(N. del T.)
<<
[8]
En el acto tercero de la tragedia, Hamlet hace representar ante los reyes, como supuesto homenaje, una breve obra teatral que ha escrito, titulada «La ratonera». Su argumento gira alrededor del asesinato de Gonzago, duque de Viena, por su hermano, para quedarse con su ducado y casarse con su esposa. La conmoción del rey al presenciar la escena del envenenamiento convence a Hamlet de que hizo asesinar a su padre.
(N. del T.)
<<
[9]
Goodwood: “Buenamadera”.
(N. del T.)
<<
[10]
Como se sabe, el título de la obra de Wilde se basa en un juego de palabras entre
Earnest
, el nombre atribuido al protagonista, y
earnest
, que se pronuncia igual pero significa «sincero». De ahí que a veces haya sido traducido como
La importancia de ser sincero u honesto
.
(N. del T.)
<<
[11]
Traducción de José María Valverde.
(N. del T.)
<<
[12]
La traducción sería
Señorita Corazones Solitarios
, seudónimo con que el protagonista firma su sección de consultas sentimentales.
(N. del T.)
<<
[13]
Traducción de Javier Alfaya y Barbara Shane.
(N. del T.)
<<
[14]
Waste
, además, significa «desperdicio».
(N. del T.)
<<
[15]
Lechero muerto.
(N. del T.)
<<
[16]
Muerto.
(N. del T.)
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