Read Contra el viento del Norte Online
Authors: Daniel Glattauer
Tres minutos después
Fw:
Beso de modo similar a como escribo.
50 segundos después
Re:
Ésa ha sido una respuesta de lo más pretenciosa, Leo, aunque no suena mal. Por cierto: ¡escribes de muy diversas maneras!
45 segundos después
Fw:
También beso de muy diversas maneras.
Cuatro minutos después
Re:
Si prometes besarme como me escribiste ayer y has escrito hoy, ¡me arriesgaré!
35 segundos después
Fw:
¡Pues arriésgate!
12 minutos después
Re:
¿Y si después del beso queremos más?
40 segundos después
Fw:
Pues queremos más.
50 segundos después
Re:
¿Y haremos más?
35 segundos después
Fw:
Creo que en ese momento lo vamos a saber con certeza.
Dos minutos después
Re:
Ojalá no lo sepa sólo uno de los dos.
Cuatro minutos después
Fw:
Si lo sabe uno, lo sabrá el otro también. Por cierto, Emmi, faltan menos de dos horas. Deberíamos ir dejando de escribir y prepararnos para el salto de dimensión. Lo reconozco: estoy tremendamente nervioso.
Ocho minutos después
Re:
¿Y qué me pongo?
Un minuto después
Fw:
Lo dejo a tu gusto, Emmi.
55 segundos después
Re:
Pero a mí me gustaría dejarlo a tu fantasía, Leo.
Dos minutos después
Fw:
De momento será mejor que no dejes nada a mi fantasía. Está un poco desatada. Y algo tendrás que ponerte, supongo.
Tres minutos y medio después
Re:
¿Quieres que me ponga algo que aumente las posibilidades de que no subamos las persianas inmediatamente después del beso de bienvenida porque ninguno de los dos tendrá las manos libres?
40 segundos después
Fw:
Si no te parece una respuesta demasiado escueta: ¡sí!
Un minuto y medio después
Re:
Un «¡SÍ!» para contestar una pregunta que exige un «¡SÍ!» nunca podría parecerme demasiado escueto. Pues voy a «arreglarme», como suele decirse. Si el corazón no me atraviesa el pecho, nos vemos en una hora y media en tu casa, Leo.
Tres minutos y medio después
Fw:
Llama al «ático 15» en el interfono. En el ascensor aprieta el 142 y sube hasta el ático. Allí verás una sola puerta, que estará entornada. Entra en la habitación de la izquierda, sólo tienes que seguir la música. ¡Me muero de ganas de verte!
50 segundos después
Re:
Yo también de verte a ti, Leo. Por cierto, tengo 34 años, dos menos que tú, si me permites la observación.
Dos minutos después
Fw:
Creo que debo volver a hablar mucho contigo acerca de «Boston», Emmi. Tienes una idea totalmente equivocada de Boston, mejor dicho, de Boston y de mí. Lo de Boston es completamente distinto de lo que imaginas. Tengo que explicártelo. ¡Hay tantas cosas que explicar! ¡Y tantas cosas que entender! ¿Entiendes?
Un minuto y medio después
Re:
Despacio, despacio, Leo. Vamos por partes. Boston no corre prisa. Explicar no corre prisa. Entender no corre prisa. Besémonos primero. ¡Hasta ahora, querido mío!
45 segundos después
Fw:
¡Hasta ahora, querida mía!
A la noche siguiente
Asunto: Viento del Norte
Querido Leo:
Es imperdonable, lo sé. Tu «silencio» me lo demuestra. No preguntas nada. No, ni siquiera preguntas. Ésa es la lección que me das. Ni un ataque de rabia, ni una tentativa de salvación, ni un acto de desesperación. No haces nada en absoluto. Permaneces callado. Lo soportas todo sin decir palabra. No preguntas por qué. Haces como si lo supieras. Así me castigas más. Tu decepción no puede ser tan grande como la mía. Pues a mi decepción se le suma la idea de la tuya.
Leo, voy a decirte por qué en el último momento —y no es una frase hecha, fue realmente en el último momento— no fui a tu casa. La culpa la tuvo una letra, una sola letra equivocada, en un sitio donde no debía estar, en el peor momento. Y tú, Leo, me preguntaste: «¿Qué le dirás a Bernhard?». ¿Recuerdas lo que te contesté? «Le diré: Voy a encontrarme con un amigo.» Precisamente eso le dije. «Él preguntará: ¿Lo conozco?» Eso me preguntó. «Yo le responderé: Creo que no, no te he contado casi nada de él.» Ésa fue mi respuesta. «Y añadiré: Tenemos mucho de que hablar, es posible que se haga tarde.» Sí, exactamente así lo expresé. «Y él dirá: Que te diviertas.» Sí, eso dijo, Leo. Pero añadió una palabra. Dijo: «Que te diviertas, EMMI». Después del «Que te diviertas» de costumbre, hizo una pausa. Y luego vino ese EMMI. Un matiz, nada más que un matiz que me llegó hasta la médula. Normalmente me llama «Emma», siempre Emma. Hace años que no me dice «Emmi». No recuerdo cuándo fue la última vez que me llamó así.
La «i» en lugar de la «a», Leo, esa única letra extraña desencadenó en mí una conmoción. No me gustó oírla de su boca. ÉL no debió pronunciarla así. Sonó tan desenmascaradora, tan decepcionante, tan destructiva. Como si sospechara cómo me sentía, como si me hubiera descubierto el juego. Como si quisiera decirme: «Sé muy bien que quieres ser "Emmi", que quieres volver a ser "Emmi" de una vez. Pues sé "Emmi" y diviértete». Y yo debería haberle contestado algo espantoso, debería haberle dicho: «Bernhard, no sólo quiero ser Emmi, sino que soy Emmi. Pero no soy tu Emmi. Soy la Emmi de otro. Él no me ha visto nunca, pero me ha descubierto. Me ha reconocido. Me ha sacado de mi escondrijo. Soy su Emmi. Para Leo, soy Emmi. ¿No me crees? Puedo demostrártelo. Lo tengo por escrito».
¿Escrúpulos? No, Leo, no tuve escrúpulos por lo que a Bernhard respecta. Tuve miedo de mí.
Subí a mi habitación, quería mandarte un mensaje. No envié ni una sola palabra. Ahí estaba esa frase deplorable: «Mi querido Leo, hoy no puedo ir a tu casa, es superior a mis fuerzas». Me quedé unos minutos con los ojos clavados en ella, luego la borré. No era capaz de rechazarte. Habría sido un rechazo a mí misma.
Ha ocurrido algo, Leo. Mis sentimientos se han salido de la pantalla. Creo que te amo. Y Bernhard lo ha notado. Tengo frío. El viento del norte me da en la cara.
¿Ahora qué hacemos?
Diez segundos después
Fw:
AVISO DE CAMBIO DE DIRECCIÓN. EL DESTINATARIO YA NO PUEDE ACCEDER A SU CORREO. LOS MENSAJES NUEVOS SE BORRARÁN AUTOMÁTICAMENTE DE LA BANDEJA DE ENTRADA. EN CASO DE DUDA CONSULTE CON EL ADMINISTRADOR DEL SISTEMA.