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Authors: Emilio Salgari

Tags: #Aventuras, Historico

El Capitán Tormenta (17 page)

BOOK: El Capitán Tormenta
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—¿De dónde llegáis? —inquirió el capitán sin volver la cimitarra a su vaina.

—De Famagusta.

—¿Qué queréis?

—Tenemos la misión de escoltar al capitán Hamid, hijo del bajá de Medina.

—¿Dónde se encuentra?

—Aquí —dijo la duquesa en lengua árabe.

El turco la contempló con asombro y, haciéndole un saludo con la cimitarra, dijo:

—¡El Profeta conceda mil años de vida a ti y a tu padre! Haradja, la sobrina de Alí-Bajá, estará muy satisfecha de poderte ofrecer hospitalidad. Acompáñame, señor.

Y, señalando con un gesto a los acompañantes de la duquesa, inquirió:

—¿Todos son turcos?

—Sí.

Hizo un ademán a los jenízaros para que se marcharan y siguió a los recién llegados hasta el patio de honor del castillo, de estilo árabe, con enormes pilares de piedra, no demasiado deteriorados por los proyectiles turcos.

El turco hizo sentarse a la duquesa en una lujosa alfombra que ocupaba todo un ángulo indicando a la escolta que se diseminara a la sombra de grandes palmeras más allá de la columnata.

Cuatro esclavos negros le sirvieron en tazas de plata un magnífico y humeante
moka
, helado y dulces.

La duquesa, que había aprendido las costumbres orientales, bebió una taza de café, tomó medio dulce, y, cumplido aquel requisito, se sentó en un cojín y preguntó al turco, que aguardaba con respetuoso aspecto:

—¿Dónde se encuentra la sobrina del bajá? ¿Todavía está durmiendo?

—Haradja tiene por norma levantarse antes que sus guerreros.

—¿Por qué no ordenas que la llamen, puesto que sabes quién soy?

—No está aquí ahora —repuso el capitán, que también hablaba el árabe—. Hará una hora que salió para vigilar a los cristianos que utiliza en la pesca de sanguijuelas. Los numerosos enfermos de Famagusta las necesitan con gran apremio y la sangre cristiana parece agradar en gran manera a esos bichos.

—¿Cómo dices? —inquirió la duquesa, al tiempo que palidecía—. ¿Haradja emplea a los cristianos en la pesca de sanguijuelas?

—No hay otros moradores en esta zona. ¿Iba a hacer que sus guerreros se fueran desangrando lentamente? ¿Quién protegería en tal caso el castillo si los venecianos mandaran una escuadra? Es más razonable que mueran los cristianos, que, al fin y al cabo, son un impedimento y no llegarán jamás a pagar del todo sus pecados.

—¡Hacéis que mueran poco a poco! —exclamó la duquesa, que realizaba un gran esfuerzo de voluntad para reprimir su cólera.

—¡Naturalmente que acabarán por dejar la piel! —replicó el turco en tono indiferente—. Haradja no les deja ocasión para recuperar la sangre chupada por las sanguijuelas.

—A mí —agregó la duquesa—, si bien soy implacable enemigo de los cristianos, me parece eso una crueldad insólita que no honra en nada a una mujer.

—¡Qué se le va a hacer, señor! La sobrina del bajá así lo ordena, y como sus palabras son leyes, nadie es capaz de objetar nada, y yo menos que ninguno.

—¿Cuántos cautivos tenéis?

—Unos veinte.

—¿Todos de Nicosia?

—Sí, e incluso creo que todos son nobles.

—¿Los conocéis por sus nombres?

—A algunos, ciertamente.

—¿Se encuentra entre ellos un capitán llamado Le Hussière? —inquirió con tembloroso acento la duquesa.

—Le Hussière… —murmuró el turco—. ¡Ah, sí! ¿No es un caballero francés que estaba al servicio de la República de Venecia? Sí; está dedicándose a la pesca de sanguijuelas.

La duquesa se mordió los labios para reprimir la exclamación que iba a lanzar. Tras un breve silencio, que le fue preciso para recuperar su serenidad de costumbre, y secándose algunas gotas de frío sudor que bañaban su cara, añadió:

—Por ese gentilhombre he venido hasta aquí.

—¿Desean darle la libertad?

—Tengo la misión de conducirlo a Famagusta.

—¿Quién te lo ha ordenado?

—Muley-el-Kadel.

—¡El León de Damasco! —exclamó el capitán con un gesto de extrañeza—. ¿Por qué ese héroe entre los héroes puede interesarse por Le Hussière?

—No lo sé.

—No sé si la sobrina del bajá deseará entregar al prisionero. Me parece que está interesada por el detenido y, por otra parte, Muley-el-Kadel deberá pagar un importante rescate.

—El León de Damasco es lo bastante rico como para pagar la libertad de un cautivo.

—Tengo entendido que su padre es uno de los más notables personajes del Imperio, cuñado del sultán y dueño de incalculables riquezas.

—¿Cuándo regresará la sobrina de Alí? No me es posible permanecer aquí demasiado tiempo, ya que tengo mucho que hacer en Famagusta, y otro encargo que cumplir en nombre de Mustafá.

Luego de una breve pausa preguntó el turco:

—¿Deseas que te lleve hasta los estanques? Allí podrás ver a Haradja y a los prisioneros.

—¿Están muy lejos?

—A una media hora de distancia, a caballo. Disponemos de buenos corceles árabes, que están a tu disposición y a la de tu comitiva.

—De acuerdo —repuso la duquesa.

—Voy a escoger los mejores y haré que los ensillen —dijo el turco—. En unos minutos estarán preparados.

En cuanto hubo marchado para dar las pertinentes órdenes, Nikola y Perpignano se acercaron a la duquesa.

—¿Está el vizconde? —indagó el veneciano.

—Sí —respondió la joven—. Pero, ¿quién sabe en qué condiciones lo encontraremos?

—¿Por qué causa, señora?

—Ha ido con los demás cautivos a la pesca de sanguijuelas en los estanques.

—¡Miserables! —exclamó el griego, con acento amenazador.

—¿Es muy difícil esta pesca? —preguntó Perpignano.

—¡Decid espantosa, señor! Yo conozco algo de eso, ya que estuve unos pocos días en los estanques. Transcurrido un mes, los hombres se encuentran totalmente extenuados, febriles, sin poder ni mantenerse de pie. Todo su cuerpo es una completa llaga.

—¿Cómo es posible que la sobrina del bajá haya enviado a un caballero como el vizconde a morir entre las sanguijuelas? —exclamó, espantado, Perpignano.

—El capitán turco me lo ha asegurado —dijo con un sollozo la duquesa.

—¡Nosotros lo sacaremos de esta terrible vida! —exclamó el veneciano—. ¡Estamos decididos a recurrir a todos los medios, incluso a tomar la fortaleza! ¿No es así, Nikola?

El griego respondió con un movimiento de cabeza.

—Los turcos deben de ser aquí muy numerosos. No debemos de emplear la fuerza o ninguno de nosotros regresará con vida a la ensenada de Hussif.

Yo sé lo que he de hacer —medió la duquesa, que había recuperado todo su valor—. Pelearé con la sobrina del bajá y veremos quién triunfa: la mujer turca o la italiana.

—El León de Damasco nos ayuda, no hay que olvidarlo y cumplirá lo prometido.

Impacientes relinchos y el entrechocar de hierros interrumpieron sus palabras.

El capitán turco se acercaba, seguido de numerosos esclavos, que llevaban cogidos de la brida soberbios caballos de cabeza pequeña, crines muy largas y remos esbeltos, pero vigorosos.

—Estoy a tu disposición, señor —dijo el turco a la duquesa—. Hacia mediodía, en el momento de la plegaria, podemos hallarnos de vuelta para la comida. He mandado un mensajero a Haradja para advertirle tu visita de parte de Muley-el-Kadel y se te recibirá con los honores que corresponden a tu gran posición. Haradja acogerá con agrado a un emisario del León de Damasco.

—¿Lo conoce?

Una extraña sonrisa pasó momentáneamente por los labios del turco.

—¡Qué si lo conoce! —comentó a media voz—. ¡Me parece que por su causa no duerme!

—¿Tal vez lo ama?

—Eso se dice.

—¿Y él?

—Al parecer no presta atención a la sobrina del bajá.

—¡Ah! —exclamó la duquesa.

—¡A caballo, señor! Hallaremos a los cristianos en plena labor y será un espectáculo muy hermoso contemplar cómo saltan esos miserables en el agua por efecto de las mordeduras de las sanguijuelas. Haradja tuvo una excelente idea, que seguro que a mí no se me habría ocurrido.

—¡A mí se me está ocurriendo otra más buena —gruñó en voz baja el tío Stake, que entendía bastante la lengua turca—: y es oprimirte el pescuezo hasta hacer que te salgan cinco palmos de lengua, bestia de carga!

Un instante más tarde los emisarios abandonaban el castillo precedidos por el turco, y se adentraban por el interior de la isla.

(La narración de esta obra, sigue en
El León de Damasco
)

Diccionario

Alabarda
: Arma ofensiva. Consta de un asta y una moharra que es la punta de la lanza y que a su vez comprende la cuchilla, que es aguda por un lado, y de figura de media luna por el otro y el cubo que es la parte que la asegura al asta.
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Bauprés
: Palo grueso que en la proa de los barcos sirve para asegurar los
estayes
(cabo que sujeta la cabeza de un mástil al pie de otro cercano) del trinquete, que es la verga mayor que se cruza sobre el palo de proa.
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Belcebú
: Según la Biblia, demonio considerado como jefe de los espíritus del Mal. Diablo.
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Carbunclos
: Se dice también carbúnculo o carbunco. Enfermedad virulenta y contagiosa que ataca al ganado. Al rubí se le dio el nombre de carbúnculo pues se supuso que lucía en la oscuridad como un carbón encendido.
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Caronte
: Barquero, que según la mitología, llevaba al Infierno en su barca, por la laguna Estigia, a las almas de los muertos.
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Cequis
: Moneda antigua de oro, de valor de unas diez pesetas, acuñada en varios estados de Europa, especialmente en Venecia y que, admitida en el comercio de África, recibió de los árabes ese nombre.
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Cimeras
: Parte superior del morrión que es el casco que cubre la cabeza. Se solía adornar con plumas y otras cosas.
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Condottiero
: Condotiero, del italiano condottiere. Jefe de los soldados mercenarios en Italia. También se les llama así a los guerrilleros que prestan ayuda a las tropas regulares.
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Corambre
: Conjunto de cueros o pellejos de animales.
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Culebrina
: Pieza de artillería, larga y de poco calibre. En sus tiempos era la pieza de mayor alcance.
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Cureña
: Del latín currus, carro. Carro sobre el que se monta el cañón.
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Dux de Venecia
: Magistrado supremo de Venecia y Génova. El Dux de Venecia dependía del Consejo de los Diez.
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Estigia
: Según la mitología, río de los infiernos a los que daba siete vueltas y formaba una laguna a cuyas aguas se les atribuía la propiedad de hacer invulnerable a quien se bañara en ellas.
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Esparto
: Planta gramínea cuyas hojas se utilizan en la industria para fabricar sogas, esteras, pasta para fabricar papel, tripe que es un tejido parecido al terciopelo, etcétera.
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Faub
: Amplio y largo manto que usaban los africanos.
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Guiaurri
: Perros cristianos.
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Huríes
: Según los mahometanos, mujer muy hermosa que vivía en el paraíso de Mahoma.
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Jenízaro
: Era, por lo general, un cristiano que desde niño había sido educado en las creencias islámicas.
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Mahoma
: Nació en La Meca hacia el año 570 y murió en el año 632. Fue el fundador del islamismo, una fuerza militar y religiosa que se extendió rápidamente por Asia, África y Europa.
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Meharis
: Nombre de unos camellos notables por su aptitud para la carrera, su sobriedad y su valor, que los hace aptos para expediciones militares. Son mayores que los dromedarios y habitan en los desiertos de África.
Meharista
, dícese del soldado que monta un camello mehari.
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Mercenario
: Aplícase a la tropa que sirve en la guerra a un país extranjero y cobra un salario.
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Moka
: Café que procede de Moka, en Arabia (Yemen).
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Muezzin
: Sacerdote mahometano.
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Noctiluca
: Organismo microscópico que existe en las aguas del mar, en ciertos peces y en substancias orgánicas en estado de descomposición.
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República de Venecia
: Venecia fue, desde la Edad Media, el centro de una República aristocrática muy próspera que, bajo el gobierno de los Dux, extendió su poderío sobre parte de Lombardía, Dalmacia, Albania, Morea, Macedonia y varias islas del archipiélago.
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San Estanislao
: Santo patrono de Polonia.
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Serenísima
: El adjetivo serenísimo se aplicaba como tratamiento a los príncipes. El autor se refiere a Catalina Cornaro, reina de Chipre(1454-1510) por su casamiento con Jacobo Lusiñón en 1469. A la muerte de su esposo se encargó del Poder.
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Tabardo
: Prenda de abrigo ancha y larga, de paño tosco. Especie de gabán sin Mangas, de paño o de piel.
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Yatagán
: Especie de sable curvo utilizado por los turcos y los árabes.
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