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Authors: Anna Gavalda

Tags: #Romántica

El Consuelo (49 page)

BOOK: El Consuelo
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»Lo que sí recuerdo es que, una vez en la calle, me toqué el vientre por debajo del jersey. Lo acaricié incluso... Me sentía totalmente perdida.
»Menos mal que se estaba haciendo tarde. Tenía que espabilarme si quería que me diera tiempo a pasar por una papelería grande antes de recoger a los niños a la salida del colegio. Le compré de todo... Todo aquello con lo que Alice habría soñado... Tubos de pintura, pasteles, una caja de acuarelas, carboncillos, papel, pinceles gruesos y finos, un kit de caligrafía china, abalorios... De todo.
»Luego me fui a una juguetería y les compré de todo también a los otros dos... Era una locura, ya tenía problemas para llegar a fin de mes, pero me daba igual. Life was definitely a
bitch
.
«Llegaba muy tarde, a punto estuve de sufrir un accidente con el coche y llegué despeinada y sin aliento ante la verja del colegio. Era casi de noche, y los vi allí sentaditos en el patio a los tres, esperándome angustiados.
»No había nadie más que ellos en el patio...
»Los vi levantar la cabeza y vi también sus sonrisas. Sonrisas de niños que acababan de comprender que no, no los había abandonado. Me precipité sobre ellos y los abracé a los tres. Reí, lloré, les pedí perdón, les dije que los quería, que nunca nos separaríamos, que éramos los mejores y que... que ya debían de estar esperándonos los perros, ¿no?
«Abrieron sus regalos, y yo empecé de nuevo a vivir.
—Y ya está —añadió, dejando el tazón sobre la bandeja—, ahora ya lo sabe todo... No sé qué informe les hará a los que le han encargado la misión de venir hasta aquí, pero en lo que a mí respecta, se lo he enseñado todo...
—¿Y los otros dos? Yacine y Nedra... ¿De dónde salen?
—Oh, Charles —suspiró Kate—, va a hacer... —tendió la mano hacia él, le cogió la muñeca y la volvió para consultar su reloj— siete horas ya que le hablo de mí sin parar... ¿No está hasta el gorro?
—No. Pero si está cansada...
—¿De verdad no le queda ni un solo cigarrillo? —lo interrumpió ella.
—No.

Shit
. Bueno... pues nada, entonces ponga otro leño en la chimenea... Enseguida vuelvo...
Se puso un vaquero por debajo del vestido.
—Empezar de nuevo a vivir, para mí que tenía el vientre muerto, significaba abrir mi casa a otros niños.
»Era una casa tan grande, había tantos animales, tantos escondites, tantas cabañas... Y además yo tenía tanto tiempo a fin de cuentas... Hice una solicitud en los servicios sociales para convertirme en madre de acogida, o asistente maternal, como lo llaman ahora. Mi idea era acoger niños durante las vacaciones. Ofrecerles un campamento fantástico, buenos recuerdos... Bueno, no sé muy bien qué más, pero me parecía que la vida de aquí se prestaba a todo eso... Que estábamos todos en el mismo barco y que teníamos que ayudarnos unos a otros... Y que... que yo podía servir para algo... a pesar de todo... Se lo comenté a los niños, y debieron de contestarme algo así como: pero... ¿entonces tendremos que prestarles nuestros juguetes?
»No se veía nada traumático en el horizonte...
»Conocí un mundo nuevo. Fui a buscar un formulario a la oficina de Protección Materna e Infantil, la PMI, y rellené cuidadosamente todas las casillas. Mi estado civil, mis ingresos, mis motivaciones... Utilicé el diccionario para no hacer faltas de ortografía y adjunté fotos de la casa. Ya pensaba que se habían olvidado de mí cuando unas semanas más tarde me llamó una trabajadora social para decirme que vendría a comprobar si podía obtener el visto bueno de la PMI.
Kate se tocó la frente, riendo.
—¡Me acuerdo que el día anterior lavamos a todos los perros en el patio! ¡Hay que reconocer que apestaban...! Y les hice trenzas a las niñas... Creo incluso que me disfracé de señora como Dios manda... ¡Éramos per-fec-tos!
»La trabajadora social era joven y sonriente, su compañera, la puericultora, era... algo menos afable... Para empezar les propuse dar una vuelta por la granja, y allá que nos fuimos con Sam, sus hermanas, los niños del pueblo que siempre andaban por aquí, los perros, la... no, la llama no estaba todavía con nosotros... Bueno, se imagina el cortejo...
Charles se lo imaginaba perfectamente.
—Estábamos orgullosísimos. Era la casa más bonita del mundo, ¿verdad? La puericultora nos aguaba la fiesta preguntándonos cada dos por tres si no era peligroso. ¿Y el río? ¿No es peligroso? ¿Y el foso del castillo? ¿No es peligroso? ¿Y las herramientas? ¿No son peligrosas?
»¿Y el pozo? ¿Y el matarratas en la cuadra? ¿Y... ese perrazo de ahí?
»¿Y su estupidez?, tenía ganas de contestarle, ¿no ha hecho ya estragos en su vida?
»Pero bueno, me porté muy bien. Mire, mis niños han sobrevivido hasta ahora, le dije en broma.
»Luego las hice pasar a mi bonito salón... No lo conoce, pero es muy elegante. Lo llamo mi Bloomsbury... Los frescos de las paredes y la chimenea no son de Vanessa Bell ni de Duncan Grant, sino de la hermosa Alice... Por lo demás, el ambiente se parece mucho al de Charleston. Acumulación de objetos de todo tipo y condición, cuadros... En la época de esa visita era un poco más civilizado que ahora. Los muebles de Pierre y de Ellen todavía parecían buenos, y los perros no tenían permiso para subirse a los sofás de tela de
chintz...
»Hice el paripé completo. Tetera de plata, servilletas bordadas,
scones, cream and jam
. Las niñas servían el té, y yo me estiraba la falda antes de sentarme. La Reina en persona habría estado...
delighted...
»La joven trabajadora social y yo enseguida nos caímos bien. Me hacía preguntas muy pertinentes sobre mi... visión de las cosas... Mis ideas en materia de educación, mi capacidad de autocrítica, de adaptarme a los niños difíciles, mi paciencia y mi grado de tolerancia... Incluso a pesar de esa falta de autoestima de la que le hablaba antes y que desde entonces se ha convertido en una leal compañera, en ese terreno me sentía intocable. Me parecía que lo había demostrado... Que esa casa llena de corrientes de aire respiraba tolerancia, y que los gritos de los niños en el patio hablaban por mí...
»La otra idiota no nos escuchaba. Miraba, espantada, los cables eléctricos, los enchufes, el hueso roído que había escapado a mi atención, el cristal roto de la ventana, las manchas de humedad en las paredes...
»Estábamos hablando tan tranquilas, cuando de repente soltó un grito: un ratón se había acercado para comprobar si no había caído alguna miga bajo el velador...
»
Holy Shit!
»No, si lo conocemos bien, traté de tranquilizarla, este ratón es como de la familia, ¿sabe...? Los niños le dan cereales todas las mañanas...
»Era la pura verdad, pero me daba perfecta cuenta de que no me creía...
»Se fueron al final de la tarde, y yo recé al cielo para que el puente no se derrumbara bajo su coche. Se me había olvidado avisarlas de que lo aparcaran al otro lado...
Charles sonreía. Estaba en primera fila, y la función era de verdad buenísima.
—No conseguí el visto bueno. Ya no me acuerdo de los argumentos y tal, pero así en general la pega era que la instalación eléctrica no cumplía la normativa. Pues vale... En ese momento me sentó fatal, pero luego se me olvidó... ¿Eran niños lo que quería? ¡Pues no tenía más que mirar por la ventana! Los había por todas partes...
—Eso mismo me dijo la mujer de Alexis —replicó Charles.
—¿El qué?
—Que era usted como el flautista de Hamelín... Que atraía a todos los niños fuera del pueblo...
—¿Para ahogarlos, tal vez? —preguntó, irritada.
—...
—PffF... Otra imbécil... ¿Cómo puede su amigo vivir con ella?
—Le he dicho antes que ya no es amigo mío.
—Ésa es la historia que me tiene que contar, ¿no?
—Sí.
—¿Ha venido usted hasta aquí por él?
—No... Por mí...
—...
—Me llegará el turno. Se lo prometo... Y ahora hábleme de Yacine y de Nedra...
—¿Por qué le interesa tanto todo esto?
¿Qué podía contestarle?
Para mirarla el mayor tiempo posible. Porque es usted la faz luminosa de la mujer que me ha traído hasta usted. Porque, a su manera, se habría convertido en lo que es usted si hubiera tenido una infancia menos traumática...
—Porque soy arquitecto —contestó.
—¿Y eso qué tiene que ver?
—Me gusta entender por qué se sostienen en pie los edificios...
—¿Ah, sí? Y entonces, nosotros, ¿qué somos?
A zoo? Some
kind
of boarding house or... a hippy camp?
—No. Son... Aún no lo sé... Lo estoy pensando. Ya se lo diré... Y ahora, vamos... Estoy esperando la historia de Yacine...
Kate estiró la nuca. Estaba cansada.
—Unas semanas más tarde, me llamó por teléfono la simpática, a la que le gustaban mis normas... Me repitió cuánto lo sentía, se puso a despotricar contra la administración y sus reglamentos estúp... Entonces yo la interrumpí. No importaba. Ya lo había superado.
»Y justamente, a propósito de eso... Tenía ahí a un niño que necesitaba unas vacaciones... Vivía con una de sus tías, pero la cosa no marchaba nada bien... ¿No podríamos, quizá, pasar por alto la bendición del consejo general? Sólo sería cuestión de unos pocos días... Para que el niño pudiera cambiar un poquito de aires... No se habría atrevido a saltarse las normas de esa manera si hubiera sido otro niño, pero éste, ya lo vería, era de verdad asombroso... Y la chica añadió riendo: "¡Creo que se merece ir a ver a sus ratones!"
»Era para las vacaciones de Semana Santa, creo... Una mañana me lo trajo "a escondidas", si se puede decir así, y... ya conoce usted al personaje... Lo adoramos enseguida.
»Era irresistible, hacía un montón de preguntas, se interesaba por todo, era muy servicial, se había enamorado de
Hideous
, madrugaba mucho para ayudar a Rene en la huerta, sabía lo que significaba mi nombre y les contaba muchísimas cosas a mis pequeñajos que nunca habían salido de ese pueblo...
«Cuando la trabajadora social vino a recogerlo, fue... horrible.
»Yacine lloraba a moco tendido... Me acuerdo que lo cogí de la mano y me lo llevé hasta el fondo del patio, y entonces le dije: "Dentro de unas semanas llegarán las vacaciones de verano, y entonces te podrás quedar dos meses..." Pero él, contestó entre hipidos y sollozos, quería quedarse pa-ra sieeeeeem-preeeee. Le prometí que le escribiría a menudo, y entonces dijo que vale, que si le daba la prueba, de que no lo olvidaría, entonces de acuerdo. Vale, se subiría al coche con Nathalie...
»Mientras achuchaba a su perro preferido para despedirse de él, ella, esa fantástica funcionaría que funcionaba según lo que le dictaba su corazón, me confesó antes de irse que el padre de Yacine había matado a su mujer a golpes delante del niño.
»Para mí fue un
shock
. Eso me pasaba por jugar a las damas de la caridad... Quería montar un campamento de vacaciones, no que me cayera encima otro aluvión de desgracias y de tristeza...
»Pero bueno... ya era demasiado tarde... Yacine se marchó, pero lo que no se me iba de la cabeza era la imagen de un hombre machacando a la madre de sus hijos en un rincón del salón... Y yo que pensaba que ya estaba un poco curtida... Pero no. La vida siempre nos reserva bonitas sorpresas...
»De modo que le escribí... Le escribimos todos... Saqué un montón de fotos de los perros, las gallinas y de Rene, y le metía una o dos en cada carta... Y volvió, a finales del mes de junio.
»Pasó el verano. Llegaron mis padres. Se metió a mi madre en el bolsillo y repetía con ella los nombres en latín de todas las flores; luego le pedía a mi padre que se los tradujera. Mi padre leía bajo la gran robinia, y le declamaba:
Tytire, tu patulae recubans sub tegmine fagi
, enseñándole a cantar el nombre de la bella Amaryllis...
»Yo era la única que conocía su historia y me maravillaba que un niño que había vivido cosas tan terribles pudiera ser un elemento tan apaciguador...
»Los niños se burlaban todo el rato de él porque era muy miedica, pero él no se molestaba nunca. Decía: os miro porque medito sobre lo que hacéis... Yo sabía muy bien que ya no quería volver a correr el más mínimo riesgo de hacerse daño nunca más. Los dejaba jugar a los "indios que torturan" y se iba con
Granny
a contemplar las rosas...
»A partir de mediados de agosto empecé a hacerme mala sangre por su marcha.
«Habíamos quedado con Nathalie en que vendría a buscarlo el 28. El 27 por la noche Yacine desapareció.
»Al día siguiente, organizamos una batida entre todos para encontrarlo, pero fue en vano. Y Nathalie se marchó muy preocupada. Esta historia podía costarle cara... Le prometí que se lo llevaría yo misma en cuanto lo encontrara. Pero al día siguiente seguía sin aparecer por ningún lado... Nathalie estaba ya asustadísima. Había que llamar a los gendarmes. ¿Y si se había ahogado? Mientras trataba de tranquilizarla, vi algo raro en la cocina y le dije: déjame un poco más de tiempo, y si no te prometo que aviso a los gendarmes...
»Los niños estaban muy angustiados, cenaron en silencio y se fueron a la cama, llamándolo por los pasillos.
»En mitad de la noche fui a la cocina a prepararme un té. No encendí la luz, me senté en un extremo de la mesa y le hablé: Yacine, sé dónde estás. Ahora tienes que salir de ahí. No querrás que los gendarmes vengan a sacarte de ahí, ¿no?
»No hubo respuesta.
»Naturalmente...
»Yo en su lugar habría hecho lo mismo, de modo que hice lo que habría querido que hicieran conmigo, de haber estado en su lugar.
»Yacine, escúchame. Si sales ahora, me las apañaré con tus tíos y te prometo que te podrás quedar con nosotros.
»Por supuesto, era un riesgo, pero bueno... Por varias alusiones que me había hecho Nathalie, había comprendido que el tío en cuestión no estaba muy por la labor de tener una boca más que alimentar...
»Yacine,
please
. ¡Te vas a llenar de pulgas si sigues ahí con el perro! ¿Acaso te he mentido una sola vez desde que me conoces?
BOOK: El Consuelo
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