El fantasma de Harlot (79 page)

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Authors: Norman Mailer

Tags: #Policíaco

BOOK: El fantasma de Harlot
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Tu sirviente contratado,

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11 de abril de 1957

No consigo imaginarme qué motivo me llevó a contarte esa espantosa historia del huevo, excepto que sí lo sé. Mientras escribo, me doy cuenta del porqué. Fue por el ruido que hizo al golpear contra el piso. Como era un huevo vacío, el sonido que produjo fue más suave y más triste. No puedo sacármelo de la cabeza. Un Alto Jueves, Hugh nos contó que un antiguo egipcio dijo que la diferencia entre la verdad y la mentira no pesa más que una pluma.

¡Basta! La noticia excitante es que ahora tenemos un puesto de observación al lado mismo de la Embajada rusa. Una vez más, el mérito es de Porringer, ya que es gracias a Peones que tenemos
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l PO, aunque la acción proviene de los esfuerzos de Hunt por despertarnos. No te he descrito a Peones, alguien a quien sin duda aborrecerías. Es corpulento, muy vanidoso, mitad español, mitad italiano, y hecho para perdurar. De estatura mediana, con piernas y hombros macizos y un gran bigote negro. Francamente, es oscuro. Emana un olor animal que cubre con perfume. Peones conoce todos los burdeles de Montevideo y los explora en busca de nuevos talentos, igual que haría el ayudante de un entrenador de fútbol que asiste a partidos en escuelas secundarias a la caza de jóvenes valores. Bien, me he enterado de que Porringer es muy aficionado a los prostíbulos. Mucho más de lo que yo mismo he sido alguna vez. Ya he sentado cabeza. Si quieres que te sea sincero, estoy trabajando demasiado. Pero Peones y Porringer se hicieron amigos yendo juntos de burdel en burdel. No es la manera más discreta de reclutar a un agente, pero en este caso fue un modo seguro de establecer una relación. Y por favor no digas «Pobre Sally Porringer». Estoy seguro de que Sherman tiene sus razones.

Hace unos tres meses, Porringer le hizo la proposición a Peones. He aquí las circunstancias. Peones no sólo odia a Capablanca, sino que sistemáticamente lo ha estado engañando acerca de Sonderstrom y Porringer. Insistía en que eran del Departamento de Estado. Imagina el bochorno de Capablanca cuando Howard le confesó que el almuerzo se realizaba bajo los auspicios de la Agencia Central de Inteligencia del Coloso del Norte. Peones se puso furioso después de eso, pero Porringer sacó a relucir su talento.

—Reconócelo, Pedro. —Sí, su nombre completo es Pedro Peones—. Hace meses que vengo proponiéndotelo, pero tú siempre te has negado a unirte a nosotros. Intenté detener a mi jefe, pero es impaciente. Quiere ir al grano. ¿Cuánto quieres por trabajar para nosotros?

—Tenemos un refrán —dijo Peones—. El dinero lo compra todo, excepto la integridad.

—Nosotros decimos: Todo hombre tiene su precio.

—El mío está oculto. Secuestrado.

—¿Dónde puede estar secuestrado?

—Te lo diré, Sherman. Es un secreto, pero a ti te lo diré. Está oculto en mis cojones.

Te aseguro, Kittredge, que cuando Porringer me lo contó no podía creerlo. El precio de Peones estaba localizado en sus sin duda voluminosos testículos. Al parecer, había una muchacha, en uno de los burdeles de Montevideo, muy bella y talentosa, que un par de años atrás se marchó a La Habana para hacer dinero. Ahora es una leyenda desde el Caribe hasta América del Sur. Su nombre (es decir, su nombre profesional) es Libertad La Lengua, lo cual, como imaginarás, no tiene nada que ver con la libertad de expresión y sí mucho con frases tales como: «Ah, Libertad ¡tu lengua!».

Últimamente, según parece, Libertad se ha estado escribiendo con Peones, para quien es el amor de su vida. Si la Agencia Central de Inteligencia la trae desde La Habana a Montevideo (siempre y cuando Libertad quiera, por supuesto), él está dispuesto a cooperar. Entonces, gracias a Peones, gran parte de Uruguay estaría a nuestra disposición: funcionarios escogidos del gobierno, expedientes individuales, la compañía telefónica, las embajadas e informantes de la Policía ubicados en organizaciones izquierdistas. Peones terminó diciendo, en inglés: «Mi país es vuestro».

Porringer llevó la oferta a la estación. Las promesas de Peones son enormes, pero ¿se puede confiar en él? Una vez que la mujer esté aquí, ¿qué ocurre si él no coopera? Por otra parte, ¿podemos afrontar el gasto? Si a ella le va tan bien en La Habana, sus exigencias pueden ser altas. Pero Peones promete que el costo no será prohibitivo. Están enamorados, le ha dicho a Porringer, y la muchacha desea sinceramente volver a su lado.

Además, asegura Pedro, sólo tendremos que pagar el gasto del transporte. Una vez que ella esté aquí, él la va a instalar en una de las muchas propiedades de que dispone. De superlujo. La Montevideana.

De modo que ha habido un considerable tráfico de cables referidos a esta proyección de gastos. Económicamente hablando, el coste no parece tan alto como pensábamos. (Bastarán dos mil dólares para traer a la mujer con su equipaje, en primera clase.) Además, EH
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sabe cómo obtener la pasta. Estabas en lo cierto. Hunt habla de dinero todo el tiempo, y nunca he conocido a nadie que tenga tantos sinónimos para referirse a cheques o a dinero en efectivo. «¿Sabe Libertad cuántos robos a mano armada serán necesarios para transportar su culo hasta aquí?» es uno de sus comentarios. Al dinero le dice «lechuga», a los dólares de plata, «carretillas». También usa términos como «cuartos», «mosca», «bolívares» y «balboas». Es bastante divertido.

Para mi sorpresa, el mayor impedimento es la estación de La Habana. Howard sospecha que la sección del Caribe ha estado utilizando a Libertad para misiones específicas, pero sabe cómo pulsar las cuerdas del arpa de I-J-K-L, y ya ha logrado su propósito. La hemos conseguido. Sólo nos preguntamos por qué La Habana puso tantos obstáculos.

De todos modos, Pedro está tan feliz que ahora usamos una nueva expresión para referirnos a un estado emocional extremo: «Delirium Peones». En accesos sucesivos de generosidad (y ten en cuenta que la muchacha aún no ha llegado), Pedro ya ha pinchado el teléfono de su odiado jefe, Salvador Capablanca. Las escuchas nos han proporcionado la confirmación que necesitábamos: Luis Batlle, presidente de Uruguay, es más pro soviético de lo que creíamos. Capablanca es su servidor incondicional. Eso ya los sospechábamos, pero la confirmación es a la adivinación lo que una buena comida a un estómago vacío.

Después viene el premio gordo. Una vez que llega la confirmación de que Libertad viene de camino, Peones habla con Porringer. «Sherman —le dice—, soy un hombre que vive según sus valores. El valor más alto es ser un caballero. Pronto comprobarás que lo soy.»

¿Sabes?, ha cumplido su palabra. Efectivamente, tenía un premio preparado. Hace más de un año consiguió una casa situada al lado mismo de la Embajada rusa, en el bulevar España. Durante estos últimos doce meses, Peones prefirió no obtener ninguna ganancia. La vivienda estaba ocupada por una familia que, a cambio de un bajo alquiler, había aceptado desalojarla cuando fuese necesario. El instinto de Peones, muy agudo, le decía que daríamos mucho por disponer de esa casa, pero no hizo nada hasta asegurarse de que confiábamos en él y traeríamos a Libertad a Montevideo.

Si Sonderstrom aún estuviese aquí, dudaría del premio; Hugh lo trataría como algo dudoso. Hasta Gatsby y Kearns manifestaron sus objeciones. ¿Y si las líneas telefónicas ya están intervenidas por el KGB, y Peones nos ha engañado?

Hunt resta importancia a estas sospechas. «Sólo usaremos la casa —dice— como un puesto de observación del jardín soviético hasta que llegue de Washington personal de seguridad capaz de examinarlo a fondo. Aunque los rusos la hayan llenado de micrófonos, no oirán nada de valor. No si ponemos las personas adecuadas, decidimos. Personas que no sepan nada de nuestros asuntos, pero con la paciencia necesaria para permanecer horas detrás de las cortinas, preparadas para usar nuestra fumadora Bolex H-16 cuando alguien salga o entre en la Embajada rusa. Si bien a esta altura del año ya no suelen ofrecerse recepciones al aire libre, en abril Montevideo es más templado que Washington en octubre, de modo que aún es posible que den alguna fiesta en el jardín junto a nuestras ventanas antes de que lleguen los fríos. Obviamente, debemos conseguir inquilinos pronto. Pero, ide dónde los sacamos? Para esto no queremos depender de Peones.»

Hunt decide consultar a Gordy Morewood, y pronto tenemos a un matrimonio y su hija de treinta años instalados en la vivienda. Son refugiados judíos auténticos, que llegaron a Montevideo alrededor de 1935 huyendo de los nazis. Se apellidan BOSQUEVERDE, una traducción del alemán, supongo. El original debe de haber sido Grunewald. Sin embargo, no cambiaron Hyman por Jaime. De modo que el caballero se llama Hyman BOSQUEVERDE, y su esposa, Rosa. El nombre de la hija es Greta, pero le dicen Gretel. Son una pareja tímida, muy reservada, con una hija vergonzosa y algo fea, pero muy unidos entre sí. Si la hija estornuda, la madre tiembla. Sé todo esto porque Howard me ha nombrado Oficial de Apoyo de la familia.

Ninguno de nosotros se atreve a dirigirse en inglés a los BOSQUEVERDE (una lástima, porque su inglés no es malo), pues si el KGB ha pinchado el teléfono, nos delataríamos. Por eso la solución fue usarme a mí. Si bien mi alemán no es nada del otro jueves, puedo hablarlo con un fuerte acento español. Pensamos que el KGB supondrá que soy un amigo uruguayo de los BOSQUEVERDE, que busca mejorar su alemán.

De todos modos, mi tarea es simple y pequeña. A cambio de vivir sin pagar alquiler, los BOSQUEVERDE están obligados a mantener a algún miembro de la familia cerca de la cámara, montada sobre un trípode, desde las seis de la mañana hasta que oscurece. Como la hija trabaja como bibliotecaria, supongo que estará apostada menos tiempo que sus padres. Yo los visito dos o tres veces a la semana, por la noche; les llevo película nueva y recojo la filmación. La revelamos en un laboratorio seguro, y después paso horas ante una pantalla estudiando a las personas que entran y salen de la Embajada. Cada nueva cara recibe un número. Luego enviamos la película al Callejón de las Cucarachas, donde la división de la Rusia soviética tiene la capacidad de reconocer las caras y relacionarlas con sus respectivos expedientes. Cuando recibimos su información, la vida se torna más interesante. Una de las caras, por ejemplo, pertenecía a un alto funcionario del KGB. Fue a la Embajada un par de veces; en ambas ocasiones permaneció dentro durante media hora, y luego voló de regreso a París, lo que pudimos verificar por intermedio de AV/ÍO 2 en el control de pasaportes. Por supuesto, no sabemos el motivo de las visitas, pero la división de la Rusia soviética tiene unas pajas más para su gigantesco nido.

Las fiestas de jardín son otra cosa. Hasta ahora se han filmado dos, y veo las películas con tanta atención como si estuviera sentado a la orilla de un lago al atardecer y no pudiera dejar de estudiar el reflejo de la luz sobre el agua. Ésta es una imagen curiosa, porque los BOSQUEVERDE no son muy hábiles en el manejo de la cámara, y el resultado son películas caseras hechas con una lente de telefoto. Hacen girar la cámara de manera tan abrupta que te sientes como si un luchador te empujara sobre el cuadrilátero. Aun así, estudio las secuencias filmadas en busca de pistas, tratando de descubrir relaciones entre la gente, y no puedo decirte lo interesante que resulta. Es como si viera una película de Roberto Rossellini. Te diré más después de la próxima recepción, que tendrá lugar el sábado que viene. Han invitado a gente de la Embajada estadounidense, y como el embajador no asistirá, es posible que Hunt lo remplace. Quizá me lleve a mí como su asistente. Sería espléndido estar presente en la fiesta, hablando con los rusos, sabiendo que más tarde podría estudiar la escena con tranquilidad. Howard está sopesando los pros y los contras. Teme que, en caso de que hayan intervenido la línea telefónica, puedan reconocer mi voz. Te diré cuál es su conclusión la semana entrante.

De momento, permíteme que te describa a nuestros inquilinos. Como digo, viven sin pagar alquiler. Hyman aumenta sus ingresos dando lecciones de hebreo a unos jóvenes judíos que se están preparando para su Bar-Mitzvah. Al parecer, hay una comunidad judía considerable en Montevideo. Estos Bosqueverde me fascinan. Son la primera familia judía con que entro en contacto, y todo lo que hacen me parece interesante. Casi siempre, cuando los visito de noche, están tomando el té en vasos, y comiendo una cena frugal. A veces es arenque con crema y cebolla; el olor, si bien no es desagradable, impregna la casa. Siempre me invitan a comer, pero yo nunca acepto (pues mis instrucciones son no entablar largas conversaciones, y, por cierto, no mencionar las películas o el equipo. Están acostumbrados a entregar el material silenciosamente).

Algunas veces hay uno de los estudiantes de Hyman BOSQUEVERDE en un recinto alejado de la cámara; los oigo hablar en hebreo y las palabras me parecen mágicas. Tanto el hombre como el muchacho usan solideo, cosa que me parece extraña. ¡Imagínate! Se están preparando para el Bar-Mitzvah en medio de todo esto. Cuando salgo, la vieja me detiene cerca del vestíbulo y me murmura al oído, con un fuerte acento judío alemán:

—Por favor, cuide mucho al señor Morewood. Él trabaja tanto para ustedes...


Ja
—digo yo—. Sí,
ja
.

Y sonrío mientras salgo de la casa con los rollos de película en mi bolsa de papel (que también contiene un pan que asoma de ella). Una vez en la calle, camino tres manzanas hasta llegar al coche que me presta la Compañía, deteniéndome un par de veces para ver si alguien me sigue. Hasta ahora,
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! Muy bien. Tengo la sensación de que la casa no está bajo vigilancia. Los soviéticos no tienen necesidad de repetir aquí lo que hicieron en Berlín.

Mientras me dirijo a mi hotel, no dejo de pensar en los judíos. Son sólo una octava parte de mí, pero todo mi ser reacciona ante ellos.

Hora de ir a la cama. Mi amor para mi ahijado, para ti y los tuyos.

HARRY

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14 de abril de 1957

Queridísima Kittredge:

La recepción al aire libre es mañana y Hunt ha decidido que sea yo quien lo acompañe. Sin duda, es valiente, y yo estoy contento. Conozco el terreno, he hecho mis tareas y me merezco la recompensa. Por supuesto, en el futuro, cuando vaya a ver a los BOSQUEVERDE, tendré que ser el triple de cauto, o de lo contrario traspasar las visitas a Kearns o Gatsby (quienes, por cierto, están celosos del afecto creciente que manifiesta Hunt hacia mí; estabas en lo cierto con respecto a eso) pero, en resumidas cuentas, estoy contento. Beber cócteles en el mismísimo jardín del enemigo; ¿cuántos pueden tener esa experiencia?

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