El Instante Aleph (54 page)

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Authors: Greg Egan

BOOK: El Instante Aleph
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—Cuelga como una estalactita del cosmos de la información. —El uso del presente es sofisticación, no solecismo; la relatividad lo exige—. No es autónomo, no se explica a sí mismo; necesita unirse al cosmos de la información para existir. Nosotros también lo necesitamos. Es una historia necesaria, un producto lógico si intentáis remontaros a la época anterior al Instante Aleph.

Evoca ecuaciones y diagramas intensos en el aire. El grupo estelar brillante del cosmos de la información, densamente envuelto en hilos explicativos, sostiene el cono simple y apagado de la Edad de la Ignorancia que nos lleva de vuelta al Big Bang físico. El público de niños de cuatro años menos precoces se pelea con los conceptos. ¿Tiempo antes del Instante Aleph? A pesar de los abuelos, es casi un contrasentido.

Me pongo en pie y recito la versión de los hechos de hace cincuenta años que he preparado y consigo estallidos de risas incrédulas en los momentos adecuados. ¿Propiedad de los genes? ¿Autoridad centralizada? ¿Sectas de la Ignorancia?

La historia antigua siempre suena pintoresca, y las viejas victorias predestinadas, pero intento transmitirles lo larga y dura que fue la lucha de sus antepasados para aprender lo que todos dan por supuesto: que la ley y la moralidad, la física y la metafísica, el espacio y el tiempo, el placer, el amor y el significado son la dura carga de los participantes. No hay centros inamovibles que nos concedan absolutos como si fueran maná: no hay Dios, Gea ni soberanos caritativos. Ninguna realidad salvo el universo al que se ha conferido existencia por medio de su explicación. Ningún propósito en la vida a menos que lo creemos, juntos o solos.

Alguien me pregunta sobre la confusión en los días siguientes al Instante Aleph.

—A todos les costó digerir la verdad —digo—. A los científicos ortodoxos porque resultó que la TOE no se basaba en nada más que en su poder explicativo. A las Sectas de la Ignorancia porque incluso el universo participativo, la realidad más subjetiva posible, no era la síntesis de sus mitos favoritos, que no habrían podido crear nada, sino el producto de la comprensión científica universal de lo que significaba realmente la coexistencia. Incluso la Cosmología Antropológica estaba equivocada: estaba tan obsesionada con la idea de una Piedra Angular que apenas reparó en la posibilidad de que todos pudieran desempeñar ese papel por igual. Había pasado por alto la solución más simétrica y estable, en la que todas las mentes obedecen la TOE pero necesitan crearla juntas.

Un oyente astuto ve que estoy eludiendo la cuestión, un niño del que habría dicho que tenía «sentimientos» antes de que la palabra «S» estallara y se entendiera al fin: la TOE es lo que todos tenemos en común.

—La mayoría de las personas no eran científicos, no pertenecían a sectas ni eran de Cosmología Antropológica, ¿verdad? A ellos no les afectaban esas ideas, así que, ¿por qué estaban tan tristes?

Tristes. Hubo nueve millones de suicidios. Nueve millones de personas que no pudieron soportar que todas las apariencias de solidez se desvanecieran. Y todavía no estoy seguro de que no hubiera otra manera, de haber encontrado el único enlace posible con el cosmos de la información. Si me hubiera dejado llevar por la locura de la Angustia, ¿habría planteado alguien una última pregunta distinta y habría encontrado otro camino?

Nadie me ha acusado ni juzgado. Nunca me han maldecido como criminal ni aclamado como salvador. Ahora se considera absurda la idea de que una única Piedra Angular pudiera haber conferido existencia a diez mil millones de personas por medio de su explicación. La Angustia no se ve de forma distinta a la ilusión vana de que todas las galaxias se alejan de nosotros, cuando en verdad no hay ni puede haber ningún centro.

Hablo con titubeos del área de Lamont.

—Hacía que las personas pensaran que se conocían, que podían hablar en nombre de otras y entenderlas mucho más de lo que es posible en realidad. Puede que algunos todavía la tengáis en el cerebro, pero ante la evidencia, resulta fácil pasarla por alto.

Intento explicarles la falsa impresión de intimidad y cuánto se había dependido de ella en el pasado. Me escuchan con educación, pero veo que no tiene sentido para ellos porque saben demasiado bien que no han perdido nada. El amor ante la verdad ha resultado ser más fuerte que nunca. La felicidad nunca dependió realmente de las viejas mentiras.

No para estos niños que han nacido sin muletas.

En su casa, en medio de la selva transgénica pródiga y deslumbrante de Malawi, le dije a Akili que estaba muriéndome. «Después de ti no ha habido nadie.» Y nos tocamos por última vez.

Sigo hablando deprisa.

—Otras personas lamentaron el final del misterio —añado—. Como si no fuera a quedar nada por descubrir cuando entendiéramos lo que había bajo nuestros pies. Y es verdad que no hay más sorpresas profundas ni queda nada por averiguar sobre las razones de la TOE y de nuestra existencia. Pero no habrá límite al descubrimiento de lo que puede contener el universo; siempre habrá historias nuevas que se escriban en la TOE, sistemas y estructuras nuevos a los que se dará la existencia por medio de su explicación. Podría incluso haber otras mentes en otros mundos, cocreadores cuya naturaleza no alcanzamos a imaginar.

»Violet Mosala dijo una vez: "Alcanzar los cimientos no significa tocar techo". Nos ayudó a todos a tocar los cimientos; sólo deseo que hubiera vivido para veros edificar sobre ellos hasta más altura de lo que nadie había hecho antes.

Vuelvo a sentarme. Los niños aplauden con educación, pero me siento como un tonto senil por decirles que el futuro no tiene límites.

Ya lo sabían, por supuesto.

NOTA DEL AUTOR

Entre las muchas obras que me inspiraron al escribir esta novela debo destacar
El sueño de una teoría final
de Steven Weinberg,
Cultura e imperialismo
de Edward W. Said y "Out of the Light, Back Into the Cave" de Andy Robertson (
Interzone
65, noviembre de 1992). El extracto del poema «Technolibération» se inspira en un pasaje de
Cahier d'un retour au pays natal
de Aimé Césaire.

Notas

[1]
Greg Egan introduce en particular un género «neutro» que ha comportado numerosos problemas de traducción, dada la imposibilidad de verterlo de forma natural al castellano. Se ha optado finalmente por la introducción del artículo determinado «eil», el pronombre «éil» y un tratamiento gramatical mixto: adjetivos en femenino, construcciones leístas y los demás casos en masculino. (N. del E.)

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