El bokor (26 page)

Read El bokor Online

Authors: Caesar Alazai

Tags: #Terror, #Drama, #Religión

BOOK: El bokor
4.85Mb size Format: txt, pdf, ePub

—Bien —dijo Adam que agradecía la presencia de aquella mujer que le resultaba muy placentera— primero he de decirle que hay muchos estudios que relacionan las artes con la locura.

—No me extraña, los artistas suelen ser excéntricos.

—Pero la mayoría de personas piensa que el ser artistas los lleva a ser así y no al contrario.

—¿Sugiere usted que para ser artista primero hay que ser un poco loco?

—O mucho, déjeme contarle —dijo Adam que retomaba el interés por exponer como un profesor ante aquella mujer que de alguna forma le producía el mismo efecto que los primeros tragos de alcohol a un habituado a tomar.

¿Genio, pintura y locura están íntimamente unidos? Mi respuesta es que sí, que frecuentemente hay que ser un poco distinto, por así decirlo, anticonvencional, diferente de carácter o especial dirían quienes gozan de los eufemismos, pero si me apura tendría que decir que se ha visto clarísimamente que hay más enfermos mentales entre los artistas pintores.

—Vaya que lo ha dicho pronto —dijo Amanda con una sonrisa que dejaba ver que el sacerdote no le era para nada desagradable— pero ¿De qué tipo de locura hablamos?

—Daño cerebral, trastornos psicóticos, trastornos depresivos y los que más recientemente son llamados trastornos de la personalidad. ¿Le sorprendería saber que alguien que no ha demostrado nunca talento para el arte, luego de sufrir trombosis cerebral comienza a pintar de una manera compulsiva y con calidad en la forma?

—Diría que fue afortunado, más si logró vender algún cuadro.

—Pues algunos llegaron a exponer en su edad madura.

—¿Me está diciendo que de un golpe puede nacer un artista?

—Lo que digo es que en un accidente por ejemplo, un área del cerebro puede quedar inhibida y dejar paso a que otras adquieran protagonismo cuando estuvieron inhibidas antes del accidente. Por consiguiente, parece que el proceso de desinhibición cerebral por lesión puede facilitar en algunas ocasiones la creatividad artística. Eso es lo que buscan los artistas cuando toman drogas como el LSD, ya que son productos que pueden activar unas zonas y desactivar otras, y que les producen una mayor capacidad creativa en algún momento determinado.

—Quizá deba empezar a consumirlas, lo cual no habla bien de usted padre, me está incitando al pecado.

—Para nada señorita Strout, esto no significa que esa capacidad creativa sea de gran calidad, incluso muchos artistas que mostraban gran talento, bajo el influjo de las drogas fueron mediocres. Parece ser que, si uno está bien, tranquilo y sin ansiedad, no tiene necesidad de crear, sino de pasearse, ver el campo y sentir placer. También parece ser cierto que, para obtener una cierta tensión creativa, hace falta una cierta reverberación de unos circuitos cerebrales que tienen que ver con la ansiedad y la depresión.

—Sabía que vendría lo complicado de la psiquiatría, todo era demasiado sencillo como para pensar que requieren de años de estudio para graduarse y dictaminar que alguien está más loco que una cabra.

—Quizá sea más sencillo decir que los neurotransmisores son activados como si tuvieran un apagador, encendido esos neurotransmisores les inclinan a crear; y, si no los tienen encendidos, se los buscan con drogas, insomnio o una vida agitada y tormentosa. Entonces la creatividad les calma y les relaja, y disminuye su ansiedad o depresión; y ese desequilibrio les produce un nuevo arreglo…

—Despacio padre, está hablando usted con una lega, no quiera meterme toda esa información en nuestra primera charla.

A Adam le resultó agradable escuchar la posibilidad de tener nuevas oportunidades de hablar con Amanda Strout.

—Aun no llego a lo más interesante, en cuanto a los trastornos psicóticos, la despersonalización es un fenómeno que todos hemos vivido en algún momento determinado. Por ejemplo, al entrar en un lugar nos ha parecido que el sitio nos sonaba de algo, que habíamos estado allí antes; o hemos asegurado ante una melodía que escuchábamos que esa canción nos sonaba, o que conocíamos a determinado personaje sin que jamás lo hubiéramos visto; o nos hemos mirado al espejo y hemos dicho «no me conozco, qué extraño estoy».

—No me dirá que si me pasa eso soy una psicótica, yo pensé que tenía PES.

—Lamento decepcionarla, los poderes extrasensoriales son explicables y rebatibles si se conoce que mucho se debe a faltas de percepción. Despersonalización y desrealización son fenómenos caracterizados por creer que se conoce, o no, lo que no se conoce, o sí. Son fenómenos que todos sentimos en algún momento, así que no debe usted preocuparse demasiado.

—Comenzaba a hacerlo.

—No tiene por qué. ¿Sabía usted que Kafka era un esquizoide?

—Bueno, metamorfosis deja a las claras que no era muy cuerdo que digamos.

—Van Gogh era un psicótico, probablemente sufría una psicosis esquizoafectiva y también padecía episodios de inquietante extrañeza, si bien cuando ya se había sumido en la psicosis aguda realizó la producción que todos conocemos.

—De Van Gogh solo tengo referencias a su oreja —dijo divertida tomándose el apéndice entre los dedos pulgar e índice de la mano izquierda— pero si ser psicótico ayuda a ser un artista de su renombre, quizá deba revalorar la enfermedad.

—En realidad, el campo que guarda más relación con la pintura es la depresión. El trastorno depresivo y la creatividad artística en la pintura están claramente relacionados. Un ejemplo de estos extraordinarios artistas es Marc Rothko, debe haber oído de él, murió hace poco más de un año.

—¿El artista ruso que se cortó las venas?

—Así es. Primero pintó de una forma impresionista y después pasó al cubismo. A sus treinta y pocos años murió su madre, se separó de su mujer, padeció una depresión y empezó a pintar los famosos cuadros basados en los campos de color. Siguió pintando y se hizo famosísimo, uno de los pintores más importantes del mundo. Sin embargo, a los sesenta años sufrió de nuevo una segunda ruptura matrimonial y una depresión muy grave que lo empujó al abuso del alcohol, las drogas y los tranquilizantes. Sufrió un problema vascular, le prohibieron crear cuadros grandes y empezó a pintar cuadros más tristes, con colores sombríos. Terminó como ya usted lo ha dicho, cortándose las venas. Otro ejemplo que ilustra este campo es la ansiedad mórbida con que se puede caracterizar la obra de Edvard Munch, el famoso autor noruego de El grito, que también era un paciente psicótico.

—Conozco a una noruega que está bastante loca, quizá no se trate de una afamada pintora pero calza perfectamente, su padre es embajador en España.

—Creo que comienzo a aburrirla, disculpe si me he pasado.

—Para nada, me resulta usted sumamente agradable, padre Kennedy. Solo traje a Isabeau a colación porque la asocié con el tema.

—¿Es ella pintora?

—¿Isabeau? Para nada, aunque he de reconocer que podría ser modelo de alguno, supongo que para ser modelo de algún pintor también se debe estar un poco trastornado ¿No es así?

—Supongo que si.

—Cuando se habla de pintores locos, no puedo dejar de pensar en Dalí.

—Es un caso extraño, Salvador Dalí, se llamaba a sí mismo «loco paranoico», pero era un hombre perfectamente normal, como aseguraban todos los psiquiatras que lo conocieron. Presentaba, eso sí, un cuadro de trastorno exhibicionista y narcisista, y no en vano empleó todo lo que estuvo a su alcance para medrar en el mundo, especialmente la publicidad. Él hablaba de delirio paranoico, pero nada de ello ha habido en su obra.

—Pues parece ser que a aquellos a los que considerábamos cuerdos están locos y quienes parecen ser locos de atar, la ciencia los declara cuerdos. ¿No será que los psiquiatras son un poco locos?

—Puede ser, en esta vida todo es relativo y quizá los psiquiatras vemos todo desde una perspectiva equivocada.

—Cuénteme, padre Kennedy…

—Adam, por favor.

—Cuénteme Adam —dijo con una deliciosa sonrisa en el rostro. —¿Qué lleva a un sacerdote a hacerse psiquiatra?

—En realidad fue al revés, primero opté por el sacerdocio y luego estudié psiquiatría gracias a la iglesia.

—Monsieur Kennedy —dijo Duvalier entrando al salón sin avisar. —Eskize mwen.

—Lo siento señor Duvalier, pero no hablo creole.

—Mwen regret sa, quiero decir, lo siento, pero ya lo aprenderá usted padre Kennedy. Disculpe la demora, espero que Amanda le haya entretenido.

—Es una mujer muy atenta.

—Y muy guapa ¿no es así?

Kennedy no pudo evitar sonrojarse y como respuesta solo esgrimió una tímida sonrisa.

—Venga conmigo, tengo mucho interés en saber qué quiere de mí la iglesia.

Kennedy se despidió de Amanda estrechándole la mano y la mujer pudo sentir de nuevo la gran fuerza que tenía aquel sacerdote. Luego siguió al hombre a su despacho elegantemente decorado. Adam sintió que la isla estaba en las manos de un niño, Duvalier había heredado la dictadura de su padre con tan solo diecinueve años y aunque era de un físico impresionante, Adam supo de inmediato que no tenía ninguna madurez para gobernar aquel país.

—Cuénteme padre, ¿Qué lo ha traído a mi isla?

Kennedy sintió que lo había dicho como si realmente Haití se tratara de una posesión y no de algo que el joven administraba como servicio a su pueblo.

—Ha sido muy gentil al recibirme.

—La iglesia merece mi respeto y entiendo que está usted para ayudar.

—Así es, Haití requiere de toda la ayuda que se pueda traer.

—Somos un país pobre, pero con gran fervor —dijo poniéndose en guardia como un boxeador.

—Lo he visto en las calles.

—Quizá usted no nos entienda muy bien, padre Kennedy, sé que es difícil para usted explicarse la mezcla que se vive en este lugar.

—Ya me han explicado lo de la influencia yoruba.

—¿Influencia yoruba? Es una forma de decirlo, pero los yorubas son más ancestrales que su catolicismo, en todo caso yo diría que tenemos influencia de los católicos.

—Como usted diga presidente.

—Mire padre Kennedy, Haití es un pueblo agradecido con los dioses y mi padre y yo hemos comulgado con los espíritus.

—Ya he visto los letreros de que su padre es uno con Dios y con Jesús, que es una especie de elegido.

—No puedo evitar que el pueblo lo venere.

—Dicen que más bien usted lo promueve.

—¿Le sienta mal que mi padre sea considerado un santo? Le recuerdo que todos los Papas también lo son.

—Luego de un proceso largo y complicado.

—Quizá dieron menos muestras de ser merecedores que mi padre.

—¿Es usted un santero, señor Presidente?

—Si se refiere usted a la forma en que ven la santería los americanos tendría que decirle que no, pero si se refiere a que estoy unido a las raíces yorubas de mi pueblo, es un honor decir que si.

—Sabrá entonces que la iglesia católica no está de acuerdo con muchos de los cultos que se practican aquí.

—Tampoco estamos muy de acuerdo con los ritos que practican en el Vaticano y no por eso consideramos a sus representantes unos demonios a quienes hay que exorcizar.

—No es mi intención hacer tal cosa en la isla.

—Créame, padre, todos los sacerdotes que vienen a la isla terminan haciendo de exorcistas. Por cierto, escuché que harán una película al respecto. Max Von Sidow interpretará al exorcista. Adoro a ese sueco hijo de perra. ¿Conoce usted la escena dónde juega ajedrez con la muerte?

—No soy muy aficionado al cine.

—¿No, Kisa ki rive ou?

—Quizá es solo que no he tenido mucho tiempo libre.

—Ya ve que si habla usted el creole.

—Intento acostumbrarme a las costumbres de este pueblo.

—Bueno, no ha venido a que le hable de cine. Así que pasemos a los asuntos más formales.

—Señor Presidente, he sido comisionado para venir a Haití y hablar con usted para estrechar lazos entre la Iglesia Católica y su pueblo. Nos preocupa mucho la tendencia Haitíana de adorar a otros dioses para enfrentar la pobreza en la que está sumida. He de confesarle que por mucho que había leído en los periódicos acerca de la pobreza que aquí se vive, estaba lejos de pensar que la situación llegaba tan lejos.

—No todos los pueblos pueden ser como América.

—Tampoco quisiera que todos tuvieran las necesidades que tiene Haití.

—Las grandes potencias son en parte responsables de la miseria que usted ha visto. España, Francia y los Estados Unidos nos han visto con desprecio y nos han robado las riquezas que un día tuvimos.

—No puedo excusar a los gobiernos de esos países, pero también he notado que el gobierno de su padre no se preocupó mucho por resolver los añejos problemas…

—Padre Kennedy —dijo cortándolo— le recuerdo que aquí consideramos una falta de cortesía que nuestros invitados vengan a criticar nuestra forma de hacer las cosas.

—Le pido disculpas si es que le he ofendido.

Duvalier lanzó una estridente carcajada al ver el talante serio de Adam y el sacerdote no supo como interpretarla.

—Le disculpo padre, es usted un buen hombre según me cuentan, aunque quizá un poco tosco.

—¿Le han hablado de mi?

—Sé de buena fuente todo lo que sucede en mi isla, padre. Es mi obligación como gobernante saberlo.

—Entonces sabrá que hay personajes siniestros que se mueven en la isla.

—¿A qué se refiere?

—A hombres como a uno que le llaman la Mano de los Muertos.

—Ah —dijo después de un momento— se refiere usted a Doc. Es un buen hombre. Tomó el nombre de mi padre como un homenaje.

—Señor Duvalier, en el pueblo se oyen historias muy malas respecto a este hombre.

—Conozco a la Mano de los Muertos desde que era un niño y créame no es alguien a quien se le pueda considerar peligroso.

—¿No le preocupa que el pueblo le tema a él y a su vudú?

—No en el tanto en que me tema más a mí y a mi poder.

—Se habla de que realiza sacrificios de animales y que además…

—Padre Kennedy, si encerrara a todos los que hacen sacrificios religiosos no quedaría nadie en la isla fuera de prisión. Usted incluso tendría que ser encarcelado por sus liturgias.

—Sabe bien que no hablamos de lo mismo.

—¿Porque su religión es profesada en América y Europa la considera mejor que la venida de África?

—Una cosa es hacer un acto simbólico y otra muy diferente un ritual donde abunda la sangre.

Other books

Elena sabe by Claudia Piñeiro
Oathblood by Mercedes Lackey
Antic Hay by Aldous Huxley
Nina's Dom by Raven McAllan
Prerequisites for Sleep by Jennifer L. Stone
The Royal's Obsession by Sophia Lynn
Big City Jacks by Nick Oldham
Blind: Killer Instincts by Sidney Bristol