Authors: Nassim Nicholas Taleb
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.- Dan Gilbert demostró en un famoso artículo, «How Mental Systems Believe», que no somos escépticos por naturaleza, y que el hecho de no creer exige un gasto de esfuerzo mental.
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.- Asegurémonos de que tenemos muchas de esas pequeñas apuestas y de que no nos ciega la viveza de un único Cisne Negro, Tengamos de estas pequeñas apuestas tantas como podamos. Incluso las empresas de capital de riesgo se tragan la falacia narrativa a partir de unas cuantas historias que paxa ellas «tienen sentido» porque no tienen tantas apuestas como debieran. Si las empresas de capital de riesgo son rentables, no es por las historias que tienen en la cabeza, sino porque están expuestas a sucesos raros no planificados.
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.- Hay una cuestión epistemológica más delicada. Recordemos que en un virtuoso negocio de Cisne Negro, lo que el pasado no desveló es casi seguro que va a ser bueno para nosotros. Si observamos (os beneficios pasados de las empresas biotecnológicas, no se observa en ellas grandes éxitos de ventas, pero como existe la posibilidad de hallar una cura para el cáncer (o para el dolor de cabeza, la calvicie, la falta de sentido del humor, etc.), hay una pequeña probabilidad de que las ventas en esta industria puedan resultar gigantescas, muchas mayores de lo que cabría esperar. Por otro lado, pensemos en el negocio del Cisne Negro negativo. Lo más probable es que los logros que observemos sobreestimen las propiedades, Recordemos el rápido desarrollo de los bancos en 1982: un observador ingenuo podía pensar que eran más rentables de lo que parecían. Las compañías de seguros son de dos tipos: el tipo común diversificable que pertenece a Mediocristán (por ejemplo, el seguro de vida), y los riesgos más críticos y explosivos proclives al Cisne Negro que normalmente se venden a las reaseguradoras. Según dicen los datos, las reaseguradoras han perdido dinero durante los últimos veinte años, pero, a diferencia de los banqueros, son lo suficientemente introspectivas corno para saber que en realidad hubiera podido ser mucho peor, porque en las dos últimas décadas no hubo ninguna gran catástrofe, y basta con una de ellas por siglo para poder despedirse de los negocios. Muchos académicos de las finanzas que se dedican a «valorar» los seguros parece que lo han olvidado.
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.- De estas leyes escalables ya se hablaba en las Escrituras: «Porque al que tiene se le dará y abundará; pero a quien no tiene, aun lo que tiene se le quitará» (Mateo, 25,29).
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.- Gran parte de la importancia que la precocidad tiene en la carrera del investigador se puede deber a la errónea interpretación del perverso papel que desempeña este efecto, especialmente cuando cuenta con el apoyo de la parcialidad. Hay muchos contraejemplos, incluso en campos destinados a ser un mero «juego de niños», como el de las matemáticas, que ilustran la falacia de la edad; sencillamente, es necesario tener éxito pronto, y, en este caso, incluso muy pronto.
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.- El hecho de que en la Red las cosas vayan de abajo arriba hace que los críticos de los libros deban rendir más cuentas. Antes los escritores se veían impotentes y vulnerables ante la arbitrariedad de los críticos, que pueden distorsionar sus mensajes y, gracias al sesgo de la confirmación, poner al descubierto puntos débiles irrelevantes, pero hoy los autores cuentan con inucho más poder. En vez de quejarse al editor, pueden colgar en la Red su propia crítica de una crítica. Si el ataque es personal, pueden replicar también de forma personal y atacar directamente la credibilidad del crítico, asegurándose de que su declaración aparezca rápidamente en una búsqueda de Internet o en Wikipedia, la enciclopedia que parte de los detalles para llegar a los conceptos.
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.- Por si lio teníamos bastantes problemas, los bancos son hoy mucho más vulnerables al Cisne Negro y a la falacia narrativa que antes, y además cuentan con personal científico para que se ocupe de las exposiciones al riesgo. La gigantesca empresa J. P. Morgan puso en peligro a todo el mundo al introducir en los años noventa el RiskMetrics, un falso método destinado a gestionar los riesgos de las personas, que causó el uso generalizado de la falacia lúdica, y llevó al poder a los doctores John en lugar de a los escépticos Tony el Gordo. (Se ha ido extendiendo un método similar llamado «Value-at-Risk», que se basa en la medición cuantitativa del riesgo.) Asimismo, cuando observo los riesgos de la institución Fanny Mae, patrocinada por el Estado, se me antoja que está asentada sobre un barril de dinamita, vulnerable al menor contratiempo. Pero no hay por qué preocuparse: su numeroso personal científico considera que esos sucesos son «improbables».
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.- Para simplificar, he amañado un poco los números.
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.- Uno de los aspectos que peor se entienden de la campana de Gauss es su fragilidad y vulnerabilidad en la estimación de los sucesos cola. Las probabilidades de un movimiento de sigma 4 son el doble de las de un sigma 4,15. Las probabilidades de uno de sigma 20 son un billón de veces superiores a los de uno de sigma 21. Esto significa que un pequeño error en la medición de sigma llevará a una subestimación masiva de la probabilidad. Sobre algunos sucesos podemos errar un billón de veces.
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.- Mi tesis principal, que de una u otra forma he ido repitiendo en la tercera parte, es la que sigue. Todo se simplifica, conceptualmente, cuando consideramos que hay dos, y sólo dos, paradigmas posibles: el no escalable (como el gaussiano) y otro (como la aleatoriedad mandelbrotiana). El rechazo de la aplicación del no escalable es suficiente, como veremos más adelante, para eliminar una determinada visión del mundo. Es como el empirismo negativo: determinando lo que es un error conozco mucho.
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.- Observemos la posibilidad de que las variables no sean infinitamente escalables: puede existir un límite superior muy, pero que muy remoto, pero no sabemos dónde está, de modo que tratamos una situación dada como si fuera infinitamente escalable. Técnicamente no se puede; pero este límite superior es lo bastante grande como para tratarlo como si no existiera. Además, quién sabe, al reeditar el libro podríamos venderlo dos veces a la misma persona, o hacer que esa persona viera la misma película dos veces.
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.- Cuando revisaba el borrador de este libro, en agosto de 2006, me alojaba en un hotel de Dedham, Massachusetts, cerca del campamento de verano de uno de mis hilos. Allí me intrigó un tanto la abundancia de personas obesas que merodeaban por el vestíbulo y provocaban problemas en las subidas y bajadas de los ascensores. Resulta que estaban celebrando la convención anual de la NAFA (la Asociación Nacional de Aceptación de la Grasa, en sus siglas inglesas). Como la mayoría de los miembros eran extremadamente obesos, me sentía incapaz de calcular qué delegado era el de mayor peso: entre los de mucho peso se imponía cierta forma de igualdad (alguien que hubiera pesado mucho más que las personas que vi habría fallecido ya). Estoy seguro de que en la convención de la imaginaria NARA (ía Asociación Nacional de la Aceptación de la Riqueza), una persona eclipsaría a las demás e, incluso entre los superricos, un porcentaje muy pequeño representaría una gran parte de la riqueza total.
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.- Con el uso de la simetría también podríamos analizar ¡as incidencias por debajo de ese número.
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.- Esta es una sencida ilustración de la tesis general de este libro acerca de las finanzas y la economía. Si el lector no cree en la aplicación de la curva de campana a las variables sociales, y si, como ocurre cotí muchos profesionales, está convencido de que la teoría financiera «moderna» es una peligrosa ciencia basura, se puede saltar el capítulo.
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.- Es cierto que se ha jugueteado con lo gaussiano, utilizando métodos como los saltos «complementarios», las pruebas del estrés, el cambio de régimen o los alambicados métodos conocidos como GARCH (o de heroscedasticidad condicional autorregresiva), pero, aunque suponen un gran esfuerzo, estos métodos no consiguen abordar los fallos fundamentales de la campana de Gauss. No san métodos de escala invariante. Esto, en mi opinión, puede explicar los fracasos de tan sofisticados métodos en la vida real, como demuestra la competición de Makridakis.
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.- Más técnicamente, recordemos mi carrera como profesional de las opciones. Una opción no sólo se beneficia a plazo muy corto de los Cisnes Negros, sino que lo hace de forma desproporcionada, algo que la fórmula de Scholes y Merton no recoge. El beneficio de la opción es tan elevado que uno no tiene por qué depender de las probabilidades: puede equivocarse con ellas, pero conseguir un beneficio de proporciones monstruosas. A esto lo he llamado «doble burbuja»: menospreciar la probabilidad y los beneficios.
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.- Escojo a Merton porque me parece muy ilustrativo del oscurantismo de sello académico. Descubrí sus puntos flacos en una carta airada y amenazante que me remitió, y que me dio la impresión de que el autor no estaba muy familiarizado con nuestra forma de tratar las opciones, el tema de sus trabalos. Parecía que pensaba que los operadores de Bolsa se basan en una «rigurosa» teoría económica, como si las aves tuvieran que estudiar (mala) ingeniería para poder volar.
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.- La medicina medieval también se basaba en las ideas del equilibrio, cuando era una materia que partía de las teorías para llegar a los detalles, con lo que se asemejaba a la teología. Afortunadamente, quienes la practicaban dejaron el negocio, pues no podían competir con los cirujanos, que partían de los detalles para formular teorías: antiguos barberos impulsados por la ecología que ganaban experiencia clínica, y después de los cuales nació una ciencia clínica aplatónica. Si sigo vivo hoy, es porque la medicina escolástica, que va de la teoría a los casos, se quedó sin clientes hace unos cuantos siglos.
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.- Trad. casc.: Conjeturas y refutaciones, Barcelona, Paidós, 1994.a
Aleatoriedad como información incompleta
: Lo que no se puede adivinar es aleatorio porque el conocimiento que tengo de las causas es incompleto, aunque no necesariamente porque el proceso tenga unas propiedades auténticamente impredecibles.
Argumento del retraimiento estadístico (o problema de la circularidad de la estadística)
: Necesitamos datos para descubrir la distribución de la probabilidad. ¿Cómo sabemos si contamos con los suficientes? Por la distribución de la probabilidad. Si es gaussiana, bastarán unos pocos. ¿Cómo se sabe que es gaussiana? Por los datos. Por eso necesitamos que los datos nos digan qué distribución de la probabilidad debemos asumir, y que una distribución de la probabilidad nos diga cuántos datos necesitamos. Esto causa el grave argumento de la regresión, que es algo que se sortea desvergonzadamente recurriendo al método gaussiano y similares.
Arrogancia epistémica
: Medir la diferencia entre lo que uno realmente sabe y lo mucho que piensa que sabe. El exceso implica arrogancia; el defecto, humildad. El epistemócrata es alguien de humildad epistémica, que cuestiona en grado sumo sus propios conocimientos.
Ceguera ante el Cisne Negro
: La infravaloración del papel del Cisne Negro, y la sobreestimación ocasional de uno en concreto.
Ceguera ante el futuro
: Nuestra incapacidad natural para tener en cuenta las propiedades del futuro, como el autismo, que impide que uno considere la existencia de la mente de los demás.
Cisne gris mandelbrotiano
: Cisnes Negros que de algún modo podemos tener en cuenta (terremotos, best sellers, crisis bursátiles) pero de los que no pueden entenderse totalmente sus propiedades ni elaborar unos cálculos precisos.
Conocimiento del estudioso obsesivo
: La creencia de que lo que no se puede platonificar no existe en absoluto, o que su consideración no merece la pena.
Desdén por lo abstracto
: Favorecer el pensamiento contextualizado frente a asuntos más abstractos, aunque más relevantes. «La muerte de un niño es una tragedia; la muerte de un millón, una estadística.»
Disciplina narrativa
: La disciplina que consiste en ajustar al pasado una historia convincente y que suene bien. Lo contrario de la disciplina experimental.
Distorsión retrospectiva
: Examinar los sucesos pasados sin ajustarse al paso posterior del tiempo. Conduce a la ilusión de la predictibilidad posterior.
Distribución de la probabilidad
: El modelo usado para calcular las probabilidades de los diferentes sucesos, la forma en que se «distribuyen». Cuando decimos que un suceso se distribuye de acuerdo con la curva de campana, nos referimos a que la curva de campana de Gauss puede contribuir a aportar probabilidades de diversas ocurrencias.
Engañados por la aleatoriedad
: La confusión general entre la suerte y el determinismo, que conduce a una serie de supersticiones con consecuencias prácticas, como la creencia de que los ingresos mayores que se perciben en algunas profesiones son fruto de las destrezas, cuando hay en ellos un componente importante de suerte.
Epilogismo
: Método libre de teoría que consiste en contemplar la historia mediante la acumulación de hechos con una mínima generalización, y siendo conscientes de los efectos secundarios de las pretensiones causales.
Error de la confirmación (o confirmación platónica)
: Buscamos ejemplos que confirmen nuestras creencias, nuestra construcción (o modelo), y los encontramos.
Escándalo de la predicción
: El escaso registro de predicción de algunas entidades de previsión (en particular las disciplinas narrativas) mezclado con un comentario ampuloso y una falta de conciencia de sus nefastos antecedentes.
Estrategia al estilo Apeles
: La estrategia de buscar beneficios mediante la recopilación de accidentes positivos, maximizando la exposición a los «Cisnes Negros buenos».
Estrategia de la haltera
: Método que consiste en adoptar a la vez una actitud defensiva y otra excesivamente agresiva, protegiendo nuestros activos de todas las fuentes de incertidumbre al tiempo que se invierte una pequeña parte en estrategias de alto riesgo.
Extremistán
: La provincia donde se puede concebir que una única observación influya en el total.
Falacia de las pruebas silenciosas
: Cuando contemplamos la historia, no vemos la totalidad de la misma, sino sólo las partes más rosadas del proceso.