El Corsario Negro (16 page)

Read El Corsario Negro Online

Authors: Emilio Salgari

BOOK: El Corsario Negro
6.26Mb size Format: txt, pdf, ePub

Todos presentían que iba a desatarse una tragedia.

—¡Habla! —repitió el Corsario—. ¡Habla!

—Es... es la hija de Wan Guld.

—¿La conocías? ¡Jura que es ella!

—Juro...

De los labios del Corsario escapó un rugido. Se dobló sobre sí mismo, como golpeado por una maza, pero se enderezó con un movimiento de tigre.

Sus palabras resonaron roncas en medio de la noche:

—Cuando surqué estas aguas con el cadáver de mi hermano, el Corsario Rojo, hice un juramento. ¡Maldita sea esa noche fatal que matará a la mujer que adoro!...

— ¡ Comandante! —dijo Morgan, acercándose.

—¡Silencio! —aulló el Corsario, con la voz quebrada—. ¡Aquí mandan mis hermanos!

Un estremecimiento de supersticioso terror recorrió a los tripulantes. El mar centelleaba igual que en la noche del juramento y les parecía que en cualquier instante verían surgir los cuerpos de los dos corsarios sepultados en el abismo. La joven flamenca seguía retrocediendo con las manos sobre la cabeza, sosteniendo los cabellos que el viento despeinaba. El Corsario le seguía, paso a paso, con los ojos chispeantes. Ninguno de los dos hablaba, y el resto de los filibusteros les miraban, también mudos.

La duquesa llegó hasta el borde de la escalera, por la que bajó sin darse vuelta. Ya en el salón, se detuvo, flaqueó y se dejó caer desesperadamente en una silla. El Corsario cerró la puerta tras de sí.

—¡Desventurada! —gritó, con la voz rota por el llanto.

—¡Sí!... —murmuró la joven en un susurro—. ¡Infeliz de mí!

Y sus sollozos ahogados quebraron el silencio de la cámara.

—¡Maldito sea mi juramento! —sollozó el Corsario, desesperado—. ¡Usted!... ¡La hija del hombre al que juré odio eterno!... ¡Usted!... ¡La hija del traidor que asesinó a mis hermanos!... ¡Dios mío!... ¡Es espantoso!

Se interrumpió, antes de seguir con lágrimas de ira:

—¡Lo juré!... Juré acabar con la familia de mi mortal enemigo. Se lo dije a usted. ¿Lo recuerda? El mar y mis hombres fueron testigos de mi fatal juramento, que ahora costará la vida a la única mujer que he amado, que amo... ¡Porque usted,... señora... morirá!...

Al oír la amenaza, la joven se levantó.

—Está bien —dijo—. ¡Acabe con mi vida! El destino ha querido que mi padre sea un traidor y un asesino... Ponga fin a mi vida... con sus propias manos. Moriré feliz en manos del hombre al que amo inmensamente.

—¿Yo? —exclamó el Corsario, horrorizado—. ¿Yo?... ¡No!... No la mataré... ¡Mire!

El mar centelleaba, como si bajo el oleaje corriera azufre líquido, mientras el horizonte se llenaba de relámpagos.

—Mire —continuó el Corsario, aún más exaltado—. El mar refulge igual que la noche en que dejé caer en su seno los cadáveres de mis hermanos, víctimas del padre de usted. Allí están... mirando mi nave... Sus ojos me suplican... me piden venganza... Han vuelto a la superficie para exigir que cumpla mi juramento... ¡Sí, hermanos! Les vengaré... ¡aunque yo ame a esta mujer!... ¡Velen por ella... socórranla, porque la amo! ¡La amé!...

Un sollozo le quebró la voz. Se inclinó hacia la ventana y se quedó mirando el bullir de las olas. Tal vez le parecía, en su desesperación, ver los cuerpos del Corsario Rojo y del Corsario Verde.

Al cabo de unos minutos, se volvió hacia la joven, que estaba como paralizada. En su rostro no había ningún gesto de dolor; volvía a ser el hombre del odio implacable.

—Prepárese para morir, señora —dijo con voz lúgubre—. Ruegue a Dios que mis hermanos la amparen. La espero en el puente.

Cruzó el saloncito de la cámara y subió al puente de mando. Los tripulantes continuaban inmóviles.

—Señor —ordenó el Corsario a Morgan—. Haga preparar una chalupa y que la bajen al mar.

El segundo preguntó:

—¿Qué va a hacer, comandante?

—¡Mantener mi juramento!... La hija del traidor bajará a esa chalupa.

—¡Señor!...

—¡Silencio! ¡Mis hermanos me miran! ¡Obedezca! ¡En este barco manda el Corsario Negro!...

Nadie había dado un paso para obedecer su orden. Aquella tripulación tan brava y veloz en el combate, estaba clavada a las tablas del navío por un terror insuperable.

—¡Obedezcan, hombres de mar!... —gritó el Corsario, amenazante.

El contramaestre se adelantó y llamando a algunos hombres, ordenó arriar una canoa en la que hizo poner víveres. Había comprendido qué pensaba hacer el Corsario con la desdichada hija de Wan Guld.

Concluía la maniobra cuando se vio llegar a cubierta a la joven flamenca. Se cubría con el mismo vestido blanco y sus cabellos rubios le caían sobre la espalda. La joven atravesó la toldilla de la nave sin decir una palabra, erguida, resuelta, sin un traspiés. Cuando llegó junto a la escala se volvió, miró largamente al enemigo de su padre, inmóvil en el puente de mando, con los brazos cruzados sobre el pecho, y le hizo una seña de despedida con la mano. Luego bajó livianamente la escala y saltó a la chalupa.

El contramaestre soltó la cuerda. El Corsario no hizo gesto alguno de contraorden. Un grito escapó entonces de las gargantas de todos los tripulantes:

—¡Sálvela!...

El Corsario continuó inmóvil.

La chalupa se alejaba. De su proa emergía la blanca silueta de la joven, con los brazos tendidos hacia
El Rayo
y los ojos fijos en el Corsario.

La tripulación no hablaba. Sabía que cualquier intento de ablandar al vengador sería inútil. La chalupa se distanciaba cada vez más. Ya sólo era un bulto negro entre la olas, al que la fosforescencia y los relámpagos hacían centellear. De pronto se la veía sobre las olas, para desaparecer luego y volver a aparecer, como si un ser misterioso la protegiera.

Incluso centelleó por última vez durante unos pocos minutos; luego desapareció en el oscuro horizonte.

Los filibusteros, horrorizados, volvieron sus miradas hacia el puente de mando. El Corsario Negro se había encogido sobre sí mismo, y se dejaba caer sobre un montón de cuerdas con el rostro entre las manos. A pesar de los silbidos del viento y del estruendo del mar, se oían sus ocultos sollozos.

Acercándose a Wan Stiller, Carmaux le indicó el puente de mando:

—¡El Corsario Negro llora! —dijo con lágrimas en sus ojos.

FIN

Vocabulario

Agave : Planta de la cual se elaboran el
pulque
y el
mezcal

Al pairo : Acción de
pairar
.

Alabarda : Arma ofensiva, que consta de una asta de madera y una cuchilla trasversal en la punta.

Alabardero : Soldado armado de
alabarda

Amura : Parte de los costados del buque donde éste empieza a estrecharse para formar la proa.

Arcada : Serie de arcos en una construcción.

Barlovento : Parte desde donde viene el viento.

Barra : Pandilla, grupo de amigos.

Bauprés : Palo grueso colocado en la proa de los barcos.

Boneta : Paño que se añade a algunas velas para aumentar su superficie.

Bordada : Camino que hace entre
viradas
una embarcación para avanzar.

Bosnelía : Planta centroamericana

Bucaneros :
Piratas
que durante los siglos XVII y XVIII saqueaban las posesiones españolas de ultramar.

Capón : Pollo que se castra y se ceba para comerlo. / Su plural es:
capones.

Corsario : Navegante autorizado por su país para combatir y saquear barcos de un país enemigo.

Cucuyo : Insecto coleóptero de América tropical, que, de noche, despide una luz azulada. También
Cucuy
o
Cocuyo

Cumarú : Árbol gigantesco cuyo fruto es una almendra grande de la cual se puede sacar un perfume o una bebida embriagadora.

Damasquinada : (
Hoja damasquinada
) Puñal de acero con adornos de metales finos.

Desjarretazo: Derivado del verbo
Desjarretar,
que significa cortar las pìernas, con arma afilada, más arriba de la pantorrilla. En este caso se aplica a dar el mismo golpe para cortar a la altura de las costillas.

Festones : Guirnaldas de flores, frutas y hojas.

Filibusteros :
Piratas
que infestaron el mar de las Antillas durante el siglo XVII.

Fuste : Conjunto del tallo y de las hojas de una planta.

Gemebundo : Que gime profundamente

Gibraltar : Ciudadela fundada por los españoles en Venezuela

Jabeque : Herida en el rostro hecha con arma blanca.

Lamantino : Especie de cetáceo

Mampostería : Obra hecha con materiales superpuestos a mano: ladrillos, piedras u otros.

Mandioca : Arbusto tropical de cuya raíz se extrae harina; llamado también
yuca
,
guacamote
o
tapioca.

Manigua : En las Antillas, terreno pantanoso cubierto de maleza tropical.

Miasma : Emanación perniciosa que se desprende de materias corruptas o aguas estancadas

Olón : Pequeña ciudad al oeste de Francia, junto al Atlántico.

Olonés : Gentilicio de
Olón.

Pairar : Estar quieta la nave

Pasifloras : Pasionarias, planta originaria del Brasil que se cultiva en los jardines.

Pífano : Flautín de tono muy agudo, usado en las bandas militares.

Pirata : Ladrón de los mares, sin autorización alguna.

Pita : Planta con hojas carnosas. En México llamada
maguey
, de la cual se obtiene un agua miel que por fermentación produce el
pulqu
e, y de éste por destilación se obtiene el
mezcal
.

Randa : Encajes o adornos.

Sarape : Especie de frasada de lana o colcha de algodón, de colores vivos, que, con abertura en el centro para la cabeza, se usa como capa para combatir el frío.

Simaruba : Árbol corpulento cuya corteza se usa para hacer infusiones que combaten la fiebre.

Sotavento : Costado de la nave opuesto al
barlovento
.

Suplementarias : Que sirven para suplir o complementar algo, en este caso, las velas,

Tenca : Pez de agua dulce, de carne blanca y sabrosa, pero llena de espinas.

Viradas : Acción y efecto de
virar
.

Virar : Cambiar el rumbo del buque.

Yacaré : Caimán

Yesca : Materia muy seca y fácil de encender.

Zopilote : Ave rapaz diurna. Sinónimo:
Aura
; en ciertas partes llamada
galinazo
o
gallinazo
.

Other books

Murder at Barclay Meadow by Wendy Sand Eckel
Triumph by Jack Ludlow
The Shadow Throne by Jennifer A. Nielsen
Heat of the Moment by Lori Handeland
The Children of the Sun by Christopher Buecheler
Toy Wars by Thomas Gondolfi