Read El camino del guerrero Online
Authors: Chris Bradford
Akiko entró con Kiku poco después. Saburo corría tras ellas.
—¡Ayyyyy! —gimió Saburo.
También él entró cojeando y se puso en fila, mordiéndose los labios por el dolor.
El
sensei
Hosokawa estaba junto a la entrada blandiendo una
shinai
, una espada de bambú. Escrutó al resto de los nuevos estudiantes que cruzaban el patio en dirección al
butokuden
para su primera clase del día: una sesión matutina de
ken-jutsu.
Tres más fueron golpeados en las espinillas al entrar.
—¡Las artes marciales no empiezan ni terminan en la puerta del
dojo!
—tronó el
sensei
Hosokawa cuando el último estudiante se unió a la nerviosa fila de chicos y chicas arrodillados—. Inclinaos siempre con la espalda bien alzada cuando entréis en el
dojo.
¡A todo el que pille arrastrando los pies, andando desgarbado o no prestando atención sentirá el filo de mi
shinai!
Toda la fila se enderezó al instante para evitar tener una imagen desgarbada. El
sensei
Hosokawa recorrió la sala, inspeccionando cada uno de los proyectos de samurái. Cuando llegó junto a Jack, se detuvo.
—He oído decir al
sensei
Masamoto que combatiste contra un ninja y lo derrotaste con un
bokken.
¿Es cierto?
—Um...
Hai...
Más o men...
—
¡Hai, SENSEI!
—tronó Hosokawa.
Jack se disculpó rápidamente e inclinó la cabeza. ¡Idiota! Había olvidado la etiqueta debida cuando se dirigía a una persona de estatus superior.
—
Hai, sensei.
Estaba ayudando a Yamato...
—Excelente —dijo el
sensei
, interrumpiéndolo—. ¿Tuviste miedo?
Jack no sabía qué respuesta esperaba Hosokawa. Miró la fila de estudiantes que le miraba a su vez. ¿Debería admitir que se sintió aterrado? ¿Qué pensaba que el ninja iba a atravesarlo con su espada, o a estrangularlo como había hecho con su padre?
Jack vio que Kazuki le miraba con aire burlón, ansioso por oír al
gaijin
admitir su debilidad ante todos. Entonces captó la mirada de Akiko, que le asentía en silencio: «Di la verdad.»
—
Hai, sensei
—respondió con cautela.
—Absolutamente —reconoció Hosokawa—. Hay que tener miedo cuando se enfrenta uno a un ninja.
Jack dejó escapar un suspiro de alivio mientras el
sensei
continuaba caminando por la fila.
—El valor no es la ausencia del miedo, sino más bien el juicio de que otra cosa es más importante que el miedo. Jack, aquí presente, valoró su lealtad hacia Yamato por encima del miedo. Un ideal digno de un samurái.
[ 6 ]
Jack se hinchó de orgullo ante el inesperado cumplido y le lanzó una mirada a Kazuki, que parecía completamente fastidiado por las alabanzas del
sensei.
Hosokawa continuó:
—Jack mostró valor, conquistó el miedo y por eso derrotó a su oponente. Una buena lección para empezar vuestra formación en el camino del...
Hosokawa se detuvo a mitad de la frase. Nobu cruzaba trabajosamente el patio: llegaba tarde a la lección. Se estaba abrochando el quimono mientras andaba y llevaba su
bokken
sujeto torpemente bajo la axila. El
sensei
se acercó a la puerta y esperó.
Todos los estudiantes supieron exactamente lo que iba a suceder. Nobu siguió corriendo, ajeno a su inexorable castigo.
—¡Ayyyyy!
El
shinai
del
sensei
Hosokawa golpeó las espinillas de Nobu con tanta fuerza que el chico perdió el equilibrio y cayó de bruces al suelo. Su
bokken
resbaló castañeteando por el suelo de madera. Los demás estudiantes sofocaron una risita antes de que el
sensei
Hosokawa los hiciera callar con una mirada severa.
—¡Levántate! ¡Y no vuelvas a llegar tarde a mi clase nunca más! —ordenó Hosokawa, dándole a Nabu una firme patada en el trasero—. ¡Ni vuelvas a presentarte así en mi
dojo!
Nobu se puso en pie. Parecía que estaba a punto de estallar de vergüenza, y pasó de largo, inclinándose y rozando el suelo.
—Bien, ahora que estamos todos, podemos empezar vuestro entrenamiento. Recoged vuestros
bokken
y alineaos en tres filas. Daos espacio suficiente para blandir vuestras armas.
Todos inclinaron la cabeza y se pusieron en pie. Torpemente, formaron en tres filas.
—¿Qué es esto? —gritó Hosokawa—. ¡Todo el mundo, a hacer diez flexiones! ¡Kazuki, ve contando!
Toda la clase se tiró al suelo y empezó a cumplir su castigo.
—¡Uno! ¡Dos! ¡Tres! ¡Cuatro! ¡Cinco!
—¡La próxima vez que diga «alineaos», espero que corráis! ¡Y formad filas ordenadas!
Los brazos de Jack temblaron un poco por el esfuerzo, pero, a pesar de la tortura de la noche pasada, dos años de subir a las jarcias le habían dado fuerzas suficientes para enfrentarse a ese castigo sin siquiera sudar. Algunos de los estudiantes, sin embargo, empezaron a equivocarse al seguir el ritmo y otros se rindieron por completo. Kazuki siguió contando, sin perder el aliento.
—¡Ocho! ¡Nueve! ¡Diez!
—¡Ahora, alineaos!
Todos se pusieron en pie y corrieron a colocarse.
—Mejor. Primero, quiero que sostengáis simplemente vuestros
bokken
en la mano.
Jack ajustó su sable de madera hasta colocarlo exactamente como Yamato le había enseñado allá en Toba.
—¿Dónde está tu
bokken?
—le preguntó de repente Husokawa a un chico menudo y de aspecto ratonil que estaba en la fila del fondo, al lado de Jack.
—
Sumimasen, sensei.
Lo dejé en el
Shishi-no-ma
—respondió, temiéndose lo peor.
—¿Cómo te llamas?
—Yori,
sensei.
—Bien, Yori-kun, ¿qué tipo de samurái serás? —preguntó Hosokawa con disgusto.
—No lo sé,
sensei.
—Yo te lo diré: un samurái muerto. Ahora ve y coge otro
bokken
de la Pared de las Armas.
Yori fue corriendo y cogió un
bokken
de la pared del fondo, donde había paneles de madera repletos de armas: espadas, cuchillos, lanzas, porras y media docena de armas más para las que Jack no tenía nombre.
—Para empezar, clase, quiero que simplemente sintáis el
bokken.
Sostenedlo. Haceos una idea de su peso, su forma, su equilibrio. Blandidlo... ¡Sin golpear las paredes, el suelo ni a nadie!
Jack sostuvo su
bokken
entre las manos, pasándolo de derecha a izquierda. Probó algunos golpes clásicos, luego giró sobre sí mismo. Lo alzó sobre su cabeza y trazó un gran arco con él. Saburo estaba haciendo lo mismo, pero, como no prestaba suficiente atención, golpeó a otro estudiante en la nuca.
—¡He dicho sin golpear a nadie! —gritó Hosokawa, asestando con su
shinai
otro golpe en las espinillas de Saburo—. La espada es una extensión de vuestro brazo. Debéis saber instintivamente dónde está su
kissaki
, la extensión de su hoja y dónde se encuentra en todo momento en relación con vuestro cuerpo.
Hosokawa alzó rápidamente su
shinai
y lo descargó con la velocidad del rayo contra la cabeza de Yamato, deteniéndose a una pulgada de su nariz. Yamato dio un respingo ante el imprevisto ataque, y tragó saliva presa del pánico.
—¿Para qué sirve el poder, si no hay control? —dijo Hosokawa, dejando caer su arma—. Ahora, sostened vuestros
bokken
ante vosotros, con ambos brazos rectos y el arma descansando en horizontal encima de vuestras manos.
Jack obedeció, sintiendo levemente el peso del
bokken
sobre sus manos estiradas. «No es demasiado difícil», pensó.
—Y mantened la postura hasta que os diga que paréis.
El
sensei
Hosokawa empezó a caminar por la sala, pensativo. Como un ejército de piedra, todos los estudiantes (con los brazos extendidos y el
bokken
encima de las manos) esperaron su orden de parar.
Uno a uno, los brazos empezaron a temblar. Kiku, un alumno situado por delante de Jack, empezó a bajar los brazos.
—¿He dicho que podéis bajar los brazos? —ladró Hosokawa, y Kiku se enderezó al instante. El esfuerzo se notaba en su rostro.
Unos minutos más tarde, una chica al fondo soltó su
bokken
, incapaz de continuar.
—¿Te rindes? —preguntó Hosokawa—. Ve a sentarte a ese lado. ¿Quién será el siguiente?
Varios estudiantes se rindieron inmediatamente, entre ellos Kiku y Yori. Akiko empezaba a notar el esfuerzo. Jack, sin embargo, se sentía aún bastante fresco.
Otros cinco bajaron los brazos, sin aliento por el esfuerzo, y salieron del área de entrenamiento.
—¿Derrotados tan fácilmente? —dijo Hosokawa con claro desdén, mientras Saburo se rendía al mismo tiempo que Nobu.
—¿Discúlpame,
sensei?
—preguntó Saburo con adecuada deferencia, mientras se masajeaba los brazos doloridos.
—¿Sí?
—¿Cuál es el propósito de este ejercicio?
—¿El propósito? —dijo Hosokawa con desconcierto—. Creía que era obvio. Si tu propia espada puede derrotarte en tus propias manos, ¿qué esperanza tienes de derrotar jamás a tu enemigo?
El descubrimiento de la función del ejercicio renovó los esfuerzos de los que todavía aguantaban. Todos estaban ansiosos por impresionar al
sensei
en su primera lección y se sobrepusieron al dolor.
Sin embargo, unos minutos más tarde, otros dos se retiraron, dejando sólo a cinco estudiantes de pie: Jack, Kazuki, Yamato, Akiko y Emi, una muchacha elegante, pero arrogante, que, según le habían contado a Jack, era la hija mayor del
daimyo
Takatomi, el patrocinador de la escuela.
Los brazos de Akiko empezaban a temblar, pero ella parecía decidida a derrotar a la chica restante. Emi, sin embargo, era la más estable de las dos. Miró a Akiko y le dirigió una sonrisa forzada, pero victoriosa. Estaba claro que tampoco quería pasar vergüenza. Akiko empezó a respirar entrecortadamente, para darse fuerzas para continuar. Por el rabillo del ojo, Jack vio que Emi empezaba a bajar los brazos. Pero entonces Akiko llegó a su límite físico y soltó su
bokken.
Apenas un segundo después, los brazos de Emi se desplomaron también.
—Excelente —comentó Hosokawa—. Emi, has demostrado un fuerte espíritu de lucha. Has ganado mi respeto.
Ambas fueron a sentarse. Por el camino, Emi pasó junto a Akiko con una expresión triunfante en su rostro. Jack vio que Akiko dirigía una mirada molesta hacia la arrogante Emi, y evidentemente quería tener la oportunidad de borrar aquella expresión de superioridad del rostro de la otra chica. Akiko, sin embargo, se contuvo y en cambio inclinó amablemente la cabeza.
—Todavía nos quedan tres valientes guerreros —anunció Hosokawa—.
Kobai
, esto ya no es cuestión de fuerza ni resistencia. Es cuestión de fuerza de voluntad. La mente sobre la materia. Es cuestión de probar los propios límites de vuestra capacidad de aguante.
Yamato temblaba como un árbol en una tormenta. Jack sabía que no iba a durar mucho, pero eso no importaba. Estaba decidido a derrotar a Kazuki, no importaba el precio. Kazuki le había vencido ayer, pero hoy Jack lo vencería a él delante de todo el mundo. ¡Kazuki pasaría vergüenza delante del
gaijin!
Kazuki, sin embargo, parecía firme como una roca.
Los brazos de Yamato le fallaron de pronto y tuvo que unirse a los demás en el perímetro del
dojo.
Jack y Kazuki continuaron batallando... Y la batalla se lidiaba tanto en sus mentes como entre sí. Los brazos de Kazuki se estremecían, pero él aguantaba.
—¡Kazuki! —gritó Nobu para mostrarle su apoyo, y de inmediato otros estudiantes se unieron a él—. ¡Kazuki! ¡Kazuki! ¡Kazuki!
Animado por el apoyo, Kazuki levantó aún más los brazos. Seguro de su victoria, le dedicó a Jack una sonrisa.
Entonces Saburo estalló:
—¡Vamos, Jack!
Y Akiko, Yamato y Kiku se unieron al coro.
—¡Jack! ¡Jack! ¡Jack!
Los dos muchachos se encontraban en el centro del
butokuden
: eran dos guerreros librando una guerra invisible y cuyos ejércitos entonaban cánticos desde los flancos.
Jack dio gracias a Dios por todas las horas que había pasado como gaviero a bordo del
Alexandria.
Estaba acostumbrado a colgar de sus brazos durante horas, entumecido por el dolor y el frío, ya fuera contra el viento o bajo la lluvia o la nieve.
Sin embargo, también conocía sus límites y no se había subido a las jarcias desde hacía más de seis meses. Ya había empezado a reconocer los signos de que se acercaba al final de su capacidad de aguante. Le quedaba quizás otro minuto: después sus brazos cederían por completo.
Kazuki, no obstante, parecía aún firme como una roca.
Una perla de sudor corrió por la cara de Kazuki y sus brazos empezaron de pronto a temblar.
Ése fue todo el incentivo que Jack necesitaba. Kazuki perdía fuerzas. Y deprisa.
—¡Jack! ¡Jack! ¡Jack!
Los gritos continuaron.
—¡Kazuki! ¡Kazuki! ¡Kazuki!
¡No, no iba permitir que Kazuki lo derrotase! Jack luchó contra el
bokken
que reposaba en sus manos. Vio a Akiko apoyándolo desde el exterior del
dojo.
Jack apretó los dientes, cerró los ojos y convocó la última gota de fuerza que tenía.
De repente, como una ola que rompe, su cuerpo se inundó de una curiosa energía. Experimentó una nada infinita, los brazos parecieron extenderse eternamente, sin peso, casi entumecidos.
Se oyó un fuerte sonido de madera cuando un
bokken
cayó al suelo del
dojo
; luego una explosión de aplausos y vítores, y el sonido de su nombre.
—¡Jack! ¡Jack! ¡Jack!
—Bien hecho, Jack-kun. Has derrotado a la espada —dijo Hosokawa, impresionado.
Jack abrió los ojos y vio a Kazuki malhumorado, con los brazos caídos a los costados, junto al
bokken
que yacía en el suelo.
Con absoluto alivio, Jack bajó los brazos, entumecidos y doloridos. Parecían de plomo, pero había vencido. Había derrotado a Kazuki... Delante de todo el mundo. Saboreando su triunfo público, inclinó la cabeza ante Kazuki.
Kazuki, prisionero de la etiqueta, se vio obligado a reconocer la victoria de Jack e inclinó aún más la suya.