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Authors: Isaac Asimov

Tags: #Historia

El Imperio Romano (32 page)

BOOK: El Imperio Romano
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Cerdeña fue arrancada a los vándalos con esa flota, y un ejército desembarcó en África. Durante un tiempo, las cosas se presentaron mal para el anciano Genserico, que entonces se hallaba en sus setenta y tantos años. Pero Genserico, al observar que la flota imperial estaba negligentemente custodiada y apiñada en el puerto por el mismo exceso de su número, pensó que ofrecía un blanco tentador.

Durante la noche, Genserico envió barcos en llamas que fueron a la deriva contra la enorme flota, la cual pronto quedó reducida a ruinas. Las tropas imperiales se vieron obligadas a huir como pudieron y toda la expedición terminó en un grotesco fracaso.

Sin embargo, León logró sacar algún provecho de esta situación. Logró culpar del fracaso a su general Aspar y lo hizo ejecutar en 471. Esto puso fin a la influencia germana en el Imperio Oriental.

En el Oeste, Ricimero trató de salvar la situación acusando a Antemio y deponiéndolo en 472 (1225 A. U. C.). Luego eligió un títere propio, pues León ya no estaba en condiciones de ejercer influencia alguna en Occidente. El títere fue Anicio Olibrio, quien se había casado con Placidia, la hermana de Valentiniano III, lo que le permitió obtener algo de la aureola del gran Teodosio I. Pero Olibrio y Ricimero murieron ese mismo año.

El camino quedaba despejado para que León I intentase elegir un títere suyo, y en 473 eligió a Julio Nepote (pariente de León por matrimonio) como Emperador de Occidente.

Pero León murió en 474. Su nieto, que también era hijo del general de su cuerpo de guardia isaurio, le sucedió con el nombre de León II, reinó unos pocos meses y murió. El general isaurio Zenón, padre de León II se convirtió entonces en el Emperador de Oriente.

A la muerte de León I, el Imperio Romano de Oriente estaba aún completamente intacto. Sus fronteras seguían siendo prácticamente las mismas que a la muerte de Teodosio I, ochenta años antes o, también, que en la época de Adriano, tres siglos y medio antes.

No ocurría lo mismo con el Imperio Romano en Occidente. En 466, Teodorico II, del Reino Visigodo, había sido muerto por su hermano Eurico, bajo el cual el Reino llegó a la cúspide de su poder. Eurico hizo publicar codificaciones del derecho romano, adaptándolo a las tradiciones godas, para que su gobierno no fuera un mero bandolerismo bárbaro. En verdad, bajo el régimen asentado de los godos, quizás el campesinado estuvo mejor que bajo el débil gobierno de los romanos antes de la llegada de los visigodos. Los nativos vivían bajo sus propias leyes, y sus derechos eran respetados. Los godos se apoderaron de dos tercios de las tierras, el ganado y los esclavos, y, desde luego, los terratenientes romanos despojados sufrieron. También, el populacho se resentía del cristianismo arriano de sus amos godos. Con todo, la vida cotidiana no mostró ningún repentino descenso a una edad oscura.

El tercio sudoriental de la Galia quedó bajo el firme dominio de los burgundios en expansión, cuya frontera ahora lindaba con la de los visigodos. Y en el sudeste de Britania los anglosajones se establecieron firmemente.

En el norte de la Galia, una parte de la población nativa conservó su independencia. Formó el Reino de Soissons, centrado en esta ciudad, situada a unos cien kilómetros al noreste de París. Fue gobernado por Siagrio, el último gobernante de una parte considerable de la Galia que cabe considerar romano, aunque se había revelado contra Roma y mantenido su independencia de la corte imperial.

En África aún gobernaba Genserico. Murió en 477, época en que había llegado a la avanzada edad de ochenta y siete años. Había gobernado África durante casi medio siglo y siempre había sido victorioso. De todos los bárbaros que provocaron la ruina del Imperio Romano en el siglo V, él fue el más capaz y el de mayor éxito.

Prácticamente, todo lo que le quedaba a la corte imperial de Ravena era la misma Italia e Iliria.

El Hérulo Odoacro

Después de la muerte de Ricimero, los fragmentos restantes de los dominios del Oeste cayeron bajo el poder de otro general, Orestes. Obligó a abdicar a Julio Nepote y puso a su propio hijo, Rómulo Augusto, en el trono, en 475.

El nombre de Rómulo Augusto parecía un augurio favorable, pues Rómulo había sido el fundador de Roma y Augusto el fundador del Imperio. Sin embargo, no fue un buen augurio. Rómulo sólo tenía catorce años cuando llegó al trono, por lo que su nombre fue deformado, convirtiéndolo en su diminutivo: Rómulo Augústulo («Rómulo, el pequeño Emperador»), que es como se lo conoce comúnmente en la historia.

Rómulo iba a ser emperador por menos de un año, pues inmediatamente surgieron problemas con los mercenarios bárbaros que servían a la causa imperial en Italia. Les irritaba la idea de que en otras provincias, como en Galia, España y África, sus parientes germanos gobernaban en lugar de servir. Por ello, exigieron la cesión de un tercio de las tierras de Italia.

Orestes, quien era el poder real detrás de su hijo, se negó a aceptarlo. Los mercenarios se agruparon bajo un jefe llamado Odoacro (un hérulo, es decir, un miembro de una de las tribus germánicas menos famosas) y decidieron apoderarse de todo, ya que no se había querido darles una parte. Orestes se vio obligado a retirarse a Ticino (la moderna Pavía), en el norte de Italia. La ciudad fue tomada y Orestes ejecutado.

El 4 de septiembre de 476, Rómulo Augústulo fue obligado a abdicar y desapareció de la historia. Odoacro no se molestó en elegir otro títere. En verdad, hacía siglos que ningún emperador gobernaba realmente con capital en el Oeste, y cuando apareció otro (el famoso Carlomagno), iba a gobernar sobre un ámbito que nada tenía en común, excepto el nombre, con el Imperio Romano de Augusto y Trajano.

Por esta razón, el 476 (1229 A. U. C.) es habitualmente considerado como la fecha de «la caída del Imperio Romano».

Pero la fecha es engañosa. Nadie en ese período consideraba que el Imperio Romano había «caído». En verdad, existía aún y era la mayor potencia de Europa. Su capital estaba en Constantinopla y su emperador era Zenón. Sólo porque nosotros descendemos culturalmente del Oeste romano, tendemos a ignorar la existencia continua del Imperio Romano en el Este.

En el pensamiento de la época, era cierto que algunas de las provincias occidentales del Imperio estaban ocupadas por germanos, pero esas provincias aún formaban parte del Imperio —al menos en teoría— y a menudo los reyes germanos gobernaban como funcionarios romanos de uno u otro género. Los reyes bárbaros, quienes aceptaban el concepto casi místico de un imperio indestructible, valoraban como un gran honor que se les otorgara el título de «patricio» o el de «cónsul».

El mismo Zenón nunca reconoció a Rómulo Augústulo como emperador de Occidente. El Emperador Oriental consideraba al muchacho un usurpador y a Julio Nepote como a su único colega legal. Después de su deposición, Julio Nepote había huido de Roma y vivía en Iliria, donde se mantuvo como Emperador Romano de Occidente y fue reconocido como tal por Zenón.

El Imperio Occidental subsistió en un sentido legal hasta 480 (1233 A. U. C), cuando Julio Nepote fue asesinado. Sólo entonces no hubo emperador en el Oeste, para la corte de Constantinopla.

En lo sucesivo, en teoría el Imperio quedó unificado, como lo había estado en los días de Constantino I y Teodosio I. Zenón se convirtió en único emperador. Otorgó el rango de Patricio a Odoacro, quien gobernó Italia (en teoría) como delegado de Zenón. Odoacro envió la insignia imperial a Constantinopla, reconociendo así a Zenón como emperador. Nunca fue llamado rey de Italia, sino sólo rey de las tribus germánicas, que ahora empezaron a apropiarse de las tierras de la península.

Después del asesinato de Julio Nepote, Odoacro invadió Iliria con el pretexto de vengar su muerte. Lo hizo, sin duda, ejecutando a uno de los asesinos. Pero también anexó Iliria a sus posesiones, lo cual lo hizo incómodamente poderoso e incómodamente cercano, desde el punto de vista de Zenón.

Zenón empezó a mirar alrededor en busca de algún método para neutralizar al peligroso Odoacro.

El ostrogodo Teodorico

Sus ojos se dirigieron a los ostrogodos.

Los ostrogodos habían caído bajo la férula de los hunos un siglo antes, cuando los visigodos, que estaban más al Oeste, lograron evitar el mismo destino entrando en el Imperio Romano como refugiados. Los ostrogodos permanecieron sometidos por ochenta años, y lucharon al lado de los hunos en la batalla de los Campos Cataláunicos.

Después de la muerte de Atila y el derrumbe del imperio huno, los ostrogodos se liberaron nuevamente. Hicieron periódicamente incursiones por el Imperio Occidental y se establecieron al sur del Danubio, donde fueron un constante perjuicio y amenaza para Constantinopla. En 474, los ostrogodos se encontraban bajo el mando de un líder capaz, Teodorico.

Zenón pensó que podía matar dos pájaros de un tiro. Nombró delegado al ostrogodo Teodorico y lo envió contra el hérulo Odoacro. De este modo, para empezar, pudo librarse de los ostrogodos. Y la lucha entre los dos germanos, pensó, debilitaría a ambos.

En 488 (1241 A. U. C.), Teodorico partió al Oeste con la bendición complacida de Zenón. Bordeó el norte del mar Adriático y penetró en Italia, donde derrotó a Odoacro en dos batallas distintas. En 489, Odoacro estaba sitiado en Ravena.

Teodorico llevó adelante el asedio paciente e incansablemente, y en 493 (1246 A. U. C.) Ravena se vio obligada a capitular. Teodorico, violando las condiciones de la rendición, mató a Odoacro por su propia mano.

Luego Teodorico gobernó como monarca indiscutido sobre Italia, Iliria y las regiones situadas al norte y al oeste de Italia. Su posición fue reconocida por Anastasio, el nuevo emperador, quien había subido al trono a la muerte de Zenón, en 491.

Teodorico fue rey durante toda una generación, y su gobierno fue tan capaz, justo y benigno, y su reinado tan próspero, que a veces se lo llamó «Teodorico el Grande».

En verdad, el primer cuarto del siglo VI fue un período excepcional para Italia. Comparado con el siglo de pesadilla que había empezado con la invasión de Alarico, Italia, bajo Teodorico, parecía el cielo. De hecho, no había sido tan bien gobernada desde la época de Marco Aurelio, tres siglos antes.

Teodorico fue un guardián consciente de la herencia romana. Aunque sus godos se adueñaron de gran parte de las que habían sido tierras del Estado en Italia, lo hicieron con un mínimo de injusticia para los terratenientes privados. La población romana no fue oprimida y los romanos pudieron alcanzar altos puestos bajo los godos, como los germanos habían alcanzado altos cargos bajo los romanos. La corrupción entre los funcionarios fue reducida al mínimo, los impuestos disminuyeron, los puertos fueron dragados y las ciénagas desecadas. La agricultura prosperó en esta época de profunda paz. La ciudad de Roma vivió en calma, sin saqueos como los dos del siglo V, y el Senado romano fue respetado. Aunque Teodorico era arriano, tuvo tolerancia para con sus súbditos católicos. (En los dominios de los vándalos y los visigodos arrianos, en cambio, los católicos sufrieron períodos de persecución.)

Hasta parecía que la cultura romana podía alcanzar un nuevo brillo. Casiodoro (Flavius Magnus Aurelius Cassiodorus Senator) nació en el 490 y llegó a la patriarcal edad de noventa y cinco años. Fue tesorero de Teodorico y sus sucesores. Dedicó su vida al saber y fundó dos monasterios para reunir y copiar libros famosos de toda clase. El mismo escribió voluminosos tratados en los campos de la historia, la teología y la gramática. También escribió una historia de los godos, que indudablemente sería valiosísima si la tuviéramos, pero se ha perdido.

Boecio (Anicius Manlius Severinus Boethius), nacido en 480, fue el último de los filósofos antiguos. Fue cónsul en 510, y sus dos hijos también fueron cónsules juntos en 522. El sentimiento de que Roma era aún lo que había sido antaño surgió con tanta fuerza que Boecio pensó haber llegado a la cumbre de la felicidad al ver a sus hijos lograr un título eminente que, en verdad, carecía de toda significación, excepto por el honor que confería o parecía conferir. (Desgraciadamente, Boecio fue enviado a prisión en sus últimos años por un Teodorico que estaba envejeciendo, era cada vez más receloso y temía que el filósofo estuviera intrigando con el Emperador Oriental. Finalmente, fue ejecutado.)

Presuntamente, Boecio era cristiano, pero esto no aparece claramente en sus obras filosóficas, que conservan un resabio del estoicismo de los grandes días del Imperio pagano.

Tradujo algunas obras de Aristóteles al latín y escribió comentarios sobre Cicerón, Euclides y otros autores antiguos. Estas obras, pero no los originales, sobrevivieron en la primera mitad de la Edad Media, por lo que Boecio fue el último rayo de luz que iluminó la posterior oscuridad.

En verdad, en esos primeros años del siglo VI parecía posible esperar que Roma absorbiera el efecto de las invasiones bárbaras y que germanos y romanos se fusionasen para formar un Imperio rejuvenecido, más fuerte aún que antes.

Por desgracia, los líderes germanos eran arrianos, y aunque germanos y romanos pudieran mezclarse, no ocurría lo mismo entre arrianos y católicos.

Lamentablemente, también, la afluencia de tribus germánicas no había terminado y no se iba a seguir manteniendo la situación tal como era durante los primeros tiempos del reinado de Teodorico.

En la Galia del Noreste, los francos, quienes por siglo y medio habían permanecido razonablemente calmos, cayeron ahora bajo el mando de un dinámico jefe llamado Clodoveo. En 481, cuando llegó al poder, Clodoveo sólo tenía quince años. Cinco años después, empero, tras haber consolidado su poder sobre su pueblo, tuvo edad suficiente para iniciar un programa de expansión.

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