El año que trafiqué con mujeres (14 page)

BOOK: El año que trafiqué con mujeres
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Rafael Valdés nació en La Habana en 1973. Sin embargo, ha vivido buena parte de su vida en África, donde se convirtió en un verdadero experto en las religiones animistas. Sus estudios sobre las prácticas religiosas tradicionales en Tanzania, Congo, Kenya, Sudáfrica y Nigeria lo convertían en la mejor fuente a la que acudir para comprender mejor la relación entre el vudú y las mafias del tráfico de mujeres. Además de su trabajo en las tiendas de la Santería La Milagrosa, sobre el que prefiero no pronunciarme, preside desde 1997 la Asociación de Cultura Tradicional Bantú. Por eso fui a él, porque en ese momento, lo que yo necesitaba era información.

Creo que entre nosotros hubo una empatía natural. En cuanto le expliqué lo que estaba haciendo, Rafael se puso a mi disposición, facilitándome varios libros, vídeos y revistas sobre la cultura tradicional africana y su complejo entramado de creencias. En pocas semanas me convertiría en un auténtico experto en la brujería y el vudú. Pero además, Rafael sabía exactamente de lo que le estaba hablando porque, para mi sorpresa, muchas de las prostitutas que ejercen en Madrid acuden precisamente a sus tiendas para buscar remedios mágicos, amuletos y protecciones esotéricas con las que defenderse de los supuestos hechizos a los que creen estar sometidas por los mafiosos. Podría parecer ridículo si no fuese tan dramático.

Valdés respondió pacientemente a todas mis preguntas, ofreciéndome una información que me resultaría fundamental posteriormente, al tomar contacto con algunos mafiosos nigerianos y con las chicas de su propiedad. De hecho, es posible que alguna de esas chicas hoy esté viva y libre gracias a aquella conversación.

—En África se vive inmerso en la magia, no es algo exterior, aditivo a la persona. Todo pasa por la magia. Nada hay, nada, más importante que la magia y el dictamen de un brujo o de un adivino. Todo lo importante, el momento de casarse, la primera menstruación de la mujer, todo pasa por la magia. Yo no voy a la magia, yo vivo en la magia. Desde que me levanto hasta que me acuesto, incluso durmiendo, vivo inmerso en la magia. De ahí la importancia que dan a ese rito vudú. Porque saben de su efectividad y creen en su efectividad cien por cien, porque han vivido desde que nacieron en estos rituales.

—¿Y ellas se prestan voluntarias?

—No es que se presten voluntarias, es que ellas lo que quieren es salir a Europa a prostituirse por problemas sociales y tal. Y la garantía que ponen los traficantes es el rito vudú. No es que ellas digan: yo te voy a pagar, hazme un rito vudú. No. Es el traficante el que dice: yo te voy a hacer un rito vudú porque es mi garantía de que tú me vas a pagar. No te puedo hacer firmar un papel, o llevar a un banco, pero sabe de la importancia, y también cree en esa importancia. Pero es un delincuente y no creo que lo haga por un problema de fe. Lo hace porque conoce el entramado social y sabe que es una garantía de pago. Y él seguramente no crea en nada de eso, o sí. Pero lo usan únicamente como un mero mecanismo de presión. Exclusivamente, no porque crean en eso, porque si lo supiesen, sabrían que en la sociedad bantú el rito no está concebido para eso, sino para protegerte. La magia africana está concebida para protegerte, no para atacar.

Esas afirmaciones me llamaron poderosamente la atención. Según el experto, los traficantes probablemente no creyesen en el poder mágico del vudú, pero sí conocían el poder de sugestión que tenía sobre las chicas que habían crecido en una sociedad bantú, empapadas en las creencias mágicas durante toda su vida. Que el lector tenga presente este dato.

—Es como la gente que va a misa —continúa explicándome Rafael—, pero el brujo tiene más poder que el cura. Porque el cura tiene poder sobre los feligreses pero no sobre la Iglesia, sobre el Papa. Pues en África cada cura es un Papa. Y cada brujo es un cura. Por tanto, lo que diga un brujo va a misa, es como lo que dice el Papa. Si el brujo dice esto es así, es como si el Papa lo dijera a los católicos.

No uses preservativo, no se usa; no hay aborto, no hay aborto. Es lo que dice el Papa. Pues exactamente así es lo que dice el brujo. Si yo te digo que tienes un daño y que te vas a morir, es que te mueres, porque lo crees tan fielmente que te mueres. Y si te digo que poniéndote las manos te vas a curar, por el efecto placebo, te curas.

—¿Vienen por aquí chicas nigerianas?

—Sí, en efecto, la mayoría de las chicas que vienen, por problemas de vudú, y por la deuda, son africanas. Vienen muchas nigerianas, y de toda África, pero nigerianas bastantes. Y son las que más. Por el sistema africano y más concretamente nigeriano, que fue cuna de una civilización que fue la civilización yoruba, se encuentra más, digamos, unido a la tradición africana que otros países que son más musulmanes o catolizados. Y las chicas nigerianas que vienen, vienen desesperadas. Porque están en un agobio minuto a minuto, porque no saben en qué minuto va a hacerse efectivo ese vudú que dejaron hecho. Más que a morir, temen que el vudú pueda dejarlas ciegas, paralizarlas, y estropearles la vida a ella y a sus familias. Y con una desesperación de película, de llanto. Algunas vienen muy mal, muy mal. Y no tienen otra opción: o rompen ese hechizo y se liberan o seguirán pagando años y años.

Aquella conversación con Rafael Valdés fue fundamental. Por fin comprendía el mecanismo de aquellos rituales, o eso creía. En África, cuando los mafiosos decidían traer a Europa un grupo de chicas, con frecuencia menores, éstas aceptaban una deuda económica millonaria que tendrían que abonar al traficante con su trabajo como prostitutas. Para garantizar el pago de esa deuda y el control psicológico sobre las muchachas, el traficante las hacía ir a un brujo, el cual las sometía a espeluznantes rituales mágicos, utilizando para ello vello pubico, sangre menstrual, uñas, piel, etc., de las muchachas. Con esos elementos, confeccionaba una especie de fetiche mágico que entregaba al traficante, a través del cual, según la creencia bantú, podía controlar a distancia a sus rameras.

También entonces descubrí que si quería conocer por dentro el mundo de las mafias nigerianas, debería aprender seis conceptos imprescindibles para todo traficante de mujeres:

Body: nombre técnico del fetiche elaborado con prendas íntimas, pelos, sangre, etc., de las mujeres traficadas por las mafias, y que debe obrar en poder del mafioso.

Yu-yú: ceremonia ritual a que son sometidas las mujeres traficadas y durante cuya celebración se sella el pacto de obediencia para con los mafiosos.

Sponsor, la persona encargada de gestionar el viaje de las mujeres traficadas desde el país de origen al de destino.

Master: el hombre poseedor de las mujeres traficadas, que las obliga a trabajar en el país de destino.

Madame o Mamy: es el femenino del master. En muchas ocasiones, se trata de ex prostitutas que han pagado su deuda o han comprado su libertad, y se convierten a su vez en traficantes.

Connection-man: personaje secundario en el entramado de las mafias que se ocupa de pequeños trabajos como la obtención de visados, sobornos, documentos falsos, etc.

Pero, como ocurre en todas las infiltraciones, la formación teórica no es suficiente, así que pedí a Rafael su colaboración para poder asistir a alguno de aquellos rituales, y contactar así con alguna de las prostitutas nigerianas que acuden a sus tiendas en busca de protección. Afortunadamente, aceptó. De esta forma, pocos días después me encontraba en una de las tiendas de la Santería La Milagrosa, disfrazado como un dependiente más. Resultó toda una experiencia. Ignoraba que muchos de nuestros famosos fuesen tan supersticiosos. Digo esto ya que, mientras hacia mi papel en La Milagrosa pude ser testigo de cómo algunos conocidos actores y presentadores de televisión acudían a aquellos brujos en busca de ayudas mágicas para sus carreras profesionales o para sus problemas personales. En una ocasión, incluso, estuve a punto de tener que ser yo quien atendiese a la presentadora Silvia Fuminaya, y habría sido muy embarazoso tener que inventarme las respuestas a sus preguntas, mientras le echaba los buzios, las cartas del tarot o el okuele. La hermosa modelo y presentadora no sabe lo cerca que estuvo de ser grabada accidentalmente por mi cámara oculta.

Y por fin llegó el día esperado. Vestido con el «uniforme» de la tienda y con media docena de collares de santero al cuello, debería hacerme pasar por uno de los brujos de La Milagrosa. De esta forma, tendría la posibilidad de grabar a dos chicas nigerianas que habían pedido cita para una de las ceremonias de protección.

Antes de iniciarse el ritual, y naturalmente con el permiso del santero, había acomodado mi cámara oculta en la sala de ceremonias. Después sólo me quedó esperar, paseándome por la tienda como si realmente estuviese ordenando estantes, colocando libros, etc. Dos horas después, Rafa Valdés me avisó para que entrase en la sala y esperase. Aproveché para activar, además de mi cámara, otra que era propiedad de La Milagrosa, con la que Rafael me había pedido que grabase el ritual para sus archivos.

Dos jóvenes extremadamente bellas entraron en la habitación. El miedo que transmitían sus ojos quedó inmortalizado en la cinta de vídeo, con una elocuencia irrefutable. Valdés, totalmente vestido de blanco, llevó adelante la ceremonia, mientras yo me esforzaba por no perder detalle de la misma. Sus letanías en yoruba, sus pases mágicos y los efectos con fuego y pólvora que aderezan la ceremonia resultaban de lo más efectista. Y el temor de las jóvenes, que prácticamente no hablaban español, no dejaba lugar a dudas. A pesar de que el ritual de Rafael supuestamente era de protección, la sola pronunciación de la palabra vudú, o yu-yú, las hacía estremecer.

Cuando terminó el ritual, pude conocer a su proxeneta. Había venido a recogerlas para llevarlas de nuevo a Alcalá de Henares, donde las tenía trabajando, así que el destino terminaría por hacerme volver, en varias ocasiones, a la meca del movimiento skin en España.

La verdad es que yo no sabía si aquel hombre era uno de esos mafiosos o probablemente tan sólo un connection-man. Creía que las chicas habían acudido a hacerse una consulta de futuro y cuando terminó el ritual, pude acercarme a él con mi cámara oculta. Era un tipo alto y de complexión atlética, con una pequeña perilla y bigote. Negro como el carbón’ vestía una camisa floreada y pantalones claros, y como a muchos de los africanos que conocería posteriormente, le gustaba lucir anillos y cadenas de oro. Respondía al nombre de Johnny y su teléfono era el 696 674... Me dejó muy claro, cuando me interesé por una de las jóvenes, que si quería estar con ella, tendría que tratar directamente con él. Según nos explicó, las chicas llevaban muy poco tiempo en España. Una de ellas, la más hermosa, apenas un par de semanas. Según averigüé, sólo una estaba colocada en un burdel; la recién llegada hacía servicios sexuales a hotel y domicilio.

No sé qué me ocurrió, pero de repente me embargó una incontenible sensación de odio hacia aquel negro. Como si de pronto volviese a meterme en la piel de Tiger88. Por un instante volví a sentirme como un skinhead. 0 tal vez era tal la indignación que me producía aquel traficante, al hablar de aquellas dos muchachas como mera mercancía, que por un momento estuve a punto de perder el control de la situación. Rafa se dio cuenta y rápidamente se interpuso entre Johnny y yo, cambiando de tema. Se había percatado de que mis ojos se inyectaban en sangre y de que estaba apretando los puños hasta que mis nudillos empezaron a enrojecer. Creo que si no hubiese intervenido, es posible que no hubiese podido contener mi ira. Estaba claro que todavía me quedaba mucho que aprender para poder entrevistarme con los traficantes de mujeres sin delatarme, y el rapapolvo de Rafael fue completamente merecido: «¡Tú estás loco, chico! ¿Quieres que te peguen un tiro y a mí me quemen el local? ¿Qué pensabas hacer, liarte a hostias con el negro dentro de la tienda?».

La verdad es que el santero tenía toda la razón del mundo. Tendría que aprender a contener mis accesos de rabia, viese lo que viese. Al final aprendería a tragarme la ira, pero las continuas indigestiones de odio terminaron por producirme un cáncer de alma.

Después de mi experiencia en la tienda, los libros que me facilitó el cubano me fueron de una enorme utilidad. Sin embargo, había algo más que había aprendido en mis conversaciones con Rafael Valdés: muchos traficantes ni siquiera creen en el vudú. Incluso utilizan trucos de ilusionismo para convencer a las muchachas de sus supuestos poderes mágicos. Así que en cuanto salí de La Milagrosa, me encaminé hacia la escuela de magia y prestidigitación de Juan Tamariz, llamada Magia Potagia, que está situada en la calle de Jorge Juan, no 65. También fui a la escuela Magia Estudio, de Luís Ballesteros, en la calle de San Mateo, N. 17. Empezaba a intuir una posible vía de acceso para acercarme a las mafias nigerianas. Quería convertirme en un poderoso brujo vudú y las escuelas de ilusionismo de los famosos magos españoles iban a conferirme los poderes mágicos que necesitaba para hacer creíble mi papel...

En unas pocas semanas, no sólo me sabía de memoria todos los dioses del panteón yoruba, llegando a considerar a Ogún, Changó, Eleguá y Obatalá personajes familiares para mí, sino que me convertí en un pequeño Harry Potter, con los suficientes conocimientos en magia y prestidigitación como para convencer a cualquier profano, en este caso profana, de mis poderes «sobrenaturales»... Por absurda que pueda parecer esta estrategia, los resultados que me dio fueron desproporcionados. Una de las mayores beneficiarias de mis «poderes» resultaría ser Susy, la nigeriana de la que me había hablado Loveth, cuya búsqueda retomé en Murcia poco tiempo después...

Susana: madre, prostituta y mujer traficada

Harry es un negro delgado y pequeño. Eso me tranquilizaba. Su hermana era una de las prostitutas del Eroski, que resultó ser una vieja amiga de Loveth, con la que había coincidido en la Casa de Campo de Madrid al poco de llegar a España a través de las mafias. Le dije que me había hablado de él la amiga de su hermana y que podíamos ayudarnos mutuamente. Le expliqué que yo tenía dos clubes de carretera en Marbella y Bilbao y que iba a abrir otro próximamente en Murcia, razón por la cual estaba buscando chicas para la inauguración, por lo que en seguida se ofreció a ayudarme.

—Loveth me ha dicho que tú te mueves bien por aquí y que conoces a muchas chicas. Me gustan las negritas, así que quiero dos o tres para empezar. En mi club van a cobrar más que en la calle y tú puedes llevarte una comisión por polvo. ¿Qué te parece?

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