El Instante Aleph (43 page)

Read El Instante Aleph Online

Authors: Greg Egan

BOOK: El Instante Aleph
8.76Mb size Format: txt, pdf, ePub

—¿Te refieres a que son psicópatas? ¿Cuando al fin dejan de gritar y se calman lo suficiente para juntar dos palabras es sólo para decir que se han vuelto locos?

—Eso es algo que tienen que dictaminar los expertos.

—De acuerdo. —Casi había llegado al hospital—. Enséñame los cambios en la patología, todas esas cosas encantadoras que me he perdido últimamente.

Sísifo
saqueó la biblioteca y puso un vídeo. No estaba bien visto curiosear el trabajo inacabado de otro, pero si Reynolds no quería que se accediera a sus grabaciones, debería haberlas cifrado.

Miré la escena en el ascensor del hospital, a solas, y sentí que palidecía. No había ninguna explicación para aquello; no tenía sentido.

Reynolds había archivado otras tres escenas de «discurso coherente» de pacientes de Angustia. Las vi todas con los auriculares puestos para escucharlas en privado mientras pasaba por los pasillos rebosantes de actividad. Las palabras exactas que utilizaban los pacientes eran distintas en cada caso, pero siempre apuntaban a lo mismo.

Dejé de analizarlo. Quizá todavía estuviera en estado de shock o bajo el efecto de los opiáceos que me habían dado en el barco. Quizá veía una relación inexistente.

Cuando llegué a la sala, Akili estaba despierta. Sonrió compungida cuando me vio y supe que me había dado fuerte. No era sólo que su cara se hubiera grabado a fuego en mi mente de tal forma que me costaba creer que alguna vez me hubiera atraído ninguna otra persona. La belleza, al fin y al cabo, era lo más superficial. Pero sus ojos negros mostraban una pasión profunda, un sentido del humor y una inteligencia que no poseía ninguna otra persona que conociera.

Me dije que era ridículo. Para un ásex total, aquéllos eran los sentimientos de un juguete de las hormonas, un patético robot biológico. Si se enteraba de lo que sentía, sólo podía aspirar a darle pena.

—¿Te has enterado de lo del aeropuerto? —dije.

—Y de la muerte de Nishide. —Asintió abatida—. ¿Qué tal se ha tomado Mosala todo esto?

—No se ha derrumbado, pero no estoy seguro de que piense con claridad. —No como yo.

—¿Qué opinas? —le pregunté después de contarle la conversación que habíamos mantenido—. Si se mantiene con vida hasta que alguien anuncie la TOE en su nombre, ¿crees que los moderados se retractarán y le proporcionarán el antídoto?

—Quizá. —Kuwale no parecía muy esperanzada—. Si tuvieran pruebas irrefutables de que la TOE se ha completado. Pero ahora son fugitivos; no pueden facilitarle nada.

—Podrían transmitir la estructura de la molécula.

—Sí. Y esperemos que haya un aparato en Anarkia que pueda sintetizarla a tiempo.

—Si todo el universo es una conspiración para explicar la Piedra Angular, ¿no crees que podría tener suerte? —No me creía una palabra de todo aquello, pero no me pareció adecuado decirlo.

—Explicar el Instante Aleph no implica recibir indultos milagrosos. Mosala no tiene porqué ser la Piedra Angular, ni siquiera con Nishide muerto y la TOE de Buzzo refutada. Si sobrevive, será sólo porque las personas que intentan salvarla lo habrán hecho mejor que las que intentan matarla. —Se rió de forma cansina—. Eso es lo que significa una Teoría del Todo: no hay milagros, ni siquiera para la Piedra Angular. Todos viven y mueren obedeciendo las mismas reglas.

—Lo comprendo. —Dudé—. Hay algo que quiero enseñarte. Algunas noticias nuevas sobre Angustia.

—¿Angustia?

—Sígueme la corriente. Quizá no signifique nada, pero necesito saber tu opinión.

Me sentía en la obligación de no divulgar la grabación de Reynolds y la sala estaba llena, pero teníamos pantallas a ambos lados y parecía que el masc escayolado de la cama contigua estaba dormido. Le pasé la agenda a Kuwale y reproduje uno de los vídeos con el sonido muy bajo.

Una fem de mediana edad, pálida y con melena negra despeinada, miraba a la cámara directamente desde una cama de hospital. No parecía drogada y desde luego no exhibía el comportamiento característico del síndrome, pero se dirigía a Reynolds con una fascinación intensa y horrorizada.

—Esta pauta de información, este estado de ser consciente y poseer todas las percepciones se envuelve a sí mismo en un número creciente de capas de corolarios: neuronas que codifican la información, sangre que nutre a las neuronas, un corazón que bombea la sangre, intestinos que le aportan nutrientes, una boca para proveer de alimentos a los intestinos, comida que entra en ella, campos de cultivo, tierra, luz solar, un billón de estrellas. —Su mirada se desplazaba ligeramente al hablar, mientras estudiaba la cara de Reynolds—. Neuronas, corazón, intestinos, células de proteínas e iones y agua en las membranas lipídicas, tejidos que se diferencian al desarrollarse, genes que se activan en los marcadores de los gradientes hormonales, un millón de formas moleculares que se entrelazan, carbono tetravalente, hidrógeno monovalente, electrones compartidos en enlaces entre núcleos de protones, neutrones para equilibrar la repulsión electrostática y, en ambos, quarks cuyo
spin
se empareja con el de los leptones en una jerarquía de niveles de excitación de campo y que residen en una variedad de dimensión diez, definiendo una ruptura de simetría en el espacio de todas las topologías. —Se aceleró—. Neuronas, corazón, intestinos, morfogénesis que retrocede a una célula, un óvulo fecundado en otro cuerpo. Cromosomas diploides que requieren un donante independiente. Ascendencia iterativa. Mutaciones que dividen las especies a partir de los linajes anteriores, vida unicelular, fragmentos que se duplican por sí mismos, nucleótidos, azúcares, aminoácidos, dióxido de carbono, agua, nitrógeno. Una nube protoestelar que se condensa, rica en los elementos pesados que se sintetizan en otras estrellas, lanzadas a través de un cosmos gravitatoriamente inestable que empieza y termina en una singularidad.

Se calló, pero sus ojos se seguían moviendo; casi podía distinguir el contorno de la cara de Reynolds en el barrido de su mirada. Y si éste le había parecido al principio una aparición extraña, destellos de comprensión intensa parecieron abrirse paso a través de su asombro, como si la fem estuviera llevando el razonamiento cósmico hasta el límite e integrara a aquel desconocido, aquel primo lejano, lógico y necesario, en el mismo diagrama unificado.

Pero de pronto, algo pareció poner fin a su remisión breve: una expresión de horror y pánico distorsionó sus rasgos. La Angustia la había reclamado. Detuve el vídeo antes de que empezara a patalear y gritar.

—Hay tres casos similares más —dije—. Así que, ¿son imaginaciones mías o este desvarío te suena a lo mismo que a mí? Porque, ¿qué clase de plaga haría creer a esas personas que son la Piedra Angular?

—Andrew, si esto es una broma... —dijo Kuwale mirándome después de dejar la agenda en la cama.

—¡No! ¿Por qué iba a hacer...?

—Para salvar a Mosala. Si es un engaño, no te saldrás con la tuya.

—Si fuera a inventarme una Piedra Angular para salvarla —gruñí—, habría hecho una simulación de Yasuko Nishide en su lecho de muerte mientras tenía todas las revelaciones cósmicas, no de un caso psiquiátrico aleatorio.

Le expliqué lo de Reynolds y el documental de SeeNet.

Escudriñó mi cara para decidir si estaba diciendo la verdad. Le devolví la mirada, demasiado cansado y confuso para ocultar nada. Hubo un destello de sorpresa y... ¿diversión? No sabría decirlo, y por su parte no dijo nada sobre lo que sentía.

—Quizá lo ha falsificado algún miembro de la corriente principal de los CA y lo ha colado en SeeNet. —Me aferraba a suposiciones porque no le encontraba otro sentido.

—No —negó Kuwale de plano—. Me habría enterado.

—Entonces...

—Es auténtico.

—¿Cómo es posible?

—Porque todo lo que pensábamos era verdad, pero los detalles eran incorrectos. —Me miró a los ojos sin avergonzarse de su miedo—. Todos teníamos mal los detalles. La corriente principal, los moderados y los extremistas; todos hicimos suposiciones distintas y todas eran erróneas.

—No lo entiendo.

—Lo entenderás, como todos.

De repente recordé la historia apócrifa que contó el antropocosmólogo del barco sobre la muerte de Muteba Kazadi.

—¿Crees que el origen de Angustia es mezclar la física y la información?

—Sí.

—Si la Piedra Angular lo hace, ¿arrastra a los demás? ¿Crecimiento exponencial como en una plaga?

—Sí.

—Pero... ¿cómo? ¿Quién fue la Piedra Angular? ¿Quién lo empezó todo? ¿Muteba Kazadi hace unos cuantos años?

—¡No! —Kuwale se rió como un loco. El masc de la cama de al lado estaba despierto y lo escuchaba todo, pero ya me daba igual—. Miller no llegó a explicarte lo más curioso sobre el modelo cosmológico —añadió Kuwale. Miller era el umasc al que yo llamaba Tres.

—¿A qué te refieres?

—Si desarrollas todos los cálculos, el efecto retrocede en el tiempo. No mucho: el crecimiento exponencial hacia adelante implica la descomposición exponencial hacia atrás. Pero la certeza absoluta de la Piedra Angular al precipitar la mezcla en el Instante Aleph implica una pequeña probabilidad de que otras personas sean arrastradas aleatoriamente incluso antes del acontecimiento. Es una condición de continuidad; en ningún sistema hay nada que sea un salto instantáneo de cero a uno.

Hice un gesto de negación; no lo entendía, no podía asimilarlo.

Akili me cogió de la mano, la apretó con fuerza sin pensar y me transmitió su miedo y una emoción vertiginosa de anticipación directamente al cuerpo, de su piel a la mía.

—La Piedra Angular todavía no es la Piedra Angular. El Instante Aleph aún no ha sucedido, pero ya notamos su impacto.

25

Kuwale cogió la agenda e hizo un gráfico con los detalles de los flujos de información que creía que había detrás de Angustia. Incluso intentó utilizar un modelo informático rudimentario para procesar los datos epidemiológicos, aunque terminó con una curva mucho menos pronunciada que la de las cifras reales del caso (que habían aumentado a un ritmo mayor que el del crecimiento exponencial, probablemente porque al principio no se tuvo constancia de todos los casos) y una fecha estimada para el Instante Aleph en el periodo comprendido entre el siete de febrero del 2055... y el doce de junio del 3070. Impertérrita, se esforzó en ajustar el modelo. Gráficos, diagramas y ecuaciones pasaban por la pantalla mientras tecleaba. Era tan impresionante como cualquier cosa de las que hacía Mosala y yo entendía casi lo mismo.

No podía evitar que me arrastrara un poco con su lógica apremiante, pero cuando se desvaneció la primera impresión de haber identificado qué era la Angustia, empecé a preguntarme si no estaríamos proyectando lo que queríamos interpretar en los extraños soliloquios de los cuatro pacientes. La antropocosmología no había hecho hasta el momento ninguna predicción contrastable. Estaba claro que permitía una aproximación matemática elegante a cualquier TOE, pero me parecía una base débil sobre la que asentar todas mis creencias acerca del universo si la primera prueba de la teoría consistía en los desvaríos de cuatro personas que padecían una enfermedad mental nueva y atípica.

En cuanto al pronóstico de un mundo totalmente afligido por Angustia, si Kuwale tenía razón, suponía un cataclismo tan inconcebible como el universo «deshecho» de los moderados.

No comenté mis dudas, pero cuando dejé la sala, mientras Kuwale estaba inmersa en una conversación con los otros CA de la corriente principal, volví a poner los pies en el suelo. Toda aquella charla sobre los ecos de un futuro Instante Aleph no merecía más crédito que las alternativas convencionales más extravagantes.

Un experimento fallido del ejército con un patógeno neuroactivo cuyo objetivo fuera una zona específica del cerebro podría producir los síntomas comunes de Angustia en casi todas las víctimas, además de los estallidos de observaciones maníacas pero precisas en cuatro de los tres mil casos. El razonamiento era un producto de reacciones orgánicas del cerebro, como cualquier otro proceso mental, y un esquizofrénico con ataques de paranoia cuya lesión se debiera a meros accidentes genéticos era capaz de encontrar un significado personal en todos los anuncios, las nubes y los árboles. Quizá la combinación de una educación científica adecuada y el daño centralizado causado por un arma vírica podía desencadenar una avalancha de significados incontrolables aunque rigurosos. Si el objetivo principal del arma era trastornar el pensamiento analítico, no era impensable que una versión que se les hubiera ido de las manos terminara por sobreestimular las vías neuronales que tenía que dañar.

Volví a la tienda de electrónica y me compré otra agenda. Llamé a De Groot desde la calle; parecía preocupada, pero no quería hablar por la red.

Quedamos en el hotel, en la suite de Mosala. Cuando llegué, De Groot me hizo pasar en silencio.

—¿Está Violet...? —Vi cómo flotaban las motas de polvo bajo la luz del sol; cuando hablé, la habitación sonó vacía.

—La han ingresado. Yo quería quedarme en el hospital, pero me ha obligado a marcharme. —De Groot estaba sentada enfrente de mí, tenía las manos recogidas en el regazo y la mirada baja—. ¿Sabes?, hemos recibido mensajes raros de casi todo el mundo —añadió con calma—. Todas las sectas y los lunáticos del mundo querían contar a Violet sus asombrosas revelaciones cósmicas o informarla de que estaba profanando su adorada mitología y ardería en el infierno, destrozaría la naturaleza de Buda o reduciría las grandes civilizaciones del mundo a escombros nihilistas con su prepotencia masculina occidental y simplista. Los Cosmólogos Antropológicos eran sólo una voz más que gritaba entre todo el ruido. —Me miró a los ojos—. ¿Los habrías elegido como amenaza? ¿Por delante de los fundamentalistas, de los racistas o de los psicópatas que le mandaban descripciones detalladas de lo que planeaban hacer con su cadáver? Esas personas mandaban largas disertaciones sobre la teoría de la información y como posdata: «Nos encantaría ver cómo crea el universo, pero hay otras facciones que intentarán impedírselo».

—Nadie los habría elegido —dije. De Groot se tocó la sien y permaneció en silencio, cubriéndose los ojos—. ¿Te encuentras bien?

—Un dolor de cabeza —dijo asintiendo—, nada más. —Rió sin ganas, hizo una inhalación profunda y se armó de valor para proseguir—. Han encontrado restos de proteínas extrañas en el torrente sanguíneo, en la médula ósea y en los nódulos linfáticos. No han determinado la estructura molecular y hasta el momento no muestra síntomas. Así que le han dado un cóctel de antivíricos y, hasta que suceda algo, lo único que pueden hacer es tenerla en observación.

Other books

Rosa's Child by Josephs, Jeremy
Dark Revelations by Swierczynski, Duane, Zuiker, Anthony E.
In My Sister's Shadow by Tiana Laveen
Damsel in Distress by Joan Smith
Nightmare by Steven Harper
Ten Thousand Words by Kelli Jean
Prelude to Heaven by Laura Lee Guhrke
El séptimo hijo by Orson Scott Card